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lunes, 22 de marzo de 2021

** GENOMA del Diablo: un infierno en el EDÉN

El genoma del Diablo 
Primera parte: un infierno en el Edén
Por Laureano Benítez Grande-Caballero
21 MAR 2021

Un amanecer de hace muchísimo tiempo, cuando aquella tribu de homínidos despertó, descubrió que muy cerca de la cueva donde se refugiaban había aparecido un extraño monolito, de forma prismática, de color oscuro. Sobresaltados ante aquel objeto, a la vez nerviosos y estupefactos, brincaron y se agitaron a su alrededor, atreviéndose incluso a tocarlo.

Un poco más tarde, uno de aquellos homínidos, jugueteando con unos huesos, descubrió que podían usarse para atacar, para cazar, para matar… Y ahí empezó otra historia, la que nos ha traído hasta aquí: así comienza la película «2001: una odisea en el espacio», de Stanley Kubrick, una oda a la transformación de la especie humana, desde el hombre-mono, hasta el hombre-Dios.

El contenido profundo de esas escenas es que quieren dar a entender que en un momento determinado de nuestra andadura como especie sucedió algo, un fenómeno de enorme relevancia que provocó una metamorfosis en la especie humana, una gran transformación, una mutación que muy posiblemente tuvo que ver con un salto en nuestra inteligencia, en un mayor desarrollo cerebral. Sí, pero… ¿qué fue exactamente lo que ocurrió?

En 2012, Robert Gifford, un virólogo de «The Aaron Diamond AIDS Research Center» y su compañero John Coffin, virólogo de la Escuela de Medicina de Boston, publicaron en la famosa Revista «Nature» los resultados de una investigación en la que descubrieron la existencia de un misterioso virus que está fusionado con la especie humana, llamado «Borna virus».

Gifford y Coffin trabajaban en un proyecto de terapia génica para quitarle la parte patógena a un virus y agregarle un código genético para posteriormente inyectarlo al paciente y curar una enfermedad. Mientras trabajaban en el proyecto, encontraron un extraño código numérico en el ADN, comprobando con asombro que el tipo de virus que provocaba el código numérico era un tipo de virus muy distinto al de la terapia génica que ellos usaban. Se trataba de un virus ARN con el que nunca se había trabajado antes. Ellos dijeron textualmente lo siguiente: «El ADN humano ha sido modificado hace dos millones de años por un virus para desarrollar el cerebro de los homínidos». Y como no pudieron explicar el virus por medio de la teoría de la evolución, decidieron llamarlo LA INFECCIÓN PREHISTÓRICA.

De acuerdo con los nuevos hallazgos de unos científicos japoneses, el Borna Virus también afecta otras especies, como las ovejas o caballos, pero la humanidad lo tiene fusionado a su código genético en una medida de un 8%, y de tal modo que esta fusión se introdujo artificialmente, como una especie de retrovirus, para poder modificar el ADN, ya que en la ciencia moderna se conoce que mediante los virus se pueden modificar las cadenas del AD. Los científicos dicen que esta «infección prehistórica» podría ser una fuente de las mutaciones humanas, especialmente en nuestras neuronas, y una respuesta al «eslabón perdido» que mencionara Darwin.

Estos descubrimientos fueron profundizados cuando, en 2013, el matemático Vladimir Scherbak (Universidad de Al-Farabi) y el astrobiólogo Maksim Makukov (Instituto Astrofísico de Fesenkov, Kazajistán), retomaron el misterioso código numérico incrustado en el ADN humano encontrado un año antes por los científicos de Boston, y descubrieron que no era otra cosa que un algoritmo informático, como el de una computadora, un patrón que no obedecía a nada natural y que necesariamente había sido creado de forma artificial. Argumentan también que el genoma humano presenta un orden minucioso y preciso en la asignación entre los nucleótidos y aminoácidos del ADN.

«Las disposiciones simples del código revelan un conjunto de patrones aritméticos e ideográficos del lenguaje simbólico», señalaron en un artículo publicado en la revista «Icarus». Los científicos resaltan que esos patrones subyacentes «precisos y sistemáticos» se presentan como «producto de una lógica precisa y de una computación no trivial».

¿Qué hace un algoritmo en el ADN humano?: cambiar resultados aleatoriamente, o a placer de quien lo programó. Y eso es lo que investigadores como el catedrático Carlos Delfino, han llamado «La gran intervención de la raza humana», pues lo que se hizo con la incrustación del código genético fue básicamente realzar la parte material sobre la parte espiritual, o el cuerpo sobre el alma en términos del dualismo cuerpo-alma que ha sido una cuestión eternamente pendiente en la antropología filosófica.

Concluyen que «sea cual sea la razón real detrás del sistema decimal en el código, parece que fue inventado fuera del Sistema Solar hace ya varios miles de millones de años»: es decir, que la especie humana actual es producto de una intervención extraterrestre.

Este tipo de «firma inteligente» sería el sello indeleble de una civilización extraterrestre que nos precedió muchos millones de años. La huella biológica en el genoma humano sería el legado de esta civilización remota de la Vía Láctea. Es decir, que no estamos ante una «infección», sino ante un «sello», una «marca».

Esta hipótesis ya había sido formulada en 1981 por Francis Crick, un Premio Nobel de Medicina (1962), quien aseguraba que el ADN humano había sido enviado a nuestro planeta por una civilización extraterrestre. Todo parece indicar que estas contundentes pruebas científicas podrían constituir el eje de las investigaciones que ponen en evidencia la manipulación no-humana del ser humano en el pasado.

Crick mantuvo la teoría de la «panspermia dirigida», afirmando en su libro «Life Itself» (1984) ―desde una perspectiva científica― que la vida en la molécula de ADN, que es la esencia de la vida, no pudo originarse por accidente en el planeta Tierra, mofándose de la teoría de la panspermia meteórica que gusta tanto a los científicos ortodoxos, según la cual un «caldo primitivo» y moléculas chocaron accidentalmente unos contra otros, produciendo la vida.

Si la teoría de Francis Crick, fuera verdadera, entonces tendríamos que considerar que la supuesta civilización extraterrestre que envió el ADN a este planeta pudo haber diseñado genéticamente ese ADN.

Según Francis Crick, tal vez el 97% del ADN humano que ha sido llamado «ADN basura» — y que los científicos en Occidente han decidido ignorar justificándose con el argumento materialista/fisicalista de que ese ADN no está asociado a la producción de proteínas— contenga mensajes grabados desde el inicio de la evolución, es decir, información interactiva grabada por nuestros diseñadores en espera de que en algún momento de la evolución logremos decodificarlos.

En efecto, el código genético «es una correspondencia flexible entre codones y aminoácidos, y esta flexibilidad permite la modificación artificial del código». Sin embargo, una vez fijado, el código podría mantenerse inmutable a través de escalas cosmológicas de tiempo. De hecho, el ADN es la construcción más duradera que se conoce, por lo que puede utilizarse como un «disco duro» excepcionalmente fiable para grabar mensajes de una firma inteligente… o quizá sea posible que ese «programa informático» que se encriptó en nuestro genoma sirva como medio de control.

Esto no son historias de ciencia-ficción, ya que recientemente se ha descubierto que el ADN es un fantástico medio de grabación de información, hasta el punto de que alrededor de todo el mundo se están registrando patentes para usar el ADN como artefacto de grabación, con la posibilidad de grabar enormes cantidades de información en él.
En este momento, los científicos han sido capaces de grabar 100 letras de canciones en el ADN de la bacteria «E. Coli», y la evidencia sugiere que la capacidad de almacenamiento es ilimitada, tal vez incluso suficiente como para grabar el conocimiento entero de una civilización.

