La Virgen del Pilar y la devoción de Francisco Franco
Pedro Sáez Martínez de Ubago
10-10-2020
“Da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es buen católico ¿Qué más quiren?” son palabras recogidas por historiadores de prestigio, como Luis Suárez Fernández, en su libro Franco y la Iglesia, que el papa Juan XXIII pronunció refiriéndose al Caudillo de España, Generalísimo Francisco Franco Bahamonde. Juan XXIII fue “un papa de transición”, elegido en el controvertido cónclave de 1958, a quién en 1963 sucedería el cardenal Montini, que reinaría hasta 1978 con el nombre de Pablo VI.
Pablo VI fue el gran precursor de la democracia cristiana, que en Italia pudo tener alguna importancia, pero que en España se revelaría irrelevante tanto por el ala izquierda, liderada por Joaquín Ruiz Giménez, como por su vertiente más conservadora, encabezada por José María Gil Robles. Sin embargo hay que destacar que sí tiene influencia en las provincias Vascongadas y En Cataluña, respectivamente en el PNV y en CIU. Es decir, a nivel nacional los discípulos de Mons. Montini no pintaban nada, pero han tenido una influencia decisiva en los partidos de la Antiespaña.
Si examinamos la cronología, el pontificado de Pablo VI (1963 -1978) coincide plenamente con la etapa final del Régimen de esa persona que “Da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es buen católico”. Para entrometerse en nuestra política nacional, el Romano Pontífice se valió de tres estrategias: el nombramiento de Vicente Enrique y Tarancón para dirigir la Conferencia Episcopal; Luigi Dadaglio, quien fue su nuncio en Madrid de 1967 a 1980; y la manipulación o ignorancia de las ternas de obispos, facilitando la preconización como ordinarios de obispos auxiliares o administradores apostólicos. Ejemplos como Setién, Añoveros, Cirarda… son botones que valen de muestra.
Así, el 29 de junio de 1972, ya con la impresión de que existe algo de profundo y de negativo que aflige a la Iglesia crecientemente y se manifiestan en el camino de la secularización y la falta de unidad, Pablo VI declara: “…Diríamos que, por alguna rendija misteriosa – no, no es misteriosa; por alguna rendija, el humo de Satanás entró en el templo de Dios. Hay duda, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación».
«Ya no se confía en la Iglesia. Se confía en el primer profeta pagano que vemos que nos habla en algún periódico, para correr detrás de él y preguntarle si tiene la fórmula para la vida verdadera. Entró, repito, la duda en nuestra conciencia. Y entró por las ventanas que debían estar abiertas a la luz: la ciencia. […] Se creía que, tras el Concilio, vendrían días soleados para la historia de la Iglesia. Vinieron, sin embargo, días de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre… Intentamos cavar abismos en lugar de taparlos”. Así la patria de Santo Domingo de Guzmán o San Francisco de Javier, nación fértil en vocaciones y misioneros, se ve ahora necesitada de sacerdotes de nuestras antiguas misiones, con sus templos vacíos o condenados a que un solo sacerdote tenga encomendados 33 pueblos, por ejemplo.
Y tanto los citados personajes, igual que el humo de Satanás, el caótico postconcilio o esa duda y tiempos tormentosos, minaron la Iglesia en el mundo y en España, ayudando a echar por tierra la obra de ese buen católico que ayudaba a la Iglesia y siempre quiso vivir y morir como católico, honrándose en el nombre de Cristo, y siendo su “voluntad constante, ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir”.
Para los amigos de las fechas, cabe destacar que, si el 1 de Octubre fue su día más glorioso, su exaltación como Caudillo de España y Generalísimo de los Ejércitos, un 24 de octubre fue el día de la profanación de sus restos por el actual gobierno con unas tremendas semejanzas al del Frente Popular de 1936, contra el qué, tras haber acatado hasta el extremo sus deberes disciplinarios con el gobierno de la doblemente golpista II República, se alzó en armas, igual que debería hacerlo ahora el Ejército, al amparo del Artículo VIII de la vigente constitución, donde leemos: “Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.
