La Masonería y la Judería Sionista al descubierto
17/8/2019
Maximiliano Kolbe fue clérigo franciscano conventual polaco ejecutado (murió el 14 de Agosto de 1941) por los alemanes en un campo de concentración (donde estaba supuestamente acusado de actividades subversivas y ayudar a judíos), como represalia a una fuga; Maximiliano se ofreció voluntario para sustituir a uno de los “diezmados”.
Fue un gran propagador de la devoción al Inmaculado Corazón de María y un acérrimo combatiente contra el modernismo y los peligros que acechaban a la Iglesia en el siglo XX. En 1917, fundó la «Milicia de la Inmaculada». Naturalmente, su lucha no fue la de abatir las almas del enemigo sino la de llamarlo y convertirlo en pro de su eterna salvación. Por eso, el Padre Kolbe se dirigía a sus enemigos.
En un artículo suyo titulado «¡Pobrecillos!», escribía:
El hombre ha sido redimido. Cristo ha fundado su Iglesia sobre la roca. Una parte del pueblo hebreo reconoció en Él al Mesías; los otros, sobre todo los fariseos soberbios, no quisieron reconocerlo, persiguieron a sus seguidores y dieron curso a un gran número de leyes que obligaban a los hebreos a perseguir a los cristianos. Estas leyes, junto a narraciones y a apéndices, hacia el año 500, formaron un libro sagrado, el «Talmud«.
En este libro, los cristianos son llamados: idólatras, peores que los turcos, homicidas, libertinos impuros, estiércol, animales de forma humana, peores que los animales, hijos del diablo, etc. Los sacerdotes son llamados adivinos y cabezas peladas (…) a la Iglesia se la llama casa de estulticia y suciedad. Las imágenes sagradas, las medallas, los rosarios, son llamados ídolos. En el «Talmud», los domingos y las fiestas son considerados días de perdición.
En este libro se enseña, entre otras cosas, que a un hebreo le está permitido engañar y robar a un cristiano, pues todos los bienes de los cristianos – está escrito – «son como el desierto: el primero que los toma se hace dueño». Esta obra que recoge doce volúmenes y que respira odio contra Cristo y los cristianos, es considerada por estos fariseos un libro sagrado, más importante que la Sagrada Escritura».
En ocasión del Congreso Internacional de los masones, celebrado en Bucarest en 1926, el Padre Kolbe, escribió un artículo:
«Estos señores (es decir, los masones) creen que son ellos quienes han de gobernar: escuchemos, entonces lo que escriben los «Protocolos de los Sabios de Sión«, documento que el Padre Kolbe llamaba: «el verdadero libro fundamental de la Masonería».
Escribe el Santo:
«El protocolo número 11 afirma: «Crearemos y pondremos en vigencia las leyes y los gobiernos (…) y, en el momento oportuno, (…) bajo la forma de una revuelta nacional, (…) Es necesario que las poblaciones, desconcertadas por la revuelta, puestas todavía bajo la influencia del terror y de la incertidumbre, comprendan que somos de tal modo intocables, de tal modo llenos de poder que en ningún caso tendremos en cuenta sus opiniones y sus deseos sino, antes bien, que estamos en grado de aplastar sus manifestaciones en cualquier momento y en cualquier lugar (…) Entonces, por temor, cerrarán los ojos y permanecerán a la espera de las consecuencias (…) ¿Con qué objeto hemos ideado e impuesto a los masones toda esta política, sin darles a ellos la posibilidad de examinar el contenido? Esto ha servido de fundamento para nuestra organización masónica secreta (…) cuya existencia ni siquiera sospechan estas bestias engatusadas por nosotros en las logias masónicas«.
En este punto, el Padre Kolbe se dirige a los masones diciendo:
«¿Habéis oído, señores masones? Los que os han organizado y secretamente os dirigen, los hebreos, os consideran bestias, reclutadas en las logias masónicas para fines que vosotros ni siquiera sospecháis (…) Pero ¿sabéis, señores masones, qué es lo que os espera el día en que os venga a la mente comenzar a pensar por vosotros solos? He aquí, escuchad el mismo protocolo: «La muerte es inevitable conclusión de toda vida (…) Ajusticiaremos a los masones de tal manera que ninguno (…) podrá sospechar, ni siquiera las mismas víctimas: morirán todos en el momento que sea necesario, aparentemente a causa de enfermedades comunes (…)».
Y continúa el Santo:
«Señores masones, vosotros que, recientemente, durante el Congreso de Bucarest, os habéis alegrado del hecho de que la Masonería se está fortaleciendo por doquier, reflexionad y decid sinceramente: ¿no es mejor servir al Creador en la paz interior (…), antes que obedecer las órdenes de quien os odia?».
San Maximiliano se dirige, finalmente, a los Jefes Ocultos de la Masonería con estas palabras:
«Ya vosotros, pequeño escuadrón de hebreos, «Sabios de Sión», que habéis provocado ya conscientemente tantas desgracias y todavía seguís preparando otras, a vosotros me dirijo con la pregunta: ¿qué ventaja obtenéis? (…) Gran cúmulo de oro, de placeres, de diversiones, de poder: nada de todo esto vuelve feliz al hombre. Y si aun esto diera la felicidad, ¿cuánto podría durar? tal vez una decena de años, quizás veinte (…) Y vosotros, jefes hebreos, que os habéis dejado seducir por Satanás, el enemigo de la humanidad, ¿no sería mejor si también vosotros os volviereis sinceramente a Dios?«.
En otro artículo de 1926, el Padre Kolbe, citando siempre los «Protocolos de los Sabios de Sión», escribía:
«Ellos dicen de sí mismos: «¿Quién o qué cosa está en grado de asestar una fuerza invisible? Nuestra fuerza es, precisamente, de esta clase. La Masonería externa sólo sirve para esconder sus objetivos, pero el plano de acción de esta fuerza será siempre desconocido para la gente«.
Pero el Santo subraya con sutil ironía:
«Nosotros somos un ejército, cuyo «Comandante» os conoce uno a uno, ha observado y observa cada una de sus acciones escucha cada una de sus palabras, más aún… ni siquiera uno de vuestros pensamientos escapa a su atención. Decid vosotros mismos: en tales condiciones, ¿se puede hablar de secreto en los planes, de clandestinidad y de invisibilidad?» Y aquí el Padre kolbe revela el nombre del «Comandante» de su ejército: «es la Inmaculada, el refugio de los pecadores, pero también la debeladora de la serpiente infernal. ¡Ella aplastará su cabeza!».
Artículo aparecido en la revista «Cabildo» de Buenos Aires, en septiembre de 2009, cogido de la página «Catapulta» que dirige Augusto Padilla, tomado a su vez del número 125 de la revista italiana «Chiesa Viva». La traducción al español es de D. Mario Caponnetto.