El nudo ucraniano (5). La propaganda de guerra,
la nulidad de Europa y la histeria de Occidente
20 MAYO 2022
Retomo esta serie de artículos sobre la guerra de Ucrania después de cierto tiempo. No es que haya sucedido gran cosa militarmente, al menos sobre los mapas. La guerra parece estancada, después de los primeros días cuando los rusos lograron la mayor parte de sus avances en el territorio; a pesar de ser una guerra tecnológica del siglo XXI el ritmo parece no sólo del siglo XX sino de Primera Guerra Mundial.
La ridícula propaganda occidental finge creer todo lo que dicen los ucranianos, dándose una pátina de seriedad con panfletos OTAN disfrazados de análisis militares. Se habla continuamente de una Rusia que está al borde de perder la guerra, se inflan reveses puntuales o repliegues de las tropas rusas como si fueran derrotas aplastantes, se dan cifras fantásticas de las pérdidas de Moscú, se nos intenta convencer desde que empezó la guerra que Rusia está agotando su potencial militar. Se llega incluso, grotescamente, a denominar “evacuación” la rendición de los defensores del complejo de Azovstal tras un asedio interminable.
No es necesario extenderse más sobre lo insultante y absurda que es la propaganda que vemos todos los días en cuanto a la situación militar, esta lamentable confusión de los deseos con la realidad. Sin embargo parece claro que esta campaña se le ha complicado a Rusia y le está costando más cara de lo que pensaba.
En parte porque, como reza la famosa máxima de Moltke, ningún plan de batalla sobrevive al contacto con el enemigo, seguramente en parte por errores y una estrategia (como mínimo) poco clara por parte rusa. Pero también y quizá sobre todo, porque Occidente se ha volcado ayudando militarmente a Ucrania; envío de armas, instructores militares ya desde antes de la guerra, probablemente fuerzas especiales encubiertas; pero sobre todo inteligencia militar y esto es bastante importante, pues Ucrania tiene información y apoyo en tiempo real de los satélites y aviones espía de Occidente, cuya importancia militar no se puede subestimar.
El eje angloamericano, que es el verdadero dueño geopolítico de Occidente porque lo demás son comparsas, esencialmente está haciendo la guerra a Rusia utilizando soldados ucranianos; lo que llaman en inglés una proxy war. Esto era, naturalmente, lo que buscaban desde el principio y desde hace bastantes años; llegados a la guerra que tanto deseaban, la idea es prolongarla y debilitar a Rusia todo lo posible.
Independientemente del resultado final, ya se han logrado objetivos intermedios importantes: enfrentamiento político y económico entre Rusia y Europa, que se auto-sanciona a sí misma económicamente en beneficio de las potencias atlánticas; los rusos y los ucranianos que se matan entre ellos. Todos pierden menos el eje angloamericano.
La propaganda triunfalista y el autoengaño occidental, sobre la debilidad e incompetencia de Rusia, están totalmente fuera de la realidad. Sin embargo considerando el potencial humano de Ucrania (44 millones de habitantes) y las escasas fuerzas rusas comprometidas, que son menos de 200.000 hombres y desde el principio han estado en inferioridad numérica, Rusia está corriendo el grave riesgo de empantanarse definitivamente. Si nada cambia es muy posible que la ayuda militar occidental y la movilización ucraniana hagan imposible una victoria neta, llevando a una larga campaña, a un estancamiento como en la guerra de Corea y quizá impidiendo, para siempre, la conquista de regiones como la de Járkov y Odesa que seguramente forman parte de los objetivos rusos.
Todo esto pertenece al futuro incierto, pero lo cierto es que con las fuerzas que han desplegado los rusos han sido incapaces de llevar a cabo una guerra móvil de operaciones profundas, como reza su misma doctrina militar. La única manera, creo, de cambiar esta situación y forzar una victoria clara sería para Rusia pasar a una economía de guerra y quizá decretar una movilización. Ignoro si ello entra en sus planes o siquiera se lo pueden permitir, políticamente y económicamente; pero la alternativa es una campaña lenta, de posiciones, que se estancará porque no están luchando sólo contra Ucrania sino contra todo Occidente en una proxy war.
