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lunes, 31 de agosto de 2015

Open de Australia: Rafa NADAL recibe un gesto deportivo y caballeresco de Tim Smyczek, el tenista adalid del Rosario y de la Confesión, devoto de san JoseMaría y lector del teólogo presbiteriano converso Scott Hahn (1939)

En la entrevista tras el partido, Nadal reconoció 
que no todo el mundo habría hecho lo que hizo Tim 
C.L. / ReL (25/8/2015): Hay que ponerse en la piel de Tim Smyczek el 21 de enero de este año. Aunque eres un respetado tenista en el circuito, nunca has ganado un título de la ATP, y todavía te faltan cuatro meses para alcanzar tu lugar más alto en el ranking, el 68º. Estás la segunda ronda del Open de Australia y tienes enfrente a una leyenda viva de la historia del tenis, Rafael Nadal: 14 Grand Slam a sus espaldas. Has conseguido presentar batalla durante cuatro horas en las cuatro primeras mangas y tu rival te acaba de romper el servicio en la quinta y decisiva: 6-5 a su favor, 30-0 y saque en su poder.
Un acto de gentileza deportiva
Cuando Rafa sirve para el 40-0 que le pone el partido en franquía, un espectador grita y le desconcentra, y la pelota se va medio metro tras la línea. Tras unos abucheos del respetable al descerebrado, el español se dispone a un segundo saque... y es entonces cuando Tim hace ver al árbitro de que no da por bueno el primer servicio, y de que su contrincante puede repetirlo.
Fue punto para Nadal, y aunque Smyczek remontó tres bolas de partido hasta alcanzar eldeuce, estrelló la siguiente en la red y en el cuarto match ball el manacorí se hizo con el triunfo.
No puede afirmarse que Tim perdiese por su detalle de deportividad (aunque, con un Nadal que lleva meses fuera de sus mejores momentos, ¿quién sabe?), pero tener esa bonhomía a tales alturas de partido y con esa situación en el marcador no es nada frecuente. Por eso el público lo aplaudió a rabiar, y Rafa no escatimó elogios en la entrevista tras el encuentro: "En primer lugar quiero felicitar a Tim porque es un auténtico caballero y lo que hizo en el último juego... no todo el mundo habría hecho algo así con 6-5 en el quinto set tras cuatro horas de juego, así que le felicito por ello". 
Por su parte, Smyczek quita importancia al gesto (que tuvo gran repercusión mediática) y explica que percibió la relación entre el grito y el error no forzado de Nadal porque "fallar por tanto no le había sucedido en todo el partido". Así que concederle un nuevo primer servicio "era lo correcto, ya estuviésemos al principio o al final del partido o ya fuese él por delante o fuese yo". Y añade: "Fue algo que mis padres me pidieron cuando empecé a jugar al tenis en serio. Pasase lo que pasase, querían que fuese un caballero en la cancha".
Esté donde esté, no falta a misa
Tim nació en Milwakee (Wisconsin, Estados Unidos), tiene 27 años y además del deporte consagra su tiempo al violín y a estudiar Derecho, pues quiere ser abogado cuando se retire del tenis. Y es un hombre con las ideas muy claras sobre la fe.
Este lunes concedió una entrevista a Trent Beattie para el National Catholic Register en la que explica que siempre ha intentado ir a misa todos los domingos, incluso los muchos que está fuera de casa y con las complicaciones de la competición: "Me lo inculcaron desde la infancia, así que para mí es algo automático, por así decirlo. Siempre ha ido conmigo con el paso de los años, incluso en la vertiginosa y cambiante vida del tenis".
Cristo, más importante que cualquier otra persona
Hace cuatro años Tim tuvo una novia, católica pero no practicante, y estaban pensando casarse: "Ella se había alejado de la fe, y eso habría complicado nuestra vida juntos como matrimonio. Habríamos tenido conflictos de creencias y de comportamientos, lo cual no habría sido un entorno ideal para educar a los hijos. Fue duro, pero le dejé claro que si íbamos a casarnos, tendría que tomarse la fe en serio. Ella no aceptó el reto, así que rompimos".
Fueron malos momentos, aunque confiesa que le ayudó a superarlos la historia de conversión de Scott Hahn, quien vivió momentos similares: "Aunque supusiese perder a un amigo o a una posible esposa, recordé que una vida centrada en Cristo y alimentada por la Iglesia debía ser mi máxima prioridad".
El confesionario, Camino y el rosario
Tim tiene palabras muy interesantes sobre el sacramento de la Penitencia: "Es algo extraordinariamente poderoso, porque nos pone a bien con Dios y nos da la gracia para evitar el pecado en el futuro. En mi caso, si no tuviese la confesión, probablemente iría de mal en peor, porque triunfarían la culpa y la ocasión de pecado. La confesión nos quita la culpa y frena la ocasión de pecado, impulsándonos en la dirección contraria de la virtud. Es un sacramento realmente sanador, así que hago un esfuerzo por confesarme a intervalos regulares, incluso cuando no me apetece. Hay gente que cree que si te confiesas con frecuencia es porque tienes montones de pecados graves que confesar. Es justo al revés. Normalmente, cuanto más te confiesas, menos tienes que decir, y cuanto menos te confiesas, más tienes que decir. Cuanto más te aproximas a la fuente de la gracia, más gracia consigues, y cuanto más te alejas, menos tienes".
Tim lleva siempre consigo dos libros de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino y Forja, porque su pequeño tamaño los hace óptimos para su vida viajera: "Lo que les falta de tamaño les sobra de sabiduría de San Josemaría, que quería que la gente considerase un tesoro sus creencia religiosas y las compartiese y viviese, en vez de ocultarlas".
Y dice que intenta rezar el rosario todos los días: "Es un medio muy eficaz para que los misterios de la vida de Cristo se hagan reales para cada persona. Ves las cosas a través de una lente encarnada, porque le estás pidiendo ayuda a la Santísima Madre. Ella conoce la Encarnación mejor que nadie, así que está en una posición única para ayudar a los demás a comprenderla". 
Próxima boda
No hace mucho le invitaron a una emisora de radio protestante a hablar de lo que significa ser cristiano en el tenis. "La entrevista fue muy bien, y al final el conductor del programa me invitó a dirigir la oración de la audiencia", comenta: "No esoy acostumbrado a dirigir oraciones públicas espontáneamente, así que lo primero que se me ocurrió fue el Ave María. Creo que al presentador le sorprendió cuando la recé, pero... el Ave María es muy bíblica, como vemos en el capítulo 2 de San Lucas. Ojalá ese Ave María llevara a algún oyente a considerar ser católico!".
Tim disputará a partir del 31 de agosto el US Open, pero tiene otro objetivo en mente: casarse en noviembre. "He encontrado una buena mujer católica con quien quiero pasar el resto de mi vida. Soy muy feliz por haberla encontrado, en particular porque me ayuda a ser mejor católico. Y eso es lo que más importa".

domingo, 30 de agosto de 2015

SÍNODO: el papa Francisco aseguró que las palabras de Jesús siempre «nos ponen en crisis; en crisis, por ejemplo, ante el espíritu del mundo, ante la mundanidad». Y dio tres claves para comprender dicha situación y saber cómo actuar (1938)


InfoCatólica-Luis Fernando (24.08.15): El papa Francisco aseguró ayer que las palabras de Jesús siempre «nos ponen en crisis; en crisis, por ejemplo, ante el espíritu del mundo, ante la mundanidad». Y dio tres claves para comprender dicha situación y saber cómo actuar ante cualquier situación o dificiultad:
-Primero, su origen divino : Él ha bajado del cielo y subirá allí donde estaba antes.
-Segundo, sus palabras se pueden comprender solo a través de la acción del Espíritu Santo, Aquel que «da la vida». Y es precisamente el Espíritu Santo el que nos hace comprender bien a Jesús.
-Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe: «hay entre ustedes algunos que no creen», dice Jesús. En efecto, desde ese momento, dice el Evangelio, «muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo». Ante estas defecciones, Jesús no hace descuentos y no atenúa sus palabras, aún más obliga a realizar una opción precisa: o estar con Él o separarse de Él, y dice a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».
Analicemos esos tres puntos que pueden iluminar las discusiones en el próximo sínodo de octubre, especialmente en aquellos temas que son altamente polémicos. A saber, la comunión de los divorciados vueltos a casar, las relaciones prematrimoniales, las homosexuales, etc.
Primero. Origen divino de Cristo. Si Cristo es Dios, su palabra es divina y sus mandatos son de obligado cumplimiento. Y precisamente Él fue quien anuló el permiso para divorciarse que estaba presente en la ley mosaica.
Segundo. Solo el Espíritu Santo nos hace comprender las palabras de Cristo. Por tanto, intentar interpretarle conforme a la opinión del mundo o de los que, desde dentro de la Iglesia, buscan llevar a cabo una pastoral mundana que choca de frente con el mandato del Señor, es camino seguro al fracaso.
Tercero. La causa incomprensión de las palabras de Cristo es la falta de fe. Este es un aspecto fundamental. Lo que está en juego en el sínodo es ni más ni menos que la fe católica. Y Cristo no va a aparecer por Roma a decir a los padres sinodales: “no os preocupéis, que a partir de ahora los adúlteros dejan de serlo y vosotros podéis aceptar que los que se divorcian y se casan de nuevo vivan como si tal cosa fuera aceptable para mí, el Padre y el Espíritu Santo“.
No, Cristo no cambia su mensaje para que sea más aceptable a sus discípulos o al mundo. Ni lo cambia cuando les dice que tienen que comer su carne y beber su sangre, cosa que era un escándalo a los oídos de muchos, ni lo cambió cuando, al prohibir el divorcio, sus discípulos le dijeron que entonces era mejor no casarse.
Y si Cristo no cambia su mensaje, la Iglesia tampoco. Porque si la Iglesia lo pretendiera cambiar, entonces sí es posible que Cristo se haga presente de alguna manera, no precisamente amable, para impedir semejante traición. Y es que con una traición, la de Judas, ya fue suficiente.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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sábado, 29 de agosto de 2015

ENCÍCLICAS: "Humanum Genus"(1884) de LEÓN XIII contra la Herejía de los MASONES y "Pascendi" (1907) de San PIO X contra la super-herejía de los MODERNISTAS (Progresistas) que afecta al conjunto de la teología fundamental, ocultándose en el seno y gremio mismo de la Iglesia. Cardenal ¿masón? en el Cónclave de 1903, excluido por el veto del emperador de Austria (1937)

"Pascendi" (1907) de San PIO X 
"Humanum Genus" (1884) de LEÓN XIII

Canonizaciones y dos Papas santos
Andrea Greco de Álvarez
InfoCatólica (6/8/2014)
A propósito de las pasadas canonizaciones del 27 de abril, sumado al anuncio de la próxima beatificación de otro Papa, para el 19 de octubre, se me ocurrió indagar sobre los últimos Papas Santos. Resulta ciertamente curioso que en los últimos 450 años sólo habíamos tenido dos pontífices Santos: San Pío V (1566-1572) y San Pío X (1903-1914). Mientras que en estos últimos 50 ya tenemos a San Juan XXIII (1958-1963) y San Juan Pablo II (1978-2005) y está a las puertas de la beatificación Pablo VI (1963-1978). Es llamativo, sobre todo teniendo en cuenta que: “Cuando la Iglesia canoniza un fiel no quiere solamente asegurar que el difunto está en la gloria del cielo, sino que lo propone como modelo de virtudes heroicas. Según los casos, se tratará de un perfecto religioso, párroco, padre de familia, etc. En el caso de un Papa, para ser considerado santo debe haber ejercitado las virtudes heroicas en el cumplimiento de su misión como pontífice, como fue, por ejemplo, San Pío V o San Pío X”. O sea que “la canonización de un Papa implica su santidad no sólo en la vida privada, sino también en la vida pública, o sea el ejercicio heroico de la virtud en el cargo que le es propio, el de sumo Pontífice”[1].
Bueno, como fuere, el caso es que fruto inmediato de las canonizaciones y a fuer de padecer vicios de historiadora, se me presentó la inquietud de investigar sobre estos dos Papas Santos anteriores a los conocidos por nosotros. San Pío V (Antonio Michele Ghislieri, 1504-1572) y San Pío X (José Sarto, 1835-1914). Ambos Papas, aparecen unidos, a pesar de los 400 años de distancia entre uno y otro, por la defensa y el sostén de la tradición. El primero, porque fue el Pontífice que debió poner en práctica las decisiones tomadas por el Concilio de Trento, la Contrarreforma Católica, en medio de los grandes conflictos, verdaderas tempestades desatadas a partir de la revolución iniciada por Martín Lutero. El segundo, en el confuso mundo que se preparaba para la Guerra Mundial, fue el abanderado de la lucha contra el Modernismo, la moderna herejía que como una peste se encontraba incubada “en las venas mismas de la Iglesia”, al decir del Santo Padre.
Intentaremos en este post conocer la figura de San Pío V para dedicarnos en el próximo a la de San Pío X.
San Pío V, el Papa de la Contrarreforma
El Papa Pablo VI decía que “Las desviaciones doctrinales actuales son análogas a las que efectuó en su época la Reforma Protestante”[2]. Conviene tener presente esta cita para que, al hablar de sucesos ocurridos hace 450 años, estos nos sirvan para iluminar el presente. En efecto, sostiene el P. Bojorge que son numerosas, desde diversos sectores, y muchas de ellas muy cualificadas, las voces que afirman que el catolicismo continúa sufriendo hoy un proceso de protestantización. “Un proceso que, según algunas de esas voces, sería aún más severo y más grave hoy que en el pasado. Bien puede decirse, al creerle a esas voces, que el efecto de la Reforma protestante no ha terminado aún y que asistimos en nuestros días a nuevos capítulos de ese proceso y hasta a una radicalización del mismo”. Por esto es que creo que la vida de San Pío V y su contexto pueden resultar iluminadores para comprender muchos hechos de la vida del catolicismo contemporáneo. En varios aspectos puede comprobarse que la historia continúa.
Una vez terminado el Concilio Trento, quedaba por dar el paso decisivo, su aplicación. Tres Papas afronta­ron dicho emprendimiento, por lo que la gente los llamó “Papas reformadores”.
El primero de ellos fue Miguel Ghisleri, que tomó el nombre de Pío V, fraile domi­nico de intensa vida interior y extraordinario celo por la fe católica frente a las nuevas y nefastas corrientes ideológicas. San Pío V se entre­gó de lleno “a los dos objetivos que se había pro­puesto: la reforma de las costumbres, según los de­cretos tridentinos, y la defensa de la fe combatida en todas partes. En lo que concierne al primer pun­to, comenzó reformándose a sí mismo, como lo había postulado el Concilio, ofreciendo el más vivo y austero ejemplo de espíritu religioso, y esmerán­dose en preocuparse por los pobres, entre quienes distribuyó las grandes sumas que otros Papas ha­bían dedicado a banquetes y fiestas”[3].
Empezó por la reforma del Papado. El Papa vivía en una celda monacal, no bebía más que agua, y se pasaba horas enteras en oración ante el Santí­simo.
Luego se abocó al mejoramiento espiri­tual del pueblo y la reforma de las costumbres, lu­chando contra las fiestas inmorales y procurando con energía suprimir todo tipo de usura.
También realizó la reforma de la Curia romana que incluyó la supresión total del nepotismo. Los nuevos cardenales y obispos el Papa los elegiría entre los que sobresalían principalmente por sus cualidades morales. Este fue un golpe de timón decisivo, dado que muchos parecían más príncipes seculares que pastores religiosos. El Papa también obligó a cumplir la ley de residencia de los obispos (ya que muchos preferían vivir en las cortes y no en sus diócesis); y se preocupó por la mejora de las Órdenes religiosas y de la formación de los futuros sacerdotes estableciendo los Seminarios.
Además realizó 4 publicaciones de gran importancia. El Catecismo tridentino o Catecismo de Pío V, profundo y claro a la vez, tenía por destinatarios tanto al clero como al pueblo cristiano en general. Juntamente con la enseñanza de la verdadera doctrina cristiana, debía ordenarse el culto y la liturgia católica. Publicó una nueva edición del Oficio divino, que necesitaba ciertamente una reforma por estar demasiado abultado, e incluso contenía himnos mitológicos propios del gusto renacentista. También promulgó elMisal Romano (que fue la base del Vetus Ordo Missae hasta la reforma de 1969). “Hubo además –afirma el Padre Alfredo Sáenz– una cuarta publicación de que se habla menos. Entendiendo este gran Papa dominico, que el pensamiento de Santo Tomás podría ser la base más sólida para reedificar la Iglesia “como una mole estable frente a las tempestades”, tras proclamar al Aquinate Doctor de la Iglesia, dispuso que dos teólogos preparasen unaedición definitiva de la Summa Theologiae, de modo que pudiera ser enseñada en las Universidades”[4].
San Pío V, el Papa que enfrentó al Protestantismo y al Islam
Pero junto con esta reforma interna el Papa no olvidaba otros objetivos de su pontificado, como eran la defensa de la fe contra la Revolución Protestante y la respuesta al peligro turco. Así debió enfrentar decididamente al protestantismo, que había hecho grandes progresos en Alemania, Suiza e Inglaterra, y amenazaba apoderarse de Francia y los Países Bajos. En lo que toca a la lucha contra el protestantismo, es evidente que su acceso al trono pontificio levantó un dique de contención al avance aparentemente invicto de los novadores en el centro y norte de Europa, particularmente en los Países Bajos, Francia e Italia. A los príncipes indecisos, los exhortó a definirse de una vez, volviendo plenamente al seno de la Iglesia, a promover en sus países la reforma católica, y a luchar con todos los medios a su alcance contra la herejía protestante. La acción del Papa Santo confirmaba "Extra Ecclesia nulla salus", que significa: “Fuera de la Iglesia no hay salvación” (Bula Unam Sanctam del Papa Bonifacio VIII, año 1302).
Con respecto a la lucha contra el Islam, que acosaba peligrosamente a la Cristiandad el Papa Pío V desarrolló su política más exitosa, ya que logró volcar a una parte importante de la Cristiandad en la campaña contra los turcos. Los musulmanes, envalentonados con las grandes victorias de Solimán el Magnífico bajo el reinado de su hijo, Selim III, se habían propuesto conquistar la isla de Chipre, para invadir después a Italia, con la intención manifiesta de llegar hasta la misma Roma. Ante ese peligro, el Papa logró constituir “la Santa Liga”, formada por Venecia, España y la Santa Sede. Una flota se formó para enfrentar a la Armada turca.
El novelista alemán Louis de Wohl[5] narra el momento en que conformada la flota los príncipes y reyes no lograban acuerdo para nombrar el comandante para enfrentar al Islam. San Pío V no podía entender que los príncipes cristianos tuvieran rencillas internas cuando la Cristiandad estaba en jaque. El Santo Pontífice pensaba que cada uno se preocupaba por la grandeza de sus propios países; que habían perdido el espíritu de las cruzadas, el espíritu del propio sacrificio.
“¡Señor, Señor! ¡Habrá que ver de qué forma discutían entre ellos acerca del que ha de ser el jefe supremo de una Liga en servicio tuyo! Bastaba con que una parte se inclinara por uno para que los demás se opusieran. Y cuando fue sugerido el nombre de un «neutral» todos se opusieron, como si les fuera a arrebatar la gloria para su propio país.
Como si algún jefe cristiano pudiera permanecer neutral cuando la causa de Cristo está en juego.(…) Y aquí está un anciano, ya cerca del final de su vida, un sacerdote al servicio del Príncipe de la Paz, que tiene que ponerse a hablar de cañones y de barcos y de tropas, que tiene que intentar movilizar ejércitos y naves para sacarlos de su estéril inactividad y que defiendan Su causa”.
El anciano Papa tenía que resolver esta cuestión para que la flota enfrentara al enemigo de la fe cristiana. Oraba y repetía con las palabras del Salmo 129: «De lo profundo te invoco, Dios mío. Escucha mi voz, Señor…». Pedía incesantemente al Señor con el salmista «Dame a conocer el camino por donde he de ir…».
Era el mes de noviembre de 1570 el Papa Santo “celebró la Misa como de costumbre, completamente sereno, leyendo el misal despacio. (…) Pío V participó de la Carne y de la Sangre de Cristo, deseando, como todo el mundo, que las oraciones de los grandes santos le ayudaran a ser menos indigno.
Al final, el Papa leyó en el misal el comienzo del Evangelio de San Juan: «En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios; y el Verbo era Dios. Estaba al principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él y sin Él nada fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la oscuridad; las tinieblas no la aceptaron. Hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan…».
El Papa se detuvo en estas palabras.
Los prelados se le quedaron mirando, no porque se había detenido, sino porque la última frase fue pronunciada en un tono totalmente distinto, con una voz diferente, profunda y vibrante, casi como una campana. El anciano temblaba todo él, pero su rostro estaba radiante. (…)
—«Hubo un hombre enviado por Dios —dijo el Papa—, cuyo nombre era Juan…».
—Hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan —repitió por tercera vez, pero ya con su voz normal”.
Cuando terminó de celebrar la Santa Misa reunió a la Asamblea: —Eminencias —dijo el Papa—Excelencias. El comandante supremo de la flota de la Liga Santa será don Juan de Austria. Seguro de que Dios había dictado el nombre del joven y valiente español para desempeñar esta misión providencial.
Una flota quedó así bajo el mando de don Juan de Austria, quien el 7 de octubre de 1571 hizo frente a la armada turca en el golfo de Lepanto. Sobre la proa de la nave almirante, con un crucifijo en las manos, don Juan en persona dirigió la acción. La flota enemiga fue incendiada o cautivada. A bordo de un navío de los vencedores se encontraba un soldado herido, con el brazo dislocado. Era Miguel de Cervantes, quien cantaba con sus compañeros el Te Deum de la victoria. El triunfo fue resonante, dejando sumamente herido al poder musulmán.
Otro milagro sucedió aquel día. La Batalla se desarrollaba en el Mar Jónico. El Papa estaba en Roma ese día 7 de octubre de 1571, de pronto, se levantó de su silla, se dirigió a la ventana y se quedó mirando al cielo como escuchando algo. Cuando se volvió exclamó: —Hoy no es día de dedicarse a resolver cuestiones de gobierno —dijo. Lo que tenemos que hacer es dar gracias a Dios por nuestra victoria sobre los turcos.
Enseguida, después de alabar a Dios dirigió su mirada a la Santísima Virgen quien desde la pintura hecha por Fra Angélico lo miraba. —Auxilium christianorum —murmuró— Ruega por nosotros auxilio de los cristianos.
Eran las 2 de la tarde, la hora precisa en que allá lejos en las aguas del Golfo de Lepanto la flota de la Liga había derrotado a la poderosísima armada turca. De allí nació este título de la Santísima Virgen y la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias. Dios había utilizado aquel día a un puñado de sus servidores para detener, en el santo nombre de la Cruz, el avance de la Media Luna.
Pío V, Papa Santo
Este fue San Pío V el Papa Santo de la austeridad pontificia, de la reforma moral, de la instrucción del sacerdote, del Catecismo de Trento, de la Misa tridentina, de la difusión de la Summa, de la firmeza contra los protestantes y de la victoria sobre el Islam. Este fue San Pío V el Papa de Nuestra Señora de las Victoria, Auxilio de los cristianos.
San Pío V: Intercede por nosotros, pide a la Virgen que sea nuestro auxilio, y si la Divina Majestad es servida con ello, que los cristianos volvamos a ser instrumentos dóciles para que la Santa Cruz triunfe. ¡Para que Cristo reine, para que Cristo impere!
[1] Ambas citas corresponden a dos entrevistas realizadas durante el mes de abril de 2014 al reconocido historiador de la Iglesia, el italiano Prof. Roberto de Mattei. Entrevista en Catholic Family News; y www.Ilfoglio.it; http://www.conciliovaticanosecondo.it/. Decimos que nos resulta “llamativo” porque lo deseable y de algún modo el resultado lógico, “por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7, 20), sería que de la santidad de dos o tres Papas, guías y conductores de la Iglesia, se vieran los frutos.
[2]SS Paulo VI (27-6-67). En la introducción al primer tomo de “La Nave y las tempestades”, del P. Alfredo Sáenz S.J., (Ed. Gladius, Buenos Aires 2002) Federico Mihura Seeber observaba atinadamente, que las olas y los embates sufridos por la Iglesia en el pasado serán los mismos que sufrirá más tarde, “sólo que mucho más graves”. Idéntica es la observación del Padre Horacio Bojorge para la novena tempestad en el tomo dedicado la Reforma Protestante.
[3] Sáenz, Alfredo. La nave y las tempestades; La reforma protestante. Buenos Aires, Gladius, 2005, p. 450.
[4] Ibidem, p. 452. Cfr. Orlandis, José. El pontificado romano en la historia, Madrid, Palabra, 2003, p. 194.
[5] Louis de Wohl. El último cruzado; La vida de Don Juan de Austria. Madrid, Palabra, 1984, p. 383-387, 455.
Andrea Greco de Álvarez
InfoCatólica-7/8/2014
Decíamos en el post anterior que el hecho de las pasadas canonizaciones del 27 de abril, sumado al anuncio de la próxima beatificación de otro Papa, nos había despertado la ocurrencia de indagar sobre los últimos Papas Santos. Nos llama la atención que en los últimos 450 años sólo habíamos tenido dos Papas Santos: San Pío V (1566-1572) y San Pío X (1903-1914).
Decíamos también que San Pío V y San Pío X se nos presentaban unidos, a pesar de los 400 años de distancia entre uno y otro, por la defensa y el sostén de la tradición. El primero, porque fue el Pontífice de la Contrarreforma, de la defensa de la Fe contra protestantes y musulmanes. El segundo, porque en el confuso mundo que se preparaba para la Guerra Mundial, fue el abanderado de la lucha contra el Modernismo, la moderna herejía que como una peste se encontraba incubada “en las venas mismas de la Iglesia”, al decir del Santo Padre.
La Masonería y el Cónclave que eligió a San Pío X
A la muerte de León XIII el cónclave que eligió a San Pío X tuvo dos particularidades: en primer lugar, uno de los candidatos favoritos (al menos fue el que encabezó las primeras votaciones, que fueron siete) el Cardenal Rampolla, según varias fuentes, era un alto miembro de la masonería; en segundo lugar, el emperador de Austria-Hungría Francisco José por medio del Cardenal Puzyna (Obispo de Cracovia) hizo saber que emplearía el Derecho de Exclusión, o Jus Exclusivae, posiblemente originado a partir del Siglo XVI por el cual el emperador tenía derecho de vetar la elección, pidiendo la exclusión del Cardenal Rampolla[1]. Sería la última ocasión en que un emperador apelara a este derecho.
Por ello interesa analizar, con algún detenimiento, ambas particularidades. Empezaremos por la vinculación entre el Cónclave, el Papado y la Masonería.
El Gran Maestre de la masonería Albert Pike  [2] escribió en 1871 (poco tiempo antes del pontificado de León XIII) sobre la verdadera naturaleza de la “Luz” que persiguen los ma­sones. En sus voluminosos tomos "Morales y Dogmas", Pike expresa crudamente los planes conspirativos de los verdaderos dirigentes de la masonería: “… dentro de poco el mundo ven­drá hacia nosotros por sus Soberanos y Pontí­fices. Constituiremos el equilibrio del univer­so, y gobernaremos a los Amos del Mundo”[3].
El gobierno pontifical del Papa Gregorio XVI capturó documentos de la Logia Masónica, conocida como Alta Vendita. El Papa Pío IX le dio a Jacques Crétineau-Joly (1803-1875), periodista e historiador, permi­so para publicar en su libro "La iglesia y la Revolución", las copias de los documentos y la correspondencia de la Alta Vendita. En oc­tubre de 1884, aproximadamente seis meses después de la aparición de la "Humanum Ge­nus" [4], se reiteraron estos mismos documentos con comentarios totalmente históricos en una serie de conferencias que dio Monseñor George F. Dillon en Edimburgo, Escocia. Estas con­ferencias impresionaron de tal manera a León XIII que las publicó y distribuyó a su propio costo.
Los documentos de Alta Vendita son nota­bles, en el punto que declaran expresamente un plan de infiltración y destrucción de la Igle­sia Católica, plan que (fue afirmado) podría llevar un siglo en llevarse a cabo. Algunas ci­tas son realmente impresionantes: “Nuestro fin último es el mis­mo que tenía Voltaire y la Revolución France­sa —la Destrucción final del Catolicismo, e incluso de la idea cristiana… El Papa, quien quiera que sea, nunca vendrá a las socieda­des secretas; son las sociedades secretas las que deben dar el primer paso hacia la Iglesia, con la idea de conquistar a ambos. La tarea que vamos a emprender no es el trabajo de un día, un mes o un año, puede durar varios años, quizás un siglo, pero en nuestras filas los soldados mueren y la lucha continúa… Lo que deberemos pedir, lo que debemos bus­car y esperar, así como los judíos esperan el Mesías, es un Papa de acuerdo a nuestras ne­cesidades… Uds. lograrán a bajo costo y por sus medios, una reputación como buenos ca­tólicos y patriotas puros. Tal reputación facili­tará el acceso de nuestras doctrinas entre el clero más joven, así como también en lo más profundo de los monasterios. En unos pocos años, por fuerza de las cosas mismas, este cle­ro joven habrá invadido todas las funciones; formarán parte del consejo del soberano y serán llamados para elegir el Pontífice que rei­nará…”[5]
En contraposición a este panorama de guerra espiritual y revolución originado en las Logias Masónicas —lo que el Papa Pío IX lla­mó la “Sinagoga de Satanás”León XIII pu­blicó su atronadora encíclica contra la Maso­nería. Resulta sorprendente que su propio Secretario de Estado, el cardenal Rampolla, tan cercano a él, sería luego acusado de per­tenecer a una de las sectas más diabólicas de esta red infernal de subversión.
¿Quién era este Cardenal, entonces? El Car­denal Mariano Rampolla del Tindaro (1843-1913), durante esta era turbulenta, en una Europa en inestable equilibrio, desgarrada por la guerra y envuelta en la tensión, trabajó activamente en la políti­ca exterior al servicio del Papa León XIII.
¿De dónde surgen las versiones que lo vinculan a la masonería? Monseñor Jouin [6], fundador y director de la Revue internationale des societés secrètes, con las pruebas de la afiliación del cardenal Rampolla en la mano, encarga a su redactor en jefe, el marqués de La Franquerie, que muestre estas pruebas a los cardenales y obispos de Francia. Félix Lacointa, director del periódico Le bloc anti-revolutionnaire (ex-Bloc catholique), atestigua en 1929 en un artículo titulado “Le F\ Rampolla”, la pertenencia del Cardenal Rampolla a la masonería en la Logia Ordo Templi Orientis. En el propio Manifiesto de dicha Logia aparece el nombre del Cardenal como uno de sus miembros[7].
La masonería había encargado al hermano Rampolla dos misiones:
1) Fundar, en el seno del mismo Vaticano, una logia (la de “San Juan de Jerusalén”), que proveería altos dignatarios de la Santa Sede;
2) Hacerse elegir Papa a la muerte de León XIII.
El Cónclave y el "Jus Exclusivae": El Papa León XIII falleció el 20 de julio de 1903. La primera sesión del cónclave fue el 1 de agosto. El Cardenal Rampolla liderólas dos primeras votaciones. Durante la segunda sesión, el día 2 de agosto, imprevistamen­te el conclave fue interrumpido por una con­moción: el Cardenal Puzyna, Obispo de Cra­covia (entonces dentro del Imperio Austría­co) se irguió para dar una declaración que dejó anonadada a la asamblea. Utilizando el latín declaró, “… oficialmente y en nombre y por la autoridad de Francisco José, Empera­dor de Austria y Rey de Hungría, que Su Ma­jestad, en virtud de un antiguo derecho y pri­vilegio, pronuncia el veto de exclusión contra Su Eminencia Reverendísima, el Cardenal Mariano Rampolla del Tindaro”.[8]
