¡Feliz Día de la Hispanidad y de la Virgen del Pilar!
MIGUEL SALINAS
Boletín de Información e Inteligencia Estratégica
12/10/2020
En este día de celebración deseamos compartir con ustedes algunos fragmentos de varios autores respecto a la Hispanidad
Ramiro de Maeztu:
«La Hispanidad no habita una tierra, sino muchas y muy diversas. […] porque lo que llamamos raza no está constituido por aquellas características que pueden transmitirse a través de las oscuridades protoplasmáticas, sino por aquellas otras que son luz del espíritu, como el habla y el credo. […] Este humanismo español es de origen religioso. Es la doctrina del hombre que enseña la Iglesia Católica. Pero ha penetrado tan profundamente en las conciencias españolas que la aceptan, con ligeras variantes, hasta las menos religiosas».
Manuel García Morente:
«A mi parecer, la imagen intuitiva que mejor simboliza la esencia de la hispanidad es la figura del caballero cristiano».
José Vasconcelos:
«Las naciones americanas, sin perjuicio de su nacionalismo, pueden concebirse como formando parte de un mismo tronco cuyas raíces son tanto hispánicas como indígenas».
Monseñor Zacarías de Vizcarra:
«Ninguna otra advocación de la Santísima Virgen puede alegar los mismos títulos que la del Pilar, para proclamarla Reina y Patrona de la Hispanidad.
Concretamente, tratándose de la gran familia de naciones que se denomina Hispanidad, se necesita que la advocación elegida recuerde algún hecho especialmente relacionado con todos los miembros de ella, tanto los del Viejo Mundo como los del Nuevo.
Ahora bien; el hecho especial directamente relacionado con todas las cristiandades hispánicas de ambos hemisferios es la maternidad originaria de su Fe y de sus Iglesias, maternidad que ostenta especialmente la Virgen Santísima bajo el título del Pilar, por el hecho de haber venido a España en carne mortal, como misionera de la fe de su Hijo y consoladora y alentadora del Apóstol Santiago y de sus discípulos, primer núcleo de la Iglesia Hispánica, de la cual tomó posesión al estilo romano, plantando en su suelo a modo de mojón posesorio, el Pilar de jaspe que por ministerio angélico, según antiquísima tradición aprobada por la Iglesia, trajo de Jerusalén y entregó a Santiago como base para edificar en su nombre el primer templo mariano del mundo.
Si Santiago es el Padre de la Fe Hispánica, la Virgen Santísima del Pilar es su Madre; y tanto España y Portugal, que entonces formaban la única Hispania evangelizada por Santiago, como todas las naciones que de ellas han recibido el ser religioso, como extensión vegetativa de su Iglesia, deben reconocer, en último análisis, como a Madre común de sus respectivas cristiandades a la Virgen Santísima que veló su cuna desde el Pilar de Zaragoza. La Capilla Angélica, levantada por Santiago en torno de aquel Pilar, es literalmente la «Casa Solariega» de todas las Iglesias de la Hispanidad, con genealogía mariana de la más noble prosapia.
No reviste los mismos caracteres de maternidad originaria y extensión universal ninguna otra de las santísimas y devotísimas advocaciones que abundan en la Hispanidad de ambos mundos. Todas ellas recuerdan favores más o menos particulares, limitados a determinada nación, región o época, siempre posterior y muy lejana del nacimiento de la Cristiandad Hispánica, sin relación de origen y fundamento para toda ella.
Existe una advocación que, bajo el aspecto de universalidad, podría figurar como apropiada para la finalidad propuesta del patronato sobre toda la Hispanidad: es la de la Inmaculada Concepción.
En efecto: el 17 de julio de 1760, según narra La Fuente en su Historia General (Tomo IV, pág. 124), reunidas las Cortes del Reino en el Palacio del Buen Retiro de Madrid, bajo la presidencia del Rey Carlos III, con asistencia de los Procuradores de todos los reinos de España y América, «acordaron por unanimidad de votos suplicar al rey se dignase tomar por singular patrona y abogada de estos reinos y los de Indias y demás a ellos anexos e incorporados, a la Virgen Santísima, bajo el misterio de la Inmaculada Concepción, sin perjuicio del patronato que en ellos tiene el Apóstol Santiago… y que se dignara solicitar bula de Su Santidad en aprobación y confirmación de éste».
Así lo concedió el Sumo Pontífice, casi un siglo antes de que Pío IX definiera el dogma de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 1854.
Antes de la definición dogmática de Pío IX, tenía cierto carácter especial hispánico la arraigada devoción de España y América al misterio de la Inmaculada Concepción del cual fueron entusiastas defensores y campeones nuestros teólogos y nuestro pueblo. El mismo Pío IX, cuando se erigió en Roma el grandioso monumento conmemorativo de la Inmaculada Concepción, eligió como lugar de emplazamiento para el mismo la Plaza de España, y fue personalmente a bendecirlo desde los balcones de la Embajada de España, en reconocimiento de la parte especialísima que había tenido nuestro pueblo en la defensa y propaganda de este misterio.
Pero, desde entonces, la devoción a la Inmaculada es felizmente patrimonio universal de todas las naciones e iglesias del mundo, y no representa algo en cierto modo especial de nuestro pueblo. Ni siquiera tiene entre nosotros un Santuario famoso dedicado a ella, como lo tiene Francia en Lourdes, a petición de la misma Virgen Inmaculada.
En cambio, el Pilar es cosa nuestra, directamente relacionada con nuestro pueblo, tanto ahora como en todos los siglos venideros, con sede y hogar tangible en nuestro suelo, con marca indeleble en nuestra historia, con destellos consoladores de predilección maternal, con ecos de esperanza para el porvenir de toda la Cristiandad Hispánica.
No quiere decir esto que se modifique el patronato de la Inmaculada para España, ni todos los demás patronatos marianos de las diversas naciones de la Hispanidad. Se trata de un asunto diferente. Se trata de estudiar cuál sería la advocación más apropiada para una entidad distinta de cada una de las naciones hispánicas, para el cuerpo colectivo de todas ellas, para la gran familia étnica de la Hispanidad. Se trata de la provisión de un trono hasta ahora oficialmente vacío, sin desdoro de ningún derecho adquirido precedente. Y creemos que ese trono está reservado ya en nuestros corazones para la Virgen del Pilar, y que será reconocido con el tiempo para ella por las Autoridades a quienes corresponde la declaración oficial.
Y encontré la palabra anticuada «HISPANIDAD», inútil ya en el sentido que le daban los diccionarios y los autores antiguos, pero capaz de recibir dos significaciones nuevas que nos prestarían un gran servicio.
En un artículo que puede verse transcrito en la revista «HISPANIDAD», de Madrid, en su número del 1º de febrero de 1936, escribía yo en una revista de Buenos Aires: «Estoy convencido de que no existe palabra que pueda sustituir a HISPANIDAD para denominar con un solo vocablo a todos los pueblos de origen hispano y a las cualidades que los distinguen de los demás. Encuentro perfecta analogía entre la palabra HISPANIDAD y otras dos voces que usamos corrientemente: HUMANIDAD y CRISTIANDAD. Llamamos «Humanidad» (con mayúscula) al conjunto de todos los hombres, y «humanidad» (con minúscula) a la suma de las cualidades propias del hombre. Así decimos, por ejemplo, que toda la Humanidad mira con horror a los que obran sin humanidad. Asimismo llamamos «Cristiandad» al conjunto de todos los pueblos cristianos, y damos también el nombre de «cristiandad» (con minúscula) a la suma de cualidades que debe reunir un cristiano. Esto supuesto, nada más fácil que definir las dos acepciones análogas de la palabra HISPANIDAD: significa, en primer lugar, el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico, diseminados por Europa, América, África y Oceanía; expresa, en segundo lugar, el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo, a los pueblos de estirpe y cultura hispánica».
Santiago Clavijo:
«La Virgen María prohijó a España para que cumpliera la misión de evangelizar las naciones y defender la Iglesia de Roma, lo que justifica que Juan Pablo II nos denominara “Tierra de María” en su primera visita a España en 1982.
Cuando Isabel, la reina católica de Castilla, envió a Colón a descubrir y evangelizar un Nuevo Mundo, le despidió en el Monasterio de Guadalupe donde solía retirarse frecuentemente. Es la conexión de España con la Virgen Guadalupana, negada modernamente por el indigenismo mexicano de obediencia masónica.
Cronología de la Virgen María:
- 15 aC. Natividad de María
- 1 Anunciación a María por el Arcángel San Gabriel
- 1 Nacimiento de JESÚS
- 33 Muerte y Resurrección de JESUCRISTO
- 35 Tallado del icono de María por el evangelista Lucas
- 40 Aparición de María al apóstol Santiago en Zaragoza
- 44 Asunción de María al cielo en Éfeso
- 64 El apóstol Pedro entrega el icono de María a su sucesor Lino
- 589 San Leandro, obispo de Sevilla, recibe el icono del papa San Gregorio Magno
- 711 El icono es enterrado en una cueva de Guadalupe a causa de la invasión musulmana
- 859 Santiago salva a España en la batalla de Clavijo
- 1326 Aparición del icono en la sierra de Guadalupe-Cáceres
- 1492 España lleva la devoción guadalupana a América
- 1531 Aparición de María a Juan Diego en México
- 1571 El estandarte de la Virgen de Guadalupe en la batalla deLepanto
- 1678 Virgen del Pilar: Reina de España
- 1887 Virgen de Guadalupe: Emperatriz de la Hispanidad
- 1921 Atentado masónico a la Virgen de Guadalupe
- 2002 Canonización de Juan Diego por Juan Pablo II
Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, uno de los tres apóstoles preferidos de Jesús, fue elegido por su fuerte personalidad para llevar el Evangelio al Finisterre hispánico. Según la tradición, se despidió de la Virgen María en Éfeso, antes de embarcar para Gades-Cádiz en el antiguo reino de los Tartessos, que ya comerciaba con Salomón cuando construyó el Templo de Jerusalén.
Después de dos años de escasas conversiones en Hispania. Santiago llegó a Zaragoza camino de Tarraco. A orillas del Ebro, oró con sus discípulos hasta la madrugada. Entonces oyó una música celestial y vio a la madre de Cristo, entre dos coros de ángeles sobre una columna de mármol.
La Virgen María prometió a Santiago que el Pilar permanecería allí hasta el fin de los tiempos y le pidió que edificara una capilla para su culto. Es la bilocación de la Virgen María, cuando residía en Éfeso (año 40), privilegio de España sobre el resto de las naciones, lo que justifica que Juan Pablo II denominara a España “Tierra de María”.
Las Cortes de España en 1678 nombraron a la Virgen del Pilar patrona del Reino y de todos las provincias de ultramar en América, Asia (Filipinas), África (Ceuta, Melilla) y Oceanía (Marianas, Carolinas…).
El magnífico monasterio jerónimo de Nuestra Señora en Guadalupe en Cáceres fue edificado en 1340 por Alfonso XI de León y Castilla, en el lugar donde el pastor Gil Cordero encontró milagrosamente, en 1326, el icono de la Virgen María en una cueva de los montes de Toledo que separan los valles del Tajo y del Guadiana. Había sido enterrado por unos clérigos sevillanos cuando huyeron, en 711, de la invasión musulmana.
El pequeño icono representa a la Virgen con el niño Jesús. Fue tallado en madera por el evangelista San Lucas, según la Tradición. San Pedro lo llevó a Roma donde fue venerado por los Papas, hasta que San Gregorio Magno lo entregó a San Leandro, obispo de Sevilla, para conseguir la conversión de los visigodos arrianos.
Poco después se convirtió San Hermenegildo, hijo del rey Leovigildo, cuyo heredero Recaredo II se bautizó en el III Concilio de Toledo (589) dando origen al Reino católico unitario de España.
La reina Isabel la Católica era gran devota de la Virgen de Guadalupe, a cuyo monasterio se retiraba con frecuencia. Cristóbal Colón rezó allí antes de emprender el viaje del descubrimiento, a ella se encomendó en una tormenta y en agradecimiento bautizó una isla del Caribe como Guadalupe. Los marinos, soldados y misioneros españoles llevaron su devoción a América.
El 12 de Octubre de 1887, festividad de la Virgen del Pilar, patrona de España y del descubrimiento de América, el arzobispo de México y cuarenta obispos celebraron la liturgia de la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe como Emperatriz y Patrona de Hispanoamérica.
En 1996, el arzobispo primado de México, Norberto Rivera, escribió en el prólogo del excelente libro del historiador Francis Johnston: “Gracias Señora por esas flores que hiciste brotar en nuestro suelo helado y árido que tan elocuentes fueron para nuestros padres indios; gracias por tu nombre de Guadalupe con el que pediste que te invocáramos pues con él los hermanaste con nuestros padres españoles que así te invocaban desde siglos antes en tu Santuario de los montes de Extremadura”.
Fray Juan de Zumárraga, primer obispo del Nuevo Mundo, fue enviado a México por el emperador Carlos para proteger al pueblo de los abusos de los conquistadores y contrarrestar la autoridad de los magistrados de la Primera Audiencia; su presidente Nuño Guzmán persiguió al obispo por defender los derechos de los indígenas. Fray Juan pidió la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe para evitar la previsible insurrección de los aztecas contra los españoles.
La madrugada del sábado “9 de diciembre de 1531”, entonces fiesta de la Inmaculada Concepción, el indio Juan Diego se dirigía a la iglesia de Santiago en Tlatelolco (a 16 km. de su vivienda) para asistir a Misa. Cuando pasaba al pie del cerro de Tepeyac escuchó acordes musicales y una voz que le llamaba. Inesperadamente se encontró frente a una dama muy joven de gran belleza y brillante vestimenta que le dijo: “Soy la Virgen de Guadalupe, Madre del Dios Verdadero, dirígete a la casa del obispo y comunícale mi deseo de que aquí se construya un templo en mi honor”.
La relación con la Virgen de Guadalupe está en un lienzo con la imagen guadalupana -copia del original-, que habría estado luciendo como insignia en la galera capitana de Andrea Doria, quien era uno de los jefes de la flota cristiana. Dicho lienzo se conserva ahora en la iglesia de La Madonna di Guadalupe en Santo Stefano d´Aveto, en Italia, donde se venera a Ntra. Sra. de Guadalupe de México. Aunque muchas fuentes mencionan este estandarte, son pocas las que estudian un poco más detalladamente el tema, aunque hacen constar que a 40 años de las apariciones, la imagen ya se encontraba en Europa y era estimada por los españoles, descartando así la idea de que la devoción guadalupana era exclusiva de indios, mestizos y criollos, pues aún si no estuvo en la galera de Doria durante la batalla de Lepanto, sí estaba en su poder y en Europa, donada por el rey Felipe II.
Estandarte Virgen de Guadalupe en Lepanto
El origen sobrenatural de la imagen grabada en el manto del mexicano Juan Diego, cuando se le apareció en 1531 la Virgen María, ha sido demostrado científicamente por numerosos expertos del siglo pasado, en una trayectoria equivalente a la del Santo Sudario de Jesucristo, que se custodia en la catedral de Turín».
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Miguel Salinas Chávez:
«Las formas de conquista de las Américas se originan precisamente en las distintas teologías: los españoles no consideraron a los pobladores de sus territorios como una especie de basura que había que eliminar para poder instalarse en ellos como dueños y señores. Esta fue precisamente la postura que adoptó la reina Isabel la Católica desde el momento mismo que patrocino la empresa de la evangelización.
Su encomienda era llevar la fe cristiana a todos los seres humanos, a los cuales, ella consideraba súbditos, por lo que los cobijó con los mismos derechos que a los españoles y además les reconocía -y ningún otro monarca contemporáneo lo hizo- sus derechos como hijos de Dios y por tanto con una dignidad inviolable».
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“También mando que en cuanto que el Papa nos concedió las Islas y Tierra Firme del Mar Océano descubiertas y por descubrir [América y las islas cercanas], y como fue mi intención procurar, inducir y atraer a los pueblos que las pueblan a la fe católica, y enviar a las Islas y Tierra Firme prelados y religiosos y clérigos y otras personas doctas… para instruir a los moradores de aquellas tierras en la fe católica, y enseñarles buenas costumbres. Además suplico al rey mi señor muy afectuosamente, y encargo y mando a la princesa, mi hija, y al príncipe, su marido, que así lo hagan y cumplan, y que esto sea su principal fin y en ello ponga mucha diligencia, y que no consientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de las Indias y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, antes al contrario que sean bien y justamente tratados, y si han recibido algún agravio que lo remedien y provean para que no se sobrepase en cosa alguna lo que en las cartas apostólicas de dicha concesión se mandaba y establecía”. ~ Testamento de Isabel la Católica.
Queda claro, pues, que la Santa Virgen María es la Patrona Universal de la Hispanidad, sea en su advocación como Virgen del Pilar, que convierte a España en heredera de la misión evangelizadora iniciada por Jesucristo y los Apóstoles, como en su advocación como Virgen de Guadalupe que hermana a España y América, y por tanto convierte a ésta última igualmente en heredera y continuadora de dicha labor evangelizadora que ha de extenderse cada vez con más fuerza por todos los rincones del globo terráqueo para beneficio de aquellas personas que deseen recibir dicha enseñanza e incluir sus preceptos como forma de vida y de la sociedad en que se hallen integrados, transmitiendo igualmente aquello que han recibido como Legado Crístico. ~ Alejandra Ch. del Río.
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