Hace setenta años, en España había 22.000 seminaristas.
En la actualidad apenas superan los mil
¿Rezar el rosario mientras se está en misa?
A lo mejor no es mala idea
16/10/22 07:00
En España hace setenta años había 22.000 seminaristas y en la actualidad apenas superan los mil
Los historiadores somos superficiales, o para ser más preciso, nuestro método de trabajo es superficial, porque no disponemos de un “concienciómetro”, que nos permita penetrar en el interior de las conciencias para medir las intenciones de las personas.
Esta fue la respuesta que en cierta ocasión le di yo a una persona que me decía que hubo un tiempo en que los seminarios estaban llenos porque allí iba una multitud de muertos de hambre para sacar el vientre de mal año, sin rectitud de intención y que, sin embargo, ahora hay menos seminaristas, pero que son todos ellos unos seres arcangélicos.
Los historiadores operamos con las huellas que la libertad de los hombres va dejando por este mundo. Y después de recogerlas y analizarlas emitimos un juicio, tan superficial como las huellas y hasta posiblemente efímero, porque siempre admitimos la posibilidad de que el juicio de otro historiador supere el nuestro, si se acerca más al conocimiento del pasado.
Con los 22.000 aspirantes de hace 70 años había sacerdotes para atender espiritualmente hasta las zonas rurales, lo que no sucede con los mil de ahora
Y en este sentido le decía yo a mi interlocutor, que aunque yo no podía medir las conciencias de los seminaristas, a diferencia de lo que él hacía, lo que sí que podía medir era su número en distintas épocas y compararlos. Así en España hace setenta años había 22.000 seminaristas y en la actualidad apenas superan los mil. Y con los 22.000 de entonces había sacerdotes para atender espiritualmente hasta la aldea más pequeña de España, lo que resulta imposible con los mil de ahora. Y en consecuencia que la de entonces era una sociedad más cristiana que la de ahora. Pero insisto, mis afirmaciones son superficiales, y en tan poco las tengo que estoy dispuesto a rectificar.
Debía de ser tal potencia el “concienciómetro” de mi interlocutor que no solo podía medir la conciencia de los seminaristas, sino las de toda la feligresía. Y prosiguió lanzando sentencias condenatorias contra todas aquellas gentes que iban a misa y tan ni se enteraban de qué iba la fiesta que se dedicaban a rezar el Rosario.
Y en oyendo esto, me dije para mí mismo: a ti te espero un domingo en Hispanidad, porque pienso defender la piedad verdadera de nuestros abuelos y antepasados que escucharon la misa, muchos de ellos rezando el Rosario, mientras el sacerdote celebraba la Santa Misa en latín y de espaldas al pueblo. Y por eso, a continuación voy reproducir un texto de 1891, publicado en Montreal que se titula Méthode d’entendre la Sainte Messe avec le Rosaire.
Así es que como estamos en el mes dedicado al Rosario, les traduzco esta joya de la piedad y les invito a leerla con calma, porque les aseguro que quien reza el Rosario con estos pensamientos adquiere un conocimiento teológico profundo de lo que es la Santa Misa. ¿Rezar el Rosario mientras se está en misa? A lo mejor no es mala idea. Pero no se me lancen al cuello por haber hecho esta sugerencia, antes de leer el texto que les propongo. Porque si rezando el Rosario con este método durante la MIsa no se viven sus fines, ya me dirán que es lo que se vive cuando nos impone el autodenominado presidente de la asamblea, que nadie ha elegido, determinadas ocurrencias litúrgicas y musicales, que nada tienen que ver con lo establecido por la Iglesia en liturgia y además se dan de tortas con Euterpe.
MÉTODO PARA ESCUCHAR LA SANTA MISA CON EL ROSARIO
Presbiterio de la Iglesia de Santiago
Montreal 1891
El sacrificio de la Misa no es solamente un sacrificio de alabanza y acción de gracias, sino también es verdaderamente un sacrificio propiciatorio, por el cual Dios se muestra aplacado y nos obtiene sus gracias. Se ofrece eficazmente para la remisión de las penas debidas por el pecado. Y contribuye también para al alivio de las almas del Purgatorio.