Naturalmente todo lo anterior habría debido entrar en los cálculos y en particular el apoyo de la OTAN a Ucrania. Sobre todo si es cierto que, como denuncia Moscú, la misma OTAN llevaba años preparando militarmente a Ucrania mientras el gobierno teledirigido del cómico Zelensky hacía lo posible para fomentar el sentimiento antirruso con vistas a llegar a la presente situación. Rusia habrá cometido errores de valoración (como en el ámbito económico el de dejar tantas reservas en bancos occidentales expuestas al bloqueo o directamente al robo por parte de los gobiernos de Occidente) pero también, como me parece leer entre líneas de las palabras del presidente Putin en el desfile del 9 de mayo, fue en buena parte una decisión forzada.
El refuerzo militar de Ucrania como potencia hostil a Rusia era una amenaza directa: una Ucrania armada y en la OTAN quizá no habría atacado Crimea inmediatamente, pero desde luego sí lo que quedaba de Donetsk y Lugansk, aplastando y masacrando a sus habitantes. Rusia ya no habría podido hacer nada sin entrar en guerra directa y no proxy con toda la OTAN; acto seguido la cuestión de Crimea podía ser el casus belli para justificar otra guerra y la desestabilización de la misma Rusia…
Lo que se puede reprochar a Rusia no son tanto las faltas en la conducción de la guerra, sino no haber hecho mucho antes lo que tenía que hacer y haber esperado ocho años; haber intentado durante demasiado tiempo llegar a una solución política y diplomática cuando hay cuestiones que sólo se pueden zanjar con una solución militar, sobre todo ante la mala fe de Occidente y sus títeres. No es cierto que la guerra crea más problemas de los que resuelve; la verdad es exactamente la opuesta y una gran parte, si no la mayoría, de los problemas históricos se han resuelto con la guerra.
Del tema “nazi-fascista-antifascista” que ha creado una enorme bola de confusión y división hablaré en otro artículo. Pero no terminaré sin comentar algo más sobre la indecente propaganda de guerra que estamos viendo por parte de los medios, sobre la credulidad supina de los ciudadanos medios y también de aquellos que no se creen ciudadanos medios sino advertidos pero se tragan igualmente la propaganda.
Si uno ve solamente información y vídeos de medios oficialistas occidentales (todos los principales) o páginas-panfleto OTAN, se queda inevitablemente con la impresión de que sólo los rusos pierden hombres y material.
Esto puede ser chocante y nos preguntamos qué sentido puede tener, pero lo entendemos cuando nos damos cuenta de que pasa como en las películas: cuando se quiere comunicar al espectador que los buenos (o los malos) van ganando se montan escenas donde sólo los primeros matan a los segundos; así se hace visualmente evidente lo que el director de cine quiere transmitir. Pues no otra cosa estamos viendo en la información que nos propinan los medios y para-medios occidentales: una película y además de montaje particularmente torpe.
Comento esto último porque la información occidental parece la obra de un productor de segunda fila: uno con cierto dominio de su oficio presenta pérdidas de ambos bandos, regulando y equilibrando el conjunto para comunicar quién va ganando. Pero supongo que un público habituado, desde hace decenios, a la telebasura y al cine de mala calidad debe ser manejado de esta manera.
Pero si en la mediocre película de buenos y malos que nos propinan como información los rusos fallan más que una escopeta de feria, incapaces de combatir de verdad y salvando los muebles sólo gracias a los misiles, dan lo mejor de sí mismos es atacando a los civiles: hospitales bombardeados, escuelas, bloques de apartamentos, teatros.
He aquí la explicación de por qué no nos ponen vídeos con material ucraniano destruido: es que Putin el Malo y su mal encarado Jefe de Estado Mayor Gerasimov han ordenado a sus soldados atacar sólo a los civiles. Como les ordenaron masacrar a civiles en Bucha o lanzar un misil contra los civiles en la estación de Kramatorsk para que el resto del mundo viera lo malos que son los rusos.
Es inútil gastar muchas más palabras con la avalancha de propaganda de guerra, insultante para la inteligencia de cualquiera, que nos propinan los medios. Pero es una historia muy vieja y los anglosajones en particular son los maestros de la mentira de guerra; aunque los rusos hayan inventado el término desinformación y la practiquen, son casi aficionados comparados con el nivel de profesionalidad en la mentira y la falsificación de ingleses y norteamericanos.
Y es que en Rusia hay, sin duda, control de la información y censura de guerra, hasta el punto de que los medios son poco más que una agencia de noticias oficial. Pero los medios de Occidente son algo peor: una productora cinematográfica. La cobertura de la guerra ucraniana reúne todos los ingredientes de una película bélica no particularmente fina pero sí eficaz para el público, sobre todo un público que ha mamado series de televisión en vez de libros, por tanto educado a vivir en un mundo fabricado. Tenemos los soldados de los malos que se ensañan con la gente indefensa y la masacran, pero que luego no saben combatir y caen como moscas contra los soldados de verdad, los de los buenos.
Esto es lo que nos muestran los medios de desinformación. Cuánto mejor y más honesta una censura militar en tiempo de guerra, unos medios oficiales que se presentan por lo que son, que una productora cinematográfica travestida de información y periodismo. Se deberá reconocer que lo segundo engaña mucho mejor que lo primero.
En cuanto a las sanciones, particularmente las europeas, van desde tirar piedras contra el propio tejado a lo ridículo. En pocas coyunturas como en ésta los dirigentes europeos han revelado su mediocridad y sumisión a los intereses atlánticos, hasta el punto de perjudicar los europeos. A propósito de esto, como nota casi cómica son especialmente interesantes ciertas las maniobras europeas para burlar las propias sanciones contra la importación de productos rusos que Europa necesita, algo que puede ser calificado sólo como hacerse trampas jugando al solitario.
Pero donde Occidente da por así decir el do de pecho es en ciertas sanciones ad personam. No me refiero a los oligarcas sino a sancionados como las hijas de Lavrov y Putin. ¿Cuál es el sentido geopolítico y estratégico de esto? ¿Hacer rabiar a los papás? ¿Es éste el nivel de la diplomacia occidental?
En cuanto al también sancionado portavoz del Ejército ruso Igor Konashenkov, supongo que su culpa es la de leer los partes militares ante las cámaras de los partes militares, algo que debe de provocarle urticaria a más de uno. ¿Y la ex mujer de Putin y su presunta pareja actual, también sancionadas?
Pero es inútil seguir. Toda esta batería de sanciones ridículas no es sólo grotesca sino que tiene un carácter histérico, penosamente evidente en muchas otras cosas. Una histeria occidental contra Rusia que es el equivalente diplomático de una rabieta de niño malcriado. Y es que no se trata solamente de la cuestión política, económica, militar, de dinero y de petróleo, del poder sobre las cosas, sino también del poder sobre las mentes.
El conflicto geopolítico adquiere un carácter de guerra ideológica y provoca la histeria de Occidente porque no se le perdona a Rusia que su gobierno resista, firmemente, la inmensa campaña de degeneración social que las élites occidentales están promoviendo en todo el planeta. No se le perdona que represente, al menos en potencia, la posibilidad de un mundo multipolar, el rechazo y la revuelta contra esa modernidad occidental que cada vez más revela ser una inmensa alcantarilla, pero que se ha convencido a sí misma con impudicia suprema de estar en el lado correcto de la historia.
Max Romano nace en Madrid en 1969. Inclinado hacia los estudios científicos termina su formación en Italia, país donde residirá muchos años. Regresa posteriormente a España y compagina la carrera profesional con su actividad de escritor. Tras un largo período de evolución personal y observación atenta de la sociedad que le rodea, comienza a escribir para defender activamente su visión del mundo. Enemigo del fanatismo igualitario, la tiranía de la corrección política, el imperio del mal gusto y la vulgaridad que azotan nuestra era.