Linaje de Bernardo del Carpio
n los reinos de León el casto Alfonso reinaba;
hermosa hermana tenía doña Jimena se llama.
Enamórase de ella ese conde de Saldaña,
mas no vivía engañado porque la infanta lo amaba.
Muchas veces fueron juntos que nadie lo sospechaba;
de las veces que se vieron la infanta quedó preñada.
La infanta parió a Bernaldo y luego monja se entraba;
mandó el rey prender al conde y ponerlo muy gran guarda.
Bernardo descubre quién es su padre
n corte del Casto Alfonso, Bernardo a placer vivía,
sin saber de la prisión en que su padre yacía;
a muchos pesaba de ella, mas nadie lo descubría:
halo defendido el rey que ninguno se lo diga.
Dos dueñas se lo descubren con maña y con maestría.
Cuando Bernardo lo supo, la sangre se le volvía;
yendo para su posada, muy grandes llantos hacía;
vistióse paños de duelo y delante del rey se iba.
El rey que lo vio de luto, de esta suerte le decía:
—Bernardo, ¿ya por ventura codicias la muerte mía?
Dijo Bernardo: —Señor, vuestra muerte no querría,
mas duéleme que está preso mi padre gran tiempo había.
Merced os pido, buen rey, me lo deis en este día.
Gran enojo cobró Alfonso y respondióle con ira:
—Partíos de mí, Bernardo, y no tengáis osadía
de más esto me decir, que mucho vos pesarla.
Y yo vos juro y prometo que en cuantos años yo viva
no ha de salir de prisión vuestro padre un solo día.
—Señor, rey sois y faredes a vuestro querer y guisa,
mas pagáis mal quien os sirve y os servirá todavía.
Dios ponga en corazón de soltar mi padre ama,
que mientras él esté preso yo este luto vestiría.
El duelo que el conde don Sancho Díaz
hacía en su prisión del castillo de Luna
añando está las prisiones con lágrimas que derrama
el conde don Sancho Díaz, ese señor de Saldaña,
y entre el llanto y soledad de esta suerte se quejaba
de don Bernardo su hijo, del rey Alfonso y su hermana:
“Los años de mi prisión, tan aborrecida y larga,
por momentos me lo dicen aquestas mis tristes canas.
Cuando entré en este castillo, apenas entré con barba,
y agora por mis pecados la veo crecida y blanca.
¿Qué descuido es éste, hijo? ¿Cómo a voces no te llama
la sangre que tienes mía a socorrer donde falta?
Todos los que aquí me tienen me cuentan de tus hazañas;
si para tu padre no, dime para quién las guardas.”
Bernardo le niega el Carpio al Rey
as cartas y mensajeros del rey a Bernardo van,
que vaya luego a las cortes para con él negociar.
Bernardo, como es discreto, mal recelado se ha,
las cartas echó en el fuego, los suyos mandó juntar:
—Cuatrocientos sois, los míos. los que coméis el mi pan
nunca fuisteis repartidos. agora os repartirán:
en el Carpio quedan ciento para el castillo guardar:
los ciento por los caminos, que a nadie dejéis pasar;
doscientos iréis conmigo para con el rey hablar;
si mala me la dijere, peor se la he de tornar.
Con esto luego se parte y comienza a caminar;
por sus jornadas contadas a la corte fue a llegar.
De los doscientos que lleva, los ciento mandó quedar
para que tengan segura la puerta de la ciudad;
con los ciento que le quedan se va al palacio real:
cincuenta deja a la puerta que a nadie dejen pasar,
treinta deja a la escalera para el subir y el bajar,
con solamente los veinte a hablar con el rey se va.
A la entrada de una sala con él se vino a topar;
allí le pidió la mano, mas no se la quiso dar.
—Dios vos mantenga, buen rey, y a los que con vos están.
—Bernardo, mal seas venido, traidor hijo de otro tal;
dite yo el Carpio en tenencia, tú tómaslo en heredad.