Mientras tanto, el humo de Satanás, que había entrado en el templo de Dios, como todo incendio que no se extingue se ha ido propagando y no hay mejor testimonio que la silente y tácita complicidad tanto de la jerarquía católica nacional, como de una Curia Romana donde imperan la masonería y el nepotismo y simonía ideológicos.
Pero volvamos a las fechas que nos ocupan. Entre el 1 y el 24 de octubre está el 12, día de la Virgen del Pilar, Patrona de la Hispanidad y a la que Francisco Franco siempre profesó gran devoción.
Una devoción heredada de su madre, que se llamaba María Pilar. Después de haber ascendido a coronel, el 7 de febrero de 1925, el rey Alfonso XIII, en una carta autógrafa le envió, el 1 de mayo de ese mismo año, junto con una medalla de la Virgen del Pilar leemos: “Querido Franco: En mi visita a la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, y mientras atendía a un responsorio ante la tumba del jefe del Tercio, Rafael Valenzuela, tan gloriosamente muerto mientras encabezaba sus Banderas; mis plegarias y mis recuerdos para todos vosotros…. Te mando una medalla. Te ruego la lleves contigo, pues ella, tan familiar y española, seguramente te protegerá. Recibe mi felicitación y mi gratitud por tu comportamiento. Ya sabes cuánto te quiere y aprecia tu amigo muy afectuoso, que te abraza. Alfonso”.
Y Franco llevaba esta medalla no sólo como condecoración y protección, sino también con amor filial y vivencia de su profunda fe mariana, lo que demostró siendo el primer director de la Academia Militar de Zaragoza, en donde manifestaba y sentía su tierna y sincera devoción a la Virgen del Pilar.
Más tarde, y ya como Jefe de Estado, en sus visitas a Zaragoza, siempre tenía entre sus actos una visita al Pilar, de quien, como buen católico era tan devoto como del Santísimo Sacramento. Prueba de ello es que en septiembre de 1961, con motivo del Congreso Eucarístico Nacional, afirmó que no necesitaba de escolta, porque “le protegían el Santísimo y la Virgen del Pilar”.
Igualmente, el 12 de octubre de 1939, Franco dirigió un mensaje a la Hispanidad sobre la Virgen del Pilar a la que consideró como la “divina mediadora de la comunión con las gentes cristianas y se erigió sobre la variedad de los pueblos que componen la unidad de la raza esparcida en dos hemisferios, como excelsa Patrona de las Españas”.
En otra ocasión afirmó que “España es de la Virgen del Pilar” porque “Ella sintetiza lo más puro y más recio del espíritu español”. También cabe resaltar su sentir de que “España sin la Virgen del Pilar no sería España, ni sin el apóstol Santiago”.
Pero, como dice la Epístola del mismo Santiago en su capítulo II, “La fe sin obras es muerta. Hermanos míos ¿De qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?” Y su gobierno y Franco personalmente colaboraron para obras importantes de Zaragoza, como la última de las dos torres de la Basílica del Pilar, construidas a expensas de los esposos D. Francisco de Borja Urzaiz Cavero y Dª Leonor Segunda Sala Ruiz, con motivo de sus bodas de oro matrimoniales el 8 de mayo de 1946, tras contar la aprobación del arzobispo Mons. Rigoberto Doménech y Valls.
Eran tiempos difíciles para toda España y, cuando se construía la cuarta y última torre, (ubicada en la esquina de la calle del Milagro de Calanda con el Paseo de Echegaray, a orillas del Ebro) llegó a faltar cemento, que escaseaba, porque entonces estaba racionado. Y Dña. Leonor, que había sido amiga del General Franco y de su esposa, cuando estaba al frente de Academia, al acudir el Generalísimo a un acto en la Cogullada, se presentó ante él diciéndole: “Paco, aquí me tienes, porque necesito cemento para la torre, que si no, no la terminamos”. El Caudillo, conocedor de la tenacidad maña de Leonor, le preguntó: “¿Cuántos vagones?” y, de esta forma, gracias a Franco, se pudo concluir la torre cuarta del Pilar, donde estuvieron algunos años los restos de D. Francisco y Dª Leonor que fueron llevados a la cripta de la Basílica.
