20-N: ZP llegó sembrando odio
y pretende recolectar la cosecha
29 JUL 2011
Zapatero quiere que los españoles acudan a las urnas el 20-N. Una fecha elegida a conciencia que pretende movilizar al millón y medio de votantes que ha perdido el PSOE según la única encuesta infalible: las pasadas elecciones del 22-M. El día elegido da idea de que probablemente estamos ante los cuatro meses de campaña más duros y a cara de perro de la democracia.
Zapatero llegó al poder sembrando el odio entre los españoles y pretende entregarle a Rubalcaba la recolecta de la cosecha a la desesperada con la elección de la fecha del adelanto electoral, su última prerrogativa constitucional. Un testamento político que acaba como empezó, intentando que los españoles voten con las vísceras en el trigésimo sexto aniversario de la muerte de Franco.
La revisión maniquea y sectaria de la Guerra Civil ha sido la obsesión de José Luis Rodríguez Zapatero desde el instante en que llegó al poder. Nunca antes un presidente del Gobierno en España había hecho de su abuelo el eje central de su política. Hasta el punto de que incluso en la biografía oficial colgada en la página web del partido se cita al abuelo, el capitán Lozano, fusilado por los nacionales en 1936. Es cierto que también se menciona al padre de su madre, pero sólo como justificación del lugar en que se vio abocado a nacer, no como ejemplo a seguir ni el hombre que le ha marcado profundamente.
Desde que resultó elegido secretario general del PSOE, Zapatero tenía clara la reivindicación de las viejas heridas de la cruel contienda sólo desde el prisma de los perdedores. Al año de ocupar su sillón de Ferraz, el 8 de septiembre de 2001, inauguraba un monumento al capitán Lozano en Araya de Luna (León) símbolo, según él, de todos aquellos que dieron su vida por la II Republica. Se sentía llamado a abanderar la revancha contra el franquismo obviando la conciliación nacional que supuso la Transición.
En su discurso de investidura ya como presidente del Gobierno citaría la misma frase que mandó grabar en la placa del monumento a su abuelo, lo que él llamó su "credo":"un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes". Olvidó mencionar el perdón que coronaba el testamento del capitán de donde había obtenido ese catecismo que ha guiado su rumbo.
Una obsesión tan enconada y errónea que le llevó a confesar a las víctimas del terrorismo etarra que las comprendía y se ponía en su lugar porque a él "también" le habían asesinado a su abuelo. Él fue quien se autodenominó "el presidente rojo" e inició un revisionismo histórico tan parcial como incompleto y en muchos casos falaz.
Siempre a cuestas con el abuelo asesinado, tres días antes de aprobar la Ley de Memoria Histórica, el 25 de julio de 2006, Zapatero acudió a la sede de la camuflada Logia Emilio Menéndez Pallarés número 15 de León, precisamente el lugar donde su abuelo se inició en la Masonería y participaba en las tenidas masónicas todas las semanas. Ni La Moncloa ni el PSOE hicieron mención a la relevante "coincidencia". Lo desveló quien esto escribe en "La gran revancha" publicada por Temas de Hoy en 2006.
Ahora, cuando los socialistas han sido arrasados del mapa municipal y autonómico español tras el tsunami electoral del 22-M, Zapatero ha cedido a la presión adelantando la cita con las urnas y le ha entregado la fecha en bandeja a Rubalcaba. La anuncia además con cuatro meses de antelación para que el partido, profundamente dividido por los restos del naufragio, cierre filas e intente salvar los muebles.
El viejo PSOE no le perdona a Zapatero que les haya convertido en una formación casi marginal dejándolo en su suelo histórico con sólo el 27,8% de los votos, casi 10 puntos y dos millones de papeletas menos que el PP. Nunca, ni en las primeras elecciones democráticas, había caído tan bajo. Y tampoco aceptan que se aferre a la secretaría general para seguir controlando el partido si las urnas no le llevan a Rubalcaba a La Moncloa.
Los socialistas, todos, con Rbcb a la cabeza, saben que la única forma de que Mariano Rajoy no consiga la mayoría absoluta es movilizando al millón y medio de ciudadanos que les ha dado la espalda. Cuatro meses por delante de una movilización a base de bilis jaleada con el recuerdo del franquismo y el miedo a la "extrema derecha" del PP convenientemente aderezados con la mejora de los datos coyunturales del paro.
Pase lo que pase, el 20-N de Zapatero pasará a la historia. Y no precisamente por las elecciones.