—Mentides, buen rey, mentides, que no decides verdad,
que nunca yo fui traidor, ni en mi linaje lo hay.
Acordársevos debiera de aquella del Encinal,
cuando gentes enemigas allí os trataron tan mal,
que os mataron el caballo, y aun a vos querían matar:
Bernardo, como traidor, el suyo vos fuera a dar:
con una lanza y adarga de entre ellos os fue a sacar.
El Carpio entonces me distes por juro y por heredad;
prometísteme a mi padre. no me guardastes verdad.
—Prendedlo, mis caballeros, que atrevido se me ha.
Todos le estaban mirando. nadie se le osa llegar.
Revolviendo el manto al brazo. la espada fuera a sacar.
—¡Aquí, aquí, los mis doscientos, los que comedes mi pan,
que hoy era venido el día que honra habedes de ganar!
El rey, como aquesto vido, procuróle amansar:
—Malas mañas has, sobrino, no las puedes olvidar:
lo que hombre te dice en burla. de veras vas a tomar.
Yo te do el Carpio, Bernardo, por juro y por heredad.
—Aquesas burlas, el rey, no son burlas de burlar.
El castillo está por mi, nadie me lo puede dar;
quien quitármelo quisiere, yo se lo sabré vedar.
Bernardo pide por última vez la libertad de su padre
or las riberas de Arlanza Bernardo el Carpio cabalga
en un caballo morcillo enjaezado de grana;
la lanza terciada lleva y en el arzón una adarga.
Mirándolo están de Burgos toda la gente espantada,
porque no se suele armar sino a cosa señalada;
también lo miraba el rey, que fuera vuela una garza,
diciendo estaba a los suyos: “Esta es una buena lanza:
si no es Bernardo del Carpio, será Muza el de Granada.”
Ellos estando en aquesto, Bernardo que allí llegaba,
va sosegando el caballo, pero no dejó su lanza,
mas puesta encima del hombro al rey de este modo habla:
—Bastardo me llaman, rey, siendo hijo de tu hermana;
tú y los tuyos lo habéis dicho, que otro ninguno no osara;
mas quien quiera que lo ha dicho miente por medio la barba,
que ni mi padre es traidor ni mala mujer tu hermana,
porque cuando yo nací, ya mi madre era casada.
Metiste a mi padre en hierros y a mi madre en orden sacra.
y porque no herede yo, quieres dar tu reino a Francia;
morirán los españoles antes de ver tal jornada.
Mi padre pido que sueltes, pues me diste la palabra,
si no, en campo, como quiera, te será bien demandada.
Bernardo impide que el rey Alfonso
ceda su reino a Carlomagno
on los mejores de Asturias, sale de León Bernardo,
puestos a punto de guerra a impedir a Francia el paso,
que viene a usurpar el reino a instancias de Alfonso el Casto,
como si no hubiera en él quien mejor pueda heredallo.
Los labradores arrojan de las manos los arados,
las hoces, los azadones; los pastores sus cayados;
los jóvenes se alborozan, aliéntanse los ancianos;
despuéblanse las ciudades y lugares comarcanos;
todos a Bernardo acuden, “libertad” apellidando.
Antes de salir del reino hacen alarde en un llano,
y levantando la voz, así les dice Bernardo:
—Escuchadme, leoneses, los que os preciáis de hijosdalgo,
de padres libres nacisteis, y al buen rey Alfonso el Casto
pagáis lo que le debéis por el divino mandato;
mas no quiera Dios del cielo que a los decretos de extraños
obliguéis los vuestros hijos, gloria de vuestros pasados.
Dé el rey su oro a los franceses, mas no les dé sus vasallos,
que en mermar las libertades no tienen los reyes mando.
No consintáis que extranjeros hoy vengan a sujetaros;
y aquel que con tres franceses no combatiere en el campo,
quédese, y seamos menos, aunque habemos de igualallos.
Esto acabado, arremete con la furia del caballo,
diciendo: —Síganme todos los que fueren hijosdalgo.
En su caballo morcillo iba el valiente Bernardo,
a la morisca vestido, con el brazo arremangado,
para no ser conocido del francés campo contrario.
Camina hacia Zaragoza, donde le están esperando
ese rey moro Marsín y Bravonel el gallardo.
De la muy cantada batalla de Roncesvalles
a comienzan los franceses con los moros su batalla,
y los moros eran tantos, resollar no les dejaban.
Allí dijo Baldovinos, oiréis bien lo que hablaba:
—¡Ay, compadre don Beltrán, mal nos va en esta jornada!
De la sed de mis heridas a Dios quiero dar eh alma;
cansado traigo el caballo, más el brazo del espada.
Roguemos a don Roldán, que una vez su cuerno taña,
oír lo ha el Emperador que allende el puerto cabalga;
más nos valdrá su socorro que toda nuestra sonada.
Oído lo ha don Roldán en las batallas do andaba.
—No me lo roguéis, mis primos, que ya rogado me estaba;
mas rogadlo a don Reinaldos que a mi no me lo retraiga;
ni me lo retraiga aquí, ni me lo retraiga en Francia.
delante el Emperador, estando comiendo a tabla,
pues más quiero yo ser muerto que sufrir tal sobarbada.
¡Oh, malhaya los franceses de Francia la muy nombrada,
que por tan pocos moriscos el cuerno tocar mandaban!
Ya desmayan los franceses, ya comenzaban de huir.
¡Oh, cuán bien los esforzaba ese Roldán paladín!
—lVuelta, vuelta los franceses con corazón a la lid;
más vale morir por buenos que deshonrados vivir!
Volviendo van los franceses con corazón a la lid;
tantos matan de los moros que no se puede decir.
Por Roncesvalles arriba huyendo va el rey Marsin,
caballero en una cebra, no por mengua de rocín;
la sangre que de él corría las yerbas hace teñir;
las voces que él iba dando al cielo quieren subir:
—Reniego de ti, Mahoma, y de cuanto te serví;
hícete cuerpo de plata, pies y manos de marfil
y por más te honrar, Mahoma, cabeza de oro te fiz;
sesenta mil caballeros a ti te los ofrecí;
mi mujer Abraima, mora, ofrecióte quince mil;
de todos éstos, Mahoma, tan sólo me veo aquí.
Muerte de Durandarte
¡h, Belerma! ¡Oh, Belerma!, por mi mal fuiste engendrada,
que siete años te serví sin alcanzar de ti nada,
y agora que me querías muero yo en esta batalla.
No me pesa de mi muerte, aunque temprano me llama,
mas pésame que de verte y de servirte dejaba.
¡Oh, mi primo Montesinos!, lo postrero que os rogaba
que cuando yo fuere muerto y mi ánima arrancada,
vos llevéis mi corazón adonde Belerma estaba,
y servidla de mi parte, como de vos esperaba.
¡Montesinos, Montesinos, mal me aqueja esta lanzada!
Traigo grandes las heridas, mucha sangre derramada;
los extremos tengo fríos, el corazón me desmaya,
de mi vista ya no veo, la lengua tengo turbada.
Ojos que nos vieron ir, no nos verán más en Francia;
abracéisme, Montesinos, que ya se me sale el alma.
Muerto yace Durandarte debajo una verde haya,
llorábalo Montesinos que a la muerte se hallara;
la huesa le estaba haciendo con una pequeña daga.
Desenlázale el arnés, el pecho le desarmaba,
por el costado siniestro el corazón le sacaba;
para llevarlo a Belerma, en un cendal lo guardaba;
su rostro al del muerto junta, mojábale con sus lágrimas.
