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sábado, 15 de mayo de 2021

***NOM-CAMBIO CLIMÁTICO: Lo verde es caro, doña Teresa. Es una ley acientífica, inhumana, regresiva y letal para la economía

Lo verde es caro, doña Teresa. Cambio Climático: 
una ley inhumana, regresiva y letal para la economía
14/05/21

Por Calentamiento Global Antropogénico Catastrófico

La norma aprobada en el Congreso prohíbe el carbono y el uranio, dos de los grandes progresos de la humanidad. Y encima somos pioneros en Europa, es decir, los más tontos de la clase. Lo verde es caro, doña Teresa. Cambio Climático: una ley inhumana, regresiva y letal para la economía

El Congreso aprobó ayer la Ley de Cambio Climático y Transición Energética (¿LCCTE? ¡Qué horror, demasiadas consonantes!). Somos pioneros en Europa tras el Acuerdo de París y la obra que la vicepresidente Teresa Ribera quiere dejar a la posteridad, ¡oh sí! Es cierto que si se aplicara la norma en todo su espíritu y letra, no habría posteridad, porque la filosofía más profunda de la norma, un conjunto de prohibiciones que hará la vida más cara y difícil, un verdadero fardo para la economía, se puede resumir así: el hombre es culpable.

Por el genérico hombre entendemos varón y mujer, pero con un poco de suerte puede conseguirse que se ignore el matiz y, de esta forma, la formula ‘el hombre es culpable’ evocaría sólo el varón, no a la mujer, como responsable de la tragedia. Este matiz es importante.

El Acuerdo de París, 
así como todo el movimiento panecologista, 
siempre acaba en lo mismo: reducir la población. 
Los humanos infestan el planeta

En resumen, la norma aprobada ayer, sólo afrontó el voto en contra de Vox, el único partido semicristiano de la Cámara y la abstención vergonzante del Partido Popular y la ‘exigente’ de Mas Madrid. Para Íñigo Errejón, la nueva izquierda comunista llamada a sustituir a Podemos, la norma del PSOE se queda corta, olvida la máxima primera de la ecología: Lo verde es caro.

Así, la norma del cambio climático y transición energética aprobada el jueves en el Congreso de los Diputados resulta una ley inhumana, regresiva y letal para la economía. Por cara y por ineficiente.

Como objetivos generales, la norma aprobada ayer en el Congreso prohíbe el carbono y el uranio, dos de los grandes progresos de la humanidad. La industria del petróleo es la que produce el plástico, que tanto necesitamos para una industria que precise menos energía. Y lo más absurdo de todo es prohibir el uranio, la energía nuclear, que ya caminaba hacia la fusión, esto es, la energía que hubiera resultado definitiva e inagotable, la más intensiva y barata de todas. Una riqueza tirada a la basura por la verde Teresa Ribera.

La filosofía de “el hombre es culpable” 
de la desertificación es falsa y, además, anticristiana: 
contradice el mandato bíblico de 
“henchid la tierra y sometedla’

Y encima la mayoría de la Cámara se enorgullece de que con esta ley nos convertimos en pioneros en Europa. Es decir, que una vez más, como ocurrió con la energía eólica y, sobre todo, con la solar, España será la pionera arruinada. Los demás harán una transición ordenada, lenta, del mundo de los hidrocarburos al mundo eléctrico (por cierto, también contaminante), pero Ribera no. Doña Teresa, como fiel exponente del Sanchismo, correrá hacia el desastre a toda velocidad, en vanguardia hacia el abismo. Y como ocurrió con la energía solar, ser los pioneros significa que lo vamos a pagar, todos los españoles, muy caro.

Por lo demás, el Acuerdo de París, así como todo el movimiento panecologista, siempre acaba en lo mismo: reducir la población. Los seres humanos son los que infestan el planeta, una verdadera plaga que no deja de procrear.

Todas las normas medioambientales acaban en lo mismo: en la píldora antibaby. Hay que reducir la población y la que no pueda reducirse, enclaustrarla en casa, en el famoso ‘hogar-prisión’ para que no salga. Recuerden que el Gobierno de Doña Teresa se muestra feliz de lo que ha crecido la hierba con la reclusión domiciliaria forzada tras la irrupción del Covid.

El hombre es un quién, el planeta sólo es un qué

La filosofía ecologista se resume en eso: “el hombre es culpable”. Por ejemplo culpable de la desertificación. En primer lugar, es falso. Cuando Roma, tierra de agricultores, controlaba el norte de África, era el vergel del Imperio: trigo, vid, olivo. Cunado llegaron los musulmanes, dedicados a la ganadería ovina, que no trabaja el suelo, el Sahara avanzó hasta la misma ribera del Mediterráneo. El hombre no desertiza la naturaleza, la fertiliza.

Además, la filosofía ecologista es anticristiana: contradice el mandato bíblico de ‘henchid la tierra y sometedla’. Para ser exactos lo que dice el Génesis (1, 28) es lo siguiente: “Procread y multiplicaos, henchid la tierra; sometedla y dominar sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra”.

Oiga, y era la bendición, no la maldición, de Dios sobre el hombre creado.

¿Que hay que superar la contaminación? Por supuesto que sí, pero a favor de la persona, no contra ella. Debemos cuidar el planeta para que pueda seguir sirviendo a las siguientes generaciones de seres humanos, sólo por eso. Porque el hombre es un quién, el planeta sólo un qué.