Europa se rinde ante Putin y presiona al cómico Zelenski
para que acepte las condiciones rusas
en materia de seguridad
16-3-22
Vladimir Putin, en la Epifanía, bañándose en una poza de agua helada.
El conflicto de Ucrania está visto para sentencia. Europa se rinde y presiona al cómico Zelinski para que acepte las condiciones rusas en materia de seguridad. Lavrov, el ministro ruso de Exteriores, anuncia que está cerca el acuerdo. Zelenski, por su parte, se resigna y pide a los ucranianos que se olviden de una posible entrada en la OTAN. En este contexto, solo a Estados Unidos le interesa prolongar el conflicto y debilitar aún más a Europa. Estados Unidos pretende convertir la relación con China en una lucha bilateral por el poder y quiere impedir que la UE se posicione como un tercer contendiente en un juego trilateral. Mantener esta guerra, por consiguiente, solo le interesa al demente Joe Biden.
La posición ayer de Zelenski nos plantea sobre todo el siguiente interrogante: ¿por qué no mantuvo una actitud igual de conciliadora al inicio del conflicto, lo que hubiera evitado la actual escalada bélica y el sufrimiento de millones de personas?
Al final, el espacio de seguridad que Rusia exige en Ucrania y su no alineamiento con los intereses de la OTAN empieza a ser tímidamente asumido por los mismos desvergonzados periodistas que ayer mismo formaban parte del coro de voces que exigían la cabeza de Putin. Algunos incluso, de forma no menos desvergonzada, han aparcado hoy su beligerancia rusófoba para concluir que lo que ha hecho Putin es exactamente lo mismo que hubiera hecho cualquier presidente de Estados Unidos si China pretendiese la instalación de misiles en Cuba o en México.
Algún día, este periodo que vivimos se estudiará como el escenario de una de las mayores campañas de manipulación y desinformación vividas por el hombre. Las imágenes del conflicto proceden solo de una parte. Los testimonios, cambiando los actores, casi siempre son los mismos. Se comprende el interés de los mandatarios occidentales en parapetar la narrativa oficial de las informaciones de medios rusos tan populares como RT, que cuentan con millones de seguidores en todo Occidente.
Ocurre sin embargo que cuando tienes que forzar tanto la maquinaria propagandista, los errores se acumulan y así no es extraño que la simpatía hacia la posición de Rusia aglutine cada día a más europeos. Putin lo sabe y por eso se sabe con ventaja. A Putin le ha bastado menos de un mes de conflicto para doblegar la volátil voluntad de los europeos. Nosotros mismos somos la primera razón de nuestra propia decadencia. Cuando los corrompidos mandamases de la UE le amenazaban con la guerra económica, él respondía con una carcajada: sabe que su pueblo tiene una capacidad de resistencia que la reblandecida y feminizada población europea dejó de tener hace mucho tiempo. Un alemán, un belga, un holandés, un francés… preferirían antes la muerte de un familiar cercano que bajar un grado la calefacción. La moralmente corrompida y debilitada sociedad europea haría cualquier cosa por impedir el desmantelamiento de un estilo de vida hedonista que contiene el germen de su progresiva decadencia.
La debilidad de Occidente es la consecuencia del declinar de su fe cristiana. Vivir en una sociedad cristiana no significa que todos seamos creyentes o que todos seamos santos. Dios nos da la libertad de elegir, pero la religión, tanto si nos gusta como si no, es la conexión entre la tierra, las personas y el cielo. Es la brújula que ha llevado a nuestras naciones hasta la cumbre de la civilización. Perdiendo nuestra fe cristiana, estamos perdiendo nuestro tesoro más valioso que es nuestra verdadera identidad. Esta identidad ha sido forjada a través de siglos de teología, filosofía, ciencia, guerras, y martirio, y nos ha posibilitado definir nuestra cultura y un conjunto común de valores. Sin esta fuerte identidad quedamos flotando en la nada, en el vacío de la sociedad consumista actual porque hemos perdido la brújula que está mostrándonos de dónde venimos y a dónde debemos ir.
La segunda razón endógena por la que es imposible la victoria contra Rusia es que Europa ha caído en la trampa del individualismo. Como nuestra herencia compartida está desvaneciéndose, nuestras naciones están desintegrándose hasta el individuo, porque nuestros enemigos, los mismos que han desplegado armas contra Rusia, han entendido que como individuos somos más débiles que como naciones. Fuera de los eventos deportivos, hemos olvidado cómo actuar en comunidad, como un país, como una civilización. Estamos perdiendo el sentido de comunidad con sus códigos, sus tradiciones y sus obligaciones porque estamos demasiado obsesionados con nuestras propias vidas individuales. Como ya no estamos más unidos en sociedad por los valores que han modelado este gran continente somos propensos a las asunciones hostiles y esto conduce a la segunda serie de problemas fundamentales a los que estamos enfrentándonos.
Esta segunda serie de problemas importantes de Europa son exógenos pero directamente conectados con nuestras debilidades endógenas. En primer lugar hay una influencia arrolladora desde potencias extranjeras y grupos de interés que han tomado el control de nuestra soberanía. Nuestra economía y los políticos están impulsados por Bruselas, Washington, el FMI, Wall Street, y las corporaciones multinacionales cuyos únicos intereses son los accionistas que ganan dinero.
También, nuestros ejércitos están bajo el control del Pentágono y la OTAN y hacemos guerras por los intereses de los accionistas anteriormente mencionados. Esos grupos quieren anular nuestra civilización y construir una nueva sociedad que encaje mejor con sus objetivos lucrativos para el poder global. Como la fe cristiana está decreciendo, estos grupos están aprovechándose de nuestras debilidades para establecer la agenda liberal económica y política que incluye el uso de la inmigración masiva y el islam para acelerar la transformación de nuestra sociedad.
Occidente está haciendo guerras en los países musulmanes mientras al mismo tiempo está fomentando que millones de musulmanes vengan a Europa. Tras el falso pretexto del humanismo, los políticos europeos han implementado una política de fronteras abiertas que está teniendo consecuencias catastróficas en nuestra civilización.
Rusia ha doblado el pulso a Occidente porque con Putin renovó masivamente su cultura y espiritualidad cristiana para defender sus valores, sus tradiciones, y su civilización. El Patriarca Kirill y el Papa Francisco, en su declaración conjunta tras su histórico encuentro en Cuba en febrero de 2016 declararon: “Llamamos a los cristianos de Europa oriental y occidental a unirse en su testimonio compartido de Cristo y del Evangelio, para que Europa pueda preservar su alma, modelada por 2000 años de tradición cristiana”.
Esto es posible, en Rusia, la Iglesia ortodoxa está en auge y en los pasados 6 años se han construido 6.000 nuevas Iglesias y consiguió 10.000 nuevos clérigos. Esto es simplemente impresionante.
Si queremos sobrevivir a esta hecatombe civilizacional que Rusia nos está anunciando, debemos usar la fuerza de manera inteligente, no la violencia sino la fuerza. Tenemos que desarrollar la virtud esencial de la fortitud, la fuerza, la fortaleza mental y emocional para enfrentarnos a la dificultad, la adversidad, el peligro, o la tentación, y debemos hacer esto de forma valiente si queremos construir una nueva élite. Hemos de hacer reivindicaciones, de boicotear marcas, de manifestarnos, de dejar de dar nuestro dinero a aquellos que están contra nosotros e incluso empezar a construir nuestras propias redes para el comercio, escuelas, artes, no solamente fuera de la sociedad sino también justo en el medio.
Asimismo, debemos ganar la guerra de información. Para comunicar nuestro mensaje debemos desarrollar todos los medios de comunicación: Internet, televisiones vía internet, emisoras de radio, videos pero también libros, tiras cómicas, teatro, conferencias, videojuegos o películas. Tenemos las herramientas a día de hoy para hacer esto, tenemos el talento que ahora necesitamos para estar organizados y producir, emitir y distribuir masivamente. Me gustaría recordar que Gramsci ha subrayado que la superestructura, que es la relación entre lo que es intelectual y cultural puede desbancar a la infraestructura que es puramente económica. No podemos expulsar a los globalistas sin una dinámica cultural.
Así pues, para concluir, ¿esto es el fin? ¿Estamos en los últimos días de Roma ante los bárbaros? No, Europa ya ha sido invadida por los hunos, los moros, los otomanos. Hemos sufrido la revolución francesa y dos guerras mundiales. Hemos superado esas situaciones catastróficas gracias a nuestra fe cristiana en Poitiers, en Lepanto, en Covadonga, en Kosovo, en Viena. No permitan que se olvide que la primera vez que la palabra Europa fue usada en la historia de nuestro continente fue precisamente en la batalla de Poitiers en el año 732 para identificar al bando cristiano. Sobreviviremos si actuamos rápidamente. Rusia nos está dando una soberana lección y hará que las cosas cambien en dimensiones radicales.
Francis Fukuyama estaba totalmente equivocado: Esto no es el fin de la historia. Ahora depende de nosotros, los europeos, que tomemos nuestro destino en nuestras manos, y revivamos nuestros valores cristianos para recuperar el poder. Al igual que la liebre en la fábula de La Fontaine, la élite global pensaba que ya habían ganado la carrera, pero justo ahora están totalmente inquietos y asustados. Ahora es el momento de recuperar nuestros países y liberarnos de las mafias globalistas unidas contra Rusia. Si hacemos esto, haremos a Europa grande de nuevo.