Pío Moa
4 noviembre, 2018
En su último libro (Sobre la felicidad) Fernández de la Mora afirma que el motor universal y omnipresente de los actos humanos es el deseo de felicidad, y que esta constituye el problema humano por excelencia. Pero la felicidad, se la defina como se quiera, implica un problema anterior, el de la condición humana, es decir, de los rasgos que definen la posición y conducta del ser humano en la vida y en el mundo, de los que sí puede decirse que son el objeto clave de la meditación filosófica. Y los definen al margen de los deseos de los hombres, incluido el de felicidad, tantas veces frustrados y contradictorios.
Pero ¿es posible preguntarse sobre la condición humana? Para los protestantes, Dios no creó a los hombres de una sola condición, sino de dos: a unos los creó para salvarse y a otros para condenarse. El protestantismo retoma en gran medida el judaísmo: Dios había creado a los judíos como pueblo elegido, apartándolo de los demás pueblos. Con Lutero ya no son los judíos, sino los destinados a salvarse, personas de una condición especial dentro del cristianismo. Y, yendo más allá, observamos las grandes diferencias entre las condiciones y biografías de los seres humanos, por lo que podríamos cuestionarnos qué es lo que tienen en común.
Con todo, resultan constatables algunos elementos comunes a todos los hombres, que los separan del resto de los animales con no menos claridad (*) de la que separan a los animales de los vegetales, siendo todos seres vivos. Uno de esos elementos es la consciencia de la muerte, con sus enormes efectos psicológicos. Ligado a él, la distinción entre el bien y el mal. El bien y el mal existen desde que aparece la vida, pero en el ser humano se vuelven conscientes, aunque desde luego muy confusos. Este es, a mi juicio, el sentido del mito (**) del pecado original.
Un tercer rasgo, ligado al anterior, es la libertad, un concepto evidente y a pesar de ello muy reacio al análisis. Un cuarto es la incertidumbre que condiciona la vida humana, y un quinto puede ser la desigualdad entre los individuos, que también distingue al hombre de los animales. Un sexto elemento, no menos diferenciador, sería la capacidad técnica, por la cual el ser humano puede adaptar el medio a sus deseos hasta cierto punto.
Seguramente podríamos encontrar otros rasgos universales y extensibles a todos los seres humanos , pero con estos seis tenemos materia para ir abordando el asunto.
Notas del editor
* Los Humanos son animales con ALMA con diferencias MÁS claras que vegetales y animales
** El Pecado original es un DOGMA y no un Mito
Pío Moa
4 noviembre, 2018
P. Parece que su libro sobre Europa ha tenido muy poco éxito. Ud ha informado de que la editorial va a destruir gran parte de los ejemplares.
–Sí. Para mí ha sido una sorpresa… relativa, porque soy muy consciente de la abismal nadería intelectual de la política y la universidad españolas. Yo ya sabía que el europeísmo español es un fraude, como casi todo lo que marca la política y la intelectualidad españolas, no digamos el periodismo. Aun así, me ha sorprendido.
P. También podría deberse a que el libro no es bueno.
–Vamos a ver: dado que España es el país más europeísta del continente, dado que para casi todos los políticos “Europa es la solución” a los problemas de España, como dijo Ortega en una frase estúpida, cabría suponer que el libro sería comentado y debatido, aunque fuera para denigrarlo. Puesto que la bibliografía española sobre Europa es casi inexistente, lo que denota un provincianismo extremo, la salida de algo nuevo debería llamar la atención. Pero esa inanidad es ya vieja. Ni Ortega ni sus seguidores hicieron ningún estudio serio, ni siquiera descriptivo, sobre Europa o lo que entendían por Europa. Se trataba de una palabra mágica, como lo es la palabra “democracia”. Son palabras sin concepto, poco más que sonidos, pero dirigen o más bien embrollan la política española.
P. Quizá no deba extrañarle, porque su libro trataba de explicar Europa a contracorriente, en términos espirituales o religiosos o como quiera llamarlos, no en términos económicos, que se considera más propiamente científico.
–Europa no nace de un problema económico, sino de la II Guerra Púnica, lo que llamo la guerra del destino. Sin la victoria de Roma todo habría sido muy diferente. La civilización romana, o grecorromana, no es propiamente europea, pero sí la base cultural de ella. La caída de Roma pudo haber aniquilado esa cultura, pero no fue así: fue salvada por la Iglesia, especialmente por los monjes benedictinos. Se trataba de impulsos políticos y más ampliamente culturales, que incluían lo económico como un factor, pero no el determinante. En conjunto, Europa ha evolucionado a través de grandes movimientos culturales: el benedictino, el románico, el gótico, el renacimiento, el protestantismo, el barroco, la ilustración. Estos movimientos tiene consecuencias o implicaciones políticas, artísticas, científicas y económicas, incluso demográficas, de gran calado, como señalo en el libro. Su espíritu es un despliegue de la tensión y contradicciones entre la fe y el de la razón, propias del cristianismo. Hay dos grandes momentos de ruptura: el protestantismo, que solo se impone a medias, viene a ser una revuelta de la fe contra la razón; y la ilustración, que abarca prácticamente a todo el continente, supone la rebeldía de la razón contra la fe. La ilustración señala un punto sin retorno al generar las ideologías… Pero, en fin, dejémoslo ahí, ya que a nadie ha inspirado desarrollos, ni réplicas ni debates. España es el país más europeísta y también el más ignorante y desinteresado sobre Europa. Qué le vamos a hacer.