Los antecedentes del nuevo orden mundial:
el control poblacional
Por INFOVATICANA
13 marzo 2021
Aunque en el conjunto de lo que llamamos “nuevo orden mundial” intervienen muchos más aspectos, es indudable que la reducción de la población mundial es uno de sus objetivos, amplia y abiertamente declarado en las frecuentes intervenciones públicas de sus líderes, que hace mucho tiempo han dejado de esconder sus intenciones y ahora incluso las publicitan. Si bien tal objetivo puede sorprendernos hasta vernos tentados a rechazar su realidad, leyendo lo que sigue podemos ver claramente que se inserta en una trayectoria ya secular y perfectamente coherente con su pensamiento.
Lo que la pequeña parte de la población más rica del mundo intenta hoy hacer con la implantación de este llamado “nuevo orden mundial”, difícilmente puede entenderse sin conocer los antecedentes, que pueden remontarse en muchos aspectos a varios siglos atrás, pero que, más concretamente, podemos situar a finales del siglo XVIII.
Conocerlos es importante si queremos entender lo que hay detrás del pensamiento de los Gates, los Soros y las demás poderosas personalidades que hoy sirven los intereses de quienes los dirigen en esa dirección, utilizando la crisis del coronavirus para acelerar la implantación de sus objetivos.
Lo que sigue es una síntesis del trabajo del Population Research Institute, publicado el 1 de enero de 2003, “The Malthusian Delusion and the Origins of Population Control”.
A finales del XVIII vivía en Inglaterra un pastor anglicano llamado Thomas Malthus, que escuchó en Londres una conferencia de Benjamin Franklin anunciando orgulloso que la población de las entonces colonias americanas crecía a una tasa del 3% anual. Nuestro clérigo, matemático aficionado, calculó entonces que la población americana se doblaría cada 23 años, de lo que dedujo que la población del mundo iba a crecer en progresión geométrica (2, 4, 8, 16, 32, 64…), imaginando un mundo atestado de personas en poco tiempo. Se preguntó entonces cómo se iba a alimentar a tal población, considerando que una progresión aritmética de la producción de alimentos (2, 4, 6, 8, 10, 12…) era lo más que podía esperarse, por lo que, confrontada con la progresión geométrica del crecimiento de la población, la producción de alimentos pronto iba a resultar totalmente insuficiente, previendo como fecha límite para la “catástrofe poblacional” el año 1890.
Con esas ideas, Malthus publicó en 1798 su “Ensayo sobre el Principio de la Población”, suscitando una gran inquietud en el público, que comenzó a imaginar una catástrofe inminente debida al descontrol del crecimiento de la población. Ese fatal destino sólo podía evitarse, según Malthus, mediante severas, e incluso despiadadas, medidas, debido a que, por otra parte, los avances de la medicina reducían la mortalidad y la Revolución Industrial promovía mejores condiciones sanitarias y de habitación para los pobres, que, en consecuencia, iban a vivir más.
Para compensar ese crecimiento de la población, Malthus proponía que no nacieran más niños que los permitidos por el fallecimiento de personas adultas, por lo que debían facilitarse, más que evitarse, las operaciones de la naturaleza que producen esa mortalidad, estimulando otras formas de destrucción, como no fomentar la limpieza en las poblaciones más pobres, construir calles más estrechas, aumentar el número de personas en cada vivienda, no combatir las plagas, construir poblaciones cercanas a lugares insalubres…, pero ante todo, no tratar de remediar las enfermedades endémicas y reprimir a las personas benevolentes, aunque equivocadas, que tratasen de hacer lo contrario.
Estas medidas, casi diabólicas, impropias de un miembro del clero cristiano, fueron rechazadas por muchos de sus correligionarios como ofensas a la caridad y al sentido común, pero fueron acogidas con entusiasmo por miembros de la clase alta británica, que temían que los pobres llegaran a ser tan prolíficos que pudieran llegar a constituir una fuerza importante en las urnas. Por ello, el ensayo de Malthus se convirtió en un éxito de ventas y en fuente de historias de horror de ahí en adelante.
La supervivencia de la población y las condiciones sanitarias siguieron mejorando a lo largo del siglo XIX, pero Charles Darwin proporcionó a los malthusianos nuevos argumentos. La clase próspera y privilegiada veía con temor el aumento de la población más pobre. Para ella se trataba de la “supervivencia de los más aptos”, y su punto de vista obtuvo respetabilidad intelectual por la obra de un primo de Darwin, Francis Galton, que argumentó que ese crecimiento de la población menos privilegiada suponía una degradación del patrimonio genético de la nación, para contrarrestar la cual propuso una política eugenésica activa, fomentando el nacimiento de los hijos de los más aptos y desalentando el nacimiento de hijos de los “menos aptos”.
Estos puntos de vista fueron acogidos con entusiasmo por los humanistas laicistas de principios del siglo XX, ocupados ideando formas de mejorar al “hombre natural” y al mismo tiempo limitar su número. Malthus resultó así ser el precursor de la fundadora de Planned Parenthood, Margaret Sanger, también opuesta a ayudar a los pobres. Sanger pensaba que la filantropía sólo perpetúa el número de incapacitados, delincuentes y dependientes. Pero mientras Malthus se contentaba con esperar la llegada de las plagas, Sanger propuso evitar los nacimientos entre los “menos aptos”, eliminar la “mala hierba humana”, prohibir la caridad, aplicar la segregación forzosa de retrasados e inadaptados y esterilizar a las razas “genéticamente inferiores”.
Mediante la creación de la “American Birth Control League”, precursora de Planned Parenthood, Sanger comenzó a poner en práctica sus ideas, abriendo clínicas para el “control de la población” orientadas a las “razas disgénicas” como negros, hispanos, indios, fundamentalistas y católicos. Las autoridades americanas de la salud pública comenzaron a colaborar con entusiasmo en el proyecto. Los “más aptos”, es decir, las clases altas americanas, fueron, por el contrario, fuertemente estimulados a tener más hijos, para crear, según palabras de Sanger, una “raza de pura sangre”, para todo lo cual encontró un gran número de ricos partidarios: Rockefeller, Duke, Skaife, Lasker, Sulzberger, Dupont…, que se consideraban a sí mismos el producto de una sangre superior, aunque en realidad muchos de ellos no estaban sobrados de dones naturales.
Los nazis llevaron las ideas de Sanger a límites ni siquiera soñados por ella, pero, tras su derrota, el proyecto eugenésico americano se ocultó en las sombras, y sus defensores negaron ardientemente que hubieran propuesto tales cosas. Sin embargo, el proyecto, cuidadosamente camuflado, esperó un tiempo propicio para regresar.
Cuando John D. Rockefeller III escribió el borrador para el Population Council en 1954, incluyó un párrafo llamando a la promoción de la investigación dirigida a que los padres que estén por encima de la media en inteligencia y cualidades personales, tiendan a tener más descendencia que la media. Ni los horrores del holocausto impidieron a Rockefeller y sus partidarios seguir defendiendo públicamente la necesidad de reducir la población humana.
Tras la Segunda Guerra Mundial, las poblaciones de Hispanoamérica, África y Asia comenzaron a crecer rápidamente, y por iniciativa de Rockefeller y otras familias poderosas, el control del crecimiento de estas poblaciones formó pronto parte de la agenda nacional de los Estados Unidos. El crecimiento de la población parece causar un miedo primario entre los poderosos, de alguna forma asustados por el número de los que no lo son.
El control de la población se convirtió para John D. Rockefeller en el objetivo de su vida, para lo que creó el Population Council en 1952, a pesar de que la mayoría seguía considerando que los avances tecnológicos en el campo de la agricultura podían perfectamente asegurar la alimentación de la población mundial.
Con fervor evangélico, Rockefeller reunió en torno a sí a las mejores mentes y construyó una red mundial de “expertos” que compartían su visión. Financió la investigación sobre medidas de contracepción y esterilización de los colectivos pobres en Bombay, Santiago de Chile y El Cairo, creando centros nacionales en muchos países, como pasos para institucionalizar programas de control poblacional a escala mundial. Contribuyó a poner en marcha programas de “planificación familiar” en Corea del Sur, Malasia, Hong Kong, Ceilán y otros lugares, pero su trabajo más importante fue convencer entre bastidores al gobierno federal de los Estados Unidos, con ayuda de su dinero ilimitado, para asumir su agenda.
El libro de Wiliam Vogt, director nacional de la Planned Parenthood Federation, “The Road to Survival”, extendió el miedo a la superpoblación como la causa básica de las futuras guerras y de la expansión de la tiranía comunista. A partir de este libro, Hugh Moore formó el “Population Action Committee” llamado a la inmediata movilización. Moore pensaba que era necesario asustar realmente a la gente para conseguir sus propósitos, y lo que más podía asustarla era la imagen de una bomba, dada la situación de angustia de la población, en plena guerra fría, debida a la carrera por el poder nuclear entre Rusia y los Estados Unidos, por lo que lanzó un panfleto titulado “The Population Bomb”, que pintaba el crecimiento de la población como la madre de todas las calamidades, el hambre, la expansión del comunismo y la guerra, con el fin de justificar un plan radical de restricción de la fertilidad.
Durante la siguiente década se distribuyeron cientos de miles de copias del panfleto entre todos los grupos políticos, de educadores, funcionarios, periodistas y demás colectivos influyentes, convenciendo a muchos de que el control de la población detendría la expansión del comunismo. Este panfleto facilitó el camino para la implicación del gobierno federal en el control poblacional. Rockefeller y el resto de las grandes fortunas iban a ser capaces de imponer su voluntad al Congreso de los Estados Unidos y, desde allí, al mundo entero, de modo que, a partir de ese momento, los programas de ayuda a las naciones aliadas iban a tener el control de la población como objetivo necesario y sine qua non, convirtiendo el control de la población en un asunto de seguridad nacional y en la auténtica finalidad de los programas de ayuda exterior. El maltusianismo era ya la política oficial de los Estados Unidos.
La “Office of Population” de la “United States Agency for International Development (USAID)” comenzó a dedicar ímprobos esfuerzos e inmensas cantidades de dinero para la contracepción, esterilización y promoción del aborto entre todas las mujeres del mundo, con una agresividad digna de mejor causa, invirtiendo también enormes cantidades en propaganda y marketing en los medios de comunicación.
Esta situación sigue vigente hasta hoy.
Por Pedro Abelló.