El OCASO de la NACIÓN: El ALBA del TRIBALISMO
El mundo de hoy yace en el epicentro de una interminable lucha entre la verdad y la mentira, entre el espíritu y la materia, entre el nacionalismo y la globalización. Mientras el SISTEMA del Nuevo Orden Mundial nos impulsa a perseguir la ambición económica, la mente nos exige la certeza, el hecho, y el alma nos demanda la trascendencia, la inmortalidad.
El éxito personal y el de nuestras sociedades postmodernas se mide con base en las cifras y las gráficas, en lugar de valorarse según las virtudes y las acciones. El mundo de hoy, ha dejado ya de ser natural, se ha convertido en una máquina; sus habitantes, son ahora simples piezas, tornillos y tuercas desechables, intercambiables; nuestro hábitat original, verde, fresco y boscoso, es ahora una prisión de invisibles muros y guardias sonrientes, siempre democráticos, pero opresores, prestos a vender su alma por dinero, y a ponerse al servicio directo o indirecto del obscuro poder que lo crea: los bancos.
La Resistencia, atada de manos desde 1945, sólo ha podido, o quizás sabido, ofrecer datos verídicos, liberar a las mentes inquietas, aquellas que saben, o que intuyen, de su propia esclavitud. No ha logrado, o quizás comprendido, que a los pueblos no se les conquista con la razón, sino a través del ejemplo. Es el sentido de pertenencia, no sólo el de saber, el que gana la lealtad de las masas. ¿Y de pertenecer…a qué? La respuesta, no es la que emana de los intelectuales, sino de los creadores de civilizaciones. El intelecto puede concebir teorías, explicaciones, argumentos y razones, más el mundo no está compuesto de lo anterior, sino de vínculos, emociones, identidades…y tribus.
Mil veces se ha afirmado que erradicando al Feminismo, al Sionismo, a la MASONERÍA, a la Élite Internacional y a las densas tinieblas del Marxismo cultural, el hombre finalmente será libre. Nada más lejos de la verdad. Los últimos guerreros de Occidente no han comprendido aún que no es la obscuridad la causa, sino la consecuencia de la ausencia de luz. Es el ser humano el que se ha degenerado. Son los hombres y mujeres los que se han vuelto decadentes, y quienes no obstante, como último suspiro de su antigua grandeza, con preciso y verídico análisis, hoy en día han descrito la enfermedad, más nunca a ellos mismos como el origen de la misma.
La Resistencia no es la excepción. En un mundo de debilidad física, intelectual, moral, espiritual y psicológica, y a la par, de insaciable y hedonística ambición material, son las propias masas y élites las que voluntariamente se han esclavizado a cambio de comodidad, mientras que la Élite Internacional, sólo ha sabido ser la proveedora de la misma.
El hombre, al renunciar a su propia grandeza y a su gusto por la adversidad, aceptó convertirse en esclavo, y cedió entonces a cambio de afelpada deshonra, el control del mundo a sus nuevos amos, los antiguos usureros y eternos enemigos de Occidente.
Es el hombre, entonces, el que debe resurgir de su pútrida inferioridad, y cuando éste lo haga, será su propia luz ancestral la que atraviese y disperse las tinieblas que hoy lo asfixian. El futuro que yace ante nosotros no es el de reconciliación, tampoco el de paz, sino el de guerra, muerte, hambruna y tragedia. Pronto el telón de la civilidad habrá de caer y será la naturaleza la que juzgue al fuerte y condene al débil. Millones perecerán.
Es por ello que la Resistencia debe permanecer, por el momento, como una fuerza intelectual que desmienta las falsedades de este mundo, pero más importante, es ella la que debe concentrar sus energías en la adquisición de tierras y en la construcción de infraestructura y viviendas para su habitación, de tal forma que cuando la convulsión final llegue, del deceso de este desahuciado mundo, un nuevo futuro pueda surgir…el nuestro.