El bozal, la correa y el chip
Pedro Abelló
21 junio 2020
Hace unos días me pasaron un dibujo sumamente ingenioso. Era la cara de un perro que se dirigía a nosotros y nos decía: “Ahora ya os han puesto el bozal; lo siguiente será la correa y después el chip”. Una observación sumamente inteligente y tal vez inconsciente por parte del dibujante, pero que retrata perfectamente nuestra situación.
En efecto, nos están convirtiendo en las mascotas dóciles y amaestradas de un poder que nadie ha elegido, pero que controla el mundo entero mediante el dinero, la tecnología y los medios de comunicación. Un poder que se ha venido a conocer como nuevo orden mundial, al que se han subordinado casi todos los gobiernos del mundo, particularmente los de la Unión Europea, mediante cuyas políticas concertadas y el poder de los medios de comunicación, ha conseguido ponernos a todos el bozal.
¿Y la correa? Tal vez la correa la llevábamos ya puesta antes del bozal, la correa de nuestra sumisión acrítica a lo políticamente correcto, a la “opinión pública”, al dictado de los medios y de la propaganda; nuestra incapacidad de pensar por nosotros mismos desde hace ya mucho tiempo, cómodamente instalados en la “corrección”. Tal vez sin esa correa no hubieran podido ponernos el bozal con la facilidad con que lo han hecho, porque ese bozal que llevamos todos es mucho más que una protección sanitaria. Si sólo fuera eso, no tendría mayor importancia y desaparecería con el virus. Pero se trata en realidad de un bozal puesto a nuestro pensamiento, y eso no va a desaparecer con el virus, aunque desaparezca la máscara física.
No sé si el Covid ha sido puesto en circulación o se ha escapado; en cualquier caso, ha dado lugar a la mayor operación de marketing sociopolítico de todos los tiempos, una operación ante la que hay que quitarse el sombrero por su impresionante precisión y eficacia.
Correa y bozal. ¿Y el chip? Pronto llegará, probablemente detrás de la vacuna, tal como Gates y sus socios han previsto en su plan ID2020, que Trump está a duras penas consiguiendo contener, pero que se lanzará en tromba sobre nosotros apenas ceda ese frágil dique de contención ante la ingente presión de todos los demonios desatados.
Hablando de demonios: parece que el rector de la Universidad de Murcia habló de Gates el otro día asociándolo con ellos, y las redes se han inundado de burlas y chanzas por esa asociación. La ignorancia es realmente atrevida.
El chip está haciendo ya felices a miles de suecos, que han corrido a implantárselo ante la gran comodidad que supone no tener que llevar los bolsillos llenos de dinero y documentos, porque el chip sustituye a cualquier documento identificativo y medio de pago. Parece que esos suecos se sienten cómodos con la correa y el bozal, porque no se han planteado que el chip acaba totalmente con su libertad, aunque tal vez la libertad no es algo que aprecien particularmente, ante lo cómodo que resulta que el estado nos lo dé todo hecho, pensado, masticado y digerido.
Pero si todavía alguien valora su libertad, debe considerar el efecto que el chip va a tener sobre ella: el chip va a controlar dónde vamos, con quien nos vemos, qué gastamos y cómo lo hacemos, nuestros gustos, nuestras opiniones y nuestras ideas. Claro que eso ya lo hace Google, pero el chip tiene una gran ventaja sobre Google: puede coaccionarnos. Puede, por ejemplo, cortar nuestro crédito, de modo que quien no sea del agrado del poder (o quien se haya negado a que le implanten ese chisme) puede verse sin medios para comprar o vender); puede restringir nuestros desplazamientos y nuestro acceso a los medios de transporte, a los medios de comunicación, a las redes sociales, a determinados lugares, asociaciones, organizaciones, etc. La disidencia puede ser anulada y desactivada mediante un simple comando digital. El poder absoluto y perfecto soñado por todos los tiranos que en el mundo han sido, lo tienen hoy al alcance de la mano nuestros tiranuelos.
“Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.” (Apocalipsis 13, 16-18)
“Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.” (Apocalipsis 14, 9-11)
Cuidado con la advertencia.
Pedro Abelló
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