Estos descubrimientos tan sorprendentes exponen hechos que están en consonancia con lo que mencionaron culturas antiguas sobre el mundo en su mitología, acerca de la manipulación artificial del hombre primitivo por los «dioses» para la creación del hombre contemporáneo. En pocas palabras, la ciencia contemporánea solamente está corroborando lo que el conocimiento mitológico nos ha estado contando desde que se descubrieron, y lo que siempre se consideró como simple «mitología».

Pero lo más sobrecogedor de esta hipótesis es que mediante ella se puede explicar «científicamente» el «pecado original» de Adán y Eva, esa caída evolutiva, esa regresión trágica que les convirtió en seres mortales, más materiales, sometidos al dolor, al sufrimiento, con tendencia al mal ―como se demuestra en la historia de Caín―.

En efecto, esta caída convirtió el Paraíso adámico en un infierno, a Adán y Eva en seres caídos en desgracia, que transmitieron a toda la especie humana la lacra de un «pecado original», que nos impulsa a la maldad, a la corrupción, a la muerte, al pecado. Y, si lo transmitieron a todos los hombres de todas las épocas, si todos tenemos esa lacra desde que nacemos, es porque esa «mancha original» está justamente en nuestro genoma, que contiene en su ADN unas características que nos dificultan la espiritualidad y nos favorecen la materialidad, como afirmaban los científicos descubridores de esta alteración genética.


Ahora bien, ¿por qué se alteró nuestro genoma con el objetivo de hacernos seres menos espirituales? ¿Qué se pretendía con esta manipulación? Para responder a este interrogante, hay una corriente de opinión que afirma que esa operación fue ejecutada por los «ángeles caídos» ―¿extraterrestres?―, entidades inteligentes, pero perversas, que estaban bajo las órdenes de… Satanás. Parece descabellado afirmar esto, pero, ¿quién es el más interesado en la caída del hombre? ¿No estará interesado el Maligno en robarnos el alma, en degradar nuestra dimensión espiritual?

Y esta hipótesis alcanza su momento más determinante cuando afirma que el propósito real de esta intervención en nuestro genoma era… evitar la encarnación de Jesús, pues un ser divino no podía encarnarse en un ADN corrupto, que induce al mal, a la corrupción, al pecado… ¿Qué fue lo que pasó, entonces?: pues que surgió María, cuya inmaculada concepción la explican alegando que su ADN era puro.

Sea todo esto cierto o no, el caso es que esa mutación premeditada de nuestro genoma se produjo, como han demostrado las investigaciones científicas expuestas.

Y ahora, damas y caballeros, en este año del Señor de 2021 está desarrollándose la segunda manipulación de nuestro genoma, la segunda metamorfosis de nuestra especie, la segunda alteración de nuestro ADN… ¿Adivinan a qué me refiero? ¿Saben de lo que estoy hablando…?

De eso hablaré en el próximo artículo.

Cuando los descubrieron fueron tildados como «basura genética»: los retrovirus endógenos son una especie de virus «fosilizados» desde hace millones de años en nuestro genoma.

Son restos de infecciones virales antiquísimas, que afectaron a las células germinales de nuestros antepasados, insertándose en el material genético que después se fue pasando de generación en generación durante millones de años.

Hoy se estima que estas secuencias virales de ADN, conocidas como HERV por sus siglas en inglés (human endogenous retrovirus) conforman hasta el 8% de nuestro genoma.

A pesar de esa presencia significativa en nuestro ADN, estos restos de virus no son patógenos: no pueden replicarse porque suelen ser trazas defectuosas de material genético mutado o incompleto.

, por lo que todo apunta a una manipulación genética realizada muy posiblemente por extraterrestres, ya que incluso el propio Darwin habló de un eslabón perdido en la cadena evolutiva que no se puede explicar.

Según esta investigación, todos podríamos ser menos humanos de lo que pensamos. Lo relevante es que este código cuenta con los criterios necesarios para ser considerado una señal inteligente con sellos de artificialidad que no tienen nada que ver con los procesos evolutivos

Vídeo hecho por el autor sobre el contenido de este artículo: