La dimisión del cardenal Omella
Por INFOVATICANA
28 junio, 2021
Nuestro querido colega de la comunidad de lanceros de Castilla, Paco Pepe Fernández de la Cigoña, se hizo el otro día una pregunta lógica: ¿Puede seguir siendo Omella el presidente de los obispos españoles?
Lo que ha ocurrido la pasada semana con la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal ha puesto en evidencia la incompatibilidad de que el cardenal Juan José Omella sea arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española. Con sus hechos y con sus decisiones ha puesto en grave riesgo el crédito y la libertad de la Iglesia.
Han sido varios los medios de comunicación que se han hecho eco del pacto de Omella con el gobierno de Pedro Sánchez para que la Conferencia Episcopal no se pronunciara sobre los indultos a los políticos que fueron condenados por sedición y malversación de fondos.
El pacto consistía en que si Omella lograba que la Conferencia Episcopal no se pronunciase oficialmente contra los indultos, el gobierno no haría problema del IBI, no se metería con la enseñanza concertada y, por tanto, dejaba tranquilos a los obispos. Omella ya tenía la nota de los obispos catalanes de apoyo a los indultos que manejó a su gusto con los servicios del obispo de la Seo de Urgell y de Andorra, uno de los más catalanistas del episcopado.
Lo que ha hecho Omella es pactar con el gobierno a cambio de dinero, con lo que demuestra que es capaz de poner a la Iglesia de rodillas ante un gobierno enemigo de la Iglesia, el de la ley de la eutanasia, de la ley de educación, de la ley Trans… Todo con tal de seguir recibiendo el dinero del gobierno y que les dejen tranquilos.
Otro dato significativo del proceso han sido las formas con las que Omella ha actuado. Según se ha publicado por diversos medios, Omella hizo todo lo posible para que los obispos no sacaran una nota crítica con los indultos, incluso con artimañas como la de no aparecer el día en que se tenía que haber acordado el texto, intentar que esa cuestión se debatiera cuando él no estuviera, o torpedear cualquier iniciativa de acordar un texto con las ideas de los documentos anteriores de la Conferencia Episcopal sobre la materia. Por ejemplo, “Orientaciones morales ante la actual situación de España”, de noviembre de 2006, en el que se hablaba de la unidad de España como un bien.
El presidente de la Conferencia Episcopal está comprometido gravemente la libertad de la Iglesia. No permite un debate libre dentro de la Conferencia Episcopal y además impone con mano férrea sus decisiones, según lo que previamente pacta con el gobierno, con la justificación de que la Iglesia no puede ser un partido político que se meta en la contienda política.
De esta forma, está consiguiendo que la Iglesia no solo no pueda hablar con libertad en la sociedad española sino que pierda todo el prestigio que tenía. Omella es de los que piensan que la Iglesia en España ha estado demasiadas veces ligada a las derechas políticas.
Fue Omella quien, en la época de los gobiernos de Zapatero, participó con los partidos políticos de izquierda, los sindicatos y los cristianos progresistas en varias manifestaciones, por ejemplo, la de “Pobreza cero. Sin excusas” en junio de 2005.
Una de las consecuencias de la actitud de la Conferencia Episcopal en el tema de los indultos es la económica. Satisfecho con la promesa de que el Gobierno haya prometido que no tocará el IBI de la Iglesia, aunque ya veremos si lo cumple, el cardenal Omella no se ha inmutado por el riesgo de una pérdida de varios millones de euros en el ejercicio actual de la asignación tributaria. Un argumento que el periodista Federico Jiménez Losantos repetía insistentemente en su programa cuando invitaba a sus oyentes a no poner la cruz a la Iglesia en la declaración de la renta, sino a dar el dinero al sacerdote de la parroquia o a la monjita dedicada a la caridad o a alguna buena obra pía.
Además, como ha publicado Periodista digital, la postura de la Conferencia Episcopal con los indultos a los golpistas catalanes abre una guerra interna en la COPE por el malestar de su micrófono principal, Carlos Herrera, con lo que han hecho los obispos. Un Carlos Herrera que se quitó de en medio la semana pasada para no tener que comentar determinadas noticias.
El cardenal Omella acumula tal cantidad de poder en la Iglesia que las declaraciones del papa Francisco sobre la concentración del poder, de los clérigos dedicados a la política, le dan lo mismo. Sin una oposición dentro de la Conferencia Episcopal, sabedores los obispos de que él es el que nombra y cambia de sedes por eso de ser el hombre del papa, actúa como si la Iglesia de España fuera su tablero de ajedrez. Con sus habituales chácharas y gracietas esconde un ejercicio autoritario del poder sin parangón.
Pero lo peor de todo es que deja a la Iglesia a los pies de los poderes de este mundo. Nadie se atreve a pedir a Omella cuentas, ni su dimisión como presidente de la Conferencia Episcopal.
Por cierto, quizá si dimitiera de presidente de la Conferencia Episcopal tendría más tiempo para ejecutar su plan de reorganizar las parroquias de Barcelona.
Por Diego Lanzas.