“¡Durandarte, Durandarte, Dios perdone la tu alma!,
que según queda la mía, presto te tendrá compaña.”
"Allí fueron muriendo los doce Pares de Carlos.
El último en morir fue Roldán, cuyo invulnerable cuerpo
jamás había derramado una gota de sangre;
pero en lucha con Bernardo, éste le estrechó contra su pecho
y le ahogó entre sus fuertes brazos. "
El último en morir fue Roldán, cuyo invulnerable cuerpo
jamás había derramado una gota de sangre;
pero en lucha con Bernardo, éste le estrechó contra su pecho
y le ahogó entre sus fuertes brazos. "
Bernardo del Carpio fue siempre una realidad histórica en la tradición, historiografía, romancero oral y literatura escrita. Sin embargo, en el siglo XVII nace la duda en algunos historiadores que terminan negando la existencia del héroe. Esta idea de Mantuano y Pellicer la continúa hasta la época reciente con Menéndez Pidal.
En 1960, Vicente José González García publica su tesis desmontando los errores de Pellicer y otros negacionistas. Dedujo a través de sus investigaciones documentales y arqueológicas cual fue la verdadera batalla de Roncesvalles y demostró que la corriente contraria a la existencia de Bernardo lo hacía basándose en un triple error:
a) Negar, por la no asistencia a una batalla, la posible existencia
b) Implicar a Bernardo en la batalla de Valcarlos (778) en la que nadie le había implicado
c) Confundir la primera batalla en Valcarlos (878) con la posterior en Ibañeta (808), a 15 km. al sur de Valcarlos (808)
La primera batalla (Vita Karoli, Epitafio de Aggiardo) ocurrió, el 15 de agosto del año 778, en Valcarlos, en la parte norte del Pirineo. En ella mueren Eginardo y Anselmo a las órdenes del rey Carlomagno, tras la lucha contra vasco-navarros. El hallazgo del epitafio de Eginardo (Aggiardo) hizo creer que esa fecha y lugar correspondía con la batalla a que hace referencia "La Chanson de Roland". Pero Roldán muere en la batalla de Roncesvalles, el 16 de junio del año 808, más al sur de los Pirineos, bajo el alto de Ibañeta, en la misma carretera N-135. Esa batalla enfrenta al emperador con tropas hispano-árabes lideradas por Marsilio y Bernardo. Esta participación musulmana es lo que hace que los francos muertos se consideren mártires (Chanson, capilla de Roncesvalles), cosa que no se da en la primera batalla, pues luchan con cristianos (capilla de Ibañeta).
El descubrimiento e identificación de estas dos batallas diferentes aclara que no hay razones para negar la existencia de Bernardo, progenitores, familiares de Roldán y que no son las rutas Jacobeas el origen de la leyenda de Bernardo en oposición a Roldán (anterior), etc. Los datos que antes no encajaban, ahora se identifican perfectamente haciendo histórica la tradición.
Cuando Menéndez Pidal conoció esta tesis tuvo que reconocer que no había estudiado suficientemente ese tema. Don Vicente J. González ha desarrollado y defendido su tesis en foros nacionales e internacionales, sin que nadie haya rebatido sus conclusiones. Recientemente en el Congreso celebrado en Oviedo: "Bernardo del Carpio y la batalla de Roncesvalles" con motivo del centenario (12 siglos) de la fundación de la ciudad y de la batalla de Roncesvalles.
La tradición oral no se ha olvidado de la historia épica de Bernardo del Carpio, y hasta nosotros ha llegado a través del romancero popular. El romancero es un conjunto de romances (deriva del adverbio latino “romanice”, en románico) que nacieron de la evolución de los cantares de gesta; (los pasajes que más gustaban de los poemas épicos al público, se los hacían repetir a los trovadores y los aprendían, ese fue el origen de los romances). De tema tradicional e histórico, juglaresco o lírico son elaborados y difundidos oralmente y se conoce como el romancero viejo; con la imprenta se generalizan en el siglo XV, a partir del XVI son los romances nuevos. Los sefardíes y el descubrimiento de América los extendieron por todo el mundo. Los llamados vulgares, son aquellos en los que hay una gran contaminación en el tema y en la forma perdiendo mucho del carácter original. Tienen una estructura entre lírica y narrativa, originalmente con versos de dieciséis sílabas de rima continua que después se dividieron en dos hemistiquios octosilábicos con rima asonante en los pares y, por lo general, con los impares sueltos.
La mayor parte de los romances sobre Bernardo son épicos (composición poética que relata sucesos legendarios o históricos de importancia) que han permanecido en la tradición oral española y serfardí durante seis siglos, siendo su influencia notoria en la literatura, especialmente en el siglo de Oro.
Actualmente con la "globalización televisiva" y otros medios, se va perdiendo la tradición del aprendizaje y recitación de los romances y prácticamente solo se encuentran vivos en la cultura sefardí y en el cante flamenco en Andalucía, donde se cantan muchos fragmentos por los cantaores más famosos.
He recogido aquí una muestra de romances que son los más conocidos, y que han sido estudiados por los autores más prestigiosos como Ramón Menéndez Pidal y su esposa María Goyri, que fueron agrupados en "Flor nueva de Romances Viejos" (1928), colección Austral, editorial Espasa.
Agustín Durán publica en 1849 en la Biblioteca de Autores Españoles el "Romancero General"; F. J. Wolf y C. Hofmann, publicaron "Primavera y flor de romances", Berlín 1856. Mercedes Díaz Roig «El Romancero viejo», Colección Letras Hispánicas, editorial Cátedra. María Cruz García de Enterría «Romancero viejo», Colección Castalia didáctica, editorial Castalia. Carmen Bravo-Villasante «Romancero», Editorial Mondadori .
Como los romances se han trasmitido de generación en generación oralmente, un mismo poema contiene multitud de variaciones según la zona geográfica donde se recoge, incluso se mezclan versos de otros romances y otros temas. Por lo que no hay espacio en estas páginas para exponer el romancero completo relacionado con Bernardo del Carpio.
Las variantes hacen que Bernardo a veces se llame Bernaldo, Arnaldo, Belardo, Abelardo, Leonardo..., o también que aparezca como hijo de una princesa francesa, especialmente en los romances más modernos donde la contaminación de versos de otros temas es mayor.
SALAMANCA-Pza Mayor-Bernardo del Carpio |
BERNARDO del Carpio es un personaje legendario de la Edad Media, hijo la infanta JIMENA, hermana del rey Alfonso II el Casto (791-842), y del conde de Saldaña, Sancho Díaz. Derrotó a Carlomagno, rey de los francos (768-814) en la segunda Batalla de Roncesvalles (808).
Su historicidad es defendida por el historiador asturiano P. Vicente José González García en "Bernardo del Carpio y la batalla de Roncesvalles" (1978), sosteniendo que la negación de su existencia se basa únicamente en la confusión con la primera Batalla de Roncesvalles (778).
Nacido en el castillo de Saldaña, Bernardo del Carpio es el protagonista de una larga serie de romances. Su historia consiste principalmente en lograr del rey Alfonso que libere a su padre, encarcelado a causa de haber deshonrado a la infanta. Para ello el héroe, a semejanza de otro Hércules, ha de resolver las distintas tareas guerreras que le encomienda el monarca.
A Bernardo del Carpio se le atribuyen numerosas hazañas, entre ellas la derrota de los francos en Roncesvalles. Durante el Siglo de Oro sirvió de inspiración para piezas teatrales, obras caballerescas en prosa y poemas épicos, tanto en español como en portugués. Miguel de Cervantes tuvo entre sus proyectos no llegados a consumarse un libro de caballerías sobre el héroe, el Bernardo.
Su tumba fue visitada en 1522 por Carlos V en la localidad palentina de Aguilar de Campoo. Tras ser elegido emperador, Carlos V desembarcó en Laredo (Cantabria) a su regreso de Flandes, visitando el sepulcro situado en una cueva de Peña Longa, muy cerca del Monasterio de Santa María la Real,.. Y llevándose su supuesta espada, que se encuentra actualmente en la Real Armería de Madrid.
LITERATURA sobre Bernardo del Carpio
- "La segunda parte da Historia do Imperador Carlos-Magno e dos doce Pares de Franca", de Jerónimo Moreira de Carvalho, publicada en Lisboa en 1737. Esta obra refiere en sus primeras páginas la historia legendaria de España y después se dedica narrar las fabulosas hazañas de Bernardo del Carpio, de la hermana de Alfonso II el Casto, rey de Asturias, y de su súbdito Sancho, conde deSaldaña. A él se atribuye la derrota de Roldán y sus compañeros en los Pirineos y una variada serie de aventuras caballerescas como la conquista de Cataluña a los moros. Sus hazañas se extienden al reinado de Alfonso III el Magno, bien avanzado el siglo IX. A su muerte fue enterrado con su espada «Durandarte» (arrebatada a Roldán en Roncesvalles) en los aledaños del monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo.
- "El Bernardo del Carpio o La victoria de Roncesvalles", largo y complejísimo poema de épica culta, obra de Bernardo de Balbuena, alabado por Voltaire y Chateaubriand, consiste en 40.000 versos de pulida factura en octavas reales e inundados de una imaginación exuberante, especie de libro de caballerías en verso que se inspira sólo en parte en la leyenda de Bernardo del Carpio y la contamina con todo tipo de materiales aledaños: alegorías, moralidades, cronologías, genealogías reales e inventadas y episodios mitológicos, fantásticos y maravillosos, en medio de una imaginería deslumbrante y un auténtico frenesí descriptivo. El verso está tallado en busca de una suma perfección, como el mismo autor declara en su prólogo, y como tal hay que considerarlo el culmen de la épica culta barroca española, de la misma manera que la Araucana es el culmen de la épica culta renacentista.
- Ramón Menéndez Pidal compiló y estudió su "Romancero".
- El escritor barroco Juan de la Cueva escribió una comedia, Bernardo del Carpio (ed. de Anthony Watson, Exeter: University of Exeter, 1974), una epopeya culta.
- Agustín Alonso escribió "Historia de la hazañas y hechos del invencible cavallero Bernardo del Carpio", compuesto en octavas en 1585, y diversas piezas teatralres.
- Lope de Vega es autor de "Las mocedades de Bernardo del Carpio",
- Álvaro Cubillo de Aragón escribió "El conde de Saldaña y Hechos de Bernardo del Carpio".
- Lope de Liaño escribió en 1739 la comedia "Bernardo del Carpio en Francia".
- Hilario Santos Alonso y Manuel José Martín: "Historia fiel, y verdadera del valiente Bernardo del Carpio", sacada con toda fidelidad de los célebres historiadores de España, el padre Mariana, Morales, Berganza, y otros muchos autores veridicos, y graves (1779).
- Jorge Mira y Perzebal compuso un melólogo "Bernardo del Carpio en el castillo de Luna"(1760).
- "La verdadera tercera parte de la historia de Carlos-Magno, em que se escrevem as gloriosas acçoes, e victorias de Bernardo del Carpio, e de como venceo em batalha aos doze Pares de França" (1746).", libro de caballerías portugués, cuyo autor fue el presbítero Alexandre Caetano Gomes Flaviense. Se imprimió en Lisboa en 1745 y se presentó como una continuación de la obra de Jerónimo Moreira de Carvalho.
- George Washington Montgomery.
- Manuel Fernández y González (1858).
- Francisco Macarro (1876).
- Ambrosi Carrión...
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