González Cuevas: “Debería existir un auténtico
proyecto de revisión constitucional,
porque este régimen no da ya más de sí”
31 ENERO 2022
Pedro Carlos González Cuevas es historiador y profesor universitario. Es profesor titular de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento Español en la UNED. Es autor de importantes obras sobre la derecha y el conservadurismo en España y experto en diferentes figuras como Ramiro de Maeztu, Charles Maurras, Carl Schmitt, Maurice Barrès, José Ortega y Gasset o Gonzalo Fernández de la Mora
En esta entrevista analiza su libro Historia y de Política. Escritos polémicos.
¿Por qué un libro de crítica política y cultural en donde analiza la obra de algunos intelectuales críticos a la Transición así como la crisis de la democracia liberal?
Este nuevo libro pretende ser una obra de crítica política y cultural. Su fundamento último es el carácter político del saber histórico. Toda historia, hasta la aparentemente más lejana, es contemporánea, porque siempre se realiza desde la perspectiva del presente. Y quien dice política dice polémica. Su punto de arranque es lo que denomino “agonismo de derechas”, que entiende que la dialéctica derecha/izquierda sigue estando vigente en las sociedades occidentales. La renuncia al debate y la crítica de ideas, histórico-doctrinal es uno de los más grandes errores del conjunto de las derechas españolas, y principalísimamente del Partido Popular, en ese sentido más peligroso que el PSOE y que todas las izquierdas, ya que, salvo en lo que compete a la economía, asume como propio, cuando llega al gobierno, todo el bagaje ideológico de las izquierdas, en parte por complejo y en parte, y esto hay que decirlo, por convicción. Por eso, es necesario que no nos engañen una vez más; que no se repita una etapa tan estúpida y vacua como la de Mariano Rajoy. Para eso, que gane la izquierda. En realidad, el Partido Popular, en su comportamiento cotidiano, más que derecha habría que denominarle “no-izquierda”; quizás “extremo centro”. Carece de proyecto político-cultural.
Analiza a los tres grandes intelectuales de la transición De la Mora, Aranguren, y Bueno...¿En qué medida pueden coexistir la vía realista, la utópico moralista y contra la izquierda moral y la razón cínica?
Las figuras de Fernández de la Mora, López Aranguren y Gustavo Bueno son muy distintas, individual y doctrinalmente. Ahora bien; les une, a mi juicio, algo esencial en la vida cultural de una sociedad: la valentía, el valor, la capacidad dialéctica. El agonismo, en fin. Fueron, por emplear el término clásico griego, auténticos parresiastas, defensores de la necesidad de defender su “verdad” frente a todas las convenciones sociales dominantes. Desde distintas perspectivas, los tres sometieron a crítica los lugares comunes de la denominada “Cultura de la Transición”. Una doctrina oficial que ha demostrado ya su absoluta obsolescencia y en la que nadie cree ya, en realidad. El régimen del 78 se encuentra en crisis. Y las críticas de Fernández de la Mora, López Aranguren y Bueno han demostrado su capacidad de previsión, sobre todo en el caso de Fernández de la Mora.
Hoy, todo el mundo sabe que el Estado de las autonomías fue un grave error, que ha servido de plataforma al separatismo vasco y catalán. Incluso en algún momento se hizo referencia a la emergencia de un nacionalismo andaluz, lo que era ya el colmo. Y algunos estúpidos han intentado, e intentan, fomentar el galleguismo y, a través del bable, un nacionalismo asturiano. Además, ha fomentado todos los particularismos, a lo que se son tan aficionados ciertos políticos españoles, incapaces de ver en la unidad nacional una conquista histórica. El Estado de las autonomías ha ahondado en las desigualdades sociales entre españoles; y en la creación de un caciquismo de nuevo cuño.
Igualmente, todo el mundo sabe que la institución monárquica no sirve hoy por hoy para nada; que es un mero títere de los partidos políticos, sin la menor autonomía y capacidad de decisión. El papel de Felipe VI me parece patético. De la misma forma, todo el mundo sabe que el actual régimen político no es representativo, que es una crasa e inmunda partitocracia, regida, en muchos casos, por la corrupción económica. Todo el mundo sabe estas cosas, pero se intentan acallar, por miedo y por incapacidad para articular un proyecto de reforma política, intelectual y moral. Lo que, en el fondo, prima actualmente en la sociedad española es el miedo al cambio. Porque nadie sabe cómo encauzarlo, aunque existe la convicción de que éste, en un sentido u otro, tendrá que venir.
Fuera de nuestras fronteras nos presenta tres corrientes liberales frente a la partitocracia representadas por Hayek, Popper y Aron ¿Cuál de ellas se ha impuesto en España?