Catecismo del Concilio de Trento. Parte segunda, capítulo IV, § 78. (En el original hay una errata que remite al § 9, cuando debía decir § 78).
AL COMIENZO DE LA MISA
Dios mío, creo firmemente que este sacrifico del cuerpo y de la sangre de aquí es el mismo que se ofreció en el Calvario. Concededme la gracia de asistir piadosamente para recoger los frutos de la salvación. ¡Oh María!, poned en mi corazón los mismos sentimientos que tuvisteis, mientras asististeis a los misterios de gozo, dolor y gloria de vuestro divino Hijo.
PRIMERA PARTE DEL ROSARIO
Misterios gozosos (lunes y jueves)
Desde el Introito al Evangelio.
LA ENCARNACIÓN
Adorar.- Dios mío, Os ofrezco esta primer misterio con la intención de adoraos y alabaros de una manera digna de Vos.
Pero, ¡Oh Dios mío!, vuestra soberana Majestad merece un homenaje infinito, y yo soy totalmente incapaz de pagar una deuda tan grande. Por esto Os presento todos los deberes de religión que Jesús, vuestro Hijo, Os entregó en el momento de su Encarnación y los que Os entregará ahora, durante el sacrificio de la Misa. Yo Os los ofrezco, en unión con María, asociada a la adoración y a las alabanzas de su Hijo, y unido también con el sacerdote que celebra este sacrificio para alabanza y gloria de vuestro nombre.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria)
Desde el Evangelio al Sanctus
LA VISITACIÓN
Dar gracias.- Dios mío, Os ofrezco este segundo misterio para agradeceros todos los beneficios que he recibido de Vos. Pero, ¡Oh Dios mío!, vuestras misericordias conmigo son infinitas, y mi correspondencia es imposible. Por este motivo, para remediar mi insuficiencia, Os ofrezco las acciones de gracias que el Espíritu Santo inspiró a María, cuando la felicitó Isabel y Ella Os bendijo con el divino cántico del Magnificat. Me uno también a las acciones de gracias que el sacerdote y los fieles Os ofrecen por medio de Jesucristo durante esta Misa.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria)
Desde el Sanctus al Pater
EL NACIMIENTO DE JESÚS
Pedir perdón.- Dios mío, Os ofrezco este tercer misterio para pediros perdón por mis pecados y obtener misericordia.
Mis pecados, mis ofensas, mis negligencias son, verdaderamente, innumerables; pero para expiarlos vino Jesús al mundo. Mirad el establo de Belén: ved sus lágrimas, sus sufrimientos en la cuna; vedle también sobre este altar, donde Él vuelve de nuevo a nacer bajo las especies eucarísticas. Yo Os ofrezco esta víctima inmaculada por medio de María y del sacerdote. Y en su nombre y por sus méritos, dignaos perdonarme todas mis iniquidades.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria)
Desde el Pater a la Comunión
LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO
Petición.- Dios mío, Os ofrezco este cuarto misterio para pediros, humildemente, las gracias temporales que me son necesarios y las virtudes de las que tengo necesidad.
Yo sé, ¡Oh Dios mío!, que no merezco más que lo que Vos me otorgáis. También esto no en mi nombre, no solicito vuestros favores en virtud de mis méritos, sino en nombre de Jesucristo, que me ha merecido todos los bienes. Ved que Le ofrecen por mí las manos de María en el Templo de Jerusalén; ved la renovación de su ofrecimiento sobre este altar por el ministerio del sacerdote. ¡Que esta oblación me sea útil a mí y a toda la Iglesia!
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria)
Comunión
EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
Satisfacer.- Yo Os ofrezco, ¡Oh Dios mío!, este quinto misterio para satisfacer las penas temporales debidas por mis pecados. Y Os lo ofrezco también por las almas del Purgatorio.
