Creacionismo Evolutivo, Encíclica de Pio XII
ORIGEN de la VIDA
EVOLUCIÓN de las ESPECIES
CIENCIA e INTERPRETACIONES
www.unav.es/cryf/sth07apardo.pdf
www.unav.es/cryf/sth07apardo.pdf
Departamento de Humanidades Biomédicas
Facultad de Medicina-Universidad de Navarra
(Pamplona 2007)
Resumen
El estudio científico de los inicios del mundo ha planteado en tiempos históricamente recientes las cuestiones biológicas del origen de la vida y de la evolución de las especies (entendida ésta como el paso de una especie a otra por generación). Además de los problemas puramente científicos que suscitan (como la dificultad para establecer hipótesis sólidas), estos estudios son interpretados con frecuencia más allá de sus posibilidades; en este artículo se examinan algunas de estas interpretaciones, como la solidez de nuestros conocimientos, el azar en los procesos evolutivos, la lucha en la naturaleza, o la visión global de la naturaleza.
Los temas que abarca el título de esta colaboración serían motivo para varias enciclopedias. En este artículo se intentará solamente dar una idea de por dónde van las ideas maestras en estas dos cuestiones en el ámbito científico. Como veremos al final, se trata de temas muy discutidos, que están todavía muy lejos de ser cuestiones científicamente resueltas, incluso en sus líneas maestras; además existe una amplia discusión no científica con motivo de las interpretaciones materialistas o cientifistas de las tesis evolucionistas.
1. ALGUNA PRECISIÓN TERMINOLÓGICA
Dado que, en el campo de la evolución, se encuentran muchas discusiones que, al final, se resuelven en meros problemas de terminología, convieneprecisar el sentido con que emplearemos los diversos términos en este texto. Cuando empleemos el término evolución, nos referiremos exclusivamente a lo que, en bastantes ocasiones, se denomina macroevolución, es decir, al hecho de que seres de una especie produzcan seres de otra especie por generación.
Esto es distinto de lo que se suele conocer como microevolución: el hecho de que las sucesivas generaciones de los seres de una especie puedan tener variaciones morfológicas o funcionales entre ellas. Este fenómeno daría origen a las variedades y razas dentro de una especie. Es muy frecuente y confuso entender evolución como equivalente a darwinismo o neodarwinismo.
Aquí entenderemos por darwinismo la explicación preconizada por Darwin para la evolución, y desarrollada posteriormente por numerosos autores, y conocida como teoría sintética o neodarwinismo; aunque sea la más extendida actualmente, no es lo mismo la cuestión de si ha habido evolución que la explicación de cómo se ha producido ésta (que sería el darwinismo u otras hipótesis explicativas).
Por último, entenderemos como creación la acción divina que da a todas las cosas el ser, acción que no está relacionada con el empezar a ser de lo creado: tan creado es un viviente en su primer momento de existencia como a lo largo de toda su vida. Por este motivo, la cuestión de la creación se sale del ámbito científico que tratamos aquí: exigiría un método distinto para su estudio.
2. EL ORIGEN DE LA VIDA
La evolución no es un suceso observado sino deducido. Dado el poco tiempo de observación que llevamos de la naturaleza en comparación con el tiempo de existencia de vida sobre la tierra, es muy difícil que haya comprobación fehaciente de ella. Pero, dado que se ha demostrado la imposibilidad de la generación espontánea, la deducción es que los seres vivos han debido tener su origen en el pasado del mismo modo que ahora: a partir de otro ser vivo. Y, vista la evidencia de que no viven actualmente determinados seres vivos de los que encontramos restos, ni existen restos antiguos de muchos seres vivos actuales, se deduce que, en el pasado, seres de una especie han dado lugar a seres de otra especie por generación.
Llevando este razonamiento hasta el final, se llega a la conclusión de que los seres vivos han comenzado a existir a partir de sustancias y reacciones químicas presentes en una remota edad de la tierra. Obviamente, las condiciones de dichas épocas debieron ser bastante distintas de las actuales, pues ahora, como hemos dicho, no se observa generación espontánea. Ésta debió suceder en el pasado. Actualmente, sin embargo, no se emplea en ciencia la expresión «generación espontánea» para señalar el origen de los seres vivos a partir de material preexistente, y se prefiere hablar de «origen de la vida», expresión que a veces hace pensar en una explicación completa que desecha la noción de creación.
Por muy contraintuitivo que pueda parecer que los seres vivos han tenido su origen en material inerte, o que ha habido evolución de las especies, es la única conclusión viable si se desea mantener la coherencia intelectual: la ciencia basa su trabajo en la confianza en la racionalidad subyacente a la naturaleza, y las leyes naturales deber ser universales; Dios no hace trampas al crear. Por tanto, los seres vivos no están fuera de las causas naturales y, además de ser creados, deben tener también una serie de causas segundas que les den origen. Admitir otra cosa convertiría toda la ciencia en un sinsentido.
2.1. ¿Metabolismo o información?
Aunque no todos los científicos que estudian el origen de la vida estarían en condiciones de articular los fundamentos que acabamos de exponer, todos están de acuerdo en que debe existir una explicación científica para el origen de los seres vivos. Ahí termina el acuerdo. Las explicaciones que se barajan son muy dispares, aunque exista cierto consenso en algunos extremos concretos 2.
Según se piensa habitualmente, los primeros restos de seres vivos datan de hace unos 3.500-3.800 millones de años, fecha muy precoz, si se tiene en cuenta que la tierra se formó hace unos 4.500 millones de años. Se trata de restos fosilizados de microorganismos unicelulares, al parecer del mismo tipo de los que forman unas acreciones calcáreas, llamadas estromatolitos, que se observan actualmente en la costa de Australia. Hay que esperar hasta hace 500 millones de años para que aparezcan los seres pluricelulares.
Para explicar el origen de estos primeros seres unicelulares, el primer problema con que se enfrenta el científico consiste en reconstruir, aunque sea de modo aproximado, la situación química del ambiente en esos momentos de inicio de la vida en la tierra. Se ha conseguido, por medio de diversos estudios, deducir que la atmósfera terrestre en esa época carecía de oxígeno y era fundamentalmente reductora, compuesta de metano, amoniaco, vapor de agua, y anhídrido carbónico. Pero no está nada claro cómo se ha podido producir el paso de estos componentes a la célula más sencilla.
En primer lugar, es objeto de estudio qué puede ser «la célula más sencilla»: ¿cuántos componentes ha de tener como mínimo para garantizar sus procesos vitales y su reproducción? Ese problema admite dos enfoques: intentar buscar entre los organismos actuales el más sencillo, o intentar deducir, con nuestros conocimientos de biología, qué componentes mínimos debe tener una célula para poder vivir. En ambos casos no sabemos si, en la situación de la tierra en aquellos momentos, habrían sido necesarios más o menos componentes, o simplemente otros distintos.
Además, se abre un curioso dilema: los seres vivos precisan unos componentes concretos (proteínas y lípidos) y un sistema de función primordialmente informativa (ácidos nucleicos). Los primeros sin los segundos darían origen a formaciones que no se pueden copiar y reproducir y los segundos sin los primeros no podrían expresar su información para permitir la copia. Ambas dificultades tienen atisbos de solución o, al menos, observaciones sugerentes de vías de salida: si existe suministro continuado de ciertos componentes básicos, se ha observado la formación de microvesículas que se multiplican (coacervados); y también se ha observado que algunos ácidos nucleicos tienen capacidad
enzimática, con lo que podrían realizar a la vez el papel de portadores de información y de componentes funcionales de la célula. Existen más detalles que apuntan sugerencias de cómo se pudo formar el primer viviente: suministro continuado de materias primas en fuentes sulfurosas submarinas; formación de redes de reacciones químicas en ciertos entornos con varios componentes, que tienden a decantarse hacia unos compuestos y reacciones y no hacia otros; y algunas más.
Sin embargo, todas estas suposiciones, aunque casan de modo más o menos correcto con las observaciones biológicas y geológicas, están extraordinariamente lejos de conseguir una esquema ni siquiera medianamente completo del origen de la vida. Por mencionar una sola dificultad, la concentración de moléculas orgánicas «interesantes» para producir vida es extraordinariamente exigua con las tesis propuestas, con lo que no se termina de ver cómo se pudo alcanzar la complejidad, comparativamente gigantesca, de la «célula mínima» anteriormente mencionada.
2.2. Panorama de la divulgación
Aunque el panorama de teorías preconizadas para explicar el origen de los vivientes es más complejo de lo que hemos referido, es interesante observar la deformación que se realiza al respecto en la divulgación científica. Nos fijaremos sólo en dos cuestiones, una sobre la síntesis de las primeras moléculas orgánicas y otra sobre la organización de coacervados; son ejemplos muy aptos para divulgar, debido al largo tiempo que llevan en el terreno de las ideas sobre el origen de la vida.
El primero es el conocido experimento de Urey y Miller, habido en 1953. Se trata de un experimento tan clásico que actualmente existen hasta simuladores virtuales disponibles por Internet 3. En dicho experimento, se hacían pasar descargas eléctricas por una mezcla de gases como la que se suponía existente en la atmósfera primitiva de la tierra, y se decantaban los productos resultantes; se obtuvieron así varios compuestos orgánicos y aminoácidos (componentes mínimos de las proteínas que tienen todos los seres vivos).
Efectivamente, de este experimento se pueden derivar algunos aminoácidos que se encuentran en los seres vivos, y de variantes suyas (cambiando la proporción de gases, por ejemplo) se pueden obtener
otros productos básicos.
Sin embargo, la divulgación suele dejar al lector suponer (o incluso afirma expresamente) que todos los demás componentes básicos de los seres vivos, que son centenares, aparecen sin más por este procedimiento. Sin embargo, está demostrado que las condiciones de la síntesis de unas moléculas impiden completamente la síntesis de otras; es más, la síntesis de sólo algunas por este procedimiento resulta bastante problemática, como se puede comprobar jugando con el simulador de Internet mencionado anteriormente.
El segundo ejemplo es una de las tesis sostenidas por Oparin, biólogo ruso, desde los años 20 del siglo pasado, dentro de su explicación del origen de la vida. Esta explicación parte de la observación de la formación espontánea de microvesículas (o coacervados) cuando se unen diversos tipos de moléculas en una solución. Así, se pueden obtener estos coacervados con la simple mezcla de gelatina (una proteína) con goma arábiga, aunque hay otros muchos cócteles que pueden producirlos.
Los coacervados tienen la peculiaridad de permitir la entrada en ellos de moléculas pequeñas del medio en que se encuentran. Si suponemos que las moléculas que hay en su interior procesan estas moléculas pequeñas, tenemos un esbozo de célula que sólo debería ser más compleja. Si esta tesis se une con la producción espontánea de moléculas según el sistema experimentado por Urey y Miller,
parece que se ha encontrado ya el modo en que comenzó la vida, y así aparece en la divulgación: síntesis de productos básicos con reacciones químicas sencillas y formación de coacervados que se harían progresivamente más complejos, gracias a la acción de la selección natural de los coacervados en ese medio primitivo.
La simplificación no puede ser más abusiva, pues sería necesario no sólo la formación de las pequeñas moléculas que entrarán en los coacervados para procesarse, sino también los lípidos y los enzimas que forman los coacervados mismos. Esto es demasiado pedir a la síntesis de productos orgánicos por medio de descargas eléctricas, incluso contando con teorías complementarias que
expliquen el origen de bastantes más moléculas.
Muchas veces, detrás de estas simplificaciones divulgativas, late un cientifismo naturalista, que pretende que, por haber desvelado el origen de la vida (desde el punto de vista científico), se podría dejar fuera una explicación que recurriera a Dios y al concepto de creación. Es lo que sucede con la obra de algunos iniciadores de estas hipótesis, como Oparin y Juan Oró. Su pretensión naturalista o materialista es incoherente si se examinan a fondo los conceptos, pero, planteada de modo divulgativo y mezclando cuestiones científicas con afirmaciones gratuitas, puede resultar muy convincente.
3. LA EVOLUCIÓN DE LAS ESPECIES
Si pasamos a examinar los últimos 500 millones de años, época en que aparecen y evolucionan los seres pluricelulares, nos encontramos con un pasado más fácil de analizar: debido a su proximidad temporal, disponemos de más restos y de comparaciones más válidas con el presente estado de la naturaleza, que permiten elaborar hipótesis científicas más sólidas.
La idea de la evolución de las especies está circulando en biología desde el siglo XVIII, y de esa época y de principios del XIX datan algunas tesis explicativas, como pueden ser las de Buffon o Lamarck. Dichas tesis, debido al poco desarrollo de la biología por aquel entonces, tienen una gran carga filosófica, y poco contenido que hoy rotularíamos de «científico».
Sin embargo, hoy, hablar de evolución es hablar de darwinismo, hipótesis explicativa dominante con enorme diferencia. La tesis básica que subyace a todas sus versiones afirma la variación espontánea de los seres vivientes y la selección natural de los más aptos, que hace derivar progresivamente unas formas de otras. Las tesis originales de Darwin se encuentran hoy asociadas con las del paradigma genético, desarrollado en la primera mitad del siglo XX, que sólo en las últimas décadas ha conocido un estudio bioquímico más amplio. Este paradigma viene a afirmar que todo carácter de un ser vivo se debe a un gen o genes, es decir, a unidades mínimas de información heredables. Por tanto, la variación de que hablaba Darwin se debe a mutaciones en los genes. El cuadro explicativo parece acabado 4.
Buena parte del éxito del darwinismo se debe a que se presenta como una explicación científica, es decir, exclusivamente natural, del origen de los seres vivos. A la «presunción de inocencia» que le aporta ser una explicación científica, se suma el hecho de que el paradigma genético sea un imaginario propio de nuestra época; esta mentalidad reciente ha contribuido también al arraigo del darwinismo. A estos factores, habría que sumar la sencillez de los postulados básicos darwinistas. Ésta permite una facilidad de divulgación que ha posibilitado su enseñanza desde los niveles elementales de la educación en Occidente.
Y, por último, aunque debería ser lo primero, el darwinismo parece dar razón de los hechos observados que llevan a afirmar la evolución. Como ya mencionamos al comienzo, sólo sobre este tema también sería posible escribir bibliotecas enteras. Por hacer una síntesis del panorama actual, veremos, y solamente de modo muy somero, algunas dificultades que esta hipótesis científica tiene planteadas y algunas discusiones filosóficas que se han desarrollado a raíz del darwinismo.
3.1. Problemas científicos
Como hemos mencionado, es opinión común, también entre los biólogos, que el darwinismo explica los hechos observados. Esto era sostenible hace algunas décadas. Actualmente el darwinismo se debate en una dura crisis que sólo en los últimos años empieza a trascender fuera del ámbito científico y a plasmarse en obras de divulgación y ensayo. Mencionaremos algunas de las cuestiones que se le han planteado, sin que consiga explicarlas satisfactoriamente.
Pierre Paul Grassé, probablemente el mejor zoólogo del siglo XX, cuando se jubiló en los años 70, recopiló una serie de observaciones zoológicas (entre muchas más posibles) que el darwinismo no explica. Su obra, titulada Evolución de lo viviente 5, constituye una crítica al darwinismo que éste ni siquiera ha intentado superar: simplemente, sus defensores han hecho como si no existiera. No pueden responderle. Quizá las dos cuestiones más llamativas que expone son algunos casos de evolución paralela y algunos casos de evolución convergente 6.
