¿Cómo funcionan las sociedades secretas?
Las sociedades secretas son muy viejas en el mundo. Todo el que obra mal y con dañados fines se esconde (…) De aquí que lo que llamamos logias y llamaban nuestros mayores cofradías y monipodios, existan en el mundo desde que hay malvados y charlatanes (Marcelino MENÉNDEZ y PELAYO).
Aunque esta amenaza es ya vieja, la historiografía más reciente ha estimado más prudente pasar de largo sobre el problema, bailándose así el agua al poder fáctico; el historiador honrado, de este modo, se pone en el punto de mira del Sistema, como obstáculo inoportuno a barrer. Dicho esto, ¿cómo funcionan los sociedades secretas/discretas?
En líneas generales, hay dos presupuestos inmutables:
unos recursos humanos comprados (“cada uno tiene un precio, la clave está en saber qué precio es ese”); y el combustible que pone en marcha la maquinaria (es decir, el dinero).
Estos presupuestos aparecen atravesados por la obligación del secreto: el secreto comporta una suerte de profesión de fe masónica encaminada a comprometer el porvenir de los miembros de la sociedad en base a todo tipo de intereses; este elemento antidemocrático entronca con el espíritu del corporativismo.
El propósito último de esta maquinaria no será otro que avanzar en la presunta “Gran Conspiración”, esto es el establecimiento del gobierno mundial, conformando la nueva jerarquía masónico-luciferina del NOM; a mayor número de vínculos entre sociedades y miembros, mayor fortalecimiento de la red.
Pero, ¿qué une a los miembros más allá de su ambición personal, ausencia de escrúpulos y tendencia al “Mal” [sic] (fruto del estado de pecado en el que transitan)? Ante todo, su pasado más o menos oscuro, que en los grados intermedios y superiores acopiará la suficiente información comprometedora como para no “moverse” de su sitio y correr el riesgo de quedar expuesto. Junto a este factor, destaca la sumisión de los socios a la figura (o filosofía) del iniciador de la sociedad/secta, cuyo carisma y/o crédito ejerce gran seducción/sugestión sobre los miembros. Y todo ello fundado sobre los sempiternos principios masónicos triunfantes (anticristianos y disolventes)
Urge pues tomar conciencia del problema, despertar a la masa poblacional dormida y bajar este problema (ni que sea en abstracto) a las calles, para que sea de dominio público. Preguntamos perplejos: ¿es lícito que el destino del pueblo soberano esté a merced de sectas y contubernios que operan en la sombra?
La masa humana adoctrinada en los contra-valores NOM, indiferente y cual borregos camino del matadero, parece haber regalado su dignidad a estos carroñeros voraces… A fin de cuentas, quizá sea ése el destino que merezcamos…
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