Hoy que parece que hablar o escribir bien sobre Franco parece que sea un tema prohibido, y más lo va a ser si sale aprobado el actual, segado y revanchista proyecto de ley; hoy que se recomienda prudencia y hasta se tiene miedo a la intolerancia que quiere sajar a Franco, como si fuera un quiste, de la Historia de España, y que no puede ver a Franco ni en el Valle de los Caídos, ni en la Almudena.
Pero historiadores serios, como George Hills, reconocen que -frente a la demagogia frentepopulista que nos atenaza y compra los medios de comunicación- “en la vida privada de Francisco Franco nunca hubo ni la más ligera huella de escándalo”. Su ascetismo fue siempre notorio. Dos de sus confesores capuchinos y un familiar, Fray Luis de Campo (D. Pedro Cañas), limosnero del Pardo, afirmaban como Pío XII o Juan XXIII que Franco era un “buen católico”. Y, en este contexto, No sobra recordar su devoción a la Virgen del Pilar en este año en el que se conmemora el XLV aniversario de su muerte, el 20 de noviembre de 1975, precisamente bajo el manto de la Virgen del Pilar, que le había enviado el arzobispo de Zaragoza, Mons. Pedro Cantero Cuadrado.
En un artículo del 22 de febrero titulado Curiosidades y anécdotas sobre los años bisiestos (Cfr.https://www.navarrainformacion.es/2020/02/22/curiosidades-y-anecdotas-sobre-los-anos-bisiestos/) cuando lo que hoy estamos padeciendo estaba en mantillas, ya mostraba mis dudas sobre si era peor el corona virus o Pedro Sánchez y su gobierno. Ahora ya, con medio año de perspectiva y viendo que en España se han tomado las medidas más draconianas e ineficaces de todas las naciones civilizadas de nuestro entorno, ya no tengo dudas. Pedro Sánchez y sus socios son peor, porque, en vez de combatir el virus, se sirven de él para amordazarnos igual que con las más que cuestionables mascarillas, amenazándonos al más puro estilo soviético con fuertes multas y penas de prisión.
Como estamos en el reino de España, aunque a algunos les pese que todavía exista, voy a hacer un tropo taurino. Es posible que, si los españoles somos el toro, el virus sea la muleta que nos distrae, pero el diestro (siniestro en este caso) que quiere domeñarnos, primero, sirviéndose del percal, para terminar dándonos la estocada, el descabello, o que quizá nos apuntille el vicepresidente, son el Gobierno y sus cómplices y socios.
Son tiempos difíciles en todos los sentidos. Tiempos de prueba. La travesía del desierto o la noche oscura del alma. Pero España ha sido siempre la reserva espiritual de Occidente, o, con palabras de Menéndez Pelayo, “Martillo de herejes, espada de Roma y luz de Trento”; idea que corroboró Pío XII al proclamar en abril de 1939, tras la victoria de Franco en la Cruzada: “La Nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo, y como inexpugnable baluarte de la Fe Católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo marxista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que, por encima de todo, están los valores eternos de la Religión y del espíritu”.
Por eso, al igual que el apóstol Santiago, confortado e impulsado a nuestra evangelización por la Virgen que en sus tribulaciones del año 40 se le apareció en carne mortal en Zaragoza, en Clavijo ayudó a reconquistar España a la morisma como el Generalísimo la reconquistó de las garras de comunismo, terminando su novena y llegando la Fiesta de la Virgen del Pilar, confiemos en que para Dios no hay imposibles, que la Virgen es la medianera de todas las gracias y arrimémonos con fe a éste y entonemos y meditemos las palabras del Himno:
Este pueblo que te adora,
de tu amor favor implora
y te aclama y te bendice
abrazado a tu Pilar.
Pilar sagrado, faro esplendente,
rico presente de caridad.
Pilar bendito, Trono de gloria,
tú a la victoria nos llevarás.