Por evolución paralela se entiende la que, partiendo de especies con determinadas características similares, termina produciendo otras especies que, a su vez, guardan también una similitud en sus nuevas características aparecidas a partir de las iniciales. La evolución paralela no supone especial problema para una explicación darwinista. El problema surge cuando se trata de una evolución paralela de muchos caracteres a la vez en sitios distintos, sin contacto geográfico siquiera. Y esto se ha dado, entre otros casos, en cambios observados en la transición de reptiles a mamíferos, sucedida simultáneamente en América y Asia cuando se encontraban aisladas por el mar. La transición implica cambios en la estructura de la mandíbula, de los huesos craneales, de las cavidades cardíacas, de la circulación sanguínea y de la forma de articularse las extremidades, entre otras. Tal suma de cambios simultáneos y sincrónicos es imposible de explicar por una selección ambiental que, por propia definición del darwinismo, es aleatoria 7.
Por evolución convergente se entiende la que, partiendo de especies con características diferentes, termina en una característica común a ambos. Así, la forma fusiforme en peces y cetáceos sería resultado de una evolución que termina de modo parecido a partir de seres muy distintos, cordados y mamíferos. Nuevamente, esto tampoco es especial problema para el darwinismo, a no ser que el resultado final sea más que un mero parecido. Es lo que pasa, entre otros casos, con el ojo en vertebrados y cefalópodos: en ambos, éste consta de un globo ocular, con retina en el fondo y una apertura transparente en el polo opuesto, junto con mecanismos de ajuste para la distancia y la cantidad de luz, y sensores a la luz y al color. Tienen algunas diferencias, pero las coincidencias son
abrumadoras. Y, aunque la selección ambiental pudiera haber preferido seres con buena visión, el darwinismo es incapaz de explicar una coincidencia tan increíble.
Y también sucede al contrario, que especies cavernícolas de todo tipo (insectos, peces, anfibios) tienen todas las mismas modificaciones: pérdida de pigmento, atrofia de los ojos, afinamiento de sistemas táctiles 8, cuestión que tampoco el darwinismo explica.
También en los años 70, Stephen Jay Gould publicó con Niles Elredge un artículo titulado Punctuated equilibria: an alternative to phyletic gradualism 9, que no tuvo mucho eco hasta algunos años más tarde, en que sucesivos artículos y obras profundizaron en la cuestión: la evolución parece haber sucedido mediante saltos discretos, y no mediante la suave transición que se derivaría de las tesis darwinistas. De hecho, ya Darwin se planteaba el problema de la inexistencia de muchas formas intermedias entre los fósiles conocidos; como respuesta argumentaba que el número de restos registrado era pequeño, y que sería cuestión de tiempo ir encontrando esos «eslabones perdidos». Sin embargo, casi siglo y medio tras la obra de Darwin, esos eslabones siguen sin aparecer; además, la revisión cuidadosa de series de sedimentos muy continuadas permite concluir que dichas formas intermedias no existen. Hay tesis que intentan paliar este problema con bastante ingenio (la especiación simpátrica y alopátrica 10), pero recientes observaciones de especiación rápida sin aislamiento 11 no permiten sostenerlas sólidamente.
