Crítica católica del pontificado de Francisco I
Esta reflexión se sitúa dentro del marco de una preocupación creciente por el rumbo doctrinal, litúrgico y político que adoptó la Iglesia durante su liderazgo. A continuación, se sintetizan los principales puntos abordados en el programa, agrupados en torno a las críticas más relevantes formuladas al pontificado de Francisco.
Un papado de rupturas
Desde sus primeros gestos, Francisco dejó claro que su pontificado no seguiría la línea de sus predecesores inmediatos, Juan Pablo II y Benedicto XVI. La crítica presentada en el programa destaca cómo esa ruptura se manifestó tanto en el estilo como en el contenido. Se señaló un cierto desdén por la solemnidad litúrgica tradicional, sustituida por una estética pastoral horizontal que, si bien buscaba cercanía, generó desorientación entre fieles acostumbrados a una liturgia ordenada y trascendente.
En el plano doctrinal, las ambigüedades de documentos como Amoris Laetitia abrieron la puerta a interpretaciones divergentes sobre temas morales fundamentales, especialmente en lo relativo a la comunión de los divorciados vueltos a casar. Esta apertura fue interpretada por los contertulios como una forma de relativismo moral que debilitó la claridad doctrinal y fomentó divisiones internas dentro de la Iglesia.
Una visión política discutida
Uno de los aspectos más cuestionados del pontificado de Francisco fue su aproximación a lo político. Según el análisis del programa, el Papa argentino mostró una afinidad con posturas progresistas en cuestiones como la migración, el cambio climático o la redistribución económica, lo que llevó a una lectura politizada de su magisterio. Los tertulianos criticaron la recepción acrítica que el Papa dio a líderes de la izquierda latinoamericana, incluidos regímenes como el de Venezuela o Nicaragua, cuyos vínculos con la represión religiosa y la corrupción son bien conocidos.
En el caso concreto de España, Francisco se mostró distante de los católicos que resistían al laicismo promovido por el Gobierno de Pedro Sánchez. A diferencia de sus antecesores, el Papa evitó confrontar públicamente las leyes ideológicas que impactan directamente a la doctrina católica (como la ley de eutanasia o la ampliación del aborto), lo que fue interpretado como un abandono del deber profético de la Iglesia ante el poder político.
Ecumenismo y confusión teológica
Otro eje de crítica fue su política ecuménica, particularmente en lo relativo al documento firmado en Abu Dhabi sobre la “fraternidad humana”. Los comentaristas advirtieron que, bajo el lenguaje de diálogo interreligioso, se promovió una confusión doctrinal que equiparó implícitamente a todas las religiones, diluyendo la singularidad de la fe cristiana y su pretensión de verdad universal.
Asimismo, su apertura hacia ciertos sectores de la teología de la liberación y su enfoque en la “Iglesia sinodal” plantearon preguntas sobre la redefinición del gobierno eclesial, la autoridad doctrinal y el papel del episcopado. Lejos de consolidar la unidad, estos movimientos fueron percibidos como fuente de fragmentación eclesial.
Un legado de polarización interna
El balance final ofrecido en el programa no fue triunfalista. Aunque se reconoció la intención de acercar la Iglesia a los márgenes y los excluidos, se subrayó que este esfuerzo fue acompañado de un debilitamiento de la identidad católica, especialmente en su vertiente teológica y litúrgica. Para los analistas, Francisco gobernó muchas veces desde una lógica ideológica más que pastoral, favoreciendo a ciertos sectores dentro de la Iglesia mientras marginaba a otros, especialmente a los de sensibilidad tradicional.
El resultado ha sido una polarización creciente dentro del cuerpo eclesial, en el que la búsqueda de unidad fue sustituida por una administración eclesiástica que privilegió afinidades ideológicas por encima de la continuidad doctrinal.