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martes, 19 de octubre de 2021

***NOM-MASONERÍA-PSOE: Ley de Memoria Democrática, pura apología del TERRORISMO

La nueva e infame Ley de Memoria Democrática 
es pura apología del terrorismo
Por Toribio 
19/10/2021 

Partida de terroristas en el Pirineo (1945)

Si Dios no lo remedia, en breve quedará aprobada la que denominan Ley de Memoria Democrática; todo un vulgar eufemismos, pues debería titularse Ley de Desmemoria Totalitaria, explotación del éxito de la de Memoria Histórica que también era eufemismo torticero. Con ella, el Frente Popular actual, extensión y reflejo fiel de aquel de tan infausta memoria, consolidará la más monumental de las mentiras históricas que ha conocido nuestra nación, por la cual los verdugos crueles y despiadados que además provocaron una guerra civil terrible serán elogiados y presentados como víctimas y viceversa; y ahí sigue estando la documentación que acredita lo dicho para quien quiera conocerla. Mentira, por cierto, consolidada por la traición, cobardía e indecencia del Partido Popular que, como en tantas otras cosas, ha hecho de mamporrero del PSOE, pues tuvo mayoría absoluta para derogar la primera y no lo hizo porque… el pacto entre ambos para todo sigue vigente y goza de buena salud, que nadie lo dude.

Pues bien, en la nueva Ley de Desmemoria Totalitaria se ensalzará a los mal denominados «maquis» de los años cuarenta y parte de los cincuenta del siglo pasado como luchadores por la libertad y la democracia, una falsedad también histórica de calibre monumental, pues nada más contrario a la realidad ya que fueron puros y duros terroristas, motivo por el cual dicha ley debería ser denunciada por apología del terrorismo, derogada de inmediato y sus impulsores y artífices procesados por tan execrable delito.

Para que sepan quiénes y qué fueron e hicieron aquellos «demócratas», basten por ahora los siguientes apuntes.

¿«Maquis», «guerrilleros», «luchadores por la libertad y la democracia» o terroristas y bandoleros?.-

Durante la década de los cuarenta del siglo pasado –con algunas extensiones a los primeros años de la de los cincuenta– asoló buena parte de nuestra geografía peninsular un fenómeno de inusitada violencia y de inspiración y ejecución mayoritariamente comunista, que sólo puede ser calificado de terrorismo y a sus autores de terroristas. Y decimos fenómeno «terrorista» porque eso es lo que fue; también, como veremos, vulgar bandolerismo. Frente a tal realidad, asistimos hoy, en contra de la verdad histórica incuestionable, a una incomprensible magnificación e incluso exaltación de aquel fenómeno y de sus protagonistas a los que llega a presentarse incluso como héroes, como si no hubieran sido lo que, repetimos, fueron: puros y duros terroristas muchos de los cuales terminaron en degenerar en vulgares bandoleros.

En su momento, los patrocinadores de dicho fenómeno –muy principalmente la URSS de Stalin, la Internacional Comunista y el Partido Comunista de España (PCE), y durante algún periodo no pocos países «democráticos», principalmente Francia y el Reino Unido, pero también los Estados Unidos– acuñaron la denominación de «maquis» para hacer presentable lo que no lo era aprovechando la honorabilidad que tal vocablo francés había adquirido durante la II Guerra Mundial al ser aplicado a la resistencia contra la invasión alemana del territorio galo; resistencia a la que, dicho sea de paso, se sumaron los comunistas franceses –y algunos exiliados frentepopulistas españoles– únicamente después de que Hitler invadiera la URSS en 1941, pues hasta ese momento habían sido colaboradores entusiastas de los nazis.

Asalto bandolero en el siglo XIX

Es a raíz de tal año cuando para designar a los que se agrupan con el fin de combatir a los alemanes en Francia, comienza a acuñarse el término, originario de Córcega, «pendre le maquís» –que luego, para abreviarlo, se quedaría en «maquís» o «maqui»–, que literalmente significa «agarrarse al monte» y vulgarmente «vivir a salto de mata»; la traducción española más ajustada es la de «echarse al monte»; la cual, por cierto, fue la utilizada en España para calificar no a “resistentes”, sino a los bandoleros que durante los siglos XVIII y XIX asolaron con sus robos y pillajes, además de asesinatos y otras fechorías, especialmente las zonas montañosas de Andalucía, Cataluña, Castilla la Nueva y Galicia, cuyo halo de romanticismo, debido en parte a la literatura de aquella época, nunca nada tuvo que ver con la realidad de su depravada vida, ni con los daños y sufrimientos que causaron a sus víctimas. Así pues, llamar «maquis» a los comunistas que aterrorizaron buena parte de España en la década de los cuarenta y parte de la de los cincuenta del siglo XX es un eufemismo a no ser que le adjudiquemos su verdadero significado en español que no es otro que el de bandoleros –que fue como acertadamente les califico siempre el Régimen–, bandidos, salteadores, proscritos, forajidos o brigantes, pero no como si de honorables «resistentes» se tratara.