Fueron varias las razones que se han ale­gado para el establecimiento general del Jus Exclusivae, desde las puramente políticas hasta el descuido Católico y la protección del Papado. En cierto modo, las profundas creen­cias del antiguo Sacro Imperio Romano lo hacían funcionar de una manera tan protec­tora. Es posible que un emperador devoto o un rey con información vital pudieran haber ejercido el Derecho con integridad, con el objeto de proteger la Silla de Pedro de un can­didato corrupto.
Según distintos autores, Monseñor Jouin había recurrido personalmente al Emperador Fran­cisco José para pedirle que invocara el Jus Exclusivae, teniendo algunas pruebas de que Cardenal Rampolla tenía por lo menos una afinidad cercana con la Masonería.
En el caso del Cardenal Rampolla, los motivos del veto se encuentran todavía suje­tos a debate. Lo que no es debatido es el re­sultado: el Cardenal Rampolla manifestó su oposición, se volvió a votar, y finalmente el candidato que había obtenido el segundo lu­gar fue elegido Papa. Éste Cardenal –Giuseppe Melchiorre Sarto (1835-1914), Cardenal de Venecia– Papa a los sesenta y ocho años, eligió el nombre de Pío X. Como lo había previsto la Providencia, a pesar de la protesta humilde del Cardenal Sarto por su elección, fue escogido como el hom­bre providencial.
Comenta el cardenal americano James Gibbons: “Cuando el Cardenal observó que los sufragios hacia él iban aumentando, se lo vio perturbado, y con un ferviente discurso imploró a sus colegas que no lo consideraran como candidato. Contrariamente a sus deseos, los votos para él iban en aumento. Nuevamente en un segundo discurso imploró a los Cardenales que olvidaran su nombre: “Obtestor vos”, fueron sus palabras, “ut nominis mei omnino obliviscamini” (…) Todos fueron movidos por la modestia y transparencia sincera del hombre (…) Nunca un prisionero hizo mayores esfuerzos para escapar de su confinamiento como hizo el Cardenal Sarto para escapar del yugo del Papado”[9].
Como afirma el Cardenal fueron esos discursos, tan llenos de humildad y sabiduría, los que hicieron cada vez más vanas sus súplicas.
Cuando, luego del séptimo escrutinio, fue definitivamente elegido respondió a la pregunta ritual: «Quoniam calix non potest transire, fiat voluntas Dei [Puesto que el cáliz no puede pasar, hágase la voluntad de Dios]. Lleno de confianza en la protección divina y de los santos apóstoles Pedro y Pablo y de los santos pontífices que se han llamado con el nombre de Pío, sobre todo de los que extremadamente combatieron contra las sectas y los errores del siglo pasado, asumo el nombre de Pío X»[10].
¿Qué pensar respecto al hecho de que el Papa Pío X no desterrara completamen­te al Cardenal Rampolla –o que el mismo Pío X aboliera el Jus Exclusivae?
Primero, no tenemos ninguna prueba acerca de cuánto conocía el Papa Pío X o inclusive creyera acer­ca del Cardenal Rampolla, mientras éste to­davía estaba vivo. Es probable que el Papa fue­ra informado de la sospecha, pero también es bastante probable que él no estuviera prepa­rado para creerlo[11]. Félix Lacointa, en la publicación antes mencionada de 1929, narra: “En el curso de nuestra última entrevista (con Mons. Marty, obispo de Montauban), como lo teníamos al corriente de los descubrimientos hechos recientemente y veníamos a hablar del cardenal Rampolla di Tindaro, tuvo a bien relatar que luego de la visita ad limina que hizo a Roma, algún tiempo después de la muerte del antiguo secretario de Estado de León XIII, fue llamado por un cardenal (Merry del Val, secretario de estado de San Pío X) que le contó con abundantes detalles que a la muerte del cardenal Rampolla, se descubrió entre sus papeles la prueba formal de su traición. Estos documentos abrumadores fueron entregados a Pío X: el santo pontífice se aterrorizó, pero quiso preservar del deshonor la memoria del prelado felón y con el fin de evitar un escándalo, dijo muy conmovido: ¡El desgraciado! ¡Quemadlos!” Y los papeles fueron arrojados al fuego en su presencia”[12].
Segundo, el Carde­nal Rampolla dimitió inmediatamente como Secretario de Estado y fue reemplazado por el Cardenal Merry del Val. Mientras él mantuvo algunas oficinas, pasó voluntariamente a un semi retiro. Esto puede haber sido un arreglo deliberado entre el Cardenal Rampo­lla y el Papa para evitar el escándalo, quitan­do a Rampolla la posibilidad de que ejerciera una interferencia significativa; actitud que pudo haber reflejado, además, tanto la pru­dencia como la caridad del Papa en tomar medidas basadas en información alarmante, evitando mientras tanto las penas más áspe­ras en ausencia de pruebas precisas. La prue­ba, en la forma del Manifiesto, sería conocida en años posteriores[13].
Del mismo modo, el Papa Pío X tenía mo­tivos para abolir el Jus Exclusivae. Como lo relató el chambelán del Papa: “Pío X con frecuencia hizo conocer sus decisiones por motu proprio. Uno de sus primeros actos oficiales fue para abolir el privilegio de veto, acordado en tiempos muy diferentes con los Emperadores y los Reyes de España y Francia. La Cristiandad en la cual su ejercicio había sido tolerado ya no existía y, si el Emperador en su última intervención hubiera hecho uso indebido del mismo habría quedado irreprochado, después podríamos haber tenido po­siblemente a un masón como Presidente de Francia reclamando el mismo derecho como consecuencia de la herencia que la Repúbli­ca recibió de la monarquía Borbón”.
El Papa Pío X estaba agudamente conscien­te de ambos, tanto los infiltrados como los peligros perturbadores son reflejados en sus encíclicas. En su Encíclica de 1907 "Pascendi Dominici Gregis",
“Sobre la Doctrina de los Modernis­tas”, Pío X escribe: “Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados.
Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre”[14].
El Papa se manifiesta así gravemente preocu­pado por los partidarios del error que se ocul­tan dentro del mismo clero. ¿Refleja esta ad­vertencia preocupaciones derivadas de la cues­tión Rampolla?, se pregunta Heimbichner, y se responde: Desde luego, parecería posi­ble, si no probable.
Aún más significativa es la primera encí­clica del Papa San Pío X, E Supremi Apostolatus, “Sobre la Restauración de Todas las Cosas en Cristo,” dada el 4 de octubre de 1903. En este documento leemos la declaración alar­mante que: “Quien considere todo esto tendrá que admitir de plano que esta perversión de las almas es como una muestra, como el pró­logo de los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensaráque ya habita en este mundo el hijo de la perdición (2 Tes. 2:3), de quien habla el Apóstol”[15].
El Papa estuvo claramente preocupado porque el Anticristo puede haber estado ya presente entre  los hombres. Algo debe haber sucedido como para sacudir al Papa a este punto a principios de su pontificado. Una pista de la causa de su alarma es dada por el Papa cuando continúa en la misma en­cíclica señalando: “…Por el contrario -esta es la señal propia del Anticristo según el mis­mo Apóstol-, el hombre mismo con temeridad extrema se ha colocado en el lugar de Dios…”[16].
El estudio de Craig Heimbichner, concluye con un llamado elocuente: “cier­tas preguntas permanecen para que todos nosotros reflexionemos: 
¿Si las Logias casi obtuvieron una victoria sobre el Vaticano hace mucho tiempo, dejarían de intentarlo? ¿Por qué se frenarían? ¿No serían animados a con­tinuar con su propósito? ¿Y qué habrían in­tentado hacer posteriormente?
Si no recuperamos esta vigilancia im­portante, seremos testigos -cada vez más- cómo la Iglesia Católica Romana se conforma según la imagen de la gnosis, que expone con creciente temeridad el Culto del Hombre has­ta que la Mano de Dios intervenga”[17].
San Pío X y la reforma de la Iglesia
El derecho de veto o exclusiva, que se arrogaban algunos monarcas católicos, fue abolido ex­presamente por Pío X en el motu proprio Arduum sane munus, que lo prohibió con amenaza de graves penas canó­nicas. Esta prohibición fue luego ratificada por la constitución Vacante Sede Apostólica, que reguló en su con­junto la elección pontificia. La finalidad de esta decisión era evitar las injerencias del poder político sobre la Iglesia. Pero además de esto que se refiere al fuero externo, el motu proprio tiene una importante consecuencia hacia el fuero interno. También prohíbe la realización de pactos previos entre los cardenales que a veces obligaban al elegido a tomar medidas para el efectivo bien de la Iglesia, pero que en otros casos respondían, por el contrario, a intereses personales o de grupo. Esa fue la razón por la que el Papa decidió que debían ser formalmente prohibidos. La prohibición entró en vigor con las reglas para los cónclaves promulgadas por San Pío X, en la Constitución apostólica Vacante Sede Apostolica, de 1904, que decía lo siguiente: “Igualmente prohibimos que los cardenales, antes que procedan a la elección, estipulen capitulaciones o establezcan realmente algo por consenso común, comprometiéndose a cumplirlo realmente si son elevados al pontificado. Tales cosas, si sucedieran ‘de facto’, inclusive con un juramento anexo, las declaramos nulas e írritas”[18].
En lo que se refiere a la vida interna de la Iglesia, el pontificado de San Pío X estuvo marcado, en el orden disciplinar, por dos acontecimientos de notable entidad. El primero consistió en la reforma de la Curia romana, que en sus líneas fundamentales había quedado anclada en el organigrama diseñado por Sixto V en el año 1588. La constitución Sapienti Consilio (29-VI-1908) estableció una nueva estructura en la que se revisaba totalmente la organización de los oficios, congregaciones y tribunales, que fueron actualizados y cuyas competencias fueron nuevamente definidas. Otro hecho importante fue la de­cisión tomada por Pío X pocos meses después de su elec­ción papal de proceder a una nueva y completa sistema­tización del Derecho de la Iglesia, creando con ese fin una comisión especial, de la que fue figura sobresaliente Pedro Gasparri, más tarde cardenal y secretario de Estado. El fruto de esos trabajos fue la elaboración del Código de Derecho Canónico, que terminó Benedicto XV y fue promulgado en 1917. Sin embargo la acción fundamental de San Pío X fue defender a la Iglesia de la herejía modernista.
El Modernismo
Para hacer honor a San Pío X y más que hablar de su vida, es importante recordar lo que éste significó para la Iglesia, o más bien, lo que fue su preocupación y lucha constante: el combate contra el modernismo (que después adoptó el nombre de progresismo) [19].
Pero para ello, interesa conocer qué era el Modernismo y de qué manera fue inficionándose dentro de la Iglesia. Escribe el P. Alfredo Sáenz [20] que el modernismo fue un fenó­meno sumamente complejo, donde todo fue puesto en cuestión: el problema religioso, la constitución de la Iglesia, la relación de la fe con la historia, la fijeza de los dogmas, etc. Todo ello sobre el pre­supuesto de que el pensamiento católico se había vuelto anacrónico, estaba superado. Según este pensamiento la Iglesia no había sido instituida por Cristo sino que habría brotado de la necesidad inmanente que sentían los fieles de comunicarse unos a otros sus vivencias religiosas. Por lo mismo, la autoridad eclesiástica no se fundaba en Cristo y en los Apóstoles sino que nacía del pueblo y, por lo tanto, debía ser democrá­tica. Además se imponía la separación entre la Iglesia y el Estado, y, en cierto modo la Iglesia debía estar sujeta al Estado. “La idea medular y quintaesenciada de la ideología modernista –concluye el P. Sáenz– era la ley de la evolución; todo evoluciona y cambia, la fe, el dogma, la moral, el culto, la Iglesia”.
¿Pero cuáles eran las raíces del movimiento modernista? Se reconocen tres raíces principales.
Una raíz filosófica: el Agnosticismo, principalmente bajo el influjo de Kant, el cual afirmaba, entre otras cosas, que el entendimiento no podía aprehender con certeza nada que estuviese en el ámbito de las cosas sobrenaturales.
Una raíz psicológica y religiosa, bajo la influencia de Schleiermacher, según el cual la religión consistía únicamente en la vida interior de cada quien.
Finalmente una raíz histórica, el evolucionismo, basado en el Relativismo histórico, para el que nada está acabado, todo se encuentra en devenir, dogmas incluidos.
En el fondo se trataba, afirma el P. Alfredo Sáenz de un intento inmenso por lograr que la Iglesia diese un golpe de timón que la volviera acorde al “mundo moderno”. En definitiva lo que buscaba el modernismo era una alianza entre el cristianismo y el espíritu de la modernidad.
Pero fue justamente el modernismo el que al pretender exaltar al hombre acabó por degradarlo. Al querer poner la fe de acuerdo con el “pensamiento moderno”, radicalmente prometeico, acabó por renunciar a la fe. Los modernistas se sentían como los pioneros que necesitaba la Iglesia, “los forjadores de una nueva era cristiana, los únicos que, apartándose de una masa todavía incapaz de entenderlos, arrojaban en el surco de la historia las semillas del porvenir”[21].
Así lo confiesa Alfred Loisy, uno de los principales representantes del modernismo. A su juicio todos los grupos modernistas coincidían en, “la necesidad de una reforma de la enseñanza católica”, una reforma, una nueva apologética adecuada a la modernidad. Por eso, “lejos de romper con el catolicismo, hacían profesión de hijos cabales de la Iglesia, los más sagaces, los que la tenían clara”[22].
Otro ejemplo de este pensamiento que procuraba adaptar la Iglesia a la modernidad está en dos grandes reuniones de 600 a 800 sacerdotes provenientes de toda Francia, en su mayoría del clero diocesano. Un cronista contaba el espíritu que había visto en ambas asambleas: “Todos piensan que hay que ser de su tiempo, amar a su tiempo, hablar el lenguaje de su tiempo, responder a sus aspiraciones, adaptar la acción a las necesidades nuevas, vivir la vida de sus contemporáneos”.
La complejidad de la herejía modernista es que en lugar de la verdad objetiva, garantizada por la razón y la fe, “todo es reducido al subjetivismo emocional, lo que entraña el evolucionismo indefinido de las fórmulas y de las ideas. Si las otras herejías interesaron tal o cual artículo del credo católico, el modernismo afecta al conjunto de la teología fundamental”[23].
San Pío X y la herejía modernista
San Pío X combatió el modernismo. Como dijera el Papa Pío XII , el 29 de mayo de 1954, hace 60 años, al celebrar la canonización de San Pío X en un discurso intenso y firme, que siguió a la ceremonia de canonización: “Cualquier teoría, como el Modernismo, que separa la fe y la ciencia, en su fuente y en su objeto, oponiéndose una a la otra, produce en estas dos áreas vitales de un cisma, que es tan perniciosa “que un poco es más que la muerte”. (…) Con mirada vigilante Pío X observó la llegada de esta calamidad espiritual del mundo moderno, esta amarga desilusión que afectaba sobre todo a las clases cultas. Se dio cuenta de cómo una fe tan evidente, es decir, una fe no fundada sobre la revelación de Dios, sino que estén arraigadas en un terreno puramente humano, atraería a muchos al ateísmo. Así mismo, reconoció el destino fatal de una ciencia, que contrario a la naturaleza y en la limitación voluntaria, interceptó el camino a la verdad absoluta y el Bien, dejando al hombre, privado de Dios y se enfrentan a la oscuridad invisible en la que se encuentra en todo ser vestirte, sólo la actitud de la angustia o la arrogancia”[24].
El Papa Pío XII señalaba en dicho discurso tres puntos fundamentales, distintivos y característicos del papado de San Pío X: El programa de su pontificado anunciado en su primera encíclica (E Supremi de 04 de octubre 1903) declaró como su único objetivo el de “restablecer todas las cosas en Cristo” (Efesios 1:10).
Pío X se revela como el campeón indomable de la Iglesia y del Santo providencial de nuestros tiempos, la lucha de un gigante en defensa de un tesoro inestimable: la unidad interna de la Iglesia en su fundamento más profundo, la fe.
Finalmente, señala Pío XII que antes de aplicar a los demás, se puso en práctica en su propia vida a su programa de unificación de todas las cosas en Cristo, como sacerdote, como obispo, como Sumo Pontífice. Un sacerdocio centrado en el misterio eucarístico. “En la profunda visión que él tenía de la Iglesia como una sociedad, Pío X reconoció que era la Sagrada Eucaristía que tenía el poder de alimentar sustancialmente su vida íntima, y para elevarla por encima de todas las demás sociedades humanas. (…) ¡Qué ejemplo tan providencial para el mundo de hoy, donde la sociedad terrena está volviendo más y más un misterio para sí misma, y trata febrilmente de redescubrir su alma! Que se vea, entonces, como modelo la Iglesia reunida alrededor de sus altares. Allí, en el sacramento de la Eucaristía la humanidad realmente descubre y reconoce que su pasado, presente y futuro son una unidad en Cristo”.
Restaurar todo en Cristo, recobrar la unidad eclesial fundada en la fe, y centrada en el misterio eucarístico. He ahí, según Pío XII, las tres claves del papado de San Pío X.
Los principales documentos para realizar este programa fueron el decreto, Lamentabili Sane Exitu (1907), en el que se refirió a que “el hecho de que muchos autores católicos vayan también más allá de los límites marcados por los Padres y la propia Iglesia es extremadamente lamentable”. La encíclica Pascendi, también de 1907, donde declaraba que el Modernismo era algo más que una herejía, era la síntesis de todas las herejías, porque en vez de proclamar un error, abría paso a todos ellos. En 1910 promulgó el motu proprio Sacrorum Antistitum, conocido como «Juramento antimodernista», que debía ser pronunciado por cualquiera que quisiera conservar o acceder a un oficio eclesiástico, incluida la docencia en teología.
Pío X se preocupó de manera especial por la propaganda que el modernismo hacía en las filas de los que se formaban en los seminarios. En su encíclica Pieni 1’animo, del 28 de julio de 1906, dice: “Y lo que es muy grave y propio para ganar nuevas adhesiones al naciente grupo de rebeldes es que, para tales doctrinas se hace una propaganda más o menos oculta entre los jóvenes que se preparan para el sacerdocio a la sombra de los seminarios”. Por ello pondrá especial cuidado en la formación de los futuros sacerdotes.
En la Pascendi [25], San Pío X señala que el modernismo tiene tres causas morales y dos intelectuales o espirituales:
-Causas morales: La soberbia, La curiosidad, El orgullo
-Causas intelectuales: La ignorancia negligente y Aversión a Santo Tomás, a la Tradición y al Magisterio
De la detección de estas causas se derivarán los remedios que deben proporcionarse.
La herejía modernista después de San Pío X
Como explica el P. Alfredo Sáenz, para algunos autores, tras las medidas toma­das por San Pío X, el modernismo pasó a ser un capítulo de los libros de historia. El encanto que la herejía había suscitado en su primera época ya no se experimentaba, mientras que sus peligros y desviaciones eran ampliamente conocidos. Por lo demás, la Primera Guerra Mundial cambió el foco de las preocupaciones. De ahí que no pocos creyeron poder sostener, sin temor a equivocarse, que el modernismo era un fenómeno superado, no subsistiendo de él sino el recuerdo de una crisis doctrinal ya conjurada. Sólo la existencia de los documentos eclesiásticos a que dio lugar, recorda­ban aquella crisis.
Pero muchos otros pensaron de diversa manera, Pío X incluido, quien en modo alguno consideró que el modernismo había quedado archivado. Todo lo contrario. En la alocución que el 27 de mayo de 1914, pocos meses antes de su muerte, dirigió a los nuevos cardenales, observó que con­tinuaban propagándose “las ideas de conciliación de la fe con el espíritu moderno”; a este propósito deploró “el naufragio” de la nave de la Iglesia, que afectó a numerosos “navegantes”, dijo, así como a muchos “pilotos”, e incluso a muchos “capitanes”. ¿Es preciso traducir estas metáforas?, se pregunta Jean Madiran.
Como ha explicado Roberto De Mattei frente a la condena de la encíclica Pascendi, así como de la carta apostólica Notre charge apostolique, y de otros documentos, la reacción de los modernistas fue análoga a la que tuvieron los jansenistas al día siguiente de la bula Unigenitus, de 1713, donde se condenaban las proposiciones de Jansenio. En aquel momento, aquellos herejes negaron reconocerse en las propo­siciones censuradas. Algo semejante aconteció en este caso, cada modernista afirmó que el modernismo, tal como era reprobado en la encíclica, no los afectaba. “Un testigo de los hechos, Albert Houtin, preveía que a pesar de las censuras pontificias, los modernistas no saldrían de la Iglesia, ni siquiera en el caso de que hubiesen perdido la fe, sino que permanece­rían adentro lo más posible para seguir desde allí propagando sus ideas. Tal debía ser la actitud del verdadero modernista, según lo señalamos en su momento, y ellos mismos lo reconocieron. Hasta hoy –explicaba el padre Buonaiuti– se ha querido reformar a Roma sin Roma o contra Roma. Hay que reformar a Roma con Roma, hacer que esa reforma pase a través de las manos de aquellos que deben ser reformados”. El modernismo se seguía proponiendo, en esta nueva perspectiva, transformar el catolicismo desde dentro, desde “la venas de la Iglesia”, como había dicho Pío X, aunque tuviesen que dejar intacto, en los límites de lo posible, el envoltorio que se les imponía”[26].

El sacerdote jesuita Malachi Martin en una novela relata un episodio que si bien literario, da cuenta de la continuidad del pensamiento modernista: “Paul ingresó en el Seminario Menor de la diócesis de Nueva Orleans en 1972. Durante el primer semestre, él y sus condiscípulos recibieron la orden oficial de abandonar la sotana y vestir ropa normal de calle. En su programa de estudios, el dominio del latín ya no era obligatorio. La mayoría de sus profesores los invitaban a pensar libremente, sobre lo que antes eran doctrinas sacrosantas y enseñanzas fundamentales acerca de la existencia de Dios, la divinidad de Jesucristo, la verdadera presencia de Jesucristo en el santo sacramento, la autoridad del papa o la gama completa de creencias y leyes católicas. Durante las horas de ocio, se alentaba a los seminaristas a que alternaran con mujeres para incrementar su experiencia. Al mismo tiempo, a muchos les resultaba fácil establecer relaciones homosexuales en su propio círculo, ya que se los aconsejaba que una actitud positiva hacia la homosexualidad los convertiría en «pastoralmente sensibles».
En la transformación de la vieja iglesia en «casa de vientos ecuménicos», Paul comprobó que en el seminario todos sus valores familiares se perdían en el olvido. Ya no se les exigía a los seminaristas asistir a las plegarias matutinas ni a la misa cotidiana. Pero incluso los que como Paul habían decidido seguir haciéndolo, se encontraron con un cambio: el hermoso altar de la capilla del seminario había sido sustituido por una mesa común de madera. Las imágenes de los santos, las estaciones de la cruz, los bancos reclinatorios, los mosaicos, e incluso el tabernáculo, la barandilla eucarística y los crucifijos, brillaban por su ausencia. En los confesionarios que no habían sido retirados, era más probable encontrar artículos de limpieza que a un sacerdote.
Un cura de vaqueros y camiseta, a lo sumo con una estola o un velo sobre los hombros, daba la bienvenida a los seminaristas y al público en general a las nuevas ceremonias con un alegre: «¡Buenos días a todos!» Se enseñaba a los seminaristas a dar ejemplo como hombres libres e hijos de Dios. Podían sentarse o levantarse a su antojo, pero no arrodillarse. En la liturgia, actuaban bailarinas profesionales, acompañamiento de guitarras, banjos, guitarras hawaianas, panderetas y castañuelas.
A lo largo de los meses, Paul vio cómo las reuniones litúrgicas se convertían en algo parecido a las «fiestas tribales» de ciertas tribus del Pacífico noroccidental. En dichas reuniones se admitía cualquier cosa de otras religiones en igualdad de condiciones.
Los seminaristas como Paul eran sometidos a una mescolanza espiritual que unía las meditaciones budistas, el dualismo taoísta, las plegarias sufíes y el psicoanálisis freudiano.
Paul Gladstone interpretó todo aquello como contradictorio, hipócrita y, a fin de cuentas, destructivo para la verdadera fe católica. A su parecer, la mayoría de los católicos lo aceptaban en un intento de democratización global de la religión católica; era necesario “adaptarse a los tiempos”.
Si no había “pueblo de Dios”, el sacerdote no podía celebrar válidamente la “Acción de gracias” en “la mesa del cenáculo”.
La Iglesia era llamada ahora “iglesia conciliar”, es decir, “posconciliar” y era necesario entender que todo había cambiado. Paul, incapaz de seguir soportando el ambiente caótico y chabacano de lo que antes había sido un seminario disciplinado, un buen día por la mañana le comunicó al rector que se iba:
-No estoy recibiendo nada parecido a una formación sacerdotal para ofrecer el Santo Sacrificio y perdonar los pecados -dijo Paul, que tenía fuego en la mirada-. Si permanezco aquí, acabaré como un espeluznante distribuidor de artilugios inútiles o, en el mejor de los casos, en un asistente social que no puede casarse, por el momento.
Atónito y casi sin habla ante tal rebelión sin precedentes, el rector logró pronunciar algunas palabras convencionales en defensa de los mandatos del Concilio y hacer una apelación a la obediencia.
– No sé cómo ser sacerdote -replicó Paul con una frialdad que congeló el ambiente en la sala-, ni siquiera sé lo que significa ser sacerdote en una iglesia donde el centro de atención no es más que una estúpida actitud de un hombre, vacía de contenidos. Sí; ya lo sé, he oído un montón de veces que esta “Nueva Iglesia” de ustedes presentará una cara más humana al mundo, menos rígida, más acogedora y que vendrá una primavera para todos… Pero permítame que le diga que no estoy dispuesto a predicar al “la comunidad eclesial” que cuando se junta se “convierte en Iglesia” y en la misma «forma de Jesucristo». No llego siquiera a comprender esa jerga carente de significado.
Estupefacto ante una violación tan flagrante de la disciplina, el rector intentó darle a Gladstone una dosis de su propia medicina.
Con su descabellado e inoportuno arrebato, le advirtió el rector, Paul ponía en peligro su carrera sacerdotal.
-¿No me he explicado con claridad, padre rector? -dijo Paul, de camino ya hacia la puerta-. Prefiero ser un católico seglar que coopera con la Iglesia, a una marioneta en esta pocilga irreligiosa de mal gusto” [27].

Pío X, Papa Santo
Pidamos finalmente a este gran Pontífice la gracia de, como decía Manrique, “avivar el seso y despertar”. Que nos de la claridad que él tuvo de procurar siempre instaurar todo en Cristo, mantener la unidad eclesial fundada en la fe, y centrar nuestra vida cristiana en el misterio del Santo Sacrificio de la Eucaristía. Que nos de la gracia de poder pertenecer siempre fieles al Papa que ha de reinar y no defeccionará en la Fe y en las costumbres, a la Iglesia que será una pequeña grey y que, según la promesa de Cristo, conservará la Fe a pesar de que en el mundo sea muy poca al momento de la segunda venida de Nuestro Señor.
¡Que el Señor nos encuentre unidos en la fe verdadera!
[1]Véase el interesante artículo de Craig Heimbichner, “¿Un masón casi se convierte en Papa?”, Patria Argentina 223 (2006); Trad. de”Did a Freemason Almost Become Pope? The Story of Cardinal Rampolla”,en: Catholic Family News; Niagara Falls, New York, Agosto de 2003. Descargar aquí
[2] Pike (1859-1891), es un testimo­nio destacado por su gran influencia, dirigió la rama políticamente más influ­yente de los altos grados de la masonería, Gran Maestro del Rito Escocés.
[3] Albert Pike, Moráis and Dogma of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Free- masonty, p. 817.
[4] Carta Encíclica de León XIII condenando a la Masonería y otras sectas (1884).
[5] John Vennari, The Permanent Instruction of the Alta Vendita: A Masonic Blue-print for the Subversión of The Catholic Church. Cit. en: Craig Heimbichner, op. cit. 2003.
[6] Monseñor Ernesto Jouin (1844-1932), enemigo implacable de la Masonería, era Protonotario Apostólico y Párroco de San Agustín en París, Francia. En 1913, fundó la Liga de Católicos Franceses (Franco-Catholique Li­gue) para la defensa patriótica y social. El 23 de marzo de 1918, Monseñor Jouin también fundó, con la aprobación de la Santa Sede, la Revista Internacional de Sociedades Secre­tas (Revue Internationale des Sociétés Se­cretes). De este modo, Monseñor Jouin alcan­zó la reputación de una suerte de Sherlock Holmes clerical, capaz de descubrir la intriga Talmúdica y Masónica. A tal efecto, acuñó el término apropiado “Judeo masónico”. En una audiencia privada, el Papa Pío XI pidió a Mon­señor Jouin que continuara su combate con­tra la Masonería. En 1918, el Papa Benedicto XV elogió a Monseñor Jouin por arriesgar su vida para combatir las sectas Masónicas; un año más tarde -el 20 de junio de 1919- el Va­ticano formalmente lo elogió, en una carta fir­mada por el Cardenal Gasparri, Secretario de Estado. La nota concluyó con las palabras, “Su Santidad se complace en felicitarlo y animarlo con su trabajo, cuya influen­cia es tan importante en alertar a los fieles y en ayudarlos a luchar con efi­cacia contra las fuerzas apuntadas a la destrucción no solamente de la reli­gión, sino de la totalidad del orden social” (David Kertzer, The Popes Against the Jews, pp. 268-69.)
[7] Craig Heimbichner, Op. Cit, p. 4.
[8] Yves Chiron, Saint Pius X: Restorer of the Church, p. 122.
[9] Cardinal James Gibbons, A retrospect of fifty years, Baltimore –New York, John Murphy Company,1916, p. 96.
[10] Prudencio Martínez Zuviría, El cardenal mason que no pudo ser Papa, Cardenal Mariano Rampolla del Tindaro, inédito, p 8.
[11] El Cardenal Rampolla cau­saba impresiones muy favorables sobre aque­llos que lo conocían. Ver, por ejemplo, las memorias de Fran­cis Augustus MacNutt in A Papal Chamberlain: The Personal Chronicle of Francis Augustus MacNutt, 1937.
[12] Georges Virebeau (seudónimo de Henry Coston), Les Mystères des francs-maçons, Publications Henry Coston, 1994, p. 28. Cit. en Prudencio Martínez Zuviría, p. 2.
[13] Craig Heimbichner, Op. Cit, p. 5.
[14] Pascendi Dominici Gregis, n. 1. http://www.vatican.va/holy_father/pius_x/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_19070908_pascendi-dominici-gregis_sp.html
[15] “When all this is considered there is good reason to fear lest this great perversity may be as it were a foretaste, and perhaps the beginning of those evils which are reserved for the last days; and that there may be already in the world the “Son of Perdition” of whom the Apostle speaks (II. Thess. ii., 3)”.E Supremi, n. 5. http://www.vatican.va/holy_father/pius_x/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_04101903_e-supremi_en.html
[16] “man has with infinite temerity put himself in the place of God, raising himself above all that is called God”, en: E Supremi, n. 5, ibidem.
[17] Craig Heimbichner, op. Cit.p. 6.
[18]Sandro Magister, Diario Vaticano / “Sigo lo que los cardenales han pedido”; Los vínculos del pre-cónclave con el gobierno el gobierno de Francisco. Los acuerdos ligados a la elección de un Papa son ilícitos e inválidos, pero en la práctica se está muy cerca de ellos. Allí Magister explica la prohibición de San Pío X y como San Juan Pablo II mantuvo esta prohibición (Constitución Universi Domine Gregis, de 22-1-1996). “Igualmente, prohíbo a los cardenales hacer capitulaciones antes de la elección, o sea, tomar compromisos de común acuerdo, obligándose a llevarlos a cabo en el caso de que uno de ellos sea elevado al Pontificado. Estas promesas, aun cuando fueran hechas bajo juramento, las declaro también nulas e inválidas”. Por ello es necesario conocer la historia de la Iglesia, ya que, a veces, los medios pueden presentar como un gesto democrático: seguir un mandato de los electores, cuando en realidad esto está prohibido y por razones de peso. Ver: http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1350839?sp=y
[19] El modernismo es, en boca de Fabro, la “orientación heterodoxa delineada entre los estudiosos católicos a fines de siglo pasado y en los primeros años del presente, que se proponía renovar e interpretar la doctrina cristiana en armonía con el pensamiento moderno (Cornelio Fabro, “modernismo” en Enciclopedia Católica, vol VIII, Sansón, Firenze 1952, coll. 1188-1196). Y en otro lado: “el peligro del modernismo nunca ha sido completamente descubierto, pues está inscripto en la razón humana, corrompida por el pecado, la tendencia a erigirse como el criterio absoluto de verdad y someter a la fe” (ivi, col 1196).
[20]Sáenz, Alfredo s.j. El Modernismo; crisis en las venas de la Iglesia. Buenos Aires, Gladius, 2011, p. 98 ss.
[21] Ibídem, p. 103-104.
[22] Ibídem, p. 104.
[23] Ibídem, p. 110.
[24] Discursos y Mensajes de radio de Su Santidad Pío XII , XVI, el año decimosexto de mi Pontificado 2 de marzo de 1954 – 01 de marzo 1955, p. 31-37, en: www.vatican.va
[25] Pascendi, n. 41-42.
[26] Alfredo Sáenz, Op. Cit. p. 306-307.
[27] Fragmento del libro The Windswept House (traducido como “El último Papa”) del jesuita Malachi Martin; íntimo colaborador de San Juan XXIII y del cardenal Bea (desde 1958 a 1964), y exorcista en Roma y New York.
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viernes, 28 de agosto de 2015

La Cruzada Americana, el Magisterio Pontificio y la Leyenda Negra de Protestantes y Masones contra ESPAÑA (1936)

Vittorio Messori: Leyenda Negra-Mentiras de la Historia de la Iglesia y de España: «Arma cínica de una guerra psicológica» de las potencias protestantes iniciada por Inglaterra Anglicana y continuada por el Iluminismo Masónico USA. Leer libro completo...aquí.
InfoCatólica-Luis F. Pérez Bustamante (28/8/2015): Estados Unidos ha sido siempre un país de luces y sombras. Los que son considerados como padres fundadores, los peregrinos del Mayflower, tuvieron el “privilegio” de usar por primera vez en la historia un arma biológica. La cosa consintió en regalar a los nativos mantas infectadas de viruela. Leer más...aquí.
Isabel la Católica ordenó Evangelizar las Indias
Cruzada Americana de España
InfoCatólica-Javier Olivera Ravasi (22.08.15): Estimados amigos del blog. La entrada anterior en Infocatolica ha traído cola: en dos días, más de 20.000 visitas y casi 100 comentarios.
Honestamente, he quedado perplejo; perplejo por la cantidad y también por la calidad de los aportes: los hubo de todo tipo; desde los respetuosos con altura hasta los bajos y decalificadores “ad hominem". En fin; si he querido dejar unos y otros es sólo para que el lector pudiera sacar sus propias conclusiones con libertad.
Evidentemente, las aguas no están serenas aún; todo lo contrario: una enorme marea de leyenda negra antiespañola sigue dando pululando en las aguas cristianas. 
No todo fue un lecho de rosas en América, pero tampoco fue el cuento que nos quieren vender.
En esta instancia, traigo aquí una colección de textos pontificios que uno los lectores me hiciera llegar sobre la conquista y evangelización de América.
Espero que les sea de utilidad para "Que no te la cuenten…".
Enseñanzas del Magisterio
I – El reconocimiento de la cátedra de Pedro a la epopeya de la evangelización de América
Que el nombre de Nuestro Salvador sea dado a conocer en aquellas regiones
Entre todas las obras agradables a la majestad divina y deseadas por nuestro corazón, ciertamente las que sobresalen por encima de todo son la exaltación de la fe católica y de la religión cristiana, mayormente en nuestros días, y su ampliación y dilatación en todo el orbe, la búsqueda de la salvación de las almas y la humillación y la reducción a la fe católica de las naciones bárbaras […] sean conducidas a la verdadera fe.
Nos pues recomendamos muchísimo al Señor este vuestro santo y laudable propósito, deseando que él alcance el debido fin y que el nombre de Nuestro Salvador sea dado a conocer en aquellas regiones, os exhortamos muy en el Señor y os pedimos empeñadamente por la recepción del sagrado bautismo en virtud del cual estáis obligados a los mandatos divinos, y por las entrañas misericordiosísimas de Nuestro Señor Jesucristo, una vez que os proponéis de buena mente y con el celo de la fe ortodoxa a realizar y llevar a cabo adelante tal expedición, querráis y os sintáis obligados a llevar los pueblos que viven en aquellas islas a la aceptación de la confesión cristiana, sin que los peligros y los trabajos os aparten en tiempo alguno de la inarredable esperanza y de la firme confianza con que os armasteis, pues Dios todopoderoso secundará felizmente vuestros esfuerzos. Con la firme esperanza y con la confianza de que Dios Omnipotente acompañará felizmente vuestros esfuerzos.
Además os mandamos en virtud de la santa obediencia que haciendo todas las debidas diligencias del caso, destinéis a dichas tierras e islas varones probos y temerosos de Dios, peritos y expertos en instruir en la fe católica e imbuir en las buenas costumbres a sus pobladores y habitantes. […] con la autoridad de Dios todopoderoso concedida a Nos en el bienaventurado Pedro y con la autoridad de nuestra condición vicaria de Jesucristo que ejercemos en la tierra, con todos sus dominios […] os donamos, concedemos y asignamos para siempre, a vosotros y vuestros herederos y sucesores en los reinos de Castilla y León,todas y cada una de las islas y tierras predichas y desconocidas (Alejandro VI. Bula Inter Caetera, 4 de mayo de 1493).
Ordenamos que emprendan los referidos viajes y obras
Nos hiciste manifestar vuestro ardiente deseo de engrandecer la Religión Cristiana y de promover la conversión de los infieles, principalmente de aquellos que, teniendo a Cristo como guía, están sujetos a vuestro poder en las regiones de las Indias. Y para que en obra tan santa no esté ausente el mérito de la obediencia, ordenamos a todos los que hubieren sido nombrados que emprendan, a ejemplo de los discípulos de Nuestro Señor Jesucristo, los referidos viajes y obras, en esto esperamos firmemente que el mismo modo que los imitaren en los trabajos, así también ellos se asocien en las recompensas. Y a los referidos frailes les concedemos de todo corazón nuestra bendición apostólica (Adriano VI. Exponi nobis facisti, 1522).
Millones de hombres han sido llamados de la muerte a la vida sempiterna
Del seno del inexplorado océano, gracias a él [Cristóbal Colón], surgió un nuevo mundo;millones de hombres, que se hallaban en el olvido y en las tinieblas, se han reintegrado a la sociedad, y han vuelto de la barbarie a la mansedumbre y la humanidad;y, lo que es más, han sido llamados de la muerte a la vida sempiterna por la comunicación de los bienes que Jesucristo engendró.
En efecto, es indiscutible que lo que primariamente le indujo a realizar esta gesta fue la propagación del Evangelio por nuevas tierras y nuevos mares (León XIII. Encíclica Quarto Abeunte Saeculo, 16 de junio de 1892).
Colón transportó en sus carabelas las primicias de la religión cristiana
[Colón] Guiado constantemente por este propósito, lo primero que hacía al arribar a nuevas tierras, era plantar en las playas una imagen de la Cruz sacrosanta. Por lo cual, así como Noé, navegando sobre las olas desbordantes, transportaba con los restos del género humano la raza de Israel, así también las carabelas de Colón, lanzadas al océano, transportaban a las playas ultramarinas el principio de las grandes naciones y las primicias de la religión cristiana (León XIII. Encíclica Longinqua Oceani. A los Obispos de los Estados Unidos de América. 6 de enero de 1895).
De idólatras a devotos hijos de la Iglesia
El orgullo de esta fe exalta vuestro nombre y hace sagradas muchas páginas de vuestra historia; esta fe elevó sobre los vestigios de la civilización precolombina, y sobre las salvajes soledades, y hasta más allá de las vertiginosas cimas de vuestros montes el espíritu misionero que, regenerándolos romanamente, transformó aquellos pueblos idólatras en devotos hijos de la Esposa de Cristo (Pío XII. Radiomensaje al II Congreso Eucarístico Nacional de Perú, 27 de enero de 1940).
Valoración globalmente positiva sobre los primeros evangelizadores
Quiero, sin embargo, reiterar la valoración globalmente positiva sobre la actuación de los primeros evangelizadores que eran en gran parte miembros de órdenes religiosas. […]
Así, entre luces y sombras —más luces que sombras, si pensamos en los frutos duraderos de fe y de vida cristiana en el Continente— la primera siembra de la palabra de vida, nacida de tantas fatigas y sacrificios, evoca los sentimientos del Apóstol, que fueron lema de tantos misioneros: “Habríamos deseado daros no sólo el evangelio de Dios, sino incluso nuestra misma vida” (1 Tes 2, 8). […]
Los frutos de la primera evangelización se han ido afianzando con el correr de los siglos yson característicos del catolicismo del pueblo latinoamericano, que brilla también por su profundo sentido comunitario, su anhelo de justicia social, su fidelidad a la fe de la Iglesia, su profunda piedad mariana y su amor al Sucesor de Pedro.
Esta rápida mirada histórica sobre la vida eclesial de América Latina suscita en mí un sentimiento de viva gratitud al Señor por la labor de tantos religiosos y religiosas que han sembrado la semilla del Evangelio de Cristo (Juan Pablo II. Carta Apostólica a los religiosos y religiosas de América Latina en el V centenario de la evangelización del Nuevo Mundo, 29 de junio de 1990).
Alargando los brazos de su misericordia Cristo abarca en la totalidad el Nuevo Mundo
Me llena de gozo encontrarme nuevamente en esta tierra generosa, que en los designios de Dios fue predestinada para recibir, hace ahora cinco siglos, la Cruz de Cristo, quealargando sus brazos de misericordia y amor, llegaría a abarcar la totalidad de aquel mundo nuevo que un 12 de octubre de 1492 apareció radiante a los ojos atónitos de Cristóbal Colón y sus compañeros. (Juan Pablo II. Discurso en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Santo Domingo, 10 de octubre de 1992)
Todos los habitantes de estas tierras fueron llamados a formar parte de la Iglesia
Éste es el sentido de la exhortación de San Pedro contenida en la primera lectura: “Vosotros, como piedras vivas, entrad en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo” (1 P 2, 5).
Estas palabras, dirigidas a los cristianos de la Iglesia naciente, vinieron a ser una realidad para los habitantes de estas tierras, cuando hace cinco siglos el mensaje de salvación fue anunciado por primera vez. Todos ellos fueron llamados a formar parte del edificio espiritual que es la Iglesia, cuya piedra angular es Cristo Jesús. (Juan Pablo II. Homilía, santa misa para los sacerdotes, religiosos y religiosas, Santo Domingo, 10 de octubre de1992).
La fe es constitutiva del ser e identidad de América
Hasta este Continente llegó el Evangelio de las bienaventuranzas, el anuncio de Cristo Crucificado y Resucitado, de su dolor solidario y liberador, camino hacia un nuevo cielo y una nueva tierra donde no habrá más lágrimas, ni muerte (cf. Ap 21, 1.4). “La bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres” (Tt 3, 4) han sido proclamados en estas tierras. En los surcos abiertos de su historia, la semilla del Evangelio, regada por la sangre de los mártires, fructificó en un pueblo creyente que acogió al Señor de la Vida, y “la fe pasó a ser constitutiva de su ser y de su identidad” (Puebla, 412), como lo demuestran cinco siglos de vida cristiana (Juan Pablo II, Homilía, santa misa para los sacerdotes, religiosos y religiosas, Santo Domingo. 10 de octubre de1992).
¡América, abre de par en par las puertas a Cristo!
Con la fuerza del Espíritu Santo la obra redentora de Cristo se hacía presente por medio de aquella multitud de misioneros que, urgidos por el mandato del Señor de “predicar la Buena Nueva a toda criatura” (Mc 16, 15), cruzaron el océano para anunciar a sus hermanos el mensaje de salvación. […]
Hoy, junto con toda la Iglesia, elevamos nuestra acción de gracias por los cinco siglos de evangelización. En verdad se cumplen las palabras del profeta Isaías, que hemos escuchado: “Se estremecerá y se ensanchará tu corazón porque vendrán a ti los tesoros del mar” (Is 60, 5). Son las riquezas de la fe, de la esperanza, del amor. Son “las riquezas de las naciones” (Ibíd.): sus valores, sus conocimientos, su cultura. La Iglesia, que a lo largo de su historia ha conocido pruebas y divisiones, se siente enriquecida por Aquel que es el Señor de la historia.
América, ¡abre de par en par las puertas a Cristo! Deja que la semilla plantada hace cinco siglos fecunde todos los ámbitos de tu vida: los individuos y las familias, la cultura y el trabajo, la economía y la política, el presente y el futuro (Juan Pablo II. Homilía en el V Centenario de la Evangelización de América, 11 de octubre de1992).
En las aguas bautismales naciste a una nueva vida, injertándote en el Cuerpo Místico de Cristo, casa común de cuantos invocan a Dios como Padre
¡América Latina! como Sucesor de Pedro y Obispo de Roma yo te saludo en el V Centenario de tu evangelización, recordando aquel año 1492 en que las naves de España, guiadas por Colón, llevaron a esas tierras fecundas la semilla del Evangelio, haciendo también realidad el encuentro de dos mundos.
Doy gracias, sobre todo, por tus 500 años de fe cristiana. En las aguas bautismales naciste a una nueva vida, injertándote en el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, una, santa, católica y apostólica, arca de salvación y casa común de cuantos invocan a Dios como Padre.
Tu apertura a la gracia y tu acogida a la Palabra de vida te hicieron pasar de las tinieblas a aquella luz admirable que, en tus santos y santas, es faro radiante que, desde la Iglesia, ilumina al mundo.
¡América del tercer milenio cristiano sé siempre fiel a Jesucristo! Sé digna de aquellos abnegados misioneros que en ti plantaron la simiente de la fe. Ábrete más y más con humildad y amor, a la Buena Nueva que libera y salva. Resiste firmemente a los embates del mal y a la tentación de la violencia (Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre a los pueblos de América, 12 de octubre 1992).
¡Cómo no dar gracias por la semilla plantada por intrépidos misioneros!
Esta Conferencia se reúne para celebrar a Jesucristo, para dar gracias a Dios por su presencia en estas tierras de América, donde hace ahora 500 años comenzó a difundirse el mensaje de la salvación; se reúne para celebrar la implantación de la Iglesia, que durante estos cinco siglos tan abundantes frutos de santidad y amor ha dado en el Nuevo Mundo. […]
La evangelización propiamente dicha, sin embargo, comenzó con el segundo viaje de los descubridores, a quienes acompañaban los primeros misioneros. Se iniciaba así la siembra del don precioso de la fe. Y ¿cómo no dar gracias a Dios por ello, junto con vosotros, queridos Hermanos Obispos, que hoy hacéis presentes en Santo Domingo a todas las Iglesias particulares de Latinoamérica? ¡Cómo no dar gracias por los abundantes frutos de la semilla plantada a lo largo de estos cinco siglos por tantos y tan intrépidos misioneros! (Juan Pablo II. Discurso inaugural de la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano en Santo Domingo, 12 de octubre de 1992).
Mediante la fe en Cristo, Dios ha renovado su alianza con América Latina
Con la llegada del Evangelio a América se ensancha la historia de la salvación, crece la familia de Dios, se multiplica “para gloria de Dios el número de los que dan gracias”. Los pueblos del Nuevo Mundo eran “pueblos nuevos… totalmente desconocidos para el Viejo Mundo hasta el año 1492”, pero “conocidos por Dios desde toda la eternidad y por El siempre abrazados con la paternidad que el Hijo ha revelado en la plenitud de los tiempos’.En los pueblos de América, Dios se ha escogido un nuevo pueblo, lo ha incorporado a su designio redentor, lo ha hecho partícipe de su Espíritu. Mediante la evangelización y la fe en Cristo, Dios ha renovado su alianza con América Latina (Juan Pablo II. Discurso inaugural de la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano, Santo Domingo, 12 de octubre de 1992).
La esperanza de Latinoamérica está en su fe, no en una ideología política
Este es el rico tesoro del continente latinoamericano; este es su patrimonio más valioso: la fe en Dios Amor, que reveló su rostro en Jesucristo. Vosotros creéis en el Dios Amor: esta es vuestra fuerza, que vence al mundo, la alegría que nada ni nadie os podrá arrebatar, la paz que Cristo conquistó para vosotros con su cruz. Esta es la fe que hizo de Latinoamérica el “continente de la esperanza”. No es una ideología política, ni un movimiento social, como tampoco un sistema económico; es la fe en Dios Amor, encarnado, muerto y resucitado en Jesucristo, el auténtico fundamento de esta esperanza que produjo frutos tan magníficos desde la primera evangelización hasta hoy (Benedicto XVI. Homilía en la Misa inaugural de la V Conferencia del Episcopado latinoamericana en Aparecida, 13 de mayo de 2007).
Es gloria de la Iglesia haber emprendido la obra de evangelización y civilización del “indio”
Gloria de la Iglesia es haber emprendido la obra de su civilización [de América] y de su evangelización; gloria suya haberla defendido contra los que quisieron abusar de ella en otros tiempos; gloria suya haberle infundido ese profundo sentimiento religioso que solamente espera una labor perseverante para que el “indio” se incorpore con honor en el seno de la verdadera civilización.
La obra de las misiones entre los infieles llena las páginas más bellas de la historia de la Iglesia en América. Que esta obra continúe gloriosa, gracias al espíritu apostólico que, hoy como antaño, tan poderosamente anima a nuestros misioneros (I Conferencia General del CELAM. Declaración de los cardenales, obispos y demás prelados representantes de la jerarquía de América Latina reunidos en la Conferencia Episcopal de Rio de Janeiro, p. 6, 4 de agosto de 1955).
La fe en Dios y la tradición católica son la mayor riqueza de América
Lo más decisivo en la Iglesia es siempre la acción santa de su Señor. Por eso, ante todo, damos gracias a Dios y lo alabamos por todo lo que nos ha sido regalado. Acogemos la realidad entera del Continente como don: la belleza y fecundidad de sus tierras, la riqueza de humanidad que se expresa en las personas, familias, pueblos y culturas del Continente. Sobre todo, nos ha sido dado Jesucristo, la plenitud de la Revelación de Dios, un tesoro incalculable, la “perla preciosa” (cf. Mt 13, 45-46), el Verbo de Dios hecho carne, Camino, Verdad y Vida de los hombres y mujeres, a quienes abre un destino de plena justicia y felicidad. […]
La fe en Dios amor y la tradición católica en la vida y cultura de nuestros pueblos son sus mayores riquezas. Se manifiesta en la fe madura de muchos bautizados y en la piedad popular (V Conferencia General del CELAM. Documento Conclusivo, 13-31 de mayo de 2007).
En el siglo XVIII florecieron en América centros universitarios, inspirados y dirigidos por la Iglesia
Y eso en un mundo como el vuestro iberoamericano, en el que la Iglesia, plenamente consciente de la misión cultural que acompaña a su mensaje religioso, desplegó con Fray Juan de Zumárraga, Fray Alonso de la Vera Cruz y el gran obispo Vasco de Quiroga en México; con Fray Jerónimo de Loaísa, José de Acosta y el excelso metropolitano limeño Santo Toribio de Mogrovejo en el Perú; y con los jesuitas Torres Bollo, Manuel de Nóbrega y San Pedro Claver en el antiguo Paraguay, en el Brasil y en la Nueva Granada, un esfuerzo educativo y escolar que, dada la escasez de medios de aquella centuria y las dificultades que a él se oponían, Nos complacemos en llamar grandioso y profundamente duradero. Basta recordar el intento, en gran parte logrado, de aquellos grandes misioneros, secundados por el espíritu universal y católico de la legislación de sus monarcas, de fundir en un solo pueblo, mediante la catequesis, la escuela y los colegios de Letras Humanas, el elemento indígena con las clases cultas venidas de Europa o nacidas ya en tierra americana. Ni ese esfuerzo se limitó a la enseñanza elemental y humanística. Porque es gloria imperecedera de Hispanoamérica, que en el siglo XVIII florecieran en 19 de sus ciudades otros tantos o más centros universitarios, inspirados y dirigidos por la Iglesia (Pío XII. Radiomensaje al V Congreso Interamericano de Educación Católica, 12 de enero de 1954).

