LA MUERTE: “Yo no moriré”
LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE
Por Aurelio Fernández
Pág. 108. Edic. Palabra
Este tema tiene como objetivo buscar la respuesta a la pregunta tan repetida: “Después de la muerte, ¿qué?”. Y la respuesta es: después de la muerte el hombre no vuelve a la nada, sino que inicia una existencia en plenitud y constante, una vida sin fin: los muertos no son muertos, sino que son los vivos.
El tema de la muerte es tripolar: hace relación al futuro, pero también apunta al pasado e ilumina el presente. En primer lugar ilumina el presente porque evita que la persona frustre el existir terreno: la muerte es un pedagogo que enseña al hombre cómo se ha de vivir de forma que su existencia terrena desemboque sin traumas en la nueva etapa que iniciará tras su muerte. Asimismo, interpreta la vida anterior; no solo porque desentierra el pasado, sino porque le ofrece la seguridad de que la vida que se inició tiene un ocaso.
Finalmente, la muerte presagia el futuro, porque la muerte es el final de la vida terrena y provoca la pregunta: ¿y después, qué? Por ello, el silencio sobre la realidad de la muerte, en lugar de fomentar una existencia presente feliz sin la amenaza aterradora del morir, puede contribuir a una vida banal, sometida a continuas crisis, que enturbien el vivir específicamente humano.
En la época actual se han sucedido numerosas crisis. Primero, ha tenido lugar la quiebra de las ideologías; después se han sucedido el desinterés por la política de partidos y, a la vez, la desconfianza de los sistemas económicos. A estos sucesos han acompañado la crisis ética y de la religión. Al fin se constata que la gente - ¡y la gente somos todos! – apuesta por el bien vivir inmediato y placentero, sin mirar al futuro, solo busca y defiende la nueva versión del denominado “estado de bienestar”.
El sociólogo francés Gilles Lipovetsky subraya que incluso la atonía de las creencias religiosas aumenta cada vezmás esta “era del vacío”, de modo que el hombre actual carece de recursos para no trivializar su propia existencia: “Nadie negará que, en su momento de preponderancia, la religión consiguió crear un refugio, un puerto de acogida, un sostén sólido para las penalidades de la existencia. Aunque la fe en Dios no desaparezca, todo indica que la religión ya no tiene la misma capacidad consoladora. Ante la decepción los individuos no disponen ya de hábitos religiosos ni de creencias “llaves de manos” capaces de aliviar sus dolores y resentimientos. La sociedad hipermoderna es la que multiplica las ocasiones de experimentar decepción sin ofrecer ya dispositivos“institucionales” para remediarlo”.
Sin embargo, la concepción cristiana de la muerte puede servir de antídoto para superar esta situación de vacío existencial, pues presenta la muerte con un rostro nuevo. Primero, porque recordar al hombre que va a morir es señal de inteligencia y racionalidad, dado que la muerte, en efecto, es un dato seguro de la biografía de cada individuo. Segundo, porque lima el miedo angustioso a morir; dado que el hombre tiene ante sí la imagen de la muerte de Cristo y su resurrección. Tercero, porque señala que la muerte es solo la realidad penúltima, pues laúltima es la vida eterna, ese anhelo que está presente en todos los hombres: la muerte no lleva a la nada, sino que ¡los muertos viven! El Papa Benedicto XVI presenta así el nuevo rostro de la muerte:
“Jesús revolucionó el sentido de la muerte. Lo hizo con su enseñanza, pero sobre todo afrontando Él mismo la muerte. “Al morir, destruyó nuestra muerte, repite la liturgia en el tiempo pascual. Con el Espíritu que no podía morir, Cristo mató la muerte que mataba al hombre. De este modo, el Hijo de Dios quiso compartir hasta las últimas consecuencias nuestra condición humana, para reabrirla a la esperanza. En resumidas cuentas, nació para poder morir y así librarnos de la esclavitud de la muerte”.
Y, en comentario a la Carta a los Hebreos, Benedicto XVI añade:
“Dice la Carta a los Hebreos: “Gustó la muerte para bien de todos”. Desde entonces, la muerte ya no es la misma:por decirlo así, ha sido privada de su “veneno”. En efecto, el amor de Dios, operante en Jesús, ha dado un sentido nuevo a toda la existencia del hombre, y así ha transformado también el morir. Si en Cristo la vida humana es paso de este mundo al Padre, la hora de la muerte e el momento en el que este paso se realiza de modo concreto y definitivo. Quien se compromete a vivir como Él, es liberado del temor de la muerte, que ya no muestra la mueca sarcástica de una enemiga, sino – como escribe san Francisco de Asís, el rostro amigo de una “hermana”, por la cual se puede incluso bendecir a Dios. La fe nos recuerda que no hay que tener miedo a la muerte del cuerpo”.
El hecho es que al final de la Revelación, el Apocalipsis hace a modo de un elogio de la muerte del justo: “¡Dichosos aquellos que mueren en el Señor!”.
Una vez más es de admirar la grandeza de la enseñanza cristiana, pues incluso la imagen frustrante de la muerte como guadaña al hombro de un esqueleto que siega la vida, la cambia y convierte en un abrazo amoroso del Creador que introduce al hombre en su compañía a gozar de la felicidad eterna del Cielo.
La Muerte, la Resurrección y La Vida
P. Herver Arlison Jaramillo Arbelaez
Capellán de la Fundación San José de Los Hermanos de San juan de Dios
El cielo, el infierno, el purgatorio y la muerte.
¿Qué sucede al finalizar la vida?
Sumario
1. ¿Qué hay después de la muerte? ¿Dios juzga a cada persona por su vida?
2. ¿Quiénes van al cielo? ¿Cómo es el cielo?
3. ¿Qué es el purgatorio? ¿Es para siempre?
4. ¿Existe el infierno?
5. ¿Cuándo será el juicio final? ¿En qué consistirá?
6. Al final de los tiempos Dios ha prometido cielo nuevo y una tierra nueva ¿Qué debemos esperar?
7. ¿Por qué rezar por los difuntos? Explicaciones del Catecismo de la Iglesia Católica.