Lo que persigue la futura e infame Ley de Memoria Democrática es intentar presentar aquel fenómeno terrorista como si se tratase de una lucha de resistencia contra una dictadura y a los terroristas como «guerrilleros» –vocablo netamente español surgido durante nuestra Guerra de Independencia y que no tiene traducción en ningún otro idioma–, término pleno de honorabilidad cuando se emplea con justicia y exactitud, pues designa a los que, militares o normalmente paisanos, toman las armas en condiciones de franca inferioridad para luchar contra un ejército invasor. Pero a la vista está que ni el término «resistente» ni el de «guerrillero» pueden ser aplicados en el caso que nos ocupa porque para ello debía haber existido en la España de los años cuarenta un ejército invasor contra el que combatir –como fue el francés en 1808 o el alemán en Francia en 1940–, lo que bajo ningún concepto era el Ejército nacional, español, a cuyo frente estaba el Caudillo, que contaba con el respaldo unánime además de todo el pueblo español como está más que demostrado.

Al unísono de lo anterior, también se pretender vender la expresión de «luchadores por la libertad y la democracia» para designar a los que protagonizaron aquel fenómeno. Pues bien, como veremos, nada más lejos de la realidad histórica pues ni el Régimen era una dictadura, ni Franco un dictador. Pero es que además, ni muchos menos aquellos terroristas pretendían traer a España, en caso de que hubiera sido así, la libertad ni menos aún implantar una democracia, sino sólo reavivar los rescoldos de la guerra civil recién terminada, derribar a Franco y destruir el Régimen sólo para hacer de España, según ellos mismos declaraban en su propaganda, una república socialista soviética dependiente de Moscú, es decir, una verdadera y terrible dictadura soviética idéntica a la que en esa misma década se imponía en los países del Este europeo por orden de Stalin y gracias a las tropas soviéticas –verdadero ejército invasor de dichos países–, eso sí, con el silencio cómplice y pactado de los aliados occidentales, tan demócratas ellos.

Terroristas instruyéndose en el manejo de armas

Por tanto, queda claro que nada de «maquis» –o en todo caso su correcta traducción española de «bandoleros» o «bandidos»–, nada de «guerrilleros», nada de «luchadores por la libertad y la democracia», sino únicamente puros y terribles terroristas, porque sus actos así lo acreditan; en sus momentos finales simples y vulgares bandoleros.

Para abundar más en lo dicho, a diferencia de lo que ocurre con los guerrilleros de verdad, que luchan por expulsar a un ejército invasor golpeándole en sus puntos más delicados –atacando destacamentos militares, depósitos de materiales, vías de comunicación, aprovisionamientos, etc.–, los objetivos no fueron, salvo en contadísimas y pequeñas ocasiones, ni militares ni de interés militar, sino netamente civiles, tanto en lo humano como en lo material, característica propia sólo de terroristas y bandoleros.

Asimismo, la semejanza de lo ocurrido en España durante las décadas de los cuarenta y cincuenta es tan evidente con lo desarrollado por ETA desde 1968 hasta hace diez años que, siquiera por honradez y coherencia histórica, si calificamos a ETA o al GRAPO de bandas terroristas, algo que nadie ha discutido nunca, al menos por ahora –otra cosa es que también a estos asesinos se les intenta ya lavar la cara–, debemos calificar de igual forma como de terroristas a aquellos a los que hoy se nos intenta mostrar como «guerrilleros y luchadores por la libertad y la democracia»; como se ha dicho el apelativo de terroristas podría en muchos casos y momentos estar fuera de lugar siendo el único el de «bandoleros» por más exacto «…Lo que hicieron no les hacía merecedores del honroso nombre de guerrilleros y, ciertamente, después de 1946 degeneraron en bandoleros, porque actuaban en bandas; robaban para su lucro personal; mataban para vengar ofensas privadas; violaban para satisfacer sus instintos; raptaban para obtener rescate y operaban en remotas zonas rurales sin importancia militar…» (George Hills en «Monarquía, República y Franquismo»).