II – Elogio de los Papas a los reinos de España y Portugal por la evangelización de América
España fundaba su grandeza en la propagación de la fe cristiana
Siempre España ha mostrado una especial predilección por esta Silla apostólica y procurado llevar la civilización cristiana todas las naciones del globo. La bandera española ha flotado en los mares de América, India y otras regiones, para manifestar que ella era el símbolo de la fe de Jesucristo, a diferencia de la bandera tricolor [de la Revolución Francesa] que representa y produce todo lo que todos sabemos. Por eso, España fue grande en pasados tiempos, porque fundaba su grandeza en propagar la religión cristiana, servirla y defenderla, y hacer para conseguirlo toda clase de sacrificios (Pío IX. Respuesta al homenaje de los peregrinos de España por ocasión del XXV aniversario de su pontificado, 20 de junio 1870).
Nación fiel a la Religión católica, a su fe y tradiciones
Me congratulo con vosotros y con todos los Obispos de la América Española, porque vuestras naciones […] han permanecido fieles a su fe y a sus tradiciones. Con este acto de fidelidad, que hoy manifestáis a España, estáis probando que reconocéis la deuda de gratitud que le debéis y que ensalzáis; porque al revés de otros pueblos que siendo favorecidos por Dios, no obstante han vuelto sus espaldas al Vicario de Cristo, mostrándose en extremo ingratos, España, a pesar de todas las contrariedades, se ha mantenido siempre fiel a la Religión católica, apostólica y romana, y, cierto que así seguirá manteniéndose en el futuro (Pío X. Alocución, 22 de noviembre de 1908).
Portugal, instrumento precioso en las manos de la Providencia
Aconteció, entonces —cuando una serie de hechos funestos arrancaba gran parte de Europa del seno de la Iglesia, que con sabiduría y amor materno la había plasmado— quePortugal, juntamente con España, su nación hermana, abrió a la Mística Esposa de Cristo inmensas regiones desconocidas llevándolas a su seno materno, compensando lo que había perdido con innumerables hijos de África, Asia y América. […]
¿Cómo ha sido posible que vosotros, siendo pocos, hicierais tanto en la santa cristiandad? ¿Donde encontró Portugal fuerzas para acoger bajo su dominio tantos territorios en África y en Asia y para expandirlo hasta las más distantes tierras americanas?¿Dónde, sino en aquella fe del pueblo portugués, cantada por su mayor poeta, y en la sabiduría cristiana de sus gobernantes, que hicieron de Portugal un dócil y precioso instrumento en las manos de la Providencia, para la realización de obras tan grandiosas y benéficas? (Pío XII. Encíclica Saeculo exeunte octavo, n. 8-10, 13 de junho de 1940).
Amando vuestro pasado y purificándolo, seréis fieles a vosotros mismos
Con mi viaje he querido despertar en vosotros el recuerdo de vuestro pasado cristianoy de los grandes momentos de vuestra historia religiosa. Esa historia por la que, a pesar de las inevitables lagunas humanas, la Iglesia os debía un testimonio de gratitud. Sin que ello significase invitaros a vivir de nostalgias o con los ojos sólo en el pasado, deseaba dinamizar vuestra virtualidad cristiana. Para que sepáis iluminar desde la fe vuestro futuro, y construir sobre un humanismo cristiano las bases de vuestra actual convivencia. Porque amando vuestro pasado y purificándolo, seréis fieles a vosotros mismos y capaces de abriros con originalidad al porvenir (Juan Pablo II. Discurso Ceremonia de despedida en el Aeropuerto de Labacolla, Santiago de Compostela, 9 de noviembre de 1982).
¡Gracias España por tu fidelidad al Evangelio y a la Esposa de Cristo!
Vengo atraído por una historia admirable de fidelidad a la Iglesia y de servicio a la misma, escrita en empresas apostólicas y en tantas grandes figuras que renovaron esa Iglesia, fortalecieron su fe, la defendieron en momentos difíciles y le dieron nuevos hijos en enteros continentes. En efecto, gracias sobre todo a esa impar actividad evangelizadora, la porción más numerosa de la Iglesia de Cristo habla hoy y reza a Dios en español. Tras mis viajes apostólicos, sobre todo por tierras de Hispanoamérica y Filipinas, quiero decir en este momento singular: ¡Gracias, España; gracias, Iglesia en España, por tu fidelidad al Evangelio y a la Esposa de Cristo! (Juan Pablo II. Discurso en el Aeropuerto de Barajas, 30 de octubre de 1982).

III – El objetivo de la evangelización de América: llevar la vida divina a los paganos y tratarlos como a hijos de Dios
Que veléis por reconducir este pueblo a costumbres pacíficas y modos de vida civilizados
Deseamos también que veléis, cuanto en Vos está, por reconducir este pueblo, y sobre todo aquellos con que la ayuda del Señor fueron recibidos en la fe cristiana, de los hábitos de vida salvaje para costumbres más pacíficas y modos de vida civilizados, como aún persuadirlos a que abandonando aquella torpe desnudez del cuerpo, a la cual se dice estar acostumbrados, asuman vestidos convenientes al pudor cristiano y a las costumbres civilizadas (Pío V. Carta Etsi fraternitas tuam al obispo de San Salvador de Bahía).
Por la propagación de la religión, su reino también será consolidado y aumentado
Porque el motivo por el cual aquella parte del mundo fue concedida desde el inicio a vuestros mayores, fue para que los que aún no recibieron la fe de Cristo, en virtud del gobierno loable de aquellos que deben dirigirlos como también por los buenos ejemplos de los que deben llevarles la doctrina cristiana, sintiendo ser suave y ligero el yugo de Cristo y no siendo oprimidos por aquellos que deben cuidar de ellos y nutrirlos como si fuesen tiernas plantas en la viña del Señor, y aún encender y aumentar en ellos el amor por la Religión cristiana.
Vuestra Majestad esté cierto de que, por la propagación de la religión, su reino también en aquellas regiones, por la bondad y favor divinos, será consolidado y aumentado, y preparará para sí, por los méritos obtenidos junto a aquellos pueblos y ante la religión, un premio no sólo en esta vida como también en la otra (Pío V. Carta Cum oporteat nos al rey Felipe II, 17 de agosto de 1568).
Hombres en los que latía la preocupación por el indefenso indígena
Desde los primeros momentos del descubrimiento, la preocupación de la Iglesia se pone de manifiesto, para hacer presente el reino de Dios en el corazón de los nuevos pueblos, razas y culturas, y en primer lugar entre vuestros antepasados.
Si queremos tributar un merecido agradecimiento a quienes transplantaron las semillas de la fe, ese homenaje hay que rendirlo en primer lugar a las órdenes religiosas, que se destacaron […]
No se trata, por otra parte, de una difusión de la fe, desencarnada de la vida de sus destinatarios, aunque siempre debe mantener su esencial referencia a Dios. Por ello la Iglesia en esta isla fue la primera en reivindicar la justicia y en promover la defensa de los derechos humanos en las tierras que se abrían a la evangelización.
Son lecciones de humanismo, de espiritualidad y de afán por dignificar al hombre, las que nos enseñan Antonio Montesinos, Córdoba, Bartolomé de las Casas, a quienes harán eco también en otras partes Juan de Zumárraga, Motolinia, Vasco de Quiroga, José de Anchieta, Toribio de Mogrovejo, Nóbrega y tantos otros. Son hombres en los que late la preocupación por el débil, por el indefenso, por el indígena, sujetos dignos de todo respeto como personas y como portadores de la imagen de Dios, destinados a una vocación transcendente. De ahí nacerá el primer Derecho Internacional con Francisco de Vitoria.
Y es que no pueden disociarse —es la gran lección, válida hoy también— anuncio del Evangelio y promoción humana; pero para la Iglesia, aquél no puede confundirse ni agotarse —como algunos pretenden— en ésta última. Sería cerrar al hombre espacios infinitos que Dios le ha abierto. Y sería falsear el significado profundo y completo de la evangelización, que es ante todo anuncio de la Buena Nueva del Cristo Salvador (Juan Pablo II. Homilía en Plaza de la Independencia de Santo Domingo, 25 de enero de 1979).
Apóstoles como el P. José de Anchieta se colocaron al lado de los indígenas
Habéis querido que la Misa del Papa en su paso por esta ciudad sea una rememoración de otra Misa, de la que fue la primera celebrada en la tierra recién descubierta. ¿Qué deciros, entonces?
La primera observación que hay que hacer es que, mientras la mayoría de los pueblos llegaron a conocer a Cristo y al Evangelio después de varios siglos de su historia, las naciones del continente latinoamericano y, entre ellas de modo especial Brasil, nacieron cristianas. Las carabelas que el día 3 de abril de 1500 llegaban a la bahía de Porto Seguro, traían también los primeros misioneros y evangelizadores, los hijos de San Francisco. Desembarcados Pedro Álvarez Cabral y los primeros colonizadores, fue alzada una cruz y rezada la primera Misa, en la que ya estuvieron presentes, admirados, algunos indígenas. Se dio a las nuevas tierras el nombre de tierra de Santa Cruz. Esos hechos, en la aurora de Brasil, habrían de marcar, profundamente, la historia, ya ahora cinco veces secular, de la nueva nación que nacía para el Occidente.[…] Lo cierto es que apóstoles, como el padre José de Anchieta, […] se colocaron decididamente al lado de las poblaciones indígenas, aprendiendo de ellos la lengua, asimilando sus gustos, adaptándose a su mentalidad, defendiéndoles la vida y, simultáneamente, anunciándoles la verdad salvífica de Jesucristo, convirtiéndolos para el Evangelio, bautizándolos e integrándolos en la Iglesia.
Surge así el catolicismo brasileño, resultado, como el propio Brasil, de una de las fusiones más importantes de la historia humana. Aquí se mezclaron, durante tres siglos, el indio, el europeo y el africano y, a partir del siglo pasado, a ellos vinieron a sumarse la sangre y las culturas de los árabes, como los cristianos maronitas, y de los emigrantes japoneses asiáticos, constituyendo hoy una gran comunidad, predominantemente católica. En este sentido, Brasil ofrece un testimonio altamente positivo. Aquí se ha ido construyendo con inspiración cristiana una comunidad humana multirracial. Un verdadero tapiz de razas, como afirman los sociólogos, amalgamadas todas por el vínculo de la misma lengua y de la misma fe. […]
Esas son otras tantas pruebas de la gran religiosidad de los brasileños, católicos en la mayoría absoluta de sus hijos e hijas.
La fe cristiana respeta las expresiones culturales de cualquier pueblo, siempre que sean verdaderos y auténticos valores. Pero dejar de transmitir a todos los hombres el íntegro depósito de la fe sería una infidelidad a la propia misión de la Iglesia. Sería no reconocer a los hombres un fundamental derecho suyo: el derecho a la verdad.
El verdadero apóstol del Evangelio es el que va humanizando y evangelizando al mismo tiempo, en la certeza de que quien evangeliza, también civiliza (Juan Pablo II. Homilía en Salvador de Bahía, 7 de julio 1980).

IV – Los Papas no callaron delante las injusticias. Condenación bajo pena de excomunión a los que esclavizaron los pueblos conquistados en América
Prohibición, bajo pena de excomunión, de esclavizar y robar los indígenas
Nos pues, que aunque indignos hacemos en la tierra las veces de Nuestro Señor, y que con todo el esfuerzo procuramos llevar a su redil las ovejas de su grey que nos han sido encomendadas y que están fuera de su rebaño, prestando atención a los mismos indios que como verdaderos hombres que son, no sólo son capaces de recibir la fe cristiana, sino que según se nos ha informado corren con prontitud hacia la misma; y queriendo proveer sobre esto con remedios oportunos, haciendo uso de la Autoridad apostólica,determinamos y declaramos por las presentes letras que dichos Indios, y todas las gentes que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor, [asimismo declaramos] que dichos indios y demás gentes deben ser invitados a abrazar la fe de Cristo a través de la predicación de la Palabra de Dios y con el ejemplo de una vida buena, no obstando nada en contrario (Pablo III. Carta apostólica Veritas ipsa, 27 de mayo de 1537).
Defensa de los indios
Recomendamos y mandamos a cada uno de vosotros amparando en los mismos con la protección de una eficaz defensa a los referidos indios tanto en las provincias del Paraguay, del Brasil y del Río llamado de la Plata cuanto en cualquier otro lugar de las Indias Occidentales y Meridionales, prohíba enérgicamente a todas y cada una de las personas […] que en lo sucesivo esclavicen a los referidos indios, los vendan, compren, cambien o den, los separen de sus mujeres e hijos, o de cualquier otro modo los priven de libertad o los retengan en servidumbre (Urbano VIII. Carta al colector general de Portugal, 22 de abril de 1639).
Profundo dolor por los que no siguen los consejos de no esclavizar a los indios
Por todo ello hemos llegado a saber, con profundo dolor de nuestro espíritu paternal que, después de tantos consejos de apostólica providencia dictados por nuestros mismos predecesores, después de tantas constituciones disponiendo que de la mejor manera posible se prestara a los infieles ayuda y protección, y prohibiendo, bajo las más graves penas y censuras eclesiásticas, que se los injuriara, se los azotara, se los encarcelara, se los esclavizara o se les causara muerte, que todavía, y sobre todo en esas regiones del Brasil, hay hombres pertenecientes a la fe ortodoxa los cuales, como olvidados por completo del sentido de la caridad infusa en nuestras almas por el Espíritu Santo, o someten a esclavitud, o venden a otros cual si fueran mercancía, o privan de sus bienes a los míseros indios, no sólo los carentes de la luz de la fe, sino incluso a regenerados por el bautismo, que viven en las montañas y en las ásperas regiones tanto occidentales como meridionales del Brasil y demás regiones desiertas, y se atreven a comportarse con éstos con una inhumanidad tal, que más bien los apartan de abrazar la fe de Cristo y se la hacen profundamente odiosa (Benedicto XIV. Carta Immensa Pastorum, 20 de diciembre del año 1741).
Prohibición de comportarse con los indios de una manera no cristiana
Intentando salir del paso, con todo el poder que Dios nos ha dado, a estos males, hemos procurado interesar primeramente la eximia piedad y el increíble celo en la propagación de la religión católica de nuestro carísimo hijo en Cristo Juan de Portugal e ilustre rey de los Algarbes, el cual, dada su filial devoción a Nos y a esta Santa Sede,prometió que daría inmediatamente órdenes a todos y cada uno de los oficiales y ministros de sus dominios para que se castigara con las más graves penas, conforme a los edictos reales, a quienquiera de sus súbditos que se sorprendiera comportándose para con estos indios de una manera distinta de la exige la mansedumbre de la caridad cristiana.
Rogamos después a vosotros, hermanos, y os exhortamos en el Señor al objeto de que no sólo no consintáis que falte, con desdoro de vuestro nombre y dignidad, la vigilancia, la solicitud y el esfuerzo debido en ésto a vuestro ministerio, sino que más bien, uniendo vuestro celo a los oficios de los ministros del rey, demostréis a todos con cuánto mayor ardor de sacerdotal caridad que los ministros laicos se esfuerzan los sacerdotes, pastores de almas, en amparar a estos indios y en llevarlos a la fe católica (Benedicto XIV. Carta Immensa Pastorum, 20 de diciembre de 1741)
Excomunión latæ sententiæ a los que esclavicen los indios
Nos, además, con autoridad apostólica, y por el tenor de las presentes, renovamos yconfirmamos las cartas apostólicas en forma de breve dirigidas por el Papa Paulo III, predecesor nuestro, al entonces cardenal de la Iglesia Romana por nombre Juan de Tavera, arzobispo de Toledo, con fecha 28 de mayo de 1537, y a las escritas por el Papa Urbano VIII, igualmente predecesor nuestro, al entonces recaudador general de derechos y presas debidos a la Cámara Apostólica en los reinos de Portugal y de los Algarbes con fecha 22 de abril del año 1639; así como también , siguiendo las huellas de esos mismos predecesores nuestros, Paulo y Urbano, y deseando reprimir la insolencia de esos impíos hombres que aterran con actos inhumano a los referidos indios, para atraer a los cuales a recibir la fe de Cristo hay que agotar todos los recursos de la caridad cristiana,recomendamos y mandamos a cada uno de vosotros y a vuestros sucesores que cada cual por sí mismo o por otro u otros, dictados edictos y propuestos y fijados en público,amparando en los mismos con la protección de una eficaz defensa a los referidos indios tanto en las provincias del Paraguay, del Brasil y del Río llamado de la Plata cuanto en cualquier otro lugar de las Indias Occidentales y Meridionales, prohíba enérgicamente a todas y cada una de las personas, así seglares, incluidas las eclesiástica, de cualquier estado, sexo, grado, condición y cargo, aún la de especial nota y con título de dignidad, como de cualquier orden, congregación, sociedad – incluso la Compañía de Jesús–, religión e institutos de mendicantes y no mendicantes, monacales, regulares, sin excluir ninguna de las militares, ni siquiera los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, bajo pena de excomunión latae sententiae, en que incurrirán por el sólo hecho de contravenir a lo que se dispone, y de la cual no podrán ser absueltos, salvo in articulo mortis y previa satisfacción, a no ser por Nos o por el Romano Pontífice a la sazón imperante, que en lo sucesivo esclavicen a los referidos indios, los vendan, compren, cambien o den, los separen de sus mujeres e hijos, los despojen de sus cosas y bienes, los lleven de un lugar a otro o los trasladen, o de cualquier otro modo los priven de libertad o los retengan en servidumbre; igualmente que osen o presuman prestar consejo, auxilio, ayuda o colaboración a los que tal hicieren, bajo ningún pretexto ni cariz, o propalen y enseñen que hacer tal es lícito o a ello cooperen de cualquier modo; declarando que, quienesquiera que sean los contraventores y los rebeldes, así como los que no obedecieren en lo antedicho a cualquiera de vosotros, han incurrido en la pena de la indicada excomunión, y reprimiendo igualmente con otras censuras y penas eclesiásticas y otros oportunos remedios de derecho y de hecho, pospuesta toda apelación y observados los procedimientos legales que fuere de rigor, agravando las censuras y las mismas penas en los casos de reincidencia e incluso invocando para esto, si fuere necesario, el auxilio del brazo secular, Nos, con superior autoridad, concedemos y otorgamos a cada uno de vosotros y a vuestros sucesores plena, amplia y libre facultad (Benedicto XIV. Carta Immensa Pastorum, 20 de diciembre de 1741).
La Iglesia, defensora infatigable de los indios y protectora de los valores que había en sus culturas
Damos, pues, gracias a Dios por la pléyade de evangelizadores que dejaron su patria y dieron su vida para sembrar en el Nuevo Mundo la vida nueva de la fe, la esperanza y el amor. No los movía la leyenda de “El Dorado”, o intereses personales, sino el urgente llamado a evangelizar unos hermanos que aún no conocían a Jesucristo. Ellos anunciaron “la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres” a unas gentes que ofrecían a sus dioses incluso sacrificios humanos.
Ellos testimoniaron, con su vida y con su palabra, la humanidad que brota del encuentro con Cristo. Por su testimonio y su predicación, el número de hombres y mujeres que se abrían a la gracia de Cristo se multiplicaron “como las estrellas del cielo, incontables como las arenas de las orillas del mar”
Desde los primeros pasos de la evangelización, la Iglesia católica, movida por la fidelidad al Espíritu de Cristo, fue defensora infatigable de los indios, protectora de los valores que había en sus culturas, promotora de humanidad frente a los abusos de colonizadores a veces sin escrúpulos. La denuncia de las injusticias y atropellos por obra de Montesinos, Las Casas, Córdoba, fray Juan del Valle y tantos otros, fue como un clamor que propició una legislación inspirada en el reconocimiento del valor sagrado de la persona. La conciencia cristiana afloraba con valentía profética en esa cátedra de dignidad y de libertad que fue, en la Universidad de Salamanca, la Escuela de Vitoria, y en tantos eximios defensores de los nativos, en España y en América Latina. Nombres que son bien conocidos y que con ocasión del V Centenario han sido recordados con admiración y gratitud. Por mi parte, y para precisar los perfiles de la verdad histórica poniendo de relieve las raíces cristianas y la identidad católica del Continente, sugerí que se celebrara un Simposio Internacional sobre la Historia de la Evangelización de América, organizado por la Pontificia Comisión para América Latina. Los datos históricos muestran que se llevó a cabo una válida, fecunda y admirable obra evangelizadora y que, mediante ella, se abrió camino de tal modo en América la verdad sobre Dios y sobre el hombre que, de hecho, la evangelización misma constituye una especie de tribunal de acusación para los responsables de aquellos abusos (Juan Pablo II. Discurso inaugural de la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano en Santo Domingo, 12 de octubre de 1992).
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