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domingo, 5 de junio de 2022

DIOS CREADOR: Tres descubrimientos científicos recientes señalan hacia un Creador trascendente

Daniel Iglesias
19.2.22 

Tres descubrimientos científicos recientes señalan hacia un Creador trascendente.

En este post comentaré brevemente el último libro del historiador y filósofo de la ciencia estadounidense Stephen C. Meyer1, uno de los principales representantes actuales del movimiento del diseño inteligente: Stephen C. Meyer, Return of the God Hypothesis: Three Scientific Discoveries That Reveal the Mind Behind the Universe, HarperCollins, New York, 2021. Este libro tiene cinco partes.

Parte I 
Meyer refuta la visión de la historia de la ciencia que sostiene la existencia de un conflicto perpetuo entre la ciencia y la religión. La doctrina bíblica de la creación liberó al pensamiento occidental del determinismo absoluto al afirmar la contingencia del mundo y de las leyes naturales. Los primeros científicos modernos fueron cristianos impulsados por su fe a estudiar empíricamente el universo para descubrir el orden racional que Dios le dio mediante un acto de su libre albedrío. La doctrina de la creación implica que para conocer los detalles de la naturaleza no basta la deducción lógica a partir de primeros principios (como pensaban los filósofos de la antigua Grecia) sino que se requiere la observación y la experimentación. Por eso la ciencia moderna nació en la Cristiandad medieval. Recién en el siglo XIX, debido al predominio de la filosofía materialista, se impuso la visión de una “guerra permanente” entre la ciencia y la religión.

Parte II 
Meyer presenta tres descubrimientos científicos que sustentan un regreso de la ciencia a su perspectiva inicial teísta: el Big Bang, la sintonía fina del universo y la información del ADN.

En 1927 el sacerdote católico y físico belga Georges Lemaître, combinando la teoría de la relatividad general de Einstein y observaciones astronómicas, demostró que el universo y el espacio mismo se expanden desde un tiempo pasado finito. En el instante inicial, hace unos 14 mil millones de años, toda la materia y la energía del universo estaban concentradas en un pequeñísimo “huevo cósmico". Un adversario (Fred Hoyle) dio a esa teoría el nombre despectivo de Big Bang (Gran Explosión), nombre que perduró. La teoría del Big Bang es muy sólida, porque ha sido validada por múltiples resultados experimentales. Las teorías cosmológicas rivales (el universo de estado estacionario y el universo cíclico) fueron descartadas por su inconsistencia con los datos empíricos.

Casualmente el mismo Hoyle realizó el primero de los descubrimientos que engendraron la noción de la sintonía fina del universo. Hoyle predijo que, para que fuera posible la formación de átomos de carbono a partir de elementos más livianos dentro de las estrellas, tenía que existir una versión del átomo de carbono con un nivel de resonancia más alto y muy preciso. Poco después se descubrió que esa versión existía, lo que maravilló a Hoyle, porque a priori no parecía haber ninguna razón para que existiera salvo la de hacer posible la formación del carbono. Pronto se descubrió que la formación de las moléculas de carbono y de oxígeno requería el ajuste fino de una gran cantidad de parámetros. Esto produjo una impresión de diseño tan abrumadora que Hoyle renunció al ateísmo y se volvió panteísta. Más tarde se descubrió el ajuste fino de las cuatro fuerzas fundamentales y de otras constantes fundamentales de la física. A priori esas constantes podrían tener cualquier valor, pero si cualquiera de ellas se apartara significativamente de su valor real, la vida sería imposible en el universo. Además, la sintonía fina que hace posible la vida no se da sólo en las constantes de la física sino en las mismas leyes de la física e incluso en las condiciones iniciales del universo. La sintonía fina de estas últimas es tan extrema que su probabilidad es inversa a un número híper-exponencial. No hay palabras para expresar lo extremadamente improbable que es a priori que el universo sea “amigable para la vida".

El descubrimiento del ADN y de que este contiene información ha vuelto insoluble el enigma de la vida en la perspectiva materialista. La información genética del ADN es algo así como el código de un programa para la construcción de proteínas. Para el darwinismo, la teoría materialista más popular de la evolución biológica, la información genética representa un problema muy grave por partida doble. El mecanismo darwinista (mutaciones genéticas aleatorias más selección natural) sólo puede actuar si ya existen seres vivos, por lo que es incapaz de explicar el origen de la vida. Se han propuesto varias teorías materialistas de “evolución prebiológica", sin éxito alguno. Por otra parte, las mutaciones genéticas aleatorias son errores de copia de la información genética. Cualquier programador sabe lo que ocurre si las instrucciones de un programa se alteran aleatoriamente: casi siempre el sistema deja de funcionar y nunca se genera espontáneamente otro programa útil con una función diferente. Desde hace más de 50 años muchos matemáticos sospechaban que la evolución darwinista era poco creíble. Hoy es posible demostrar que los recursos probabilísticos del universo entero desde el Big Bang hasta hoy son insuficientes para que, por medio de mutaciones aleatorias, surja incluso una sola proteína funcional. Y cada célula requiere miles de proteínas diferentes…

Parte III 
Meyer reflexiona sobre las implicaciones metafísicas de los tres fenómenos analizados en la Parte II y demuestra que la hipótesis monoteísta los explica muchísimo mejor que las hipótesis deísta, panteísta y materialista.

Parte IV 
Meyer refuta objeciones basadas en el multiverso, la cosmología cuántica, etc. 

Parte V 
Mayer refuta el argumento de que el diseño inteligente se basa en la falacia del “Dios de los huecos".

Un libro muy interesante, importante y recomendable. Ojalá pronto esté disponible en español.


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