Arzobispo Carlos María Viganò: “El tiempo hará
que caigan las máscaras de quienes se disfrazaron
de salvadores de la humanidad”
9-2-22
El arzobispo Carlos María Vigano de Italia compartió con nosotros su carta a la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) y al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF). Reproducimos sus reflexiones:
Los múltiples avales vaticanos a la criminal campaña de vacunas masivas confirman la plena adhesión de la jerarquía a la vulgata globalista, sin tener en cuenta ni siquiera las críticas serias a las llamadas vacunas…
La Academia Pontificia para la Vida no es una excepción. Se ha convertido en un órgano del neomalthusianismo, hasta el punto de declarar que someterse a la inoculación del fármaco experimental es un acto de amor y un deber moral, negando incontrovertiblemente no sólo la evidencia de los hechos, sino también la existencia de un plan global que ha provocado deliberadamente esta psico-pandemia para llevar a cabo una despiadada reducción de la población mundial (especialmente de los ancianos) e imponer formas de control y restricción de los derechos naturales de los ciudadanos.
Si no es sorprendente que la Iglesia profunda esté totalmente sometida al Estado profundo, ni que Bergoglio quiera presentarse como candidato a la presidencia de la “religión de la humanidad” que pretende instaurar el Nuevo Orden Mundial, por otro lado vemos que la pandemia representa sólo un aspecto de la compleja red de complicidades entre la oligarquía globalista, el poder financiero de las farmacéuticas, las instituciones internacionales y los gobiernos nacionales de todo el mundo.
Considerar el suero genético como si fuera una verdadera vacuna que previene una enfermedad grave es inútil porque su eficacia para prevenir el contagio es nula, y el COVID no es una enfermedad mortal si se trata a tiempo.
Pero, para que la verdad triunfe y los culpables sean condenados, es necesario abrir los ojos, reconociendo la crisis de autoridad tanto a nivel político como religioso.
He aquí la carta del arzobispo Viganò a los obispos católicos de Estados Unidos.