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domingo, 20 de marzo de 2022

La consagración de Rusia a Santa María: en ello estamos. Las profecías no son para predecir sino para convertir. Por Javier Paredes

La consagración de Rusia a Santa María: en ello estamos.
Las profecías no son para predecir sino para convertir.
20/3/22 

Seguro que no he sido el único que ha recibido como una agradable y esperanzadora sorpresa el anuncio del Papa Francisco de consagrar Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María el próximo día 25 de marzo, coincidiendo con la celebración litúrgica de la Anunciación del Señor. Y también me ha parecido sorprendente lo de la “invitación” del presidente de la Conferencia Episcopal Española para que todos los obispos de España se unan a dicha consagración.

Pero la sorpresa de la “invitación” del cardenal Omella ya me ha gustado menos, porque lo del presidente de la Conferencia Episcopal Española con la cortesía con la que ha querido revestir su mensaje se ha quedado muy corto, porque solo la “invitación” equivale a pedir con la boca pequeña a los obispos españoles que se unan a la consagración que va a hacer el Papa, de manera que se transmite la impresión de que es lo mismo que se unan o que no se unan. Pero a lo que estamos Remigia, que además de que se nos puede pasar el arroz, como insista, me puede caer un capón cardenalicio.

Tampoco quiero entrar en lo de cuál de las consagraciones ha sido la buena, en lo de si la consagración que hizo San Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984 estuvo bien hecha o no, y que si ya se hizo por qué se vuelve a hacer… Yo prefiero pensar en la rectitud de intención de San Juan Pablo II y de Sor Lucía, porque ni el primero hizo teatro en la plaza de San Pedro, ni Sor Lucía dijo lo contrario de lo que pensaba cuando declaró que el Papa había hecho la consagración como el Cielo había mandado.

No es la primera vez que después de hecha una consagración, pasado el tiempo se renueva. Sin ir más lejos eso es lo que sucedió con la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús que hizo Alfonso XIII en 1919 en el Cerro de los Ángeles, que su sucesor en la jefatura del Estado, Francisco Franco, renovó posteriormente.

Lo que a mí tampoco me convence es el razonamiento que sostiene que la consagración de Rusia que hizo San Juan Pablo II no fue la correcta, porque de haberlo sido, Rusia se tendría que haber convertido y se hubiera producido como consecuencia un tiempo de paz. Y a la vista está que el sosiego brilla por su ausencia, porque la invasión de Ucrania de pacífica no tiene nada.

Las profecías pueden ser cien por cien profecías y no cumplirse. Y esto ha sido así desde muy antiguo. ¿Iba a ser destruida Nínive…? Sin lugar a dudas. ¿Fue destruida? No, porque las profecías no son como el fatum de los antiguos, no son un destino ciego, no tienen un carácter absoluto y quedan supeditadas a la libertad del hombre. Así es como actúa nuestro Padre Dios, y por eso al ver que en Nínive se vistieron de saco y ceniza todos los ninivitas, y hasta hicieron lo mismo con los bueyes, la ciudad no fue destruida.

En las profecías siempre hay dos partes: la de Dios y la de los hombres, y para mí que en la profecía de Fátima nosotros todavía no hemos puesto la nuestra, porque las profecías no se hacen para satisfacer nuestra curiosidad, las profecías no son para predecir sino para convertir.

En efecto, lo dicho por la Virgen a los tres Pastorcitos en Fátima es que Rusia iba a extender sus errores por el mundo. Y yo lo de los errores de Rusia y su extensión por el mundo lo entiendo de un modo diferente a como algunos lo interpretan.

No soy de los que piensan que el error de Rusia al que se refería la Virgen consistiera en prohibir la economía de mercado. No creo que la Señora de Fátima nos estuviera avisando de que en Rusia no se podría establecer El Corte Inglés ni ninguno de los grandes almacenes donde poder hacer la compra de los regalos de Navidad.

A nuestra Madre la Virgen lo que de verdad le interesa 
es tenernos a su lado durante toda la eternidad 
y que no nos vayamos al infierno

A nuestra Madre la Virgen lo que de verdad le interesa es tenernos a su lado durante toda la eternidad y que no nos vayamos al infierno. Sí, he dicho la palabra infierno, una realidad que la Virgen mostró a los tres Pastorcitos el 13 de julio de 1917, precisamente el mismo día que profetizó la expansión de los errores de Rusia.