Algunas precisiones más.-

* Tanto sus inductores fuera de España, como sus ejecutores materiales en el interior, estaban animados de un odio visceral y contumaz contra ella, contra Franco y contra el Régimen, como consecuencia de la recientísima y total derrota de su causa en la Cruzada; también por el temor a tener que rendir cuentas de los execrables actos cometidos durante ella en la zona frentepopulista. Sin duda, tales odios y temores fueron, junto con su visceral radicalismo ideológico marxista-leninista, en la mayoría de los casos comunista pero también socialista, caldo de cultivo idóneo que Moscú, la Internacional Comunista y el PCE supieron explotar y manipular hábilmente para embaucar a muchos a fin de intentar azuzar en España los rescoldos de la guerra y conseguir, ahora contra el Régimen, la victoria que no habían podido lograr en ella.

* La situación internacional que sobre todo al finalizar la II Guerra Mundial se creó, por la cual los aliados, Stalin entre ellos, mostraron una especial animadversión contra España, llegando incluso a decretar su bloqueo en la ONU, fue sin duda colaborador necesario y eficaz para que aquel fenómeno terrorista enraizara y azotara España con especial vigor al menos hasta el comienzo de la «guerra fría» entre 1948 y 1949. Especialmente dañina fue la actitud de Francia que permitió que su territorio fuera utilizado como base y refugio; ¿les suena dicha actitud con la de nuestros vecinos para con ETA, la cal también utilizó aquel país como santuario?

Partida de terroristas en el Valle de Arán

* Buena culpa de que muchos ingenuos se decidieran a unirse a las partidas terroristas, fuera como miembros activos de ellas, fuera como enlaces o colaboradores, la tuvo la intensa propaganda que la Internacional Comunista llevó a cabo en la Europa de la postguerra según la cual la caída de Franco y del Régimen era cosa de días porque el pueblo español sufría bajo el peso de una oprobiosa dictadura a la cual bastaba con empujar un poco para que cayera de forma estrepitosa, lo cual era del todo falso, pues tanto el Caudillo como el Régimen que comenzaba a construirse contaban con el respaldo unánime del pueblo español harto de guerra, pero aún más harto de lo que había ocurrido en la zona frentepopulista bajo el dominio de aquellos que ahora impulsaban el terrorismo; sin duda el creerse su propia propaganda fue uno de los más importantes errores que cometieron tanto los dirigentes del PCE como sus militantes.

* Hay que destacar y dejar bien patente que desde el comienzo y hasta el final, el Régimen mostró una voluntad absolutamente firme y decidida de luchar contra tal clase de terrorismo hasta lograr su total derrota y extinción, sin estar dispuesto a hacer concesión alguna, sin pensar ni por un instante ni contemplar ni por un momento la más mínima posibilidad de transigir, de negociar, de «tomar la temperatura», de buscar «salidas» o apaños o cualquier tipo de componenda de las muchas que los partidos de la «democracia» ha utilizado con el terrorismo de ETA con los nefastos resultado que hoy contemplamos al ver los postulados de ETA triunfantes en Vascongadas, a sus organizaciones «políticas» gobernando en tal región y a los etarras en libertad y enseñoreados de las instituciones y de las calles.

* Una de las más importantes medidas que adoptaron todos los gobiernos de esos años fue la de restringir la publicidad, en lo posible, de los actos terroristas que se producían, cerrando así a sus autores, especialmente a sus inductores, es decir, a la URSS, la Internacional Comunista y PCE, la gran baza que supone dicha publicidad; no es que se negara su existencia o que se actuara con premeditada opacidad e incluso oscurantismo, como hoy se dice, sino que se entendió desde el comienzo que dar a conocer los hechos de forma sistemática era dar una baza esencial a los terroristas y, por las mismas, quitársela a las fuerzas del orden en su lucha contra ellos. Cuando con la «democracia» se ha hecho lo contrario, los resultados han sido, como vemos, nefastos.

