“Halloween”: la posesión diabólica
de la sociedad llevada al cine
Por Pascual Uceda Piqueras
29 OCT 2022
Confieso que durante estos días previos a la ya tristemente consolidada “fiesta” de Halloween, asistí a una sala de cine donde se proyectaba una película perteneciente a la famosa saga Halloween, objeto de la celebración. Y lo hice no para aumentar mi bagaje cinéfilo sino, como la mayoría de adultos que nos vemos abocados a dar buena cuenta de las zalameras peticiones de los niños sobre los que ejercemos alguna responsabilidad, para satisfacer sus peticiones en pago a sus denuedos escolares; aunque siempre con el convencimiento de la inocencia de los contenidos que se van a visionar, como celebración festiva promocionada desde todos los ámbitos de la sociedad, verbi gracia, la docencia. Pero nada más lejos de la realidad. Si, por un casual, consiguen no sucumbir a los requerimientos de su ilusionado acompañante –cuya negativa, siguiendo el modelo halloweeniano, podría llegar a psicomatizar la fase de pataleo o posesión—, no solo se evitarán tener que soportar un bodrio de proporciones (anti)bíblicas, sino que, además, librarán a esos niños de visionar un contenido altamente peligroso para un cerebro en crecimiento y una inteligencia en formación: innumerables asesinatos de la forma más horrenda imaginable, ríos de sangre derramada, kilos de vísceras y carne fileteada y, lo peor de todo, el ambiente de jolgorio que se crea con ocasión de la sarta de crímenes horrendos que se producen, donde matar de la manera más cruenta aspira a convertirse en el arte de esos tiempos oscuros que parecen anunciarse.
Fotograma de Halloween Kills
La película Halloween Kills, que se publicita como no recomendada para menores de catorce años, resulta ser al final un coladero de niños asistiendo a un ejercicio de extensión cultural amparado por el colegio de turno; muy permisivos ellos, durante la víspera de tan “inocente” celebración, con las manifestaciones de atrezo de sus alumnos, que llegan a convertir las aulas y los pasillos en pequeños platós de cine de terror. El ambiente de fiesta que se respira y la emoción ante la llegada de ese día tan esperado es comparable con el de otras fiestas –que sí lo son— del calendario. Con semejante grado de sugestión alimentado desde los propios pupitres, ya me dirán ustedes… ¿Cómo negarle a Manolito y a su simpática calabaza su asistencia al pase de las cinco?.
(ABC)
Pero responsabilizar a los docentes de los nocivos contenidos morales que están fomentando (por acción u omisión) en sus aulas quizá no sea del todo justo. Sin eximirles de su parte de culpa (como ya viene ocurriendo con todo lo relacionado con las desproporcionadas e ilegales medidas de seguridad impuestas en los centros de enseñanza en materia de Covid-19), comprendemos que los valores de la sociedad van cambiando y, con ellos, los modos en que esta acepta esos cambios y los hace suyos. Ahora bien, una cosa es que esos cambios impliquen una evolución positiva (perseverando en los valores asentados tradicionalmente) y otra distinta que entrañen una involución y ruptura con lo establecido. Dado que son estos últimos los que se están perpetrando, mucho nos tememos que la iniciativa no provenga del ámbito docente sino de instancias más altas. Y todo apunta a que haya de ser el propio Estado, siguiendo los dictados de ese otro Estado profundo y/o globalista, el impulsor de esta y otras medidas “draconianas” tendentes a socavar, desde la más tierna infancia, todo el corpus de ricas tradiciones que conforman la identidad de nuestro pueblo.
Samhain, la festividad de donde nace Hallowwen
(Foto: The Wild Geese)
La llamada fiesta de Halloween o “noche de las brujas”(festejada el treinta y uno de octubre) cumple con creces ese propósito destructivo, pues, actuando con la nocturnidad propia de estos aquelarres, la alevosía de quien se ensaña con un niño y la premeditación marcada por una agenda que obedece a las cifras 20-30, consigue asestar un golpe sin paliativos a la tradicional fiesta de “Todos los Santos” (celebrada el uno de noviembre), cuya noche de recogimiento, en memoria de los mártires que dieron su vida por no renegar de su fe cristiana en el s. IV, resulta eclipsada por una celebración anglosajona de corte terrorífico-festivo, en las antípodas de nuestras creencias hispánicas más arraigadas. En resumen, los niños se divierten “jugando con fuego” (el mal) y los adultos se “queman” –¿en él?— en celebraciones nocturnas de pésimo gusto e inocente contenido sulfuroso. Menos mal que al día siguiente los celebrantes cuentan con un día de fiesta para “dormir la mona”, pues ese será el único “recogimiento” que quede de la tradicional fiesta de Todos los Santos.
Pero no acaba aquí esta deriva siniestra a la que viene siendo arrastrada la nave de la civilización en ausencia de timón o gobernalle –léase aquí gobernante— que la corrija en su rumbo. La presencia del mal en nuestra sociedad se hace cada vez más habitual, más evidente y –caso digno de estudio—, más amena. Verdadero virus pandémico, nada parece quedar a salvo del avance imparable de este “bicho” –o “bicha”, que es como se conoce coloquialmente a la culebra—, que se introduce por cualquier rendija e infecta al más íntegro y probo de nuestros dirigentes – papa incluido—. La sociedad entera está siendo partícipe de una, digamos, oscura iniciación colectiva sin apenas percibirlo. Y todo ello auspiciado por unas élites que ven con muy buen ojo –el “que todo lo ve”— cualquier tipo de celebraciones, actos, protocolos, mensajes directos y subliminales en favor de ese Nuevo Orden que comporta el preceptivo desorden del orden legal y moralmente establecido.
La lista sería interminable. Daremos cuenta, a continuación, de algunos de los más sonados, donde el lector podrá hacerse una idea del rumbo que están tomando los acontecimientos que, en esta fase preliminar o externa, y por ello todavía “amable”, de la imposición del NOM, indican que se están implementando unos cambios profundos en la manera de percibir la realidad cotidiana, en el sentido de trastrocar la idea que se tenía del bien, a formas históricamente opuestas basadas en el mal.
Ritual satánico en la ceremonia inaugural del túnel de San Gotardo.
Comenzaremos por la universalmente retransmitida inauguración del túnel de San Gotardo (los Alpes suizos) en el año 2016, que, con sus cincuenta y siete kilómetros de longitud pasó a ser el más largo y profundo del mundo. Es de suponer que este dato, en cuanto a la idea que sugiere de adentrarse metafóricamente en los infiernos, constituya el argumento central de una pantomima inaugural de alto contenido simbólico rayano en el satanismo; donde no faltará ni la figura del demonio, representado en su versión más popular de hombre-cabra (el dios Pan en la mitología griega), ni la presencia de extraños seres alados regodeándose con la muerte, ni la idea de sumisión a la que está siendo dirigida la humanidad simbolizada en un ejército de obreros esclavizados, ni tampoco la lascivia y, como contrapunto, la figura de un hombre solo, perplejo ante lo que acontece. Retransmitido a todo el mundo, su difusión fue todo un éxito, que además contó para su inauguración con la presencia de varios jefes de estado y de gobierno.
Ya dentro de nuestra casa, hemos sido testigos de una celebración en la que se rendía homenaje a las víctimas del coronavirus. Esto fue el dieciséis de julio del pasado año. La difusión fue también muy amplia. Todas las autoridades del Estado, con el rey a la cabeza y una buena cuadrilla de apoltronados “vigilantes” –pues esta es la traducción de obispo, del latín episcopus—, ocuparon sus asientos en una inquietante disposición a base de círculos concéntricos en un lugar no calificado de sagrado (extramuros de la catedral de la Almudena). Ese día brillaron por su ausencia los ornamentos religiosos que siempre acompañan a estas celebraciones, imprescindibles, hasta ahora, en un acto público de tal relevancia espiritual. En su defecto, una puesta escena propia de un ritual sectario, con su pebetero en el centro y su ofrenda floral. Nada de oficio religioso a las víctimas. Fuera crucifijos. Ninguna oración por sus almas. ¿Qué tipo de siniestra farsa es esta? ¿A qué juego perverso están jugando con el alma de nuestros difuntos? ¿Esta va a ser a partir de ahora la consigna de los nuevos tiempos que nos vienen anunciando? Pero la cosa no quedó ahí, pues un año después, el quince de julio de 2021, volvió a escenificarse el mismo ritual por si hubiese alguna duda.
Marina Abramovic.
Y qué decir de los últimos premios Princesa de Asturias, donde una conocida hechicera, Marina Abramovic, ha sido premiada por su interpretación del arte de vanguardia en clave salomónica – dicho así por asimilación al famoso libro de magia titulado Clavícula Salomonis-, dando rienda suelta a sus hechizos y sortilegios a la manera de una perfomance. Todo muy cool, que dirían las hordas de progres ante una representación tan original –como el pecado— y cautivadora –como la serpiente—.
Y del arte pasamos al ámbito universitario. Sí, también allí prende la misma llama que alimenta el pebetero que se instaló extramuros de la catedral y al socaire del palacio real –que ambos inquilinos siempre se entendieron y complementaron—. La Universidad Complutense patrocinó este “académico” evento en noviembre de 2019 con el sugerente nombre de “La experiencia siniestra. Seminario de Satanismo y Sendero de la Mano izquierda”. ¡Casi na!, que diría un castizo. Los “oscuros” entrando a bombo y platillo por las puertas de la Facultad de Filosofía. ¿Se imaginan la cara de Sócrates, Platón o Aristóteles asistiendo al gran evento de la Filosofía del siglo XXI? Un servidor parece que les escucha exclamar: ¡Mira en lo que hemos quedado!
Pero a pesar de estos gravísimos ataques a la conciencia humana, la nueva mentalidad que tratan de imponernos, a base de repetir mensajes e imágenes que se cuelan por todos los ámbitos de la sociedad, no parece que esté dando los frutos apetecidos; pues, ni siquiera el vuelo nocturno de ese murciélago, portador del virus que habría de coronarlos, arroja un saldo demasiado halagüeño, teniendo ante sí una resistencia cada vez más organizada y menos medrosa.
Seguramente, sea este el motivo por el que se vieron precisados de crear ese ministerio de la verdad orwelliano, junto con el resto de plataformas bien surtidas de fondos del Estado, como Maldita.es que, tomando como estandarte de su causa su propio nombre y como lema la palabra “bulo”, demonizan a siniestro y a diestro todo aquello que podría significar un ataque al soberbio catafalco sobre el que reposa el incólume pebetero.
*Filólogo y escritor