Para comprender la realidad de la masonería en los inicios del siglo XX hay dos temas que hay que abordar: la cuestión regional y la cuestión de clase, teniendo en cuenta que a principios de este siglo la masonería española se reorganiza después de su caída en desgracia como consecuencia de sus oscuros manejos en los acontecimientos de 1898.
La masonería, en todo caso, llega por su discurso librepensador y, sobre todo, anticlerical a unos obreros desencantados y agitados por las ideas socialistas. Es un caldo muy gordo el que remueve con la cuchara de su propaganda la masonería en el primer tercio del siglo XX. Los ingredientes son muchos e indigestos: socialismo, republicanismo, lerrouxismo, anarquismo, librepensamieno, obrerismo, feminismo, espiritismo, anticlericalismo.
Destacados anarquistas y libertarios pertenecieron a la Masonería. No solo los extranjeros: Mijaíl Bakunin, Louise Michelle, Giuseppe Fanelli; sino muchos españoles como Francesc Ferrer Guardia, José Nakens, Teresa Claramunt, Manuel Fabra, Rafael Farga Pellicer, Anselmo Lorenzo, Fermín Salvoechea, Avelino González Mallada, Eleuterio Quintanilla, Josep Llunas i Pujals, fueron masones.