* Contra el terrorismo de aquellos años el Régimen empleó exclusivamente a las fuerzas de orden público, es decir, a la Guardia Civil –principalmente y sobre todo porque buena parte del terrorismo se dio en zonas rurales de competencia de tal Cuerpo y contra objetivos civiles, repetimos– y a la Policía, fuera la Armada –hoy denominada Nacional–, fuera la de Investigación Criminal; sólo en contadas ocasiones se empleó en algunos puntos a destacamentos militares por periodos muy cortos como apoyo de aquellas, normalmente en misiones de vigilancia de pasos. Así pues, el terrorismo no consiguió otro de sus objetivos que no cabe duda que era implicar en la lucha contra él a las Fuerzas Armadas haciendo aparecer al Régimen como una dictadura militar, lo que no era. Así pues, el terrorismo –siempre entonces denominado y tratado como bandolerismo– fue relegado a mero problema de orden público, que es lo que fue.


* La lucha contra tal plaga, que alcanzó niveles importantísimos –baste adelantar que mientras ETA ha cometido, en treinta y cuatro años de existencia, 828 asesinatos, el terrorismo comunista en tan sólo una década cometió 953–, recayó sobre unas fuerzas del orden que entonces –en aquella España de la posguerra repleta sólo de escaseces y carencias, además de rodeada por una guerra mundial de proporciones nunca antes vistas, y para más inri víctima del bloqueo internacional de postguerra– eran escasas en número de efectivos y más aún en medios, debiendo actuar en zonas amplísimas a su vez carentes por completo de vías y medios de comunicación tanto para el transporte como para el enlace; entonces la Guardia Civil apenas tenía vehículos, moviéndose siempre a pie o como mucho a caballo, tampoco radios, por lo que para el enlace dependían de los teléfonos fijos que pudiera haber en ciudades o pueblos en muchos de los cuales no había ni uno solo, etc. Es muy difícil hoy en día, cuando dichos medios abundan, hacerse a la idea de las penurias con las que tuvieron que enfrentarse guardia civiles y policías a la hora de perseguir a los terroristas, por eso encierra aún mayor mérito su labor y su victoria lograda sobre la base de la paciencia y el tesón, de la investigación y la vigilancia constantes, haciendo alarde de imaginación, valentía y decisión, asumiendo además un alto precio de sangre entre sus componentes.

* También hay que reconocer que la actitud del pueblo español en su unanimidad fue ejemplar y baza importantísima para alcanzar dicha victoria, pues en todo momento supo sufrir con resignación y estoicismo las consecuencias del terrorismo, sin pedir a cambio nada más que su erradicación clara y contundente, sin ceder a su chantaje emocional, sin manifestaciones que por muy numerosas que sean de nada sirven como hemos visto mil veces, apoyando sin fisuras la labor de las fuerzas del orden, plenamente seguro de que antes o después las autoridades y dichas fuerzas serían capaces de vencer a aquellos que intentaban trastocar sus anhelos de paz y trabajo; y al igual que guardias civiles y policías, el pueblo español asumió con valentía un altísimo precio de sangre y daños materiales sin ceder en ningún momento a la tentación de la negociación o la componenda.

* Finalmente, afirmar que buena parte del éxito se debió a que cuando los terroristas retaron a los españoles con su guerra, el Régimen, sus autoridades, fuerzas del orden y el pueblo español al unísono aceptaron dicho reto y se pusieron manos a la obra para alcanzar la victoria absoluta; al contrario de como se ha hecho en la «democracia» durante la cual, ante el mismo reto y problema, se ha optado por otras vías que sólo han favorecido la victoria de los terroristas.

El «modus operandi».-

Con ligeras variaciones, producto más de las peculiaridades personales de sus protagonistas que de otra cosa, el terrorismo comunista, así como el de algunos anarquistas y socialistas, tuvo siempre un mismo modus operandi.

Formada la partida terrorista agrupando a huidos o a infiltrados, normalmente en torno a alguien con cierto carisma o preponderancia sobre los demás –a veces por su currículum como activista, otras por tener el respaldo de la dirección del Partido o simplemente por sus dotes personales–, la partida, fuera por libre o subordinada a la estructura del Partido, procedía a elegir una zona de actuación preferente que normalmente coincidía con aquella en la que habían sido reclutados sus integrantes, fuera por ser oriundos o residir en ella, o fuera por poseer las mejores perspectivas de apoyo.

La partida, una vez «echada al monte», y mucho antes incluso, buscaba crear una red de enlaces y colaboradores que le era esencial, pues sin su ayuda pocas o ninguna posibilidad tenía de sobrevivir, toda vez que dichos enlaces y colaboradores –que pasaban a formar lo que se llamó «organización del llano», en contraposición con la «del monte» que era la partida de terroristas– debían suministrarles víveres, vestuario y otros elementos precisos para subsistir, así como refugio en caso de necesidad e informaciones sobre potenciales objetivos –sobre todo sobre personas susceptibles de pagar buenos rescates por su liberación una vez fueran secuestrados–, así como sobre las fuerzas del orden que actuaban en dicha zona. Dichos enlaces y colaboradores fueron buscados normalmente entre familiares, amigos y otros cuya cercanía ideológica les impulsó a prestarse a colaborar, pero también en multitud de casos los hubo que eran forzados bajo amenaza de sufrir represalias, para lo cual los terroristas no dudaban en presentar a los lugareños ejemplos contundentes de lo que le ocurría al que no colaborara –y más aún al que lo hiciera con las fuerzas del orden–, asesinando a alguno como ejemplo; también hubo muchos colaboradores que lo fueron sólo por motivos crematísticos, aunque fueron los menos, pues en aquella España de escaseces suponía un gran alivio, e incluso un buen beneficio, el dinero que los terroristas abonaban por algunas colaboraciones. Tan esenciales eran para las partidas terroristas las redes de enlaces y colaboradores que cuando las fuerzas del orden conseguían desmantelar alguna de ellas la eficacia e incluso la mera supervivencia de las partidas las llevaba a la extinción. Muy valorados eran aquellos colaboradores que, por poseer un especial conocimiento de la región, sobre todo de sus pasos –especialmente los de los Pirineos–, ejercían de guías en los traslados de los terroristas, especialmente en los de infiltración en la Península. Una idea de la amplitud e importancia de tales redes de enlaces y colaboradores la da el número de ellos detenidos durante todo el fenómeno: 19.444.

Acciones terroristas más comunes y generalizadas.-

* Robos y atracos: en viviendas aisladas –granjas, caseríos, cortijos, etc.–, en sucursales bancarias de pequeñas localidades, a pagadores de empresas –sin importarles que ello afectaba directamente a sus trabajadores a los cuales decían pretender «liberar»–, en comercios y otros establecimientos; en total fueron 5.964 a los cuales daban el eufemístico nombre de «golpes económicos».


* Secuestros, bien de personas adineradas con posibilidades de pagar rescates, bien de otros que no tenían tantas, guiándose los terroristas a la hora de elegir a sus víctimas sobre todo por la facilidad y seguridad de poder cobrar dicho rescate, no obstante lo cual fueron mayoría los que a pesar de pagar por su liberación fueron asesinados; en total 845.

* Sabotajes de tendidos eléctricos y vías férreas; supusieron sólo un total de 538, siempre de poca entidad y escasa repercusión, a excepción del cometido el 12 de Febrero de 1949, cuando dos terroristas conseguían hacer descarrilar el expreso Barcelona-Madrid entre las estaciones de Guiaments y Mora la Nueva causando cuarenta muertos y más de un centenar de heridos muchos de ellos graves.

* Asesinatos de todo tipo de personas, sin respetar ni edad –los hubo de menores e incluso de niños–, ni sexo –incluidas violaciones de mujeres, incluso múltiples–, siendo las víctimas más habituales las de sus robos, atracos y secuestros, así como colaboradores de las fuerzas del orden; no faltando el asesinato de sus propios compañeros de partida fuera por rencillas personales, por diferencias políticas o por sospechar, con o sin fundamento, que iban a desertar y entregarse.

Como puede verse tales actos no dejaban de ser propios de terroristas y de bandoleros; coinciden al cien por cien con los de los habituales de los bandidos de los siglos XVIII y XIX a los que ya hicimos referencia. Hubo también otras acciones que eufemísticamente calificaron de «golpes políticos» con las cuales en realidad sólo pretendieron enmascarar sus verdadera esencia terrorista y bandolera, como fueron la ejecución de «controles» en algunas carreteras, bien que su objetivo fue el robo a los viajeros de los autobuses de línea –como los bandoleros–, y la «toma» de algunos pueblos –en realidad pequeñas aldeas– en «nombre del pueblo y de la República», cuya finalidad fue también siempre la del robo a sus vecinos o el asesinato de algún lugareño más o menos significado –normalmente algún miembro del ayuntamiento, el párroco o, de existir, algún falangista–; en tales actos solían esparcir propaganda comunista, así como obligar a los vecinos concentrados en la plaza del pueblo a dar vivas a la República o cantar «La Internacional».

En general, normalmente las partidas terroristas rehuyeron el enfrentamiento con las fuerzas del orden, los cuales de todas formas fueron habituales cuando eran sorprendidos en el momento de cometer sus fechorías o una vez eran descubiertos tras las oportunas investigaciones; hubo un total de 1.826 de ellos. Fue característica común que tales enfrentamientos lo fueran a vida o muerte por ambos lados debido, por parte de los terroristas, a su fanatismo, así como a la seguridad de que, de ser detenidos, y debido a los crímenes que pesaban sobre sus conciencias era segura su condena a muerte y ejecución, por lo que preferían morir antes que entregarse; por parte de las fuerzas del orden también, porque su decisión de acabar con la lacra terrorista les impulsaba a que si no eran atendidas de inmediato las reglamentarias intimidaciones a la rendición que se les hacía, no dudaban en emplearse a fondo para abatirlos. El resultado de lucha tan radical por ambas partes fue de 2.173 terroristas abatidos, por 467 capturados en enfrentamientos directos. No obstante, no supuso, en contra de lo que hoy se quiere hacer creer, ni excesivo uso de la fuerza, ni abuso de autoridad, ni el empleo de medios coercitivos extraordinarios de forma habitual tales como malos tratos y mucho menos la tortura –los hubo pero puntuales–, pues hubo también 2.374 detenidos que acreditan lo dicho, es decir, que las fuerzas del orden procuraban, primero, la detención, y sólo si no se facilitaba la misma se procedía al abatimiento del terrorista. Abundando más en lo dicho hay que señalar que en multitud de ocasiones, a veces con éxito y otras no, las autoridades y las propias fuerzas del orden intentaron convencer a los terroristas, normalmente a través de sus familiares, para que depusieran su actitud, desertaran y se entregaran lográndolo en un total de 546 casos; muchos de ellos, si no tenían delitos de sangre, fueron incluso dejados en libertad tras un periodo de colaboración con las fuerzas del orden, llegando incluso a algunos a permitírseles formar parte de las contrapartidas de la Guardia Civil, consistentes en guardias civiles que vistiendo como los terroristas, llevando sus mismas armas –por habérseles capturado a ellos– y viviendo como tales –con las mismas privaciones de todo tipo que aquellos–, se echaban al monte en sus zonas de actuación haciéndose pasar por una partida de terroristas cualquiera con el propósito de descubrir bien a sus enlaces y colaboradores, bien sus campamentos o, aún mejor, toparse con las partidas para enfrentarse a ellas y detener o abatir a sus componentes.

Las cifras de tan enconada lucha

Actos terroristas: 8.289
Asesinatos 953
Secuestros 845
Sabotajes 538
Atracos 5.964
Choques entre terroristas y fuerzas del orden: 1.826

Terroristas muertos 2.173
Terroristas capturados 467
Terroristas detenidos 2.374
Terroristas entregados 546

Colaboradores detenidos: 19.444
Enlaces 12.948
Militantes del PCE 5.428
Militantes anarquistas/ otros 1.068

Bajas en las fuerzas de Orden Público: 677
Guardias civiles muertos 257
Guardias civiles heridos 370
Agentes de Policía muertos 12
Policías Armada muertos 11
Miembros Ejército muertos 27

Armamento capturado a los terroristas: Subfusiles 516
Fusiles ametralladores 24
Pistolas 3.075
Mosquetones 2.003
Rifles 1.522
Granadas de mano 7.804

Por provincias destacan:
Asesinatos: 
Asturias 148
Málaga 82
León 75
La Coruña 75
Orense 74
Granada 73

Secuestros: 
Granada 188
Málaga 141
Cádiz 62

Sabotajes: 
Teruel 57
Asturias 45

Atracos: 
Granada 426
La Coruña 412
Córdoba 399
Málaga 352
Cuenca 320

Terroristas muertos: 
Málaga 186
Granada 155
Córdoba 140
Teruel 105

Enlaces detenidos: 
Málaga 2.103
Granada 1.883
La Coruña 1.551
Badajoz 931

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