La extensión de la OTAN hacia Rusia
y violaciones de la Carta de la ONU
Por Thierry Meyssan
11/2/2022
Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos permitió deliberadamente que la Unión Soviética tuviera que cargar con la mayor parte del esfuerzo. En la Segunda Guerra Mundial murieron entre 22 y 27 millones de soviéticos (un 13 o 16% de la población de la URSS) frente a 418.000 muertos estadounidenses (0,32% de la población de Estados Unidos).
Al término de aquella carnicería, Estados Unidos creó una alianza militar en Europa occidental. La URSS respondió con la creación del Pacto de Varsovia.
Rápidamente, la OTAN resultó ser más bien una federación que viola el principio de soberanía de los Estados enunciado en el artículo 2 de la Carta de la ONU, algo que varios países del Tercer Mundo denunciaron públicamente en 1955 en la Conferencia de Bandung. En definitiva, la URSS acabó violando también la Carta de la ONU con la adopción de la doctrina Brezhnev, en 1968, y su imposición a los miembros del Pacto de Varsovia. Con la disolución de la URSS, algunos Estados ex soviéticos crearon una nueva alianza militar –el Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC, siglas correspondientes a Organización del Tratado de Seguridad Colectiva)– y decidieron abordarla como una confederación que se atiene al respeto de la Carta de la ONU.
Llegados a este punto es importante aclarar la diferencia entre una “federación” y una “confederación”. Por ejemplo, durante la Guerra de Secesión en Estados Unidos, los nordistas formaron una “federación” ya que la autoridad del gobierno central, en Washington, se imponía a todos los Estados. Los Estados del sur, al contrario, formaron una confederación ya que cada Estado seguía siendo soberano.
En 1989, a raíz de la caída del muro de Berlín, los alemanes quisieron reunificar su nación en un solo país. Pero eso significaba extender la OTAN al territorio de la República Democrática Alemana (RDA). Inicialmente, los soviéticos se opusieron. Se planteó entonces una reunificación alemana que mantendría el territorio de la RDA como un espacio neutro. Pero Mijail Gorbatchov acabó aceptando la extensión de la OTAN mediante la reunificación alemana, con la condición de que la OTAN no tratara de extenderse hacia el este.
El canciller de la RFA, Helmut Kohl; su ministro de Exteriores, Hans-Dietrich Genscher; y el entonces presidente de Francia, Francois Mitterrand, apoyaron la posición de Moscú: la OTAN debía comprometerse a no seguir extendiéndose hacia el este.
Del otro lado del Atlántico, el presidente George Bush padre y su secretario de Estado, James Baker, emitieron numerosas declaraciones públicas y aceptaron compromisos en ese sentido ante todos sus interlocutores.
En cuanto se disolvió la URSS, tres países neutrales –Austria, Finlandia y Suecia– se convirtieron en miembros de la Unión Europea. La Unión Europea y la OTAN son una sola entidad –la UE es el ala civil y la OTAN es la militar– y las dos tienen su sede en Bruselas. Según el Tratado sobre la Unión Europea, modificado por el Tratado de Lisboa (artículo 42, párrafo 7), la OTAN asume la defensa de la Unión Europea, independientemente de que todos los miembros de la UE sean o no miembros del bloque atlántico. De hecho, aquellos países “neutrales” dejaron de serlo al convertirse en miembros de la Unión Europea.
Ampliaciones de la OTAN
En 1993, el Consejo Europeo reunido en Copenhague anunció que los países del centro y del este de Europa podrían incorporarse a la Unión Europea. A partir de entonces, los ex miembros del bloque soviético emprendieron el proceso de incorporación a la OTAN, sin más obstáculo que las tradicionales observaciones provenientes de Rusia.
Pero en los años 1990, Rusia era sólo la sombra de sí misma. Sus riquezas fueron sometidas al saqueo de 90 individuos que se dieron en llamar los «oligarcas». El nivel de vida de los rusos se derrumbó y su esperanza de vida disminuyó en 20 años. En ese contexto, nadie prestaba atención a lo que decía Moscú.
En 1997, la cumbre de la OTAN reunida en Madrid exhortó los ex miembros del bloque soviético a unirse al Tratado del Atlántico Norte. En 1990, la extensión de la OTAN sobre el territorio de la ex RDA se había pactado con Moscú. Pero cuando la República Checa, Hungría y Polonia se convirtieron en miembros de la OTAN (en 1999), Estados Unidos estaba violando la palabra que había dado a Moscú.
Estados Unidos volvió a romper su promesa en 2004, cuando Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia también se convirtieron en miembros de la OTAN. Estados Unidos tampoco respetó su palabra en 2009, así que Albania y Croacia también pasaron a ser miembros de la OTAN. Lo mismo sucedió en 2017, con la incorporación de Montenegro, y en 2020, con Macedonia del Norte.
Ahora resulta que Ucrania y Georgia también podrían convertirse próximamente en miembros de la OTAN mientras que Suecia y Finlandia podrían renunciar a la “neutralidad” –que ya es sólo teórica– para integrarse abiertamente a las filas de la alianza atlántica.
Lo que era inaceptable en 1990 sigue siendo inaceptable hoy en día. Es inconcebible que la OTAN emplace misiles a sólo minutos de vuelo de Moscú. Es la misma situación que ya se vio en 1962. Estados Unidos desplegó misiles a las puertas de la URSS, en Turquía. Los soviéticos respondieron instalando misiles en Cuba, a 90 millas de las costas de Estados Unidos. La administración Kennedy descubrió in extremis la situación de amenaza que el Pentágono había creado para Estados Unidos. El jefe del Estado Mayor conjunto estadounidense, el general Lyman Lemnitzer, era virulentamente antisoviético y quería desatar una guerra nuclear. Felizmente, el general Mark Milley, quien ocupa actualmente ese cargo, es más inteligente y mantiene relaciones respetuosas con los militares rusos.
Las violaciones de la Carta de la ONU
Cincuenta Estados participaron en la negociación que dio lugar a la Carta de la ONU, durante la Conferencia de San Francisco –en 1945–, incluso antes de que las tropas soviéticas tomaran Berlín, precipitando así la capitulación del Reich nazi. La Carta de la ONU se adoptó por unanimidad. Desde entonces, otros 147 Estados decidieron firmarla, lo cual hace actualmente un total de 197 Estados.
El borrador de Tratado Bilateral Rusia-Estados Unidos que Moscú propuso a Washington el 17 de diciembre de 2021 para garantizar la paz estipula en su artículo 2 que:
«Las Partes velan por que todas las organizaciones internacionales, alianzas militares y coaliciones en las cuales participa al menos una de las Partes se apeguen a los principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas.»
Por las razones ya hemos explicado más arriba, eso implicaría la transformación de la OTAN o su disolución.
El borrador propuesto por Rusia también establece, en su artículo 4, que los Estados que fueron miembros de la Unión Soviética no pueden ser miembros de la OTAN. Eso implica que Estonia, Letonia y Lituania tienen que salir de la OTAN y que Ucrania y Georgia no pueden incorporarse a ese bloque militar.
La propuesta rusa establece en su artículo 7 la prohibición de desplegar armas nucleares fuera de las fronteras nacionales. Eso implica la retirada inmediata del armamento atómico ilegalmente almacenado en países como Italia y Alemania, en violación del Tratado de No Proliferación nuclear firmado en 1968.
Además, respetar la Carta de la ONU implica regresar al funcionamiento original de las Naciones Unidas y abandonar las prácticas ilegales que la ONU ha estado implementando desde la disolución de la Unión Soviética.
Poco a poco la ONU no sólo dejó de cumplir los objetivos estipulados en sus estatutos sino que se convirtió incluso en agente al servicio de la aplicación de las decisiones estadounidenses. Por ejemplo, los “Cascos Azules” que alguna vez fueron «fuerzas de interposición» se transformaron, desde la disolución de la URSS, en «fuerzas de mantenimiento de la paz». Eso significa que antes los Cascos Azules intervenían cuando los beligerantes lograban concluir un alto al fuego. Con el consentimiento explícito de las partes, los Cascos Azules de la ONU se interponían entonces entre los beligerantes y velaban por el respeto de los compromisos que las partes habían contraído. Ahora, los Cascos Azules ya no se interesan por el consentimiento de las partes, ni siquiera por la existencia de algún acuerdo entre ellas. En la práctica, durante la veintena de años que duró el debilitamiento de Rusia, el Consejo de Seguridad de la ONU se limitó a avalar las decisiones de Estados Unidos. Los Cascos Azules de la ONU se convirtieron en una fuerza más al servicio del Pentágono.
El ejemplo más evidente fue el caso de Libia. Estados Unidos organizó y financió falsos testimonios ante el Consejo de la ONU para los Derechos Humanos, en Ginebra. Según esos testimonios falsos, el líder libio Muammar el Kadhafi bombardeaba a su propio pueblo. Aquellos “testimonios” fueron transmitidos al Consejo de Seguridad y fue así como Estados Unidos obtuvo la aprobación de la resolución del Consejo que autorizaba la intervención de la OTAN para «proteger a la población» libia frente al «dictador». Seguidamente, la OTAN impidió que los jefes de Estados africanos viajaran a Libia para verificar lo que estaba sucediendo –de hecho, la alianza atlántica amenazó con matarlos a todos. Y luego bombardeó Libia, matando a unas 120 000 personas, miembros de la población que supuestamente iba a «proteger». La OTAN acabó dividiendo Libia en 3 territorios e instalando terroristas en el poder en Trípoli
.
Bases de la OTAN en torno a Rusia
En el caso de Siria, la manipulación de la ONU fue aún más lejos. Después de haber encargado a la Liga Árabe la realización de una investigación para verificar si realmente había en Siria una “guerra civil”, la ONU nunca cuestionó la interrupción –sin explicación alguna– de aquella misión. ¿Por qué? Porque los expertos de los 21 países árabes que participaban en la investigación señalaron en su informe preliminar que las informaciones estadounidenses eran falsas.
Posteriormente, Estados Unidos impuso como segundo del secretario general de la ONU Ban ki-Moon, al segundo de la secretaria de Estado Hillary Clinton, el embajador Jeffrey Feltman, quien coordinó –desde la sede de la ONU– todos los aspectos (económico, político y militar) de las operaciones de los miembros de la OTAN en la guerra contra Siria. Años después, a pesar de que Jeffrey Feltman ya no ostenta cargos en la ONU y se dedica a cometer nuevas fechorías en otras latitudes, las agencias de la ONU siguen aplicando las directivas por él redactadas para rendir por hambre al pueblo sirio.
Lo anterior nos obliga a abordar la cuestión de las agencias de la ONU. Muchas de ellas sirven hoy de pantalla a las fechorías de Estados Unidos. Por ejemplo, en medio de la pandemia de Covid-19 todos han podido observar que las cotizaciones de los Estados miembros representan menos del 20% del presupuesto de la OMS (la Organización Mundial de la Salud), mientras que las donaciones de la fundación de Bill y Melinda Gates constituyen el 10%. Es un hecho que ciertas acciones de la OMS están fuertemente influenciadas por intereses privados.
¿Otro ejemplo? El representante permanente de Rusia en el Consejo de Seguridad, Vitali Churkin, reveló en 2012 que el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) había transportado por barco, desde Libia hacia Turquía, cientos de yihadistas armados para crear el llamado «Ejército Sirio Libre».
Pero eso no es todo. Durante la etapa de debilitamiento de Rusia, el Consejo de Seguridad de la ONU votó numerosas sanciones contra Estados. Muchos funcionarios de la ONU ya han comprobado en el terreno que tales sanciones causan hambrunas y provocan innumerables muertes entre la población civil. Pero las sanciones votadas por el Consejo de Seguridad sólo pueden anularse mediante una nueva votación… que Estados Unidos impide. Las llamadas «sanciones» no son sentencias pronunciadas después de un juicio sino armas utilizadas contra pueblos… en nombre de la ONU.
Ahora, como Washington ya no logra imponer la adopción de “sanciones” desde el Consejo de Seguridad, lo que hace es decretarlas unilateralmente y obligar la Unión Europea –su vasallo– a aplicarlas. En otras palabras, los países miembros de la Unión Europea asesinan civiles en numerosos países, ahora en nombre de la «democracia».
Para Votairenet