¿El Santo Grial está en León? Pues se diría que sí
30/1/22
El cáliz de doña Urraca exhibe
una documentación historiográfica más que sólida.
En uno de sus bordes le falta una esquirla, como se puede comprobar, cuando el cuenco de ónice, que es en realidad el cáliz utilizado en la Última Cena, se despoja de todas las joyas de Doña Urraca con las que está recubierto
Guardaré en mis recuerdos lo que viví el pasado miércoles día 26 de enero como una de las jornadas más intensas de mi vida… Y se la voy a contar. Pero antes quiero pedir a mis lectores de Valencia paciencia, comprensión y que frenen sus reacciones hasta que hayan leído todo este relato, y aun así creó que voy a perder más de un seguidor de ese territorio, porque lo que les voy a contar es que el miércoles pasado estuve contemplando el cáliz de la Última Cena, que se encuentra en la Real Colegiata de San Isidoro de León.
No había amanecido todavía el día 26 cuando emprendí el viaje junto con dos buenos amigos míos, Paco Flores y Manuel Alfonso Larios. Y a las 10,30 de la mañana ya estábamos frente a la fachada principal de la catedral de León, donde nos encontramos con Margarita Torres, profesora de Historia Medieval de la Universidad de esa ciudad. Margarita es una universitaria infatigable y rigurosa, y tengo para mí que el prestigio de esta historiadora, siendo ya inmenso, no ha hecho nada más que empezar.
Comenzamos por ir a saludar a Nuestra Madre la Virgen, representada en un relieve de la Anunciación, que en su día presidía la fachada occidental. En la actualidad ese relieve está empotrado en el muro exterior del claustro de la catedral, frente al hospital de Regla. Esta obra plateresca del siglo XVI de Juan López de Rojas y Juan de Badajoz fue desmontada a finales del siglo XIX.
La profesora Margarita Torres nos explicó el plano de León de hace dos mil años sobre el que se asentaron los ejércitos romanos: La Legio VI Victrix (La Sexta Legiíon Victoriosa) fundada por César Augusto y la Legio VII Gemina (Séptima Legión Gemela), creada por Galba.
León había tenido su origen en el asentamiento de las legiones romanas, que fortificaron su recinto con poderosas murallas. La catedral se levanta sobre las termas de las legiones romanas, convertidas en palacio real, que Ordoño II cedió en el año 916 para construirla
Era preciso conocer todos estos antecedentes pues la ciudad de León había tenido su origen en el asentamiento de las legiones romanas, que fortificaron su recinto con poderosas murallas. La catedral se levanta sobre las termas de las legiones romanas, convertidas en palacio real, que Ordoño II (914-924) cedió en el año 916 para construir la primitiva catedral. Al añadir nuevas construcciones al templo, la catedral perforó la muralla para poder crecer por su cabecera.
Y en la explicación de los exteriores de la catedral nos dieron las doce de la mañana, cuando Margarita nos propuso entrar a su interior. Fue entonces cuando, haciendo uso de mi antigüedad universitaria, saqué mis galones académicos y le dije:
—De ningún modo, Margarita. Porque como en la explicación del exterior has empleado una hora y media, si entramos en la catedral, se nos hace de noche. Y nosotros hemos venido desde Madrid a León para que nos enseñes el cáliz de Doña Urraca (1033-1101), que tú has descubierto que es el que utilizó Jesucristo en la Última Cena.
Por este motivo quedó pendiente la visita al interior de esa maravilla arquitectónica, y Margarita comenzó el relato de cómo se produjo su descubrimiento. Sus argumentos y las pruebas que nos presentó eran tan convincentes que no quedaba más remedio que rendirse ante la evidencia. Les resumo lo que nos contó.
Todo empezó hace unos veinte años, cuando a Margarita le llamó la atención que en el tesoro de San Isidoro hubiera objetos musulmanes del máximo rango, propios de regalos entre jefes de Estado. Pidió permiso entonces para ir a investigar a la Biblioteca de Al-Azhar en El Cairo, que equivale para los musulmanes lo que para nosotros son los Archivos Vaticanos. A la profesora Margarita Torres le negaron el permiso por ser mujer, pero ella no se rindió y envió al Cairo a un investigador de su equipo.
A Margarita le llamó la atención que en el tesoro de San Isidoro hubiera objetos musulmanes, del máximo rango. Pidió permiso para ir a investigar a la Biblioteca de Al-Azhar en El Cairo, que le negaron por ser mujer, pero no se rindió y envió a un investigador de su equipo
Y fue así como surgió el descubrimiento. Pasaba el tiempo sin que el becario de Margarita aportarse nada, pero un buen día le leyó por teléfono la traducción de un manuscrito de la planta tercera de la Biblioteca de Al-Azhar, con la signatura 8771. Esto es lo que ponía:
“Dice al-Qifti que la copa que dicen los cristianos que es la copa del Mesías —la paz sobre él—, utilizada durante la celebración con sus seguidores —que Dios sea misericordioso con ellos— se encontraba en una de las iglesias pequeñas que están en los alrededores de Jerusalén —pedimos a Alá que la reintegre al país del islam—. Esta iglesia es famosa por la presencia de las reliquias del obispo Yacub, firme discípulo del Mesías —la paz sobre él—, y allí estaba la copa bajo la protección de algunos rumíes valientes que habían juramentado su protección oculta tras una doble cortinilla en un nicho entre las paredes lejos del alcance de la vista (…).
En el año [1055] de la gran hambruna [de Egipto], Alí bnu Muyahid ad-Danii envió un barco con gran cantidad de víveres hacia el país de Egipto. Y como ya había recibido algunas informaciones sobre el poder de la Copa, se la pidió al imán excelso Al Mustansir a cambio de cuanto fuera menester darle por su entrega, pues su intención era enviarla al rey de León, Ferdinand al Kabir rey de este país”.
Veamos el contexto histórico para entender mejor este documento. Tras la fragmentación del Califato de Córdoba, a comienzos del siglo XI surgieron los reinos de taifas. Una de ellos fue la taifa de Denia, que se mantuvo independiente hasta su conquista por la poderosa taifa de Zaragoza en el año 1076. La taifa de Denia tenía una potente flota, que le permitió desplegar por el Mediterráneo una importante actividad comercial y hasta conquistar Baleares y Cerdeña.
A mediados del siglo XI se desplomó la economía de Egipto y se produjo una hombruna en aquel territorio, que obligó a su califa, Al-Mustansir a pedir ayuda a la comunidad musulmana. Y solo consta que atendiera su petición el sultán de Denia. Este envío de víveres tuvo lugar en el año 1055.
Por otra parte, la taifa de Denia, además del acoso de la poderosa taifa de Zaragoza, también temía la presión del rey de León, Fernando I (1038-1065), que por estas fechas había fijado su objetivo en los territorios levantinos y de hecho llegó a asediar la taifa de Valencia.
En estas circunstancias el sultán de Denia comprendió que para una taifa pequeña y asediada como la suya tenía que lograr la amistad y la alianza con el rey de León. Y para conseguir este objetivo nada mejor que pedir que le consiguiera el Santo Cáliz el califa de Egipto, con quien estaba en las mejores relaciones desde la ayuda prestada en la hambruna, para regalárselo al poderoso rey de León Fernando I, o Ferdinand al Kabir, como consta en el documento de la Biblioteca de Al-Azhar.
Un segundo documento refuerza la autenticidad del cáliz de Doña Urraca como el cáliz de la Última Cena. En este segundo documento, Saladino (1137-1193), confiando en los poderes curativos del cáliz, pide para aplicar a una hija enferma que le entreguen la “noble esquirla” de la copa que un antepasado del califa de Egipto hizo saltar con una gumía durante el viaje hacia Occidente, con el fin de entregar la copia al emir de Denia de parte del califa Al Mustansir. Y en efecto, al cáliz en uno de sus bordes le falta una esquirla, como se puede comprobar cuando el cuenco de ónice, que es en realidad el cáliz utilizado en la Última Cena, se despoja de todas las joyas de Doña Urraca con las que está recubierto.
En un segundo documento se cuenta que Saladino pide para aplicar a una hija enferma que le entreguen la “noble esquirla” de la copa y también está la iconografía que Doña Urraca mandó pintar en la bóveda del panteón de los reyes de León
A partir de la lectura de estos documentos, la investigación de Margarita Torres se completa con otros elementos que refuerzan su tesis. Uno de ellos, y no el menos importante, es la iconografía que Doña Urraca mandó pintar en la bóveda del panteón de los reyes de León, adosado a la iglesia de San Isidoro.
Precisamente lo que allí se representa es la escena de la última cena y una de las figuras destacadas es la de Marcialis Pincerna (Marcial Copero). Esta figura tiene en una de sus manos un cuenco exactamente igual que el Santo Cáliz, el cáliz de Doña Urraca, que ofrece a Jesucristo con la mirada fija en él y el brazo extendido. Y a la vista de esta representación, colocada en un lugar tan principal como el Panteón Real, comenta la profesora Margarita Torres en uno de sus trabajos: “No se trata de sopesar en este caso la posibilidad de si el Cáliz de Doña Urraca es o no es el Santo Cáliz, porque lo cierto es que en León, en San Isidoro, creían que sí lo era y de ahí que dejaran un oscuro y críptico mensaje en el lugar más importante de todo el complejo basilical”.
Así es que cuando llegamos a la sala donde se expone el cáliz de Doña Urraca, mis dos amigos y yo nos quedamos mirándolo durante largo rato en silencio. Estábamos nosotros solos. Margarita, en señal de respeto, hizo una genuflexión ante la reliquia. Nos inundó una paz maravillosa, que hizo brotar la oración por dentro, sin palabras. Y como me pareció creer que al Señor no le parecía que fuese irreverente hacernos una foto junto a su cáliz, se lo propuse a mis dos amigos y a Margarita y así lo hicimos.
Como se nos echaba encima la hora de regreso, fuimos a toda prisa a la catedral, para verla por dentro en el poquísimo tiempo que ya nos quedaba. Y en la puerta de entrada, Paco Flores hizo una reflexión que da una idea exacta de lo que había sido esa jornada. Esto es lo que dijo:
—¿Qué es lo que hemos podido oír y ver hoy, para que la visita al interior de esta maravilla de las maravillas arquitectónicas nos parezca que es un trámite que tenemos que cumplir, para no poder decir que nos fuimos de León sin ver su catedral?
Mis dos amigos y yo nos quedamos mirándolo durante largo rato en silencio. Estábamos solos nosotros. Margarita, en señal de respeto, hizo una genuflexión ante la reliquia. Nos inundó una paz maravillosa, que hizo brotar la oración por dentro, sin palabras
Toda la vuelta fueron comentarios entre nosotros. Y nos dimos cuenta, que no le habíamos preguntado a Margarita porqué Doña Urraca, estando en posesión de una reliquia tan importante no la había dado publicidad. Al día siguiente Margarita me dio la explicación por teléfono, que a continuación se la resumo:
Tenemos que situarnos a finales del siglo XI. En el año 1085 se ha conquistado Toledo (25-V-1085), el rey de León Alfonso VI (1065-1109), hermano de Doña Urraca, se convierte en el hombre más poderoso del momento. Su gesta se percibe como el fin de la Reconquista y es reconocido como Imperator totius Hispaniae.
Por estas fechas se están haciendo las pinturas del Panteón de San Isidoro, por orden de Doña Urraca. Toda la iconografía de esa bóveda la decide ella, ya que es la que lo paga. Y mientras esto ocurre, su hermano el rey Alfonso comete un gravísimo error.
En el norte de África, en lo que hoy es Marruecos y el Sahara, el caudillo almorávide Yūsuf b. Tāšufīn (1062-1106) acababa de someter a Ceuta (agosto de 1084) a la vista ya de Al-Andalus. Y ante el avance de Alfonso, los reyes de las taifas de Sevilla, Badajoz, Málaga y Granada solicitan ayuda del emir almorávide. Para entendernos los almorávides eran una versión todavía más radical del islamismo de entonces y sus guerreros hombres temibles.
Doña Urraca no ocultaba lo que tenía y bien a las claras lo decía en las pinturas de la bóveda del Panteón de los Reyes de León. Pero hacer ostentación de tan significativa reliquia hubiera sido el mejor reclamo para una invasión de León del emir de los almorávides
Y en estos trámites estaba el emir Yūsuf b. Tāšufīn con los reyes de las taifas, cuando Alfonso VI cometió el inmenso error de mandarle una carta, redactada muy a la española, en la que le retaba diciéndole que si tenía lo que había que tener que cruzase el estrecho para medir las fuerzas. Y como además de eso que ponía en duda el rey de León, el emir almorávide también tenía muchas ganas cruzó el estrecho, y tan solo un año después de la conquista de Toledo, las tropas de Alfonso sufrieron una terrible derrota en el campo de Zalaca o Sagrajas (23-X-1086), cerca de Badajoz, en la que hasta el rey resultó herido de una puñalada en el muslo; era la primera derrota en batalla campaña que las tropas del rey de León sufrían desde el año 1008.
La batalla tuvo una importancia decisiva en el reinado de Alfonso, se perdieron todos los avances que se habían hecho en Extremadura y todo lo que hoy es Castilla-La Mancha, y fue casi milagroso que se conservara la capital de Toledo. Esto significaba que los musulmanes avanzaron hasta la frontera de lo que hoy es Salamanca, lo que equivalía a situar sus tropas a un par de jornadas del territorio de León.
Esta situación explica el sigilo de Doña Urraca. Ella no ocultaba lo que tenía y bien a las claras lo decía en las pinturas de la bóveda del Panteón de los Reyes de León. Pero hacer ostentación de tan significativa reliquia hubiera sido el mejor reclamo para que el emir de los almorávides invadiera León. A esto se añadía la rivalidad de los reinos cristianos, tras los fracasos militares del reino de León. Y no eran falsos temores; de hecho el rey de Aragón Alfonso el Batallador (1073-1134), tres décadas después, saqueó el tesoro de la Basílica de San Isidoro y el cáliz se salvó de la rapiña porque se escondió.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá