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miércoles, 30 de diciembre de 2020

Himalaya de interrogantes sobre la VACUNA de los idiotas

Himalaya de interrogantes 
sobre la vacuna de los idiotas
Laureano Benítez Grande-Caballero
30 DIC 2020


Por una de esas extrañas «casualidades», el inicio de la campaña de vacunación contra el coronavirus en España ha estado a un día de coincidir con la festividad de los Santos Inocentes, efeméride que habría sido sin duda la más adecuada para solemnizar el escenario de la vacunación, pues expresaría a la perfección la intencionalidad del siniestro plan globalista con la vacuna satánica.

¿Por qué no han hecho coincidir el inicio de la vacunación con esa fecha? Si alguien piensa que fue para no levantar sospechas sobre la extraña casualidad, porque, de haberlo hecho así, la ciudadanía se habría mosqueado muy mucho sobre el objetivo de la maléfica vacuna, está completamente errado, pues lo ciudadanos responsables que se enmascarillan y experimentan y sufren sin pestañear la diarrea mental de los medios de desinformación ni siquiera se habrían percatado de esa coincidencia, o, de haber caído en la cuenta, no habrían pensado mal de sus estupendos gobernantes, que tanto miran por su salud, que tan bien cuidan a sus rebaños, velando por su seguridad.

Pero no hace falta que la coincidencia haya sido exacta, pues el tiro al larguero que supone la aproximación por un solo día de diferencia ya es muy reveladora, como queriendo dar a entender que el sentido oculto de la vacunación es ponérsela a los inocentes ―es decir, a los tontos―, y que no han hecho coincidir al milímetro ambos hechos porque no han querido abusar de su pueblo, porque siempre hay alguna cabeza pensante que destapa estas casualidades. Pero la burla, la mofa y la befa, el cruel sarcasmo, las carcajadas a costa de los borregos lobotomizados ha debido ser de escándalo.

Y es que esta casta globalista entregada a Monte Pelado no da puntada sin hilo, y una de sus estrategias es elegir sabiamente las fechas de sus fechorías ―valga la redundancia―, porque en sus ritos y aquelarres saben de sobra la magia de las efemérides, de los números, de los símbolos, de los gestos, etc

Lo que sobrecoge de todo este circo es que bastaría usar la materia gris para llegar a unas conclusiones evidentes sobre la verdadera naturaleza de esta vacuna del Averno que nos quiere inocentar a todos, colocándonos una jeringuilla ponzoñosa en la espalda, como si fuera uno de esos muñequitos de papel que se ponían en la espalda de los tontos en el día de los Inocentes.

Por ejemplo, una pregunta inevitable a hacer a los inocentones es si se fían de un Profanador que ha afirmado por activa y por pasiva que las vacunas son seguras y efectivas. Pero, vamos a ver, ¿creerán ustedes a un señor que miente más que habla, que no ha dicho ni una sola verdad desde que volvió de un chiringuito de Mojácar decidido a ser el pelele de Soros? ¿Es creíble lo que afirma un tipo que es correveidile de Bill Gates, amiguete de Alexander Soros, el hijo del conspirador?

¿Podemos decir que las vacunas son illa illa maravilla porque nos los diga un ministro de Sanidad experto en silogismos? ¿Y qué me dicen del Simón ése, el profeta que dijo que en España habría solamente casos aislados de coronavirus, ese señor que con solo mirarle a la cara dan ganas de invadir algo?

Es curioso que casi todos los españoles sabemos la calaña de los políticos en general, expertos en mentiras, corruptelas y componendas… es impresionante que nos metamos continuamente con la casta política y ahora, con el peor Gobierno de este planeta y otros, creamos que hay una pandemia, que el virus es letal, que las restricciones sirven para algo que no sea implantar una dictadura, y creamos en una vacuna mortífera. Incluso entre la gente de la derecha-derecha, de esa que revuelca todo lo putrefacto de este Gobierno, se ha instalado la creencia en este circo apestoso. ¿Qué está pasando aquí, señores?

Otra pregunta sería plantearse si de verdad podemos creer que a este Gobierno le importa un pimiento nuestra salud, porqué este desorbitado interés ―obsesivo a tope― de nuestros políticos por cuidarnos, por velar por nuestra seguridad, por protegernos de un virus que todavía no se ha asilado ni purificado… Unos gobernantes que han destrozado la economía, que nos han robado las libertades, que han comprado a los medios, que rinden pleitesía lamecular a Bilderberg, a lo que solo les interesamos porque con la desorbitada presión fiscal con la que nos machacan les pagamos sus dachas y sus prebendas.

¿Podemos confiar nuestra salud a unos políticos que han alentado y promovido el asesinato de niños en el vientre de sus madres, que han convertido el aborto en un derecho? ¿Confiaría usted en unos impresentables que han dado luz verde a la eutanasia, con la que se favorecerá la muerte de ancianos, muertes que liberarán al erario público de la ominosa carga de las pensiones, y les dará pretexto para dar hachazos fiscales a costa de las herencias y sucesiones? 

¿Se puede creer que un Gobierno 
responsable de muchas muertes 
en las residencias de ancianos tiene interés en su salud, 
promocionando unas diabólicas vacunas 
que ellos no se van a poner?

¿Realmente podemos creer que la vacuna de los sanitarios, policías, bomberos… va a ser la misma que le pongan a los inocentes ―porque de santos nada―? ¿Podemos creer que cuando los politicastros salgan en los medios montando la «performance» de su vacunación esa escenita es verídica, es decir, que se están vacunando realmente, o se estarán inyectando un placebo, o agua de borrajas, o la aguja de la jeringuilla será retráctil?

Y tampoco hay que ser médico, ni científico, para caer en la cuenta de que el promedio temporal para la elaboración de una vacuna es de 5 a 10 años, con el añadido de que las vacunas siempre han sido las convencionales, consistentes en la introducción en el cuerpo de un microorganismo supuestamente patógeno muerto, o inactivado, o introduciendo una parte de él, con el fin de promover la producción de anticuerpos. 

Y ahora estamos ante una vacuna totalmente nueva, 
que nunca antes se había hecho ni aprobado, 
que se ha elaborado en unos pocos meses, 
de un virus supuestamente nuevo, 
y que además se quiere poner a todo el mundo: 
¿confiaría usted en una vacuna así?
¿Es posible desear una vacuna 
que posiblemente modifique nuestro ADN, 
y los efectos adversos van a ser irreversibles, 
por estar codificados para siempre en nuestros genes?

¿Confiará usted en una vacuna cuyos fabricantes van a tener total inmunidad, pues serán los Gobiernos quienes se harán cargo de las indemnizaciones por los efectos secundarios que provoque la vacunación? Si son tan seguras y eficaces como dicen políticos y empresas farmacéuticas, ¿por qué esa exigencia de inmunidad que hacen a los Gobiernos?

Si las vacunas son illa illa maravilla, no se entiende que se pretenda vacunar a todo el mundo para que sea eficaz la vacunación. Vamos a ver, pensemos un poquito: si usted se vacuna, se supone que funciona, que usted ya no contagia ni puede ser contagiado, por lo cual no debe tener nada de mí, aunque no esté vacunado… 

Si en un grupo humano hay ocho personas vacunadas 
y dos que no, ¿qué temen los vacunados? 
¿Es que no están inmunizados? 
¿Por qué debemos vacunarnos todos para que esto funcione? 

Si para que usted, el vacunado, esté tranquilo, me obliga a vacunarme a mí, aquí hay algo que no funciona, ¿verdad? Y, si la vacuna no funciona. ¿para qué demontres quiere el Gobierno que me la ponga?

Sigamos hilando fino, porque esto de la vacuna de los inocentes da mucho, pero que mucho juego. Si nos referimos a las megaempresas farmacéuticas del «Big Pharma», a esos gigantes como Pfizer, Moderna, CureVac, Jhonson@Jhonson, Merck, Glaxon Smith and Kline, etc… 

¿Cree usted que les importa un ardite su salud, que velan por su bienestar? ¿Hace falta ser un experto en finanzas para entender el fabuloso negocio que hacen con las vacunas, y, en especial, el braguetazo que van a dar vacunando a miles de millones de personas? ¿Entenderá alguna vez usted que la salud es un simple y puro negocio, y que, por tanto, al Big Pharma no le interesa que estemos sanos?

Otrosí, llevamos muchos años con las campañas de vacunación contra la gripe, y siguen muriendo en el mundo un promedio de 650.000 personas al año. Entonces, ¿para qué vale la vacuna? Si su efectividad suele ser de un 40% ―según los médicos―, 

¿Es comprensible que Pfizer y Moderna afirmen que su vacunas rozan el 100% de eficacia? ¿Por qué jamás una vacuna ha alcanzado esas altísimas cotas de validez, y ahora tenemos una que es totalmente nueva, de un tipo que nunca se había aprobado por sus riesgos, que alcanza la perfección?

Y hay más, porque en la historia de la medicina jamás se había conseguido fabricar una vacuna eficaz contra ningún coronavirus, y hete aquí que, en unos meses, nos viene la panacea, la vacuna perfecta, contra un supuesto virus todo novedad. Por ejemplo, este SARS-COV-2 es hermano gemelo del SARS-COV-1, que surgió en el 2002, y para el que no se ha conseguido encontrar una vacuna, después de 17 años. Voilá: ahora lo hemos conseguido en unos pocos meses.

Otro interrogante es plantearse la verdadera necesidad de una vacuna para atajar una supuesta pandemia creada por un virus letal, que produce una mortalidad en torno al 0,6%, como afirma la misma OMS, dándose el caso de sesudos centros de investigación que la cifran en hasta un 0,24%. Entonces, almas de cántaro, ¿es esto una pandemia peligrosa? 

Si el 80% de las personas supuestamente infectadas 
no presenta ningún síntoma, 
si la mortalidad afecta con gran diferencia 
a ancianos con patologías previas, 
si la mortandad por debajo de los 40 años es del 0,01%… 
¿es comprensible la pretensión de la vacuna, primero, 
y después el malsano objetivo 
de presionar a que se vacune todo el mundo?

Y, lo más importante, estamos ante una vacuna absolutamente luciferina, que presenta una horripilante posibilidad de provocar efectos adversos, los cuales escapan a la simple reflexión, pero que por eso explicaremos desde la ciencia: eso será en el siguiente capítulo.

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