El motivo conductor de mi exposición y análisis de las ideas de pensadores liberales como Hayke, Popper y Aron ha sido la desmitificación del fundamentalismo democrático desde la perspectiva liberal. Sus conclusiones sobre la mitología democrática no difieren cualitativamente de las defendidas por Fernández de la Mora, en su célebre libro La partitocracia y en otros ensayos suyos. Lo que los políticos y los medios de comunicación dominantes definen como “democracia” no tiene que ver nada con la doctrina clásica de la democracia, es decir, el poder decisorio del “pueblo” o la existencia de una “voluntad general”. Se trata de un sistema político basado en la competición reglada de una serie de fuerzas políticas, medios de comunicación, y grupos de poder económico.
En ese contexto, el “pueblo” carece de poder; los que lo ejercen son los partidos políticos, los alienantes medios de comunicación dominantes y los grupos de presión económicos; a los que habría que añadir las “gobernanza” europea, que es la que, en realidad, marca los límites no ya económicos, sino morales, éticos y políticos. El hombre medio carece totalmente de poder decisorio. La democracia es una utopía, en el actual contexto social y económico. En realidad, siempre lo fue. Esta visión de la democracia que desarrollaron Hayek, Popper y Aron ha sido ocultada por sus exégetas. Es demasiado realista. El más influyente ha sido Hayek, pero no como pensador político, sino como economista neoliberal. El único libro que algunos políticos, como la inefable Esperanza Aguirre, han leído de Hayek ha sido Camino de servidumbre. Yo creo que ni Esperanza Aguirre, ni José María Aznar, no digamos el pobre Rajoy, no han leído ni a Popper ni a Raymond Aron. Solo defienden tópicos.
Para abordar el temas de las transformaciones de la democracia y las ilusiones del progreso cita a Zolo y Hermet.
Menos conocidos que Hayek, Popper y Aron, Danilo Zolo y Guy Hermet son buenos analistas de la actual situación de las denominadas democracias, en la época de la globalización económica, que nos llevará tarde o temprano a la instauración de una tiránica e insufrible “Gobernanza” global. Como ya he señalado, el proceso de globalización acrecienta el poder de las oligarquías económicas, mediáticas y políticas. Hoy, vivimos ya bajo su égida. Unos partidos lo asumen ya como proyecto propio; otros se muestran remisos; algunos, como VOX, elaboran proyectos para contrarrestarlo. Pero, como señalaron Zolo y Hermet, la realidad está ahí: cada día somos menos libres y autónomos, si es que alguna vez lo hemos sido en realidad. Sólo la nación, como señaló Roger Scruton y otros, pueden servirnos de protección ante la tiranía global.
La revista Verbo y los Amigos de la Ciudad Católica por una parte y por otra el nuevo paradigma razonalista: Gonzalo Fernández de la Mora y Razón Española...¿Se puede decir que son los dos focos intelectuales más serios tras la transición?
Verbo, Razón Española o Hespérides representan, o representaron, a un sector de la intelectualidad de derechas –unos eran católicos tradicionales, otros conservadores seculares, otros partidarios de alternativas nacidas en otros países como Francia- marginados por la derecha oficial, que hizo suyo, con su habitual mediocridad, el diagnóstico de Francis Fukuyama sobre el pretendido “fin de la Historia”; lo cual significó no solo la asunción acrítica de un liberalismo muy estrecho, sino un auténtico desarme desde el punto de vista ético, moral y político. Así se demostró el 11 de marzo de 2004, pero el Partido Popular no se ha enterado todavía. Y es que el Partido Popular, y sus organizaciones culturales, no solo no piensan, sino que intentan impedir, bloqueándolo mediáticamente, que otros piensen. El Partido Popular ha ocupado, hasta ahora, un espacio que no le correspondía. La derecha española siempre ha sido plural; y la permanente hegemonía del Partido Popular ha sido nefasta a la hora de intentar articular proyectos de carácter cultural. Lo malo es que sigue anclado en una postura economicista, sin proyecto cultural alguno.
El capítulo dedicado al revisionismo histórico es un intento de aclarar lo que significa a nivel académico. En nuestra actual miseria cultural, política e historiográfica, el término “revisionismo” adquirió tintes peyorativos, como en el caso de Lenin contra Kautsky. Sin embargo, el revisionismo es inherente al saber histórico, que opera, como la ciencia, a partir de una revisión permanente. Ya Pareto y luego Popper, Lakatos, Kuhn o Feyerabend afirmaron que el pensamiento científico se basa en una dialéctica permanente entre paradigmas o teorías rivales. La ciencia nunca puede llegar a un saber absoluto e irrefutable; se basa en la falibilidad, en el ensayo/error. Lo mismo le ocurre a la Historia.
La Historia se basa en la interpretación de una serie de hechos. Nunca podrá llegar a una certeza absoluta, porque varían las perspectivas, el descubrimiento de nuevos datos, la percepción de la realidad por parte de las nuevas generaciones, etc. El revisionismo histórico, representado por Renzo de Felice, François Furet, George L. Mosse, Ernest Nolte o Stanley Payne se basa en la crítica de la interpretación marxista de fenómenos como la Revolución francesa o los fascismos. En España, durante mucho tiempo, y aún hoy, domina esa interpretación marxista sobre todo en la interpretación de la II República, la guerra civil y el régimen de Franco, por eso es preciso popularizar en nuestro país la interpretación de estos autores y trasladar sus postulados y métodos a la realidad histórica española, frente no ya el marxismo o las estupideces de un Viñas o un Preston, sino frente a las leyes de memoria histórica. La Historia, al ser interpretación, exige libertad intelectual en la esfera pública.
¿Cuáles son las principales causas de la ineficacia político-cultural de la derecha española hegemónica representada por el Partido Popular?
Como ya he señalado, el Partido Popular es el enemigo a batir en el campo político e intelectual. Como ya dijo Stanley Payne, el Partido Popular no era la derecha; era la “no-izquierda”. Se vio con el nefasto Aznar y con el no menos nefasto Rajoy. Pablo Casado corre el peligro de convertirse en un Antonio Hernández Mancha, el efímero y grotesco dirigente de Alianza Popular tras la renuncia de Fraga. La interpretación de la historia contemporánea de España es, por parte del Partido Popular, absolutamente equivocada, incluso grotesca. Mitifica el régimen de la Restauración, sin tener en cuenta sus debilidades e insuficiencias.
Al mismo tiempo, quiso hacer suyo al nefasto Azaña. Lo cual fue visto por las izquierdas como un signo de debilidad. Al final, dijo Jorge Semprún, los vencidos en la guerra civil eran los que habían triunfado en la actualidad. El Partido Popular no tiene nada serio que decir sobre la II República, la guerra civil y el régimen de Franco. De ahí su debilidad ante los proyectos de memoria histórica de las izquierdas. No tiene nada qué decir. Tampoco ante la crisis evidente del régimen del 78. No es consciente de la situación en que nos encontramos. Todavía hay algún historiador por ahí que presenta nada menos que al conde de Romanones como precursor de la democracia española. Que Dios le conserve la vista.
¿Cuáles fueron las principales consecuencias políticas que tuvo el Concilio Vaticano II en España?
Junto con el proceso de desarrollo económico de los años 60, el Concilio Vaticano II fue el acontecimiento que determinó los cambios sociales y de mentalidad hoy vigente en la sociedad española. Significó una auténtica revolución, que socavó los fundamentos doctrinales del régimen de Franco. El Vaticano de Pablo VI y un sector de la Iglesia española pretendió, a partir de su nueva teología política, cambiar el sistema político vigente, garantizando, al mismo tiempo, la influencia y los privilegios que había logrado con Franco. Finalmente, en mayor o menor medida lo consiguió; pero la vigencia social del catolicismo en España ha quedado muy tocada. En gran medida, la religión se trivializó.
Todavía recuerdo las misas con guitarras; la lectura de los evangelios a la luz del marxismo; la secularización de los sacerdotes; el relativismo moral dominante; el kumabaya en las iglesias; los curas obreros; el Che Guevara como nuevo Cristo revolucionario; los Cristianos por el Socialismo y Alfonso Carlos Comín. Una auténtica pesadilla desde el punto de vista doctrinal. Desde entonces, por lo menos a mi modo de ver, el catolicismo dejó de ser una auténtica fuerza social. Hoy, está dividido. Y España es tierra de misión. Además, ha dado cobertura a los nacionalismos periféricos. Y depende del Estado, no puede financiarse con la sola ayuda de su base social. El actual pontificado de Bergoglio es, doctrinalmente, un desastre. Al menos, Josef Ratzinguer tenía un proyecto teológico-político y filosófico digno de tenerse en cuenta. El actual pontífice no lo tiene; ha asumido los supuestos de la hipermodernidad actual. Quizás la profanación de la tumba de Francisco Franco haya sido uno de los últimos episodios de las consecuencias del Concilio Vaticano II en la sociedad española.
¿Cuáles son a su juicio los principales defectos del Régimen del 78?
Según se deduce de lo dicho hasta aquí y de lo sostenido en mi libro, resulta necesaria una crítica radical –de raíz- del actual sistema político. No sé por qué algunas fuerzas políticas se autodenominan “constitucionalistas” cuando buena parte de la problemática actual viene del contenido del texto constitucional. Algunos en vez de mostrarse patriotas españoles parecen mostrarse patriotas constitucionales. Debería existir un auténtico proyecto de revisión constitucional, porque este régimen no da ya más de sí. Intentar conservarlo me parece un error; hay que reformarlo desde la raíz. De ahí mi insistencia en los defectos del régimen del 78. Partitocracia, autononomías, hegemonía de la izquierda “feliz”, europeísmo infantil y acrítico; todo ello debe ser sometido a crítica y revisión. Ese es el mensaje de mi libro.
¿Qué supone para usted que el prefacio del libro esté escrito por Standley G. Payne?
Para mí, es un gran honor el prólogo de Stanley G. Payne a mi libro. Payne es, junto a John Elliot, el más grande hispanista vivo. Un gran amigo de España y de su unidad. He dedicado algunos de mis artículos a exponer su interpretación de la historia de España. Y he seguido, en mis libros, sus teorías. A su lado, un Paul Preston es tan sólo me parece un histrión, financiado por el nacionalismo catalán.