¿Por qué Dios permite que ocurra…?
Por Juan Cruz
3/01/2021
Esa es la pregunta que muchos, creyentes y no creyentes, profieren, a veces de forma airada, cuando algo luctuoso, terrible o injusto sucede; normalmente catástrofes, crímenes, barbaridades, etcétera. ¿Por qué Dios permite que ocurra ésto o aquéllo? Y más aún los no creyentes, que lanzan tal dardo no tanto buscando una respuesta, sino como provocación y forma de autoconvencerse de que su incredulidad está justificada porque nadie les va a saber decir por qué Dios permite tamaños desafueros.
Pues bien. ¿Por qué Dios permite que ocurran barbaridades?
Lo primero es que Dios no permite nada, sino que respeta, por un lado las leyes inherentes a la Creación tras el pecado original, porque en el Paraíso, antes de que Adán y Eva quisieran ser como Él, ningún mal ocurría. Fue su pecado y la natural y correspondiente condena la que trajo como consecuencia, entre otras cosas, el trastoque de dichas leyes de forma que si antes los animales y la naturaleza eran amigos del hombre, ahora ya no, ahora son autónomas y tienen sus propias normas que debemos conocer y respetar si no queremos que en algún momento se vuelvan contra nosotros. Ahora, el león, que fue amigo, no es de fiar, y a nadie en su sano juicio se le ocurre ir a darle la mano, porque su instinto trastocado hará que nos agarre del cuello… con sus fauces.
Segundo. Dios respeta el libre albedrío que imprimió al hombre desde su creación, por eso Adán y Eva pudieron pecar y ofenderle; hasta ese extremo llega Dios. Y si alguien decide ofenderle asesinando a otro, y si éste no anda sobre aviso o espabilado, seguro que el asesino lo conseguirá; otra cosa es que cada cual recibirá, sin lugar a dudas, su merecido precisamente de Dios. El hombre puede pecar, tiene libertad para ello, allá él, y el pecado puede dañarle a él mismo, tanto como a los demás. No es por lo tanto Dios quien permite el crimen, sino que Dios respeta la voluntad que ha dado al hombre para actuar; otra cosa es que el hombre teniendo la obligación de elegir el bien, elija el mal.
Por último, como vemos a lo largo de la historia de la Humanidad, aún cuando el hombre se aparta de Dios, no reza, no hace penitencia, profesa creencias contrarias a Su revelación de la cual sólo es depositaria la Iglesia, peca, etcétera, Dios respeta su decisión y deja que se aleje, como hizo el hijo pródigo, el cual se sumió en el fango, por lo que si nosotros en nuestra vida personal o en la colectiva nuestra sociedad, hacemos lo mismo que él, nos ocurrirá igual, es decir, que caeremos en el fango y por ello realizaremos malas acciones y haremos mal tanto a nosotros como a los demás. Luego no es Dios el culpable, ni el que «permite» el mal que nos hacemos o el que hacemos a los demás, sino que somos nosotros los únicos responsables de él. Por eso la pregunta correcta es ¿por qué permitimos nosotros que ocurra esto o aquello? Pues porque nos hemos apartado de Dios, de sus mandamientos, de sus normas, dejándonos llevar por nuestros pecados que indefectiblemente, antes o después, nos harán daño a nosotros y a los demás.
Hoy vivimos en una sociedad paganizada, apartada de Dios, que aparta a Dios de todo, hasta de lo mínimo. ¿Qué esperamos entonces? ¿Por qué preguntarle a Dios y no a nosotros mismos? Volvamos a Dios, volvamos a hacer de Dios el centro de nuestras vidas individuales y colectivas, y verán cómo todo cambia.