Qué hay más justo, ¡Oh Dios mío, que nuestras ofensas sean castigadas. Pero la gloria de vuestro Hijo es que nosotros, por sus méritos infinitos, seamos librados de nuestros pecados y de las penas a ellos debidas. Por esto Os suplico, por los sentimientos de religión y del sacrificio que Jesús tuvo en el templo y que ahora se renueva sobre este altar, me perdonéis las deudas que he contraído con vuestra divina justicia. Y solicito la misma gracia para las almas que sufren en el Purgatorio.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
SEGUNDA PARTE DEL ROSARIO
Misterios dolorosos (Martes y viernes)
Desde el Introito al Evangelio
La oración y la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos
Adorar.- Dios mío, yo Os ofrezco este primer misterio con la intención de adoraos y alabaros de una manera digna de Vos. Pero vuestra soberana Majestad merece un homenaje infinito, y yo soy totalmente incapaz de pagar una deuda tan grande. Por eso yo Os ofrezco, en unión con María, las humillaciones, las plegarias, y las alabanzas de Jesús en el misterio de su agonía en el Huerto de los Olivos, y que también Os los va a ofrecer durante el sacrificio de la Misa.
Por Jesús, con Jesús y en Jesús, víctima en el Huerto de los Olivos y sobre este altar, que todo honor y toda gloria Os sean rendidos, oh Padre todopoderoso, en unión con el Espíritu Santo.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
Desde el Evangelio al Sanctus
La Flagelación
Dar gracias.- Dios mío, Os ofrezco este segundo misterio para agradeceros todos los beneficios espirituales y temporales que he recibido de vuestra bondad.
Pero como mi agradecimiento no puede igualarse con vuestras misericordias hacia mí, yo os ofrezco, en unión con María, la sangre que Jesús ha derramado en su flagelación y que Os va ofrecer también en el altar por medio del sacerdote. Esta sangre vale infinitamente más que todos los dones que yo he recibido hasta ahora, los que recibo actualmente y los que recibiré en un futuro.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
Del Sanctus al Pater
La Coronación de espinas
Pedir perdón.- Dios mío, Os ofrezco este tercer misterio para pediros perdón de todos mis pecados y obtener la remisión.
Mis pecados, verdaderamente, son innumerables e infinitos por su malicia, pero Os ofrezco, en unión con María, los sufrimientos que Jesús soportó y la sangré que derramó en la coronación de espinas para expiarlos. Estos sufrimientos y esta sangre que en su estado de víctima sobre el altar nos representa, reclaman vuestra misericordia, y mi corazón penetrado de dolor también la solicita.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
Del Pater a la Comunión
La Cruz a cuestas
Petición.- Dios mío, Os ofrezco este cuarto misterio para pediros, humildemente, las gracias temporales que me son necesarias y las virtudes de las que tengo necesidad.
Reconozco que soy indigno de que se me concedan: pero no en mi nombre ni por mis méritos por lo que solicito vuestros favores, sino en nombre y por los méritos de Jesús, vuestro Hijo y nuestro mediador. Miradle llevando su Cruz, camino del Calvario, yendo a morir por nuestra salvación; miradle sobre este altar ofreciéndose como víctima de propiciación. ¿Os negaréis a escuchar a vuestro Hijo? No, oh Dios mío, a Él le responderás, respondiéndome a mí.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
Comunión
Jesús muere en la Cruz
Satisfacer.- Dios mío, Os ofrezco este quinto misterio para satisfacer las penas debidas por mis pecados y por las de las almas del Purgatorio.
Esto es bien poco para tantas deudas, pero Jesús habiendo hecho con sus méritos de su vida y su muerte, y con los méritos superabundantes de su Madre, de los apóstoles, de los mártires y de todos los santos, un tesoro infinito, que ha dado a la Iglesia, yo Os ofrezco, ¡oh Dios mío!, las indulgencias que recojo de este tesoro para perdón de las deudas contraídas por mis pecados con la justicia divina y para que se perdonen también las contraídos de las almas que están en el Purgatorio.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
TERCER PARTE DEL ROSARIO
Misterios gloriosos (Miércoles y sábado)
Del Introito al Evangelio
La Resurrección de Nuestro Señor
Adorar.- Dios mío, Os ofrezco esta primer misterio con la intención de adoraos y alabaros de una manera digna de Vos.
Pero la nada, pecador, gusano de tierra que soy, ¿Cómo podré alabaros dignamente, Majestad infinita? Los mismos ángeles no os pueden glorificar sino es por Nuestro Señor. Por esto yo me uno con María a las alabanzas, a la adoración y a las bendiciones que Jesús Os ofrece el día de la Resurrección y que Él Os hace sobre el altar, oculto en las especies eucarísticas. ¡Yo soy dichoso, oh Dios mío, sabiendo que a través de esta tierra de pecado sois alabado, bendecido, adorado y glorificado como merecéis!
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
Del Evangelio al Sanctus
La Ascensión de Nuestro Señor
Dar gracias.- Dios mío, Os ofrezco este segundo misterio para daros gracias por todos los bienes espirituales y temporales que he recibido de vuestra bondad infinita.
Pero, ¿Cómo hacerlo dignamente? Yo no puedo sino es por medio de Jesús, que ascendió a los cielos, después de haber completado la obre de la Redención, y está sentado a vuestra derecha, por medio de Jesús, nuestro Pontífice, que Os bendice, y Os da gracias en nuestro nombre. Sobre este altar, Él Os ofrece por medio del sacerdote el mismo sacrificio de alabanzas y acción de gracias. Os presento entonces, ¡oh Dios mío!, en unión con María, por los beneficios que he recibido de Vos, todos los sentimientos de gratitud de los que el corazón de Jesús está lleno.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
Del Sanctus al Pater
La venida del Espíritu Santo
Pedir perdón.- Dios mío, Os ofrezco este tercer misterio para pediros perdón de mis pecados y obtener la remisión.
Mis ofensas, ¡oh Dios mío!, son incontables, pero para merecer y procurarme el perdón, Jesús, vuestro Hijo tan amado ha derramado toda su sangre en la cruz, y después de su gloriosa Ascensión, ha enviado a sus Apóstoles, llenos del Espíritu Santo a predicar la penitencia y el perdón de los pecados. En nombre de esta Sangre divina que no cesa de ofrecerse sobre nuestros altares y de purificar las almas en el sacramento de la Penitencia, Os pido, ¡oh Dios mío!, el perdón de mis pecados pasados y la gracia de recibir siempre en el Sacramento de la reconciliación una abundante aplicación de los méritos de mi Salvador.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
Del Pater a la Comunión
La Asunción de la Santísima Virgen
Petición.- Dios mío, Os ofrezco este cuarto misterio para pediros, humildemente, las gracias temporales que me son necesarias y las virtudes de las que tengo necesidad.
Os pido estas gracias por intercesión de la Santísima Virgen, que desde lo alto del cielo asiste a este divino Sacrificio. Llevándola al Cielo y sentándola a la derecha de vuestro Hijo, la habéis establecido como nuestra Mediadora a través de nuestro Mediador: Ella Os presenta por medio de Él nuestras oraciones y por medio de Él nos obtiene y nos dispensa vuestros tesoros.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
Comunión
La coronación de María Santísima como reina de todo lo creado
Satisfacer.- Dios mío, Os ofrezco este quinto misterio para satisfacer las penas temporales debidas por mis pecados. Os lo ofrezco también para alivio de las almas del Purgatorio.
Estas deudas, ¡oh Dios mío!, son muy grandes, pero los méritos de la muerte de Cristo que les son aplicados a los que asisten a la Santa Misa, los méritos superabundantes de María, coronada como reina de todos los santos, ¿no los pueden absolver? Yo Os los ofrezco por esta intención y para alivio de las almas de Purgatorio.
(Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria).
Oración para después de la Misa
Os doy gracias, ¡oh Dios mío!, por la inmensa gracia que me acabas de conceder de asistir al Santo sacrificio. Dignaos perdonarme las negligencias y las distracciones de las que yo soy culpable. Que el recuerdo de los divinos Misterios me acompañe siempre y me ayude a cumplir todos mis deberes.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá