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jueves, 5 de mayo de 2022

***NOM-CAMBIO CLIMÁTICO: Himalaya de mentiras. Por Laureano Benítez

El Himalaya de mentiras del cambio climático
4-5-22

El pandemónium de mentiras, trolas, embustes y engaños de que se vale la ingeniería del NOM para sodolobomizar a las masas es de una pestilencia tan abrumadora, que su hedor llega a Marte, que sus principales hitos constituyen un portentoso Himalaya Guinness, donde cada ingeniería mentirosa viene a ser otro “ochomil” que destaca en la cresta imponente de la cordillera más alta del mundo.

Ya he tenido ocasión de explayarme contra la enorme falacia del cambio climático, pIedra angular de la ecodictadura que se asoma por el horizonte, presta a coger el relevo de la plandemia, como excusa para seguir arruinando, cercenando libertades, pastoreando a los patéticos rebaños de ovejitas maskarillati, vakunati y gilipollati.

A estas alturas –himalayescas, por supuesto– de la película bufónico-trágica que estamos padeciendo, aparece meridianamente claro que la dictadura del NOM se impondrá mediante el crédito social estilo chino –crédito tres delicias, porque no tendrás nada y serás feliz–, que tendrá una doble vertiente: premiar a los vakunati, y a los ecologiati… o, lo que es lo mismo, discriminar a los que no quieran subir al los ochomiles de la mentirocracia.

Ya se está planeando implantar el crédito social ecofascista en algunas ciudades europeas –Viena, Bolonia…–, donde está previsto recompensar –con entradas gratuitas a espectáculos, por ejemplo– a los buenos ciudadanos que usen el transporte público, reciclen a rutuplén, y otras zarandajas parecidas –¿no comer carne?–, y todo amparándose en otro enemigo invisible que nos amenaza desde las sombras con su presencia fantasmagórica, asesina, demoníaca: el carbono.

Espeluznante que el carbono, elemento principal de la vida, componente fundamental de todas las estructuras vivas, factor esencial para la fotosíntesis que es la base de la vida en nuestro Planeta, sea demonizado de esta forma tan escandalosa, pero ya se sabe que los satanópatas que dirigen el mundo precisan de enemigos –invisibles, generalmente– para inocular en borregolandia el ponzoñoso veneno del miedo, asegurando que para garantizar nuestra seguridad debemos comer cucarachas, llevar trapos infectos en la boca, y montar en bicicleta.

Curioso, escandaloso, impresentable que eugenistas obsesivos que han impuesto el aborto sin límite de tiempo, que han organizado y financiado guerras sangrientas, que pretenden reducir la población con satánicas ponzoñas repletas de nanorouters y microchips, pretendan convencernos de que no debemos tener hijos para preservar el medio ambiente, de que comer carne es un delito, de que las focas están en peligro, de que nuestra vida les importa un potosí… Grotesco y grosero que quienes han impedido la calidad del aire con asquerosas y peligrosas mascarillas, que quienes contaminan el aire con peligrosísismas estelas químicas, vengan ahora a decirnos que están preocupados por nuestra salud, por la calidad del aire que respiramos.

Y me hago la pregunta: ¿Inventarán una bakuna contra el kambio klimatico? No es ninguna broma, porque la borregomatrix se lo traga todo, se lo cree todo, lo obedece todo.

El caso es que mientras machacan a los rebaños con omicrones y ucranías, ya se dibuja en el horizonte, ya amanece por el Himalaya el crédito social ecosatánico.

Por eso es hora ya de echarse al monte –himalayesco no, por supuesto–, y empezar a combatir esta sarta de mentiras del cambio climático, para hacerles ver que estamos aquí, que sabemos lo que hicieron en el último verano, que estamos y estaremos subidos a su chepa, que sentirán nuestro aliento en sus sucios cogotes, que les vamos a morder ahí, en ese sitio, y que como pitbulls feroces no vamos a aflojar la presa en ningún momento, que Guantánamo les espera con sus puertas abiertas.

En esta línea, ha surgido una iniciativa para solicitar al Ministerio de Transición Energética –concretamente a la Secretaría de Estado de Medio Ambiente de ese Ministerio– que, de acuerdo con el derecho a la información y a la transparencia de los organismos e instituciones de la Administración del Estado que le confiere la Ley 19/1013 de 9 de diciembre, de Transparencia y Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno, proporcione una información verídica y fidedigna –contrastada científicamente– donde se demuestren dos cosas esenciales: que existe el cambio climático; y que este supuesto cambio se debe a la acción humana.

En ese documento se solicita información en concreto sobre los siguientes puntos:

1.- Si la principal variable del supuesto cambio climático es el aumento de la temperatura media –causa del supuesto “calentamiento global– ¿Qué magnitud tiene este aumento? Teniendo en cuenta que el aspecto más relevante del clima es precisamente su proclividad al cambio –en especial la variable de la temperatura–, ¿por qué ese aumento puede catalogarse como “cambio climático?

2.- A lo largo de la historia se han producido varios ciclos de cambios climáticos, y esos cambios no estaban producidos por la acción humana, sino por causas naturales como: lluvia de asteroides, derivas continentales, variación en las radiaciones solares, cambios en la inclinación del eje terrestre, variación en la excentricidad de la órbita terrestre –según indica Global Climate Change de NASA, sabemos que cambios sutiles en la órbita de la Tierra alrededor del Sol son los responsables de las idas y venidas de las últimas glaciaciones– , alteraciones naturales en las condiciones de los océanos, fluctuaciones en la luminosidad solar, etc. Si hay un conjunto de factores al margen de la acción humana que pueden contribuir a los cambios climáticos, ¿Qué razones existen para asegurar que el supuesto cambio climático actual se debe tan solo a la acción humana? ¿Pueden proporcionar pruebas científicas de que en la actualidad no está operando ninguno de los factores naturales que pueden provocar un cambio climático?

