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lunes, 15 de febrero de 2021

*¿Dónde están los OBISPOS españoles? ¿Por qué callan? ¿Han abandonado a su rebaño?

¿Dónde están los obispos españoles? 
¿Han abandonado a su rebaño?
¿Por qué callan? 
13/2/21

Toca que los católicos se sientan protegidos, acompañados, representados por sus obispos. Que haya alguien con más fuerza que responda por él y diga lo que posiblemente el católico de a pie no puede por falta de formación, o por miedo.

El Foro de Davos da un paso más, más descarado y más crecido. El Foro de Davos ha consolidado su posición después de décadas de seguir fielmente su manual institucional del paso a paso para alcanzar el poder global. Un año de pandemia calculada al milímetro para someter a las sociedades del mundo entero gracias a ciertos cambios obligados que de forma visual, como símbolo, es la obligatoriedad del uso de la mascarilla e intimidando con la ruptura de las normas sociales de relacionarse, la incertidumbre del miedo entre la muerte y la ruina económica de las personas, y por ende, las familias.

Pero por muy apetitoso y sugerente que sea hablar de todo esto, que este medio lo hace a través de este magnífico artículo del profesor Javier Paredes y yo también, como cuando lo hice sobre el Poder globalista, Donald Trump, las big tech o la batalla entre los malos y los muy malos, entre otros. Pero hoy quiero dedicarlo a algo que verdaderamente me preocupa mucho más: la Iglesia y el futuro de dominación sin Dios.

Ciertamente la Iglesia se encuentra ante el enemigo de siempre, el diablo, pero que lo hace como hasta nunca lo había hecho, con el poder humano desmedido, tras la pancarta de la libertad y la solidaridad, o al menos es una de los aleluyas fake que lanza Davos sobre nuestro futuro 2030: libres, sanos y preocupados del cambio climático… ¡quién da más! Mientras, la Iglesia sigue contando un poco con lo de siempre. Y lo digo así, con este tono de desmayo de ánimo por lo que me transmiten sus representantes, nuestros obispos.

Me gustaría que esto lo leyeran ellos, nuestros obispos. Y me gustaría que los que lo lean, aunque no sean obispos, no se lo tomen como un gesto de ironía, sarcasmo y ganas de hacer daño, porque no hay nada más lejos en mi intención. Es más, estaría encantado de poder tener una reunión con algún prelado que me explicara por qué estamos quietos, parados, por qué no asumimos los cristianos que estamos ante una batalla en la tierra, que sin duda se libra también en los Cielos, donde la humanidad está como los peones en el tablero de juego.

Estaría encantado de poder tener una reunión con algún prelado que me explicara por qué estamos quietos parados, por qué no asumimos los cristianos que estamos ante una batalla en la tierra, que sin duda se libra también en los Cielos

Es el momento de la valentía, no de la diplomacia. Es el día de dar la vida, de hacer que los ambones hablen de Dios, de pecado y de infierno. Es la hora de decir qué es verdad y qué no lo es. Es la noche donde los padres -los obispos- consuelan a sus hijos y les dicen que no teman. Toca que los católicos se sientan protegidos, acompañados, representados por sus obispos. Que tengamos la certeza que cada vez que el gobierno, un artista, periodista o financiero empoderado insultan nuestra fe, tumban nuestra cruz o nos ningunean en las decisiones de los derechos civiles o, sencillamente, nos dejan sin hijos, haya alguien con más fuerza que responda por él y diga lo que posiblemente el católico de a pie no puede por falta de fuerza, de formación o de miedo.

Estoy esperando una respuesta de la Conferencia Episcopal eficaz, sobre el último envite de tirar la cruz, nuestra Cruz, a la escombrera del pueblo. Un mensaje al menos para los corazones, aunque seamos otra vez el hazmerreir para eso que llamamos Mundo. No basta con que un obispo levante la voz si los demás callan, como si esa cruz no fuera la suya. ¡A ver si lo enfoco de otra manera que se comprenda mejor lo que quiero decir! Si existe un plan de promoción para recoger fondos para Manos Unidas, Caritas, el Día del Seminario, las misiones o cuando se dan catástrofes en algún lugar del mundo, y por último -pero no por eso menos importante- la crucecita de la renta… ¿No hay posibilidad de que también se haga un plan específico de “defensa de la fe y el creyente” aunque para esto no se recojan fondos económicos? No parece un poco incoherente pedir y no dar…

¿No hay posibilidad de que se haga un plan específico de “defensa de la fe y el creyente” aunque para esto no se recojan fondos económicos? No parece un poco incoherente pedir y no dar…

Los católicos necesitamos de la santidad de nuestros obispos para ser santos con ellos. La ausencia de obispos en la vida de los católicos genera la típica reacción causa-efecto. Quizá esto explique por qué cada vez hay menos asistentes a misa, más seminarios vacíos y que los que todavía practican, lo hacen por su cuenta, lejos del rebaño con el peligro de que el pastor no lo vea y quede a expensas del maligno, que ese sí, ese siempre está disponible las 24 horas, los 365 días, lo que incluye los domingos y fiestas de guardar.

Aunque san Juan Pablo II, quizá en alguna alocución con gente joven, dijo que la Iglesia de hoy no necesita 'cristianos a tiempo parcial', sino cristianos de una pieza, me gustaría reseñar que vale para todos, y con todos me refiero a toda la Iglesia que incluye desde el Papa hasta el último bautizado en un rincón recóndito de la tierra, pasando por los obispos.

Otro de los mensajes que Davos deja como semillita fértil para el 2030 es que los eventos serán virtuales, el médico, el ocio, etc. Y también los actos religiosos… ¿Qué hacemos con los sacramentos que exigen en todo momento la presencia del ministro y el sacramentado? ¿Qué hacemos con la comunión, la confesión…? ¿Nadie dice nada? ¿Seguiremos callados sin dar una respuesta, no al mundo, sino a los cristianos católicos? Ahora cito a Bendicto XVI: Toda división entre los bautizados en Jesucristo es una herida a lo que la Iglesia es y a aquello para lo que la Iglesia existe… En fin, no es falta de respeto, es un grito de orfandad, señor obispo, el mío, el de decenas de millones de fieles de España, el de cientos de millones en el mundo que nos tienen callados, agonizando en la fe.

¿Qué hacemos con los sacramentos que exigen en todo momento la presencia del ministro y el sacramentado? ¿Qué hacemos con la comunión, la confesión…? ¿Nadie dice nada? ¿Seguiremos callados sin dar una respuesta, no al mundo, sino a los cristianos católicos?

Manual básico para católicos sin complejos (Sekotia) de José González Horrillo. El libro revelación de hace años está más de actualidad que nunca. Quizá un libro que todos deberíamos de tener en la mesilla haciéndonos ver que nuestra fe católica es un arma poderosa y razonable. Que conocer el fondo católico, sus leyes, costumbres y la historia nos posiciona orgullosamente santos ante los que pretenden apagarnos en un rincón del mundo.

El eco más sonoro (La esfera de los libros) de Jesús de la Higuera. No hay eco más sonoro que el que dejan las palabras de Dios. Nuestra existencia es un camino en el que cada gesto, cada detalle y cada acción tienen que estar llenos del amor de Dios: ser una imitación, un eco de su amor en cada uno de nosotros.

Fe cristiana ante los nuevos desafíos sociales: Tensiones y respuestas (Cristiandad) de Lluis Oviedo. Un estudio actual y preciso sobre la influencia de la organización social, política, economía, ciencia, arte y cultura. Sus cambios sobre la vida de la Iglesia y el sentido religioso de los creyentes. Un librito escrito pensando en los obispos, o no, pero podría ser.