Por último, mencionaremos que se conocen explosiones evolutivas en varios momentos del registro fósil, en las que aparecen simultánea y bruscamente multitud de formas nuevas perfectamente estructuradas y terminadas, sin que haya nada en el registro fósil anterior que permita prever semejante explosión, ni amagos de ninguna de las formas que se verán después: no hay formas intermedias o a medio formar. Y las que nos parecen a veces formas intermedias pueden ser catalogadas sin esfuerzo como formas estables, y no como formas de transición. Sería como si consideráramos actualmente a las focas como una forma intermedia entre cuadrúpedos, que se están habituando a la vida en el agua, y cetáceos, que serían la forma terminada, cuando, en realidad, las focas no son una forma de transición. Estos puntos que hemos presentado son unas pocas entre muchas críticas científicas que se han argüido. ¿Por qué, entonces, se continúa defendiendo de modo tan tenaz el darwinismo como explicación a la evolución? Dejando aparte los factores anteriormente mencionados (vitola científica, sencillez, facilidad de divulgación), o una cierta cerrazón (a base de cambios al azar y selección también se podría dar lo que se observa, aunque habría que reconocer que ha habido bastante suerte), lo que se alega desde el punto de vista científico es que no tenemos nada mejor por ahora. Esta salida es de alabar, pues reconoce, con honradez intelectual, que el darwinismo no lo explica todo; pero tiene a la vez el grave defecto de que introduce la investigación en temas evolutivos por un camino (análisis de cuestiones genéticas, dinámica de poblaciones) que no va a permitir salir de esas dificultades, pues dichos estudios parten a priori de que la explicación de la evolución es darwinista cuando, realmente, debe ir en otra dirección; por ese camino, lo único que se podrá encontrar son remiendos más o menos hábiles al darwinismo.
3.2. Problemas filosóficos
3.3. Naturaleza y lucha
3.4. Naturaleza y azar
3.5. Selección natural
3.6. Especiación
3.7. Replantear el problema
Como acabamos de mencionar, el darwinismo no es aceptable como tesis científica, ¿cómo explicar la evolución? En estas últimas décadas, ya van siendo bastantes los autores que se han replanteado la cuestión. Las respuestas que se han esbozado apuntan siempre en la misma dirección: si intentamos ver cómo cambia la forma de los seres vivos, tenemos que dirigirnos a estudiar el desarrollo de los seres vivos, pues la forma final del ser vivo se construye durante su desarrollo. Se trataría de un estudio metodológicamente coherente, pues estudiaría un fenómeno analizando cuestiones que suceden a su mismo nivel. No es de extrañar, por tanto, que haya embriólogos en este terreno 25, aunque también ha merecido comentarios de biólogos de distintas especialidades 26 y de físicos teóricos 27. El motivo del interés desde distintas disciplinas se debe a que dicho estudio muestra la complejidad del ser viviente en las múltiples interacciones internas, de todo tipo, que se dan en el interior del ser vivo, y que pueden ser vistas desde numerosos puntos de vista. Resumiendo muy abruptamente los esbozos de explicación que existen actualmente, cabría decir que los organismos pluricelulares permiten una serie de interacciones internas según la complejidad de las células a partir de las cuales se construye el organismo. Está demostrado que dicha complejidad aumenta con las épocas geológicas, por lo que, según ha avanzado ésta, se han podido dar más interacciones. La aparición de nuevas interacciones hace aparecer nuevas manifestaciones morfológicas macroscópicas, que aparecen de modo repentino y organizado, tal como muestra la observación de la evolución: no es por grados suaves, sino a saltos, con explosiones de nuevas formas en ocasiones. Se produciría, por tanto, una emergencia de nuevas formas estables a partir del aumento de complejidad progresivo de las células de los seres vivos. Posteriormente, estas nuevas especies sobrevivirían o desaparecerían por azar, dependiendo de las variables circunstancias ambientales. Sería, por tanto, una evolución direccional, teleológica, porque su origen es una génesis de nuevas formas que posee una finalidad intrínseca. No es necesario hacer equilibrios para mantener la finalidad del proceso evolutivo mientras se sostiene a la vez su aleatoriedad, com
Aquí hay todavía un enorme campo de estudio e investigación, por lo que aún no se puede afirmar casi nada de modo definitivo. Pero, aunque ni siquiera la hipótesis esté todavía bien construida, este enfoque, más realista que el darwinista, no cierra campos a la investigación. Por contra, el darwinismo, al afirmar que el azar es la causa de las nuevas formas, agostaba en su raíz todo intento de investigación.
Artículo completo: www.unav.es/cryf/sth07apardo.pdf
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