3.- El aire de la troposfera está compuesto, aproximadamente, por 78.08 % de nitrógeno (N2), 20.94 % de oxígeno (O2), 0.93 % de Argón (Ar), 0.035 % de dióxido de carbono (CO2) y 0.003 % de gases inertes, como el neón.

Si el porcentaje de CO2 en el aire es de un 0,035% del total, ¿cómo una cantidad tan pequeña puede considerarse como la principal causa del supuesto calentamiento global del supuesto cambio climático?

4.- Un gas de efecto invernadero (GEI) es un gas atmosférico que absorbe y emite radiación dentro del rango infrarrojo. Este proceso es la fundamental causa del efecto invernadero.

Es un hecho comprobado que el vapor de agua (H2O) es el GEI que más influye en los cambios de temperatura, el que más contribuye al efecto invernadero debido a la absorción de los rayos infrarrojos, responsable del 80% al 90% del efecto invernadero total de la atmósfera de la Tierra..

Si esto es así, ¿por qué, cuando se habla del cambio climático, no se hace mención al vapor de agua, cuando, además, la proporción del vapor de agua en la atmósfera oscila entre el 1 y el 4%, valores muy superiores a los del CO2?.

CONTRIBUCIÓN DE ALGUNOS GASES AL EFECTO INVERNADERO

Además, no es posible afirmar que un determinado gas cause un porcentaje exacto del efecto invernadero. Esto se debe a que algunos de los gases absorben y emiten radiación a las mismas frecuencias que otros, de modo que el efecto invernadero total no es simplemente la suma de la influencia de cada gas. Los extremos más altos de los rangos citados son sólo para cada gas; los extremos más bajos representan solapamientos con los otros gases.

5.- ¿Por qué a la hora de analizar las causas del cambio climático no se hace mención de las variaciones en la actividad solar como una de sus posibles causas, ignorando esta variable al igual que se hace con la variable del vapor de agua? La cantidad de vapor de agua en la atmósfera depende decisivamente de los niveles de radiación solar, que aumentan o disminuyen con independencia del CO2 presente en el aire, al igual que varía la cantidad de material que el Sol expulsa al espacio, el tamaño o la cantidad de manchas solares y erupciones solares. Estos cambios tienen una variedad de efectos en el espacio, en la atmósfera de la Tierra y en la superficie de la Tierra.

Los modelos de comportamiento del clima utilizan como única fuente de energía solar la de radiación. La actividad solar está regulada por el campo magnético del Sol, y este campo magnético se deriva de las interacciones entre sus dos componentes y que, hasta ahora, los modelos de clima han usado sólo una de ellas, la asociada con la radiación, como modificadora de las variaciones de temperatura troposférica.

Existe una relación entre las variaciones de la temperatura troposférica en la Tierra y los valores de dichos componentes del campo magnético del Sol.

Estudiando el período entre 1610 a 1995, se descubre que la mencionada temperatura varía linealmente a lo largo del tiempo, y que ese cambio lineal se superpone con algunos episodios cuasirregulares de ascensos y descensos de ella, cuyas amplitudes alcanzan hasta unos 0,3°C en más o en menos. Esta es la situación que vivimos en tiempos actuales.

Por ejemplo, hace unos mil años, Europa disfrutó de varios siglos de temperaturas medias más bien altas. En aquella época, denominada «Periodo Medieval Cálido», la agricultura florecía en lugares como Groenlandia, un topónimo que en inglés («Greenland», tierra verde) evoca el clima pasado.

A este periodo le sucedió otro de temperaturas más bajas, en especial en las zonas septentrionales europeas. Aunque no puede considerarse una edad de hielo como tal, se le conoce como la «pequeña edad de hielo». Algunos expertos señalan que esta época duró desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XIX.

Sobre la base de esos análisis, se puede concluir que la amplitud del presente calentamiento global no difiere significativamente de otros episodios de calentamiento relativo que ocurrieron siglos atrás. En otras palabras, el calentamiento medido a partir de la segunda mitad del siglo XX resulta de la superposición de, por un lado, el calentamiento lento de la Tierra por el Sol que ha venido sucediendo desde el llamado gran mínimo de Maunder de hace unos cuatrocientos años, al que se superpone, por otro lado, un ascenso de tipo cuasi-regular de temperatura.

Además, de estos análisis se puede predecir que se avecina un nuevo gran mínimo en la actividad solar, el que, de verificarse las estimaciones, llevará a un descenso paulatino de la temperatura media de nuestro planeta, de cuyo comienzo ya existen indicios iniciales.

Aparentemente, desde 2003 se están enfriando las capas superiores de los océanos, que son el depósito más grande de calor del sistema climático de la Tierra. Los últimos inviernos en el hemisferio norte fueron los más fríos de los últimos cien años. Si estas tendencias continúan por los próximos veinte años, se habrá confirmado el papel crucial de la actividad solar en los cambios climáticos.

El documento a remitir a la Secretaría de Estado de Medio Ambiente se puede descargar aquí:

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