En una conferencia que di hace años sobre el sentido histórico de las apariciones marianas en los siglos XIX y XX manifesté que en la Edad Contemporánea los videntes son sobre todo transmisores, porque de algún modo la Virgen a través de ellos se nos quiere aparecer a todos nosotros. Por eso si en Fátima la Virgen mostró el infierno a los tres Pastorcitos, lo hizo para recordarnos que el infierno existe y, sobre todo, para que no nos olvidemos de que como nos empeñemos…, allá que nos vamos, y lo peor es que de ese sitio no se sale, porque como ya dijo Santa Teresa cuando también lo vio como los tres niños de Fátima, lo del infierno es “para siempre, para siempre, para siempre…”.

A poco que se estudie el marxismo, y a mí me atiborraron en mis años de alumno de la Universidad Autónoma de Madrid, se descubre cuál es el objetivo primordial del marxismo, porque para Marx la crítica de la crítica es que el hombre considere que el ser supremo para el hombre no es Dios sino el hombre. Su objetivo fundamental es apartar a la Humanidad de Dios y establecer una sociedad atea.

Y precisamente ya que estamos celebrando la fiesta de San José, conviene recordar que el día 19 de marzo de 1937 el Papa Pío XI (1922-1939) publicó la encíclica Divini Redemptoris, en la que decía lo mismo que yo acabo de escribir, aunque mucho mejor explicado. Se lo copio literalmente: “La doctrina que el comunismo oculta bajo apariencias a veces tan seductoras se funda hoy sustancialmente sobre los principios, ya proclamados anteriormente por Marx, del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, cuya única genuina interpretación pretenden poseer los teóricos del bolchevismo. Esta doctrina enseña que solo existe una realidad, la materia, con sus fuerzas ciegas, la cual, por evolución, llega a ser planta, animal, hombre. La sociedad humana, por su parte, no es más que una apariencia y una forma de la materia, que evoluciona del modo dicho y que por ineluctable necesidad tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la síntesis final: una sociedad sin clases. En esta doctrina, como es evidente, no queda lugar ninguno para la idea de Dios, no existe diferencia entre el espíritu y la materia ni entre el cuerpo y el alma: no existe una vida del alma posterior a la muerte, ni hay, por consiguiente, esperanza alguna en una vida futura”.

Y bien pudiera ocurrir que al leer estas palabras de Pío XI tuviéramos la misma reacción que aquella feligresa que invariablemente, después de escuchar la predicación de su párroco, hacía examen de conciencia, se veía limpia de todo pecado y siempre decía lo mismo: “¡Qué bien le viene a mi cuñada el sermón del señor cura!”.

Porque si el error de Rusia es el materialismo que denuncia Pío XI, tendríamos que decir lo mismo que los novios de antes, cuando hablaban por teléfono y todavía no había móviles y toda la familia escuchaba la conversación en la sala de estar, de modo que después de silencios prolongados mientras el tórtolo o la tórtola escuchaba por el auricular, se decía con un pretendido acento enigmático, pero que entendía todo el mundo: “Y yo más”.

Comprendo yo que en las anteriores consagraciones 
los Papas además de Rusia consagraran también el mundo. 
Y por eso pido que además de Rusia y de Ucrania,
 también añada a todos los países del mundo occidental 
y muy en especial el de España

Por eso comprendo yo que en las anteriores consagraciones los papas además de Rusia consagraran también el mundo. Porque si el error de Rusia es el materialismo, habrá que admitir que nosotros estamos como en Rusia o peor. Sin salir de nuestras fronteras y por no caer en la misma hiprocesía de la feligresa que solo veía pecados en su cuñada, habrá que reconocer que millones de católicos en España han votado en los últimos años con gran entusiasmo y con mayor torpeza con el criterio para elegir la papeleta de que no había que tener en cuenta a las leyes inicuas, porque arreglar la economía era lo primero y lo más importante.

Por todo ello, ruego encarecidamente que, si alguien leyera este artículo y tiene contacto directo con el Papa Francisco, como todavía estamos a tiempo hasta el próximo viernes día 25, que le diga a Su Santidad que además de Rusia y de Ucrania, que también añada el nombre de todos los países del mundo occidental y muy en especial el de España, porque en cuanto a lo del materialismo y al apartarnos de Dios…, ¡Y nosotros más!

Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de Universidad de Alcalá.
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