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viernes, 12 de febrero de 2021

PERSECUCIÓN religiosa en España (1931-1939): SILENCIO cinematográfico

El silencio cinematográfico 
sobre la persecución religiosa en España
7 febrero, 2021

Hoy les traemos la reflexión de nuestro bloguero Páter Cinéfilo acerca del vacío cinematográfico sobre la terrible persecución religiosa que sufrió el catolicismo español durante la Segunda República y la Guerra Civil. Para ello, nos acerca a ‘Viacrucis del Señor en las tierras de España’, un cortometraje que ha caído en el olvido. Por cierto, antes de que leas el artículo, me gustaría recomendarte el libro que acaba de publicar el Páter, ‘100 películas cristianas’, que puedes comprar aquí.

Es curioso ver cómo el cine sobre la persecución religiosa en España brilla por su ausencia. Ciertamente, hoy tenemos cintas que han procurado subsanar este error –Bajo un manto de estrellas, Poveda, Un Dios prohibido…–, pero ni por asomo conforman una minoría significativa. De este modo, y, por ejemplo, mientras que el cinéfilo aficionado puede elegir entre las innumerables películas que versan sobre el Holocausto –y eso es encomiable–, tiene muy pocas opciones a la hora de ver una sobre la mentada persecución (y eso que se trata quizás del mayor genocidio cristiano de la historia de la humanidad).

En época de Franco no fue mejor, puesto que solo dos largometrajes se hicieron eco de ella: Raza y Cerca del cielo. La primera, en solo una escena, donde se muestra cómo son asesinados varios monjes; la segunda, financiada exclusivamente por la Acción Católica Española, que se avergonzaba de que este genocidio hubiera sido silenciado [1]. Quizás debamos encontrar el motivo de esto en la ola de reconciliación que inundó el país (sí, de reconciliación, no de venganza), a la que se sumó de inmediato el séptimo arte. Y así, como no se debía hurgar en la herida que había dejado la guerra, sino restañarla, todas las películas de entonces se produjeron en ese sentido (véase Frente de Madrid, que aquí ya hemos analizado).

Pero la persecución religiosa en tiempos de la Segunda República y la Guerra Civil había sido una realidad, por lo que no se podía pasar por alto, pese a la directriz indicada. Es por ello que uno de los mejores cineastas de nuestra nación, José Luis Sáenz de Heredia [2], quiso plasmarla en un cortometraje: Vía crucis del Señor en las tierras de España (1940). Hoy se trata de una obra prácticamente –o totalmente– olvidada, pero que, como casi todo lo que él tocó, demuestra el genio artístico que siempre mantuvo y la fortaleza ideológica de la que constantemente hizo gala.

De incuestionable importancia para conocer la historia española de principios del siglo XX (esa misma que hoy se pretende olvidar –o peor aún, modificar–), este cortometraje-documental se posiciona sin tapujos a favor del concepto teológico que alentó a los miembros del bando nacional: la cruzada. En efecto, conmovido por los estragos causados por el Ejército Republicano entre los católicos de España, el cardenal Isidro Gomá no vaciló ni por un instante en denominar así a la misión de liberación que tenían aquellos. Es por ello que, nada más empezar el metraje, se especifica lo siguiente: «Para constancia del dolor que hicieron las furias del comunismo al Señor en su santa Iglesia española».

Y es que, ciertamente, como la Iglesia es el cuerpo de Cristo, este volvió a padecer en España el mismo viacrucis que en Jerusalén lo había conducido al Calvario y a la muerte (aquella vez, instigado por judíos y romanos; esta, por comunistas y republicanos; en ambas ocasiones, con idénticos odio y saña). Por este motivo, Sáenz de Heredia recurrió a esta célebre devoción para demostrarlo, equiparando cada una de las catorce estaciones [3] a las diferentes vejaciones sufridas por los cristianos en tiempos de la República y la Guerra Civil. Y para mayor impacto visual del espectador, aprovecha imágenes de archivo y fotografías de la época para acompañar a cada una de las citadas estaciones: de este modo, podemos constatar en primera persona la quema de conventos, la matanza de sacerdotes y monjas, la profanación de tumbas o el famoso –aunque triste– fusilamiento del monumento al Sagrado Corazón del cerro de los Ángeles.

Todo ello manifiesta que en España padecimos quizás el mayor genocidio cristiano de la historia de la Iglesia (superior incluso al vivido en tiempos del Imperio romano y al padecido en México durante los años 20). Sin embargo, hoy –como ayer– se quiere silenciar (antaño, por razones conciliadoras; hogaño, por motivos ideológicos), o peor aún, modificar y aun justificar. Y es que no son pocos los historiadores y políticos que, de aceptar la existencia de la persecución religiosa española, minimizan su alcance hasta extremos irrisorios o defienden que la Iglesia tenía un poder que el pueblo le debía arrebatar. Pero ¿qué poder podían tener unas monjas que rezaban en la clausura de su monasterio, como indica la primera imagen del film?, ¿o de qué peso político iba a gozar el sacerdote que atendía el culto de su parroquia o las personan que asistían a él?, ¿o qué autoridad –y esta, moral– podría tener un obispo más allá de los límites de su diócesis?

Por tanto, Viacrucis del Señor en las tierras de España es el testimonio perfecto de una parte muy negra de la historia de nuestra patria. Sus imágenes nos recuerden el dolor padecido por la Iglesia a manos de sus enemigos (esos mismos que hoy quieren que nos olvidemos de ello), pero al mismo tiempo nos indican aquellas palabras del Evangelio en las que debemos enraizar nuestra esperanza: «Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16, 18).

[1] Además, procuró potenciar con esta cinta la beatificación de Anselmo Polanco, obispo de Teruel, que había sido ejecutado en Barcelona por los milicianos.

[2] Otro de los autores denostados en la actualidad: pese a haber dirigido grandes películas de nuestro celuloide –Historias de la radio, Raza, El indulto, ¡Se armó el belén!–, es más recordado por su vinculación familiar con el fundador de la Falange y por su compromiso político con el general Franco.

[3] Recordemos que, antes de la reforma del papa san Juan Pablo II en 1991, este era el número de estaciones que componían el viacrucis (la decimoquinta de ahora